Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

lunes, 31 de enero de 2011

74.- No nos dejes caer en la tentación

 
Cuadro de Salvador Dalí. Las tentaciones de San Antonio



Busqué mi alma, y no la pude ver.
Busqué a mi Dios, y me eludió.
Busqué a mi hermano, y encontré a los tres.
Elisabeth Kübler-Ross



La tradición cristiana suele interpretar esta frase del Padrenuestro,  como “no nos dejes caer en la tentación que nos pone el demonio a nuestro paso”. Si  un cristiano no quiere complicarse la vida, lo mejor que puede hacer es seguir tomando esta frase en este sentido literal, de que nos libre de las tentaciones del maligno, como Él, Jesús,  supo libarse cuando fue tentado tres veces en el desierto.

Para esta lectura no hace falta decir más. Se terminó. Recomendamos encarecidamente que para este viaje, recemos al Ángel de la guarda aquella oración que nos enseñaba nuestra mamá que decía: Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes solo, ni de noche ni de día. Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes solo, que me perdería.

Pero en el plan que propongo estas meditaciones del Padrenuestro, la cosa va de no centrarnos demasiado en que un ser diabólico está empeñado en hacernos caer, como en el hecho de lo que realmente provoca los desaguisados que solemos cometer los humanos al caer en las tentaciones.

Estamos totalmente centrados en la tradición cristiano – católica, en que tentación es lo mismo que inducción a pecar. Al fin y al cabo, tentación viene de tentar, y tentar de tocar, como cuando queremos llamar la atención de alguien le tocamos para que nos atienda y nos escuche, a fin de convencerle de algo… Pues lo mismo. Es decir, una tercera entidad, el maligno, nos tienta la ropa, nos llama la atención ante algo pecaminoso pero apetecible, para inducirnos a caer y cometer actos malos, es decir, pecados. Es como cuando a una persona entrada en carnes, que la pobre está a régimen de comidas, le “tentamos” con un pastelito para que se salte la dieta, y ella nos dice… “no me tientes, no me tientes”. Pues eso. Pero en vez de ser nosotros, es el maligno con ganas de hacer putadas.

Esta visión de las cosas parece que suele funcionar en las gentes que se lo toman en serio. El demonio, culpable de la tentación, y nosotros, pardillos, víctimas de sus malas artes para hacernos tropezar.

Como todo, al hablar de este escenario, estamos hablando de un modelo muy concreto  de funcionamiento del ser humano basado en un tercero que nos induce, como las malas compañías, que advertimos a nuestros hijos pequeños. Y es muy válido para el común de las gentes, además de estar bendecido por la autoridad religiosa. Qué más se puede pedir.

Pero propongo ir más allá de este escenario, para adentrarnos en nuestra intimidad, donde habitan una serie de personajes que nos tienen mareados. Hablamos de la lagartija, la vaca y demás zoológico mental, originadores de nuestros comportamientos instintivos (Ver entradas 40 y 41), y todos nuestros personajillos interiores, la sombra blanca, el mago,  el osito amoroso, el guerrero samurái, gruñón, etc. (Ver la entrada 42: equipaje para este mundo), que Fidel Delgado describe magistralmente en sus entretenidas y simpáticas conferencias.

Con todos estos personajes que están montados en nuestra chepa, y yo (Pocoyó), que me lo creo a pies juntillas, vamos que rebotamos a la hora de imputar las culpas de todos los desaguisados y tropezones que damos en la vida. No hace falta un demonio con cuernos y rabo para justificar nuestras tropelías, a no ser que a todo este zoológico interior, le denominemos Satanás.
Nuestro nivel de consciencia, de lucidez, es tan raquítico, que literalmente “caemos en la tentación” de sucumbir a todas las apetencias que todos estos personajillos que habitan nuestro cerebro nos puedan poner delante de nosotros. Pero ¿Quién pone la tentación a quién? ¿Un personajillo como por ejemplo “Gruñón”, más cabreado que una mona, que forma parte de mí, a mí? Es decir, yo me pongo a mí mismo las trampas, las tentaciones.

Yo, que soy lo que mi pensamiento ha elaborado sobre mí, soy el que me pongo delante de mis ojos las ocasiones para caer, para literalmente cagarla. Porque el problema en todo esto soy “yo”, el yo que se cree individuo, separado del resto de la Creación, por la barrera que levanta la enfermedad denominada egolatría, o pecado original.

Creerme separado del Todo, hace que me sienta dueño de mi todo (pequeño), de mi mundo, donde hago y deshago a voluntad, a mi voluntad, a mis deseos.

Creerme separado del Todo hace que “yo” me forje un modelo de cómo debo ser yo (yo según “yo”), de cómo debe ser el mundo (el mundo según “yo”), y de cómo debe ser Dios (Dios según “yo”)… que es para nota.

En el fondo introducir en este “camarote de los hermanos Marx” que es nuestro cerebro nada menos que al demonio, aparte de ser el acabose del caos, es en el fondo echarle la culpa a otro de lo que sólo nosotros somos responsables; como hizo Eva, cuando Yahveh le preguntó que por qué le había dado a Adán la manzana, y ella dijo que había sido la serpiente. “Señorita yo no he sido, ha sido fulanito”, como nos exculpábamos de parvulitos ante nuestra señorita profesora.

Como cuento para tiernos infantes, está bien. Pero para gente adulta y madura, se queda algo corto de miras. Porque en realidad, las tentaciones vienen de nuestra “atontación”, al creernos lo que no somos, pero creemos que somos, una entidad separada del Todo, separada del Eterno, al que le pedimos la herencia para hacer de nuestra capa un sayo, y hemos terminado como los gorrinos, atascados en un charco, llenos de barro y mierda hasta las orejas, y compitiendo con estos por unas cuantas algarrobas. Parábola del hijo pródigo.

En este estado de cosas, buscamos nuestra alma y no la encontramos, porque creemos que lo que vemos en el espejo cuando nos miramos, ese soy “yo”. Buscamos a Dios, y ya, ni te cuento las chorradas que podemos llegar a imaginar sobre Él, y que encima tenemos el atrevimiento y la osadía de escribirlas en sesudos tratados de Teología. Y como para más inri, tenemos levantada en torno a nosotros una barrera que nos separa del mundo exterior, con quienes sólo establecemos conexiones para incorporar materia energía e información, como cualquier unidad de Carbono (véase “ser vivo”), resulta que aislados en nuestro pequeño mundo, qué más da que hagamos culpable de nuestras culpas al demonio, a la serpiente o a quien se nos ponga por delante, cuando lo que realmente sucede es que vivimos “atontados” viviendo una ilusión forjada por nuestro pensamiento, por cierto inyectado en muy gran parte por la educación recibida.

Sólo cuando logramos salir de nuestra idiotez, de nuestra tontuna, y caemos en la cuenta de que nada de lo que sucede es obra nuestra, que hasta los pelos de nuestra cabeza están contados, que ninguno de nosotros es capaz de añadir un codo a su estatura a fuerza de discursos (de pensar), que no se mueve una sola hoja de un árbol sin que nuestro Padre Celestial lo consienta (Mt Cap. 5 y Cap. 6); cuando caemos en la cuenta de todo esto y de que realmente formamos parte indivisible del Todo, de que formamos parte inseparable de la Divina Realidad, aunque nos resistamos a ello como gato panza arriba, entonces, y sólo entonces, lograremos salir de la influencia de nuestras propias tentaciones.

Así que no nos dejes caer en la tentación, en el fondo se transforma en “no nos dejes caer en nuestra idiotez, en nuestra tontuna, en nuestra soberbia de creernos dueños de nosotros mismos”, es decir… “en la tentación”.

Esta lectura de los acontecimientos puede que sea algo heterodoxa o muy heterodoxa respecto de la “doctrina”. El que prefiera lo del demonio y la tentación a base de puyazos con el tridente…, pues, él mismo con su mecanismo. Pero, realmente sólo cuando descubres en el prójimo que tienes al lado a alguien con el que formas una misma entidad, integrada en el Todo, compartiendo la misma esencia que el Padre Celestial, siendo todos Uno en Él, entonces y sólo entonces, eres capaz de descubrir tu verdadera entidad, tu verdadera naturaleza, unida de un modo indivisible a Dios, a la Divina Realidad, de la que sólo tu idiotez te ha separado, o te ha hecho creer que estabas separado.

No nos dejes caer en la tentación es, en realidad un “no nos dejes caer en la atontación”, en la soberana necedad de creernos lo que sólo la alucinación de nuestros sentidos nos hace creer lo que no somos.

Jesús de Nazareth, como hombre que era, también sufrió tentaciones, como revelan los Evangelios. Es cierto que aparece el demonio como artífice de las tentaciones. Fue tentado en los tres puntos débiles del ser humano, ambicionar saciar los apetitos (piedras en pan), el orgullo y vanagloria (caer del alero del templo sin tropezar a la vista de todos), y la ambición de Poder con mayúscula (visión de las riquezas de este mundo). No estuvo exento de estas tentaciones, como ninguno de nosotros lo estamos, porque en sus genes, como hombre, tenía esta debilidad, que supo superar, porque una fuerza interior mucho más poderosa que su propia debilidad, consiguió sobreponerle.

Como en anteriores entradas sobre el Padrenuestro, te invito, medites sobre esto en silencio, y espera respuesta. Si te convence más la idea de un demonio chinchándote, pues vale. Todo está admitido por la Organización, como dice Fidel Delgado.

La Paz sea contigo.

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viernes, 28 de enero de 2011

73.- Perdónanos...


Nuestras ofensas

Si en algo se diferencia la idea del Dios del Antiguo Testamento, del Dios de Jesús de Nazareth, es justamente en esta idea del perdón.

Yahveh  es un dios que demuestra a lo largo de muchos siglos, tener una paciencia infinita con su pueblo, con los seres humanos, pero también es descrito por los autores bíblicos como un dios que en determinados momentos, llegando a estar hasta los mismísimos, descarga toda su ira y violencia contra todo lo que se mueve, enviando todo tipo de males, diluvios universales, cataclismos, dispersión de lenguas, lluvias de fuego y azufre, las doce plagas, hacer vagar por el desierto a su pueblo hasta aburrir a las vacas, enviándoles al destierro, permitiendo la invasión de todo tipo de enemigos, hasta en la época de Jesús, la dominación romana.

Así que la idea de un dios castigador y que no deja pasar ni mijita, era una idea totalmente implantada en el hipotálamo de las gentes.

Incluso la predicación del precursor Juan iba en este sentido también, “arrepentíos”, porque el que se mueva no va a salir en la foto. Ya está el hacha en la base del árbol, y el que no de fruto, lo lleva chungo…

El mensaje de Jesús es en este sentido revolucionario, y enfrentado a la doctrina al uso. Es probable que, si como algunos autores refieren, Jesús comenzó su vida pública como discípulo de Juan, tuviese con el bautista, algo más que palabras, para hacerle ver que estaba predicando un mensaje trasnochado, que terminaría chocando violentamente con el mensaje de las bienaventuranzas.

De alguna forma, Jesús nos muestra a un Dios padre, profundamente conocedor, íntimamente conocedor del alma humana. Porque Dios no es solamente un Dios trascendente, creador, que está allá en los cielos, que necesita, para ser escuchado, hablar con voz estentórea, sino que habita el corazón del ser humano, que conoce los más íntimos entresijos, porque donde realmente habita es ahí, en nuestra séptima morada. Y por tanto nos conoce mucho mejor que nosotros mismos.

Una cosa curiosa. Al menos en la Biblia de Jerusalem, versión electrónica en PDF, que es la que estoy utilizando para extraer las citas, la palabra “Espíritu Santo”, como tal entidad no aparece ni una sola vez en el Antiguo Testamento, para ser la primera en el Evangelio de Mateo (Cap.1), a propósito de la referencia a la milagrosa concepción de María por obra del “Espíritu Santo”. En la sabiduría y en Isaías estas palabras aparecen un par de veces, pero en minúscula. No diría que en referencia explícita al Dios inmanente que habita en el corazón del ser humano.

Así que la idea de perdón es algo que Jesús proclama con persistente testarudez, machaconamente. Nuestro Padre es un Padre bueno, que sabe perdonar las debilidades de sus hijos, y que nos exhorta a que también nosotros sepamos perdonar. Es decir, es como si la clave del Reino de los Cielos no fuera la de ser inmaculados en el obrar, en no caer nunca, en ser la perfección absoluta, en ser justos e irreprochables, en vivir permanentemente en Gracia de Dios, en ser santos de los altares. Este puede que sea el ideal, el objetivo final, pero Jesús bien sabe que la ganadería que tiene que pastorear dista muchísimo de estar en ese estado beatífico. Muy por el contrario, sabe, porque nos conoce desde dentro, que fallamos más que una escopeta de feria. Y por eso, su mensaje, en núcleo de su filosofía de vida es “el perdón”, el “perdón de los pecados”, de las faltas, de las debilidades.

De la misma forma que a un enfermo no se le puede exigir que a partir de un determinado momento no vuelva a presentar los síntomas y signos de su enfermedad, si no es previamente sometido al proceso de tratamiento y corazón, de igual forma a un ser humano no se le puede exigir que no vuelva a pecar tras recibir del cura la absolución. Va a volver a hacerlo, porque lo lleva en sus genes; recordemos que nuestra enfermedad, la egolatría, es hereditaria, es una malformación congénita, y no se cura con tomar una píldora sanadora en el desayuno, comida y cena, durante una semana, o sea, rezando tres padrenuestros y cuatro avemarías.

Nuestro perdón de Dios, va a ir siempre acompañado de una penitencia…

Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.


Esta es la condición, perdonar a los que nos ofenden, resolver nuestras cuitas con los demás, zanjar cuentas pendientes mediante la reconciliación. Es decir, la reconciliación con el hermano…

23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Mt 5, 23-24

Saber perdonar y saber pedir perdón. Porque sólo sobre la base del perdón, la convivencia es posible.

1 «No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. (Mt 7, 1-2)

11 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! 12 «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (Mt 7, 11-12)
Esta es, amigo mío, la Regla de Oro. Es universal, todas las religiones afirman lo mismo en términos muy similares. La referí nada más inaugurar este blog, en la entrada de bienvenida. Porque en el respeto de esta regla, radica la paz y la concordia entre los seres humanos, y en consecuencia la manifestación de Dios en la vida de los seres humanos. Porque Dios se manifiesta en todos aquellos que conviven en paz, que se respetan, que se aceptan tal cuales son, que saben perdonar y que saben pedir perdón. Porque todos sabemos que no somos perfectos y que fallamos más que una escopeta de feria.

Si no dejamos pasar ni una, ¿dónde puede encontrarse la armonía y la convivencia entre los humanos? Y si esto no se consigue, de qué sirve que sirve que nos inflemos a misas y rosarios.

Por eso, si sabemos que tenemos un asunto pendiente, que un vecino, conocido, hermano o alguien tiene algo contra nosotros, acudir a la iglesia a rezar no sirve de nada. Ni confesar los pecados sirve tampoco de nada, si en nuestro corazón conservamos resentimiento contra los que me han hecho daño, o somos nosotros los que lo hemos hecho.

Es sencillo de comprender, aunque difícil de aplicar. Pero sobre todo enrevesadísimo de codificar, como si la gestión de los pecados fuera similar a la justicia de los hombres.

Con esta premisa, “si perdonamos a los que nos ofenden”, nuestras debilidades, nuestras ofensas, también serán perdonadas.

Sólo hay un daño que no tiene perdón de Dios, el daño contra el Espíritu Santo, el escándalo, que hace o pone en riesgo de caer el alma de los demás. Mas vale atarse una rueda de molino al cuello y tirarse al mar.

6 Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar. Mt 18, 6

Y aún otra excepción, los mercaderes del templo, los cambistas, los banqueros, los únicos contra los que Jesús, manso y humilde de corazón, empleó la violencia física, porque han sido, son y serán los responsables de la miseria de los pobres de este mundo, porque personifican el poder del dinero, lo que es causa de la inmensa mayoría de los males de nuestro Planeta.

Por lo demás, perdonó incluso a los que le crucificaron.

Medita sobre esto. Es una propuesta. Y espera la respuesta.

La Paz esté contigo.

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jueves, 27 de enero de 2011

72.- El pan nuestro de cada día...



Dánosle hoy
 
La interpretación más simple de esta súplica es la de que Dios nos de, literalmente el pan de cada día. De alguna forma esto choca frontalmente con la maldición de ganarás el pan con el sudor de tu frente que espetó Yahvé en el Génesis cuando echó a patadas a Adán y Eva del Paraíso.

A día de hoy la tesis que sale arrolladoramente ganadora es la de Yahve y su maldición gitana que todos soportamos sobre nuestros lomos para conseguir llegar in extremis a fin de mes.

A ver si se ponen de acuerdo el Padre y el Hijo, porque esto es un lio.

Esta reducción al absurdo lo único que pretende es que tomemos conciencia de que la frase de Jesús “danos hoy el pan de cada día”, tiene gato encerrado.

25 «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? 27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. 29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. 34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán. (Mateo 6, 25-34)

En general, las mercedes que Dios le regala al alma tiene casi siempre una llamémosle contraprestación, que no es otra cosa que la confianza.

¿Confías en mi? -Nos pregunta Jesús-. ¿Confías en mi? Como cuando le invitó a Pedro a caminar sobre las aguas.

La relación del alma con Dios es una relación de estricta confianza, de abandono en la Providencia, en ese “Dios proveerá”, que decimos. Si confiamos en Él, Él se manifiesta en lo que ha de ser.

Sucede lo que ha de suceder. Todo está bien. Los acontecimientos se producen como oportunidades que se nos ofrece para “aprender a ser”, en un mundo que se niega a ser de verdad y se conforma con una existencia basada en la más estricta mentira y en la desconfianza más absoluta de los unos frente a los otros.

Se trata de “Amar lo que es”, como el título del libro de Byron Katie.

Byron Kathleen Reid sufrió una severa depresión después de cumplir los treinta años. A lo largo de diez años, su depresión se profundizó y Katie (como le dicen) se pasó cerca de dos años casi incapaz de salir de su cama y obsesionada con la idea del suicidio. De repente una mañana, desde las profundidades de la desesperación, tuvo una revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de cómo era («Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían apreciarme») ella sufría, y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. Vio que la causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía respecto a ese mundo. En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro esfuerzo por encontrar la felicidad estaba enrevesado: en vez de intentar, inútilmente, cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de cómo «debería» ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables. Katie desarrolló un método de indagación sencillo y, sin embargo, poderoso llamado El Trabajo, que rendía alcanzable esta transformación. Como resultado, una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida le aporta.

Ref: http://www.thework.com/espanol/

Traigo este ejemplo a colación, porque pretender que el mundo sea “según yo” es una de las fuentes más frecuentes de nuestras desgracias, a parte de una soberana gilipollez -perdón-. Como siempre va a contracorriente de nuestros deseos, salvo fugaces destellos de convergencia con lo que apetecemos, nos pasamos la vida más cabreados que una mona.

El planteamiento de vida de Katie, “amar lo que es”, supone que cada día se basta para ofrecernos una oportunidad de amar la realidad que vivimos, no de aborrecer o de sentirnos puteados por el mundo. Esto es otra forma de decir “bástale a cada día su afán”.

En otras palabras, “danos hoy el pan de cada día” es lo mismo que decir, danos hoy una nueva oportunidad para amar, para santificar tu nombre, para dejarle sitio a tu Reino en nuestro corazón, para que se haga tu Voluntad en esta Tierra y en este Cielo.

Creo que es Eckhart Tolle en “El poder del ahora”, el que dice que los animales son verdaderos maestros zen, porque saben contemplar lo que es, viven el presente, sin preocuparse por el mañana, y dejan que su Padre celestial les alimente.

Esa confianza en el Padre, llega al extremo de derribar las barreras que nos separan los unos de los otros, hasta lograr que emerja nada menos que la solidaridad y la misericordia. De modo que nos vemos impulsados a compartir (partir –nuestro pan- con), y mira por donde “hay para todos”. Esta es la interpretación de lo que pudo ser el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. A poco que compartieran los unos la comida con los otros, hubo para todos y sobró.

A poco que uno aprenda a vivir así, probablemente lo que menos le preocupe sea qué comerá mañana, porque sabe que la Providencia protege a los que comparten su vida con los demás, de alguna forma.

Carpe diem

Vive el momento. Bástale a cada día su afán.

Todo tiene sentido. Lo que ha sucedido en la Historia, sucede y sucederá, es lo que ha de ser, porque todo es la voluntad de nuestro Padre que está en los Cielos. No es predestinación ni determinismo ciego, es simplemente ser consciente de que lo que sucede es lo que simplemente “es”, porque lo que es, es lo único que existe. El pasado ya no existe (sólo el recuerdo lo mantiene relativamente vivo en la memoria). Y el futuro, está por llegar, pero tampoco existe; sólo existe el ahora, “carpe diem”, frase de Horacio, el poeta romano, que expresa este pensamiento.

En esta conciencia de lo presente surge el camino hacia la contemplación; pero una contemplación activa, jamás pasiva. Es una contemplación de lo que sucede, porque en lo que sucede va envuelto “nuestro pan de cada día”, las oportunidades que Dios nos pone en nuestro camino para amar, para “ser en plenitud”. En esas oportunidades viene envuelto nuestro pan físico, con la misma delicadeza divina con la que viste los lirios del campo y alimenta a los pajarillos.

“Carpe diem”, ¡vive el momento!, porque en vivir intensamente el presente queda revelado nuestro sustento del alma, y por añadidura, el del cuerpo.

No siempre es fácil

Este planteamiento “mola un montón” cuando la vida nos sonríe, pero se nos pone muy cuesta arriba cuando se cruza la adversidad. El Padre es consciente de ello. Por eso es en la adversidad donde el amor de Dios brilla con más intensidad. Paradójicamente es en estos momentos, en estas épocas de la vida cuando el ser humano sale poderosamente fortalecido, enaltecido. Porque ha sido humillado por la adversidad, Dios le enaltece y le otorga la autoridad espiritual de alguien que ha demostrado su confianza, que ha aceptado una voluntad nada propicia para los particulares intereses.

Cuando somos despojados de nuestros apegos, de nuestras apetencias, de nuestra soberbia, de nuestra egolatría, que es la enfermedad del alma por cuya curación Dios se hizo hombre en Jesús de Nazareth, como creemos los cristianos, entonces, sentimos la sanación de nuestro espíritu, que se percibe por esa “extraña paz” que se experimenta en medio de la tormenta, de la adversidad, paz que no es de este mundo.

27 Os dejo la Paz, mi Paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. (Jn 14, 27)

“El hombre que tuvo la fortuna de fracasar”, es el título de un libro de José Luis Montes. No sé de qué trata; parece ser que es relativo al mundo del trabajo, de la empresa. Da igual, la cuestión es que el título expresa una gran verdad. El fracaso no es ninguna maldición. Todo lo contrario, puede ser el pan más nutritivo para el alma que Dios nos puede dar. O como dice Consuelo Martín, "cuando veamos en la adversidad lo mejor que nos ha podido pasar, entonces podemos tímidamente afirmar que tenemos algo de fe"

La crisis, según Albert Einstein

Albert Einstein, además de ser uno de los mayores genios de la Ciencia de todos los tiempos, era una persona profundamente religiosa. De él es la frase que descolocó a un profesor de su instituto, cuando era adolescente, sobre si el mal existía, lo que aseguraba el profesor, mientras que Einstein le contradijo diciendo que el mal no existe, simplemente es la ausencia del bien, la ausencia de Dios de nuestra vida.

De él es esta reflexión sobre la crisis, sobre la adversidad.

No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.
El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.
En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.


Creo sinceramente que hemos de aprender a ver a Dios en todas estas cosas, a meterle en los más íntimos recovecos de nuestra vida, a sacarle de los templos para meterle en nuestra vida, en las preocupaciones de todos los días, en los problemas de nuestros negocios por los que conseguimos el pan de nuestros hijos, a meterle entre las sábanas de nuestra cama de matrimonio mientras hacemos el amor con nuestro ser amado, a meterle entre los pucheros, como decía Teresa de Jesús.

Porque verle en todas estas cosas, en todos estos detalles, supone recibir de Él nuestra ración de pan, de Amor de Dios, de cada día. El mañana, mañana, es de Él. De modo que nuestro pan físico, se nos da por añadidura, es puro valor añadido.

No creas que pretendo cambiarte los esquemas. Puede que hasta incluso teológicamente esté equivocado, entre otras cosas porque a los teólogos no les entiendo. Pero para mí esto que te cuento ha sido tan esencial en mi vida, que forma parte de mi ser. Yo soy profesionalmente experto en fracasos. Trabajo en una institución pública que, con la que está cayendo, las restricciones económicas y una errática trayectoria política que parece dirigirla hacia ninguna parte cualquier iniciativa de mejora es como tratar de vaciar el océano con un cubo de agua. A veces he desesperado de ver cómo mi trabajo se convertía en un irritante y exasperante trabajo de Sísifo, inútil a todos los efectos. Pero cuanto más fracasaba, al menos eso me parecía, siempre surgía alguna consecuencia colateral que me sorprendía sobre la utilidad de tantas miles de horas invertidas. La vida en este mundo es una perfecta combinación de yin y yang. Donde la luz y la oscuridad son complementarias, y relativas. Siempre hay un punto de oscuridad en la luz y un punto de esperanza en la oscuridad.

 

Todo esta bien. Todo tiene sentido. El pan que Dios nos ofrece cada día resulta ser sorprendentemente maravilloso, lleno de paradojas para la mente, pero de absolutas evidencias del Amor de Dios para el corazón.

Como en las últimas entradas sobre el padrenuestro, te invito a que medites en silencio estas reflexiones, y espera la respuesta que, sin duda, te será dada.

La Paz contigo, amigo.

*

martes, 25 de enero de 2011

71.- Hágase Tu voluntad, ...



Esta frase, “si pones a Dios en todo lo que haces, le encontrarás en todo lo que acontece" la descubrimos en un póster que compramos mi esposa y yo en una librería en Madrid, San Pablo. Nos llamó la atención y decidimos comprarlo. Desde entonces, ha presidido nuestro dormitorio en los treinta años que llevamos casados.

Dios se manifiesta en lo que acontece…

Esta frase lo dice todo respecto del “fiat voluntas tua”. Te hace comprender que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, quieras o no. Su voluntad se cumple siempre. Otra cosa es que sepamos ver este hecho.

La oración de Jesús dice “hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”. Esto puede que tenga otra interpretación teológica, pero en mi personal experiencia, siempre lo he visto como que su voluntad se manifiesta tanto en los acontecimientos buenos “en el Cielo”, como en los acontecimientos que interpretamos como no tan buenos, por no decir malos o desastrosos, es decir, “en la Tierra”.

Al identificar a Dios con lo bueno, con el amor, nos parece incomprensible que Dios se manifieste en la enfermedad, en la hambruna de los pobres, en las guerras, en la maldad de los tiranos, en los asesinatos de los sociópatas, y así en un larguísimo etcétera de acontecimientos que hacen de este mundo un auténtico infierno.

En otras palabras, no cabe en cabeza humana la tan usada frase de “cómo Dios permite el mal en el mundo”, como pretexto para sospechar que pudiera no existir, porque si existiera, ya se encargaría de hacernos felices como perdices. Pero no, resulta que somos unos “pringaos” a los que nos toca sufrir que a Dios, si es que existe, nos haya sacado con un defecto de fábrica que hace nos hagamos la vida imposible los unos a los otros.

Posiblemente, admitir que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, en todo lo que acontece, es la prueba más dura de fe que podemos superar. Porque esto significa que confiar en Dios no es garantía de que hayamos firmado con Él un contrato blindados frente a los sinsabores de la vida, al sufrimiento, al dolor, a la tragedia. En todo caso, es todo lo contrario. Parece ser que el que se lanza a tumba abierta en manos de Dios, puede que lo lleve claro, y que su vida llegue a ser un auténtico calvario, un fracaso. Encima, Jesús proclama bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que padecen persecución por causa de la Justicia, en suma, dichosos los que lo tienen chunguísimo.

… Porque ellos serán consolados.

El pequeño matiz a esta proclama propia de locos es, en lo que respecta a la frase del póster, “si pones a Dios en todo lo que haces”.

Si le pones en todo lo que haces

Verle en todo lo que sucede tiene como premisa, ponerle en medio de tu vida, en todo lo que haces, desde que te despiertas hasta que el sueño y el cansancio te rinde. Incluso en sueños.

“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”.
Mt 6, 33


Esto es lo mismo que ponerle en todo lo que hacemos. Si esta premisa se cumple, entonces tus ojos auténticos, los ojos de tu alma, se abren y pueden ver, porque han creído. No al revés, que sólo creemos si logramos ver. Es un salto de fe auténtico, un confiar a ciegas, sin saber qué va a ser de ti ante la decisión tomada.

Os cuento un  pequeño ejemplo que a mi esposa y a mi nos sucedió. Cuando decidimos ir de voluntarios a Honduras, lo hicimos sin saber muy bien a qué íbamos. Sabíamos que el tema consistía en un proyecto de salud en una zona muy deprimida de aquel país, pero nada más. Tanta era nuestra incertidumbre sobre lo que nos esperaba, que en pleno vuelo desde España hasta allí, nos preguntamos los dos “¿pero sabemos realmente a qué vamos allí? La respuesta era rigurosamente “no”. Al volver de allí, jamás nos podíamos haber imaginado cuál era el real sentido de nuestro viaje. Lo dejamos en manos de la Providencia, y fue ella la que nos hizo comprender el sentido de aquel bendito viaje, que si Dios quiere repetiremos este año, pero esta vez sabiendo a lo que vamos… supongo. La cosa no era irnos a una ciudad española o hacer algo sin compromiso fuerte, una cita a ciegas con una realidad cercana. Era una aventura al otro lado del mundo, dejando familia, hijos y con un coste personal respetable.

Lo que ha sido hasta la fecha una aventura, la más gratificante y a la vez la más amarga de nuestra vida, ha sido una plena y auténtica manifestación de Dios en este mundo. Un mundo en el que ves morir a la gente por disparos de las maras, donde vez la miseria más total en los bordos (barriada de chabolas comparables a los slumbs de Bombay o las favelas de Río). Pero a la vez recibes el inmenso amor de los pobres de espíritu, de los misericordiosos, de la gente sencilla, que ve en ti a Jesús mismo que les tiende la mano. Esto, que no se puede explicar con palabras, sólo lo alcanza el corazón, que toma auténtica conciencia que “donde hay caridad y amor, allí está Dios” (“Ubi cháritas et amor, Deus ibi est”), que reza el cántico gregoriano Ubi cháritas.

Pones a Dios en lo que haces, es decir, buscas el Reino de Dios y su Justicia, y Él se manifiesta ante tus ojos, porque aunque siempre está ahí, delante de ti, tu escepticismo te convierte en un ciego de espíritu, incapaz de ver, aunque mires, e incapaz de oír, aunque trates de escuchar.

Eso de saber ver a Dios o de saber escucharle, es decir, eso de saber ver su manifestación en este mundo, lo representa Tony de Melo muy bien en su fábula “las campanas del templo sumergido”. Trata de aquel joven que sabiendo de la existencia de una iglesia sumergida tras la construcción de un embalse, los lugareños afirmaban que de vez en cuando se escuchaban sus campanas. El se esforzó por escucharlas, sin resultado alguno, hizo todos los días verdaderos esfuerzos por escuchar esas misteriosas campanadas sin conseguirlo, hasta que al final, ya habiendo desistido en su esfuerzo, esperando el autobús de regreso, se tumbó en la playa del pantano, sin pretender nada; y entonces fue cuando las escuchó, cuando sin esforzarse, hizo silencio interior. No las puedes escuchar hasta tanto no logres acallar tu mente.

Feed back

Si superas los primeros esfuerzos en la escucha de Dios, y tratando de confiar en Él, consigues verle en alguna manifestación en tu vida, comienza a producirse algo maravilloso, se establece un sistema de refuerzo positivo, un feed back de modo tal que cuanto más te abandonas a Él, tanto más se manifiesta y se muestra en evidencias que antes ni siquiera habrías reparado.

Este es el juego. Él se manifiesta de improviso en una llamada, a la que puedes responder o no. Si es que sí, se establece un refuerzo positivo que te conduce en un verlo en todo lo que sucede en tu vida, incluso en lo que antes te parecería un contratiempo o incluso una adversidad. Esto refuerza tu confianza. Pero esto es sólo el principio para, no tardando, serás sometido a diversas pruebas de fe, sin recibir ese agradable feed back de consuelo y de gratificación. De este modo entras en la lógica de Dios, cada vez más alejada de la tuya, de modo que los que te rodean te considerarán loco de atar, pero que a ti te subyuga, te envuelve, hasta decir con María “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi, según tu voluntad”.

Así se entra en la senda estrecha, en la Senda de la Vida Interior, primero con el enamoramiento que supone poner a Dios en todo lo que haces y verle en todo lo que acontece, para poco a poco entrar en el severo proceso de depuración de toda la porquería que tienes pegada al cuerpo.

Esto es lo que le estamos pidiendo al Padre con ese “hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. Pero como lo hacemos a una velocidad supersónica, ¿quién se da cuenta del sentido de esta frase?

Amigo, si estás siguiendo frase por frase esta meditación sobre el Padrenuestro, ¿te vas dando cuenta de que en esta oración (que hemos convertido en una rutinaria jaculatoria), se encierra cómo ha de orar un ser humano al Padre eterno, al Espíritu sagrado, a Alá, a Brahma, a Dios, le pongamos el nombre que le pongamos? Esta será una oración con “copyright” católico o cristiano. Pero si te paras a pensar un poco, es una oración universal, cósmica, ecuménica. Es una oración expuesta por el personaje más trascendental de la Historia de los hombres, Jesús de Nazareth.

Amigo, te propongo como en anteriores entradas, haz silencio interior y espera la respuesta.

La paz esté contigo.

*

lunes, 24 de enero de 2011

70.- Venga a nosotros Tu Reino


Parábola del usurpador del trono

Imagínate un país en el que el Rey hubiera sido depuesto por la fuerza por un usurpador utilizando la traición y el golpe de Estado, de modo que el Rey legítimo tuviera que refugiarse en la clandestinidad, en el exilio. Tras el derrocamiento por la fuerza, lo que era un reino en el que se respiraba paz y justicia, se impone el desorden, la violencia y la corrupción política, económica y legal en mayor o menor medida. Los ciudadanos de ese país, sometidos a la tiranía del dictador, han de soportar todo tipo de vejaciones y de violaciones de sus derechos, y ven cómo sus rentas menguan hasta rozar el umbral de la pobreza, mientras unos pocos, lameculos del dictador,  incrementan sus fortunas de una forma literalmente astronómica. No existe la justicia, la usura se impone en las transacciones comerciales y la vida ha dejado de tener valor, en manos de las bandas callejeras, de maras y de mafiosos que extorsionan a los comerciantes y pequeños y no tan pequeños empresarios a base de astronómicos chantajes a cambio de no destrozar sus negocios. La ley es un lejano recuerdo de lo que ahora es una legislación (por llamarlo de alguna manera), sin ningún tipo de regulación orgánica, donde las leyes se sacan a base de compra de favores, y sus textos normativos chocan frontalmente, contradiciéndose entre sí. Pero da igual, el caso es sacar tajada.
Y etc., etc.

Imagínate cómo en esta situación, las posibilidades que tiene el Rey legítimo de recuperar el trono son prácticamente nulas, si no se desarrolla una resistencia a la dictadura, una quinta columna dentro del corazón del aparato político del impostor.

Esto podría sonar como una parábola del Reino de los Cielos, al estilo “el Reino de los Cielos es como un país en donde un usurpador arrebata por la fuerza la corona al legítimo Rey…”.

En estas circunstancias cualquiera vería absurdo que el legítimo Rey pretendiera gobernar a pachas con el usurpador, y por supuesto, el usurpador, ni de lejos consentiría semejante cohabitación política. Es decir, dos reyes, dos gobernantes, tanto más cuanto que son de signo político opuesto, o por supuesto uno legítimo y otro ilegítimo, pueden gobernar en el mismo país.

Esto, que tiene una lógica aplastante en lo político, es lo que Jesús quiere transmitirnos al proclamar en el Padrenuestro “venga a nosotros tu Reino”. Es el clamor de los habitantes oprimidos de aquel país por el opresor y tirano usurpador del trono, que desea, que claman porque el Rey legítimo recupere su cetro y restaure la cordura, meta en la cárcel a todos los criminales, asesinos y gente corrupta, y la paz y la justicia vuelva a reinar en ese país, devastado por la ambición de unos pocos.

Significado exterior

¿Qué significa para nosotros esta frase? Posiblemente sea el inconsciente anhelo de que reine en este mundo la paz y la igualdad, y cosas así. Que seamos felices como perdices, como los judíos de la época deseaban que llegase el mesías para que capitanease a los ejércitos y así poder expulsar a los romanos de su territorio e implantar de nuevo el Reino de Israel en la zona; algo bastante raquítico, por cierto, que demostraba que los israelitas no se habían enterado ni del NoDo tras todos los avatares vividos en el Antiguo Testamento.

Vivimos en un mundo milenarista, que además nos está dando sobradas muestras de que debemos de estar pero que muy preocupados por las amenazas medioambientales que se ciernen sobre nosotros. El margen de viabilidad de la especie humana es tan ridículo a nivel de presión, humedad y temperatura media, que no somos capaces de imaginar lo cerca que estamos de nuestra propia extinción. Todo esto hace que cada vez haya más voces, millones de voces que claman por una nueva era de paz, amor y espiritualidad, que sea capaz de desechar esta estúpida era de ambición que nos está poniendo al borde de una descomunal catástrofe. Y aprovechando que el Sol va a comenzar a entrar en Acuario, es como si una nueva época mesiánica estuviese emergiendo del corazón de las gentes, aunque no sepamos bien cómo será.

Aspiramos un nuevo Reino para la Humanidad, de modo que cuando venga, por arte de magia, todos nos volvamos justos, solidarios y misericordiosos.

Los católicos nos la montamos de otra forma. Esperamos en la vida eterna, de modo que cuando muramos y vaya usted a saber cuándo sea el juicio final, si morimos en gracia de Dios y si la sentencia es exculpatoria, entraremos entonces, y sólo entonces en el Reino de los Cielos, arpa en mano, para entonar cánticos inspirados para toda la eternidad.

Significado interior

Pero yo diría que Jesús es más prosaico, mucho más concreto. En el Confinador de la vida, los mandatarios son nuestros apegos, nuestras debilidades, nuestros instintos que nos llevan a ambicionar todo lo que vemos y a levantar barreras entre lo mío y lo tuyo, de modo que una feroz competencia por los recursos escasos nos incita a luchar por ellos, y acumular para nosotros, lo que debería ser compartido con los demás. Esto ya lo tenemos claro. Creo. Mientras, el Rey genuino de nuestro ser está exilado en las fronteras de nuestro corazón, o preso, cautivo en nuestra séptima morada, custodiada por una guardia fuertemente armada que impide nuestro acceso; guardia que ha colocado nuestro “yo apañao”, nuestra armadura oxidada, el tirano usurpador que luchará con uñas y dientes por mantenerse en el poder, como todo buen rey ilegítimo que ha logrado el poder por las armas y con violencia, a pesar de que con ello vivamos en la mayor de las amarguras.

Pero casi todos caemos en la estúpida idea de la cohabitación. Parece que a pesar de todo, no se vive del todo mal en el régimen dictatorial impuesto por el usurpador, de modo que es como si, aunque sufrimos las injusticias del tirano, recibimos por otra parte compensaciones, que no son más que trampantojos, suficientes, bien como para no añorar que regrese nuestro Rey legítimo, o al menos para tratar estúpidamente de hacer un apaño y pedirle al Rey legítimo que “regrese su Reino”, pero sin deponer al usurpador; lo que es una de idea propia de imbéciles.

“No se puede servir a dos señores” (Mt 6, 24), nos dice Jesús de Nazareth, porque no queda otra que aborrecer a uno y amar al otro, sea el que sea; el legítimo o el impostor.

Es por eso, que en el Padrenuestro, rogar “venga a nosotros tu Reino”, supone de un modo implícito y “prima facies”, en primer lugar, “váyase de nosotros nuestro reino”, el que hemos implantado para vivir en nuestro pequeño mundo, según las leyes de los hombres. Esto es condición previa, sinecuanon, sin la cual “Su Reino” no puede regresar.

De alguna forma, aunque sea una petición colectiva “venga a nosotros Tu Reino”, en el fondo es una súplica individual “venga a mí Tu Reino”, “váyase de mi corazón el reino que yo me he montado para vivir en este mundo”.

Esta súplica conecta con el mensaje de la parábola del hijo pródigo, para el que resultaba imposible gastar su hacienda en el reino lejano de la perdición y vivir en la casa de su padre.

Surge aquí la idea cada vez más evidente de “retorno a la casa del Padre”, de “abandonar nuestra antigua vida”, de “mortificar nuestro ser”, de “morir antes de morir, para comprobar que la muerte no existe”.

Es decir, la súplica “venga a nosotros tu Reino” es una súplica en el sentido directo de “ayúdame Padre para desterrar al tirano que me domina, al impostor que me engaña en cada vigilia, al usurpador de tu trono”.

No hay magia potagia en esta súplica. Y si creemos en esto, estamos mal de la cabeza. Esta súplica, si es consciente y no una frase hecha recitada a toda velocidad, supone la decisión de abandonar nuestra antigua vida.

Dios necesita nuestro templo vacío. Necesita en el extremo echar a latigazos a los mercaderes del templo, que han convertido nuestra alma, nuestro Corazón en una cueva de ladrones.

Todo conduce de una forma testaruda a una sola idea, que desplegaré en una próxima entrada, la “humillación”, la exaltación de la humildad en el sentido agrícola de la palabra, es decir, limpiar nuestro campo de todo rastrojo, cizaña y mala hierba que impida que la buena simiente pueda crecer sin problema. Te animo a releer la parábola del sembrador (Mt 13, 3-14). Es por eso, que el camino de perfección es una senda que no tiene nada de fácil, aunque está llena de contrastes que la mente no es capaz de comprender.

Ahora, te animo a que te pongas cómodo, cierres los ojos, haz silencio interior y permanece así, con la mente fijada en esta frase “venga a mi corazón tu Reino”, y espera la respuesta.

Que la paz esté contigo.

*

sábado, 22 de enero de 2011

69.- Santificado sea Tu nombre


Expresiones de Culto: “sacrificio”

El ser humano se ha devanado los sesos para santificar y glorificar el nombre de Dios, a lo largo de la Historia. Y parece que la vía más aceptada en todas las culturas ha sido la del Culto, donde se materializan los sacrificios a la deidad. "Sacrificio" viene de "sacro: sagrado" y "facio: hacer". Acto sagrado.

El Culto es, probablemente la manifestación exotérica más importante de las religiones. Su práctica supone un precepto ineludible para los creyentes. No es concebible la religión sin este tipo de manifestación, que por otra parte expresa la cohesión comunitaria en torno a la divinidad y sus enseñanzas. Todo ello va acompañado de actos de sacrificio más o menos simbólico, como puede ser la Eucaristía en la misa católica; el rezo comunitario de salmos, himnos y cánticos, y del uso de objetos y vestimentas con un mayor o menor significado simbólico (velas, hisopos, túnicas, incensarios, etc). Y también está el culto a las imágenes, a los iconos, como expresión plástica de la divinidad y de su corte, en las religiones iconóforas como la católica (frente a las iconoclastas, como el islam, que las prohíbe).

Luego están las expresiones esotéricas, tales como la lectura personal de los textos sagrados, los ratos de oración, las peregrinaciones, la limosna a los pobres, el pago de impuestos religiosos, los diezmos y primicias de antaño, el ayuno y demás tipos de penitencia.

El Culto es fundamental en un sistema religioso. Desempeña un papel esencial en la Comunidad, ya que le da estabilidad y sobre todo le imprime sus señas de identidad. Resalta el papel imprescindible de la casta sacerdotal, pues sin ella no se pueden realizar los actos de Culto. Además, como los seres humanos somos tremendamente ritualistas y protocolarios, las ceremonias que despliegan el Culto están cargadas de un complejo protocolo, enraizado en otra cosa fundamental, la tradición. Y como la tradición, anclada en la noche de los tiempos muchas veces, es casi en sí misma un objeto de adoración, sin tradiciones un pueblo pierde su identidad, casi; así que es defendida con uñas y dientes contra toda amenaza de destituirla de la vida de las gentes. Y si no, dense una vuelta durante las celebraciones estivales de los pueblos…

El Culto a la divinidad es un sello genético del ser humano. Siempre ha sido así, y siempre lo será. Además, el Culto marca también la vida de cada persona en particular, pues, además de las ceremonias que de forma periódica (diaria, semanal o anualmente celebra la Comunidad), cada individuo, vive a lo largo de su vida determinadas ceremonias, determinados ritos que le dejan una impronta permanente, que le imprimen carácter. El bautismo, los ritos de iniciación, el casamiento, la maternidad, las pompas fúnebres, los juramentos solemnes, etc, son ritos fundamentales en la gente, que habitualmente suelen acabar con banquetes y comidas más o menos ritualizadas, donde la familia y amigos celebran el evento.

Pero el Culto no es solo expresión de lo religioso. En otros muchos aspectos de la vida se manifiesta esta tendencia genética del ser humano a la ritualidad, por ejemplo en la vida castrense. Los actos militares están llenos de ritualismo. Los actos políticos son también protocolarios o incluso extremadamente protocolarios, sobre todo en tiempos pretéritos donde los emperadores y reyes montaban “la de Dios” en cada ceremonia.

Y así podemos recorrer el espectro de manifestaciones exotéricas, desde las más sencillas hasta las más exuberantes que pueden rayar en lo grotesco, en la insoportable escrupulosidad y en el fanatismo religioso. Lo de fanático viene de fanos (templo). Como quiera que el Culto se desarrolla en el templo (donde reside la divinidad), la total obsesión por los actos que se desarrollan en el templo da lugar etimológicamente hablando al fanatismo, frente a lo “profano”, lo que se desarrolla delante (fuera) del templo.

De este modo la vida humana queda disociada. Mientras la persona permanece fuera del templo, se dedica a lo profano, a las cosas que no tienen relación con la divinidad, porque fuera del templo no está la divinidad; mientras que cuando está en el templo es cuando puede dedicarse a las cosas de la divinidad a través del Culto.

Es verdad que luego está la Ley de Dios que obliga a no putear al vecino, siempre que no te toque las narices. Pero casi esto es secundario respecto de la obligatoriedad, también por ley, de asistir a los actos de Culto, so penas espirituales más o menos terroríficas.

Pero luego viene Jesús de Nazareth y le dice esto a la mujer samaritana:

23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que  los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.» Jn 4, 20-24

Se supone que tras estas declaraciones del Maestro, al menos los cristianos le habríamos hecho caso y el componente ritual y de Culto se habría al menos suavizado algo. Pues no, las confesiones cristianas, especialmente la católica, siguen desplegando un ritualismo que llega a veces a ser exuberante. Quizás acaso, porque el corazón humano lo necesita como el aire que respira y al final, no hay otra forma de que el común de las gentes se acerque a lo religioso, que no sea mediante estas expresiones de fe ritual.

Expresiones de Amor: “misericordia”

El Culto se entiende que es la expresión de la santificación del nombre de Dios, de su alabanza, de la glorificación de la divinidad.

Pero me malicio que Jesús, al proponernos esta oración “Santificado sea Tu nombre”, no se refería a los actos de culto, al menos como actitud íntimamente personal. Porque no hay otra forma de glorificar a Dios, que con nuestra propia vida, querido amigo.

Santificar el nombre de Dios no es otra cosa que amar al que tienes al lado. Dios no quiere ni sacrificios pomposos, ni holocaustos, ni hecatombes.

El profeta Oseas (Os 6, 6-9) expresa el hastío de Yahveh, ante un pueblo hipócrita, duro de corazón que lo reduce todo a cumplir los rituales y los sacrificios de corderos.

6 Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos. 7 Pero ellos en Adam han violado la alianza, allí me han sido infieles. 8 Galaad es ciudad de malhechores, llena de huellas de sangre. 9 Como emboscada de bandidos es la pandilla de sacerdotes: asesinan por el camino de Siquem, y cometen infamia. Oseas 6, 6-9

Y luego vino Jesús restregándole este principio ante la repulsa de los fariseos de que se preocupara por los publicanos y pecadores.

11 Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» 12 Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. 13 Id, pues, a aprender qué significa aquello de: = Misericordia quiero, que no sacrificio. = Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.» Mt 9, 11-13

Santificar Tu nombre, no se reduce a las expresiones de culto. Esto es valor añadido, sin valor ninguno en sí mismo, si en el corazón del ser humano no habita la misericordia.

Si nos paramos un poco, veremos que toda la predicación de Jesús consiste en el establecimiento de una relación íntima y personal del alma con Dios, con el Padre, como motor que aporta la energía para derramar el amor y la misericordia a todos aquellos que necesitan de nosotros. Y por esto último, seremos juzgados, “porque tuve hambre [necesidad de ti], y me disteis de comer.

Lo demás, todas las expresiones de culto son tan sólo gran valor añadido a lo primero, pero sin lo primero quedan reducidas literalmente a la nada, es más se convierten en pura hipocresía, en puro fariseísmo, en puro fanatismo. Pero si van parejas, si nuestro árbol visible (las manifestaciones de culto), vive de lo que tiene sepultado (la Vida Interior), entonces mutuamente lo visible y lo sepultado conforman una misma expresión de adoración, que se expresa en el amor y la misericordia hacia los demás, como la savia extraida de la raíz, alimenta a las hojas que transforman la luz y la clorofila en oxígeno mediante la fotosíntesis, y así el árbol es una sola entidad. 



Y el nombre de Dios es santificado.

Jesús nos asegura que antes entrará en el Paraíso un ateo que haya dado su vida por los demás, que un piadosísimo católico de comunión diaria que haya ignorado las llamadas a la misericordia de los que conviven con él y le necesitan.

Misericordia quiero y no sacrificio.

Dios no necesita tanta parafernalia; le basta con sencillas Eucaristías expresivas de nuestro amor, o cualquier otra manifestación, según la religión que se profese. Por mucho que nos inflemos a rituales, no va a ser más santo de lo que es. Dios necesita de nosotros corazones quebrantados y humillados. Eso jamás lo despreciará. Mientras que un pueblo hipócrita, basado en el cumplo y miento, terminará llamándole… “No-mi-pueblo”.

5 Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.» 6 Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas: «Ponle el nombre de “No-compadecida”, porque yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía. (Oseas 1, 5-6)

En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel sacrificaba corderos a Yahveh porque con ese "acto - sagrado", con ese sacrificio, el cordero recibía los pecados y al ser quemado, estos pecados eran disueltos, perdonados. En el Nuveo Testamento, Jesús, al que proclamamos los cristianos como el Cordero de Dios, asume los pecados de los corazones destrozados y se inmola en el sacrificio de cruz. Pero el perdón de los pecados tiene consigo la íntima y personal actitud de misericordia, y no la ritualidad veterotestamentaria.


Te invito a que medites en silencio sobre esto…, y esperes la respuesta.


Que la Paz esté contigo.


*

jueves, 20 de enero de 2011

68.- Que estás en los Cielos


¿Qué es el Cielo?

La cosa va desde el paraíso donde todos seremos felices para siempre tocando el arpa junto toda la corte celestial, hasta un estado del Alma en constante presencia de Dios.

Cada religión se lo monta a su manera. Aunque en una cosa todas coinciden. El Cielo está arriba y el infierno está abajo. El cielo es azul y el infierno es rojo. En el cielo debe haber aire acondicionado y en el infierno un calor que te asas.

Y paso de seguir describiendo el imaginarium popular al respecto, consentido, si no estimulado por las organizaciones religiosas, porque todo lo que se haya podido decir en este sentido es rigurosamente falso. Nadie sabe cómo es, salvo que quiera dar una imagen popular que esté de acuerdo con la tendencia al control de las conciencias.

Nadie sabe cómo es el Cielo, porque ninguno de los mortales que vivimos ahora, y con los que nos podemos relacionar ha estado allí para contarlo, excepto aquellos casos, ciertamente excepcionales de videntes y demás personas con percepción extrasensorial. O también aquellas personas que han alcanzado las cotas más altas de la perfección espiritual. Pero a estos bienaventurados, la mente lo logra alcanzar qué quieren decir.

Para el común de las gentes, nadie sabe cómo es el Cielo, salvo que tomemos en consideración las palabras, el mensaje de Jesús de Nazareth.

“El Reino de los Cielos es como si…”

Si pasamos de representaciones plásticas que la tradición ha desplegado a lo largo de los siglos, y nos centramos por un momento en las palabras de Jesús, resulta que Cielo es equivalente a “Reino de los Cielos”.

A falta de otra forma más directa de explicar de que va eso del Reino de los Cielos, Jesús toma el método del símil, de la narración corta, de la parábola, para explicar a las gentes cómo es el Reino de los Cielos.

Y así despliega una considerable cantidad de parábolas.

Os traigo aquí una interesante página de Wikipedia, donde se enumeran todas las parábolas desplegadas por Jesús en su predicación. Está francamente bien, porque pone el título de la aprábola, el evangelista con el capítulo y versículos donde se encuentra y un link para acceder a algunas de ellas. Se incluyen las parábolas del Evangelio apócrifo de Tomás.

http://es.wikipedia.org/wiki/Par%C3%A1bolas_de_Jes%C3%BAs

Pues resulta que las parábolas no son ni más ni menos que escenas de la vida normal, de aquí abajo, que describen situaciones de la vida cotidiana, donde suele haber un contraste entre la persona que se comporta, digamos bien, respecto de la que se comporta, digamos mal. La que hace lo correcto y la que no. Así que en términos generales, se podría concluir que el Reino de los Cielos no es ningún lugar paradisíaco donde las gentes matan el tiempo a base de largos paseos por el Edén celestial, sino la vida humana vivida bajo el compromiso del Amor. Es como decía un buen amigo mío fumador, "el Cielo debe ser un lugar donde se pueda fumar sin molestar a nadie con el humo", es decir, algo tan cercano a nosotros, como sí fuera nuestra propia vida, pero vivida en clave de Amor. Eso es el Cielo, según Jesús de Nazareth. Al menos es lo que nos explicó "para entendernos". El Cielo puede ser una realidad en nuestra vida y no sólo una incierta esperanza para cuando nos muramos, o incluso para cuando nos toque el juicio final vaya usted a saber en qué milenio de los que quedan por venir.

Luego, la otra vida será algo que la mente no puede alcanzar, así traten los teólogos de ir más allá de lo que la imaginación puede comprender.

Dios está en el Cielo. Y el Reino de los Cielos, donde Dios habita, está en toda expresión del amor, como muestran las parábolas.

Dios está en toda persona que vive y despliega en los demás el Amor que recibe del Padre.

Y el Reino de los Cielos, el Cielo es eso, ahora y siempre.

Y poco más hay que decir, salvo que el Cielo es el estado del Alma que vive en presencia de Dios, y por ello, ama como Él le ama, y ella, el alma, se deja amar.

Así que mira a tus adentros, a tu más profunda intimidad, donde Dios habita, porque allí está el Cielo, donde Dios habita. La cuestión es tomar conciencia de esa Divina Realidad que llevas dentro de ti, de ese tesoro, de esa perla escondida que está en lo más profundo de tu corazón.

Ahora, te propongo, como en la meditación sobre “Padre mío”, que cierres los ojos, hagas silencio interior y permanezcas durante diez, quince, treinta minutos así, y esperes la respuesta.

Que la Paz esté contigo.

*

67.- Padre mío



Siéntense en quietud. Entrarán y descenderán a lugares de simplicidad interior, que no sospechaban que estuvieran allí, áreas de humildad en ustedes que habían olvidado que existían, recuperando vuestra capacidad de ser como niños, confiar dejando de lado todas las demandas y los deseos... No hay atajos, no hay misticismos instantáneos, sino que, cada uno de nosotros, cuenta con el Amor infinito de Dios fluyendo desde su propio corazón; y eso es más que suficiente."
(The Door to Silence)

Esta cita la he extraído del Blog de Gabriel Mercuri, que recién se ha incorporado al grupo de seguidores del blog. Espero que no te importe, amigo. Lo hago, porque esta cita resume mucho de la filosofía de aquellos que de alguna forma intuimos las sendas de la Vida Interior, no de un modo melindroso y piadosísimo, sino con la naturalidad con la que podemos “ver cómo caen las hojas de los árboles”, como dice Consuelo Martín, es decir, desde la sencillez de una vida normal y corriente, sin alharacas, sin aspavientos rituales, sino desde la simplicidad e ilusión con la que un niño nos puede mirar a los ojos.
Gracias, amigo.


Saucadana


Saucadana es un remoto lugar de difícil acceso, salvo con un 4WD, un todo terreno, enclavado en la intimidad de Sierra Nevada, en Granada, España, donde por no haber no hay ni luz eléctrica ni servicios elementales. Es simplemente un refugio de montaña de un buen amigo nuestro, Nacho, que dirige la Fundación Escuela Solidaridad, cuyo blog podéis ver en mi lista de blogs, que nos cedió a mi esposa y a mí un fin de semana de Noviembre. Pero este refugio tiene la bendita virtud de ponerte en contacto inevitablemente con el “Espíritu Sagrado”. Está muy cerca de un templo Budista, de donde se percibe la energía que sus monjes difunden al éter. Es lo más parecido al Reino de los Cielos, como podéis ver en la foto que mi esposa y yo tomamos.

En este indescriptiblemente bello entorno, nos dispusimos a vivir un retiro de silencio y oración contemplativa.

El sábado por la tarde, pensando cómo enfocar nuestra Oración, decidimos meditar el Padrenuestro. Mejor dicho, “contemplar el Padrenuestro”.

El Padrenuestro es una oración que lamentablemente hemos convertido a fuerza de repetirlo miles de veces en un rezo automático, que se tarda en torno a quince segundos en recitar. Y como la imaginación es la loca de la casa, como dice Teresa de Jesús, es muy difícil mantener la atención siquiera una milésima para ser conscientes de lo que encierra.


Señor, enséñanos a orar

Pero resulta que esta oración es la respuesta a la petición de alguno de los que le escuchaban su predicación referida en Mateo 6, “enséñanos a orar”.

La respuesta de Jesús fue el Padrenuestro que los cristianos, o al menos los católicos hemos convertido en una simple y automatizada jaculatoria.

Sin embargo, sus frases encierran absolutamente todo el contenido de lo que ha de ser nuestra súplica al Padre bueno, a “abba”, a papaito. Todo lo que se sale de estas frases son peticiones que de alguna forma rozan o se introducen en nuestros intereses y apegos terrenales. El “pedid y se os dará, llamad y se os abrirá, buscad y hallaréis” está referido a esta oración, porque siendo así, yendo por delante esta sublime oración, lo demás se nos dará por añadidura.

Pues bien, la contemplación del Padrenuestro nos llevó más de cinco horas, todo ese sábado por la tarde, a base de hacer silencio, fijar nuestra mente en una sola de sus frases y… esperar respuesta durante unos veinte minutos a qué nos decía cada una de ellas, mas diez minutos de compartir mutuo.

La experiencia resultó increíble. Os lo aseguramos.

Y comenzamos por el por el principio. “Padre mío”.

En las próximas entradas no me voy a extender más que lo necesario para introducir cada frase. Porque lo que importa es que hagas silencio interior y lo mismo que hicimos nosotros, lo hagas tú. Centrar la mente en una frase durante veinte minutos, o treinta, o una hora (lo que os pida el alma), y en silencio, … esperar respuesta.

Te aseguro que tras esta oración, verás el Padrenuestro con otros ojos, con otra mirada del alma.

Empezaré por la primera de las expresiones “Padre mío”, porque esta vez es una meditación, una contemplación personal, un cara a cara con Adonaí, con “Papá”. Ya tendrás ocasión de proclamarlo en comunidad, pero ahora hazlo a nivel personal, (tú y Dios, nada más)

Padre mío

MI padre murió cuando yo tenía tres años, de modo que jamás he podido comprobar lo que es tener a mi lado a mi padre, pero sí que de alguna forma tengo un lejano recuerdo de cuando mi padre me llevaba al aeropuerto, donde trabajaba, y me montaba en los aviones, y lo que yo disfrutaba con él. Es un recuerdo tan lejano, que, lógicamente no lo recuerdo con la nitidez de otros muchos a edades posteriores. Pero ahí está. Tan vivo, me envuelve, pero a la vez es tan difuminado como si fuese un recuerdo de otra vida pasada.

El gran descubrimiento de Jesús de Nazareth, el que cambió el rumbo de la Historia fue ver, experimentar a Dios, a Yahveh, como Padre. “¡Hay, si le conocierais!”, expresa Ignacio Larrañaga en sus Talleres de Oración y Vida…

A partir de cierta edad, el Jesús adolescente comenzó a sentir a Dios de una forma diferente a como le enseñaron sus padres. Superó la etapa de la adoración espiritual y entró en un auténtico clima de confianza. Fue una transformación absoluta, que le incitó cada vez con más frecuencia a retirarse al monte a orar, a relacionarse con su Padre en silencio; a descender a lugares de simplicidad interior, que nadie sospecharía que estuvieran allí, áreas de humildad en la intimidad, que los humanos habían olvidado que existían, recuperando la capacidad de ser como un niño, confiar dejando de lado todas las demandas y los deseos... (parafraseando “The door of silence”, por eso he tomado la cita)

Jesús descubrió en sus ojos el resplandor de la Eternidad, la presencia inefable y misteriosa de una Divina Realidad jamás imaginada hasta entonces por el ser humano. Se transformó en un joven diferente. Amaba al Padre con un gozo total y recíproco; experimentó vivencias inefables. Dios no era el que le habían explicado, el “formidable del Sinaí”. Él experimentó su presencia como cuando uno se siente en una playa inundada de pleamar. Sintió la presencia del Padre más querido, hasta llegar al convencimiento de que el Primer mandamiento no es “amar a Dios sobre todas las cosas”, sino “dejarse amar por Él”.

Todo es amor en esa relación. Y sólo los amados aman siempre.

¡Si conocieran al Padre del modo que le conozco yo! – se dijo-.

Y tomó la determinación de dar a conocer a Dios, a Adonai, de la forma que Él lo hizo.

Así como mi Padre y yo nos amamos, así os amo yo a vosotros. Y así habéis de amaron los unos a los otros; como yo os he amado.

La Paz esté contigo, amigo.

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domingo, 16 de enero de 2011

66.- La naranja y el racimo


La Verdad une, pero la mentira separa. (Consuelo Martín)

Octavario

Esta semana que entra, se celebra en la Iglesia católica lo que se llama “el octavario por la unidad de los cristianos”.

Los cristianos ante el mundo venimos dando a lo largo de la Historia el lamentable espectáculo de haber hecho añicos la Iglesia, la Comunidad de Todos los Santos de Dios que trató de crear Jesús de Nazareth y por la que se dejó crucificar.

¿Las causas? En esencia políticas y de lucha de poder, aunque adecuadamente adornadas bajo argumentos teológicos que son ahora los que los grupos de trabajo de las subcomisiones de las comisiones del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos para el Ecumenismo y demás órganos de estudio tratan de resolver. En los textos de constituciones y decretos del Concilio Vaticano II, se incluye un Decreto de 1964 denominado “Unitatis reintegrati” que trataba de hacer irreversible el camino del ecumenismo. Se abrió a tenor de este texto el diálogo teológico entre católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos y etc. Etc. El 7 de diciembre de 1965 Roma y Bizancio se levantan mutuamente la declaración de anatemas de 1054 cuando el cisma de Oriente.

Con los hijos de la Reforma, los luteranos, otra declaración conjunta sobre la doctrina de la Justificación, en Ausburgo, el 31 de Octubre de 1999 entre el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Federación Luterana Mundial, parece ser que logró un acuerdo de fondo sobre la cuestión crucial en el cisma de Lutero del Siglo XVI.

Parece ser que los doctores de las iglesias están enzarzados en varias cuestiones. La fundamental es la de que no puede haber unidad eclesial sin que antes se dé un claro concepto teológico sobre qué es la Iglesia, porque ninguna de las tres principales ramas, católicos, ortodoxos y reformistas, comparten esta visión eclesial.

Una postura propone recomponer la vasija hecha añicos tras los cismas. Para algunos, los acuerdos que ya se han alcanzado, son suficientes; para otros, sobre todo los católicos, no, porque existe la convicción en el Vaticano de que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica, lo que supone afirmar que “ya es una realidad existente”.

Es decir, los que quieran que se unan, y los que no, “que les den”; allá ellos, más o menos. Todo esto dicho con sumo respeto a las otras comunidades, a las que también el Consejo Pontificio les reconoce su carácter eclesial.

Si uno lee la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación que se puede encontrar en la web,  la verdad es que se pueden encontrar argumentos para aceptar la justificación por la fe o para no aceptarla. Te metes en un jardín teológico que salvo, seas Doctor en Teología “cum laude”, no te enteras ni del NoDo. Para los teólogos es un hito fundamental, aunque no es la meta. De todas formas esto es como los informes de asesoría jurídica… “¿En qué sentido lo quieres?” Porque el Derecho humano permite encontrar tantos argumentos en pro como en contra de una postura. No digamos las teologías.

Por otra parte está el espinoso asunto de los sacramentos. Los reformistas no reconocen todos los sacramentos. Por cierto, los siete sacramentos no empezaron a estar medianamente claros para la Iglesia Católica hasta el II Concilio de Lyon de 1272, para terminar de estarlo en el Concilio de Trento en 1545, Parece ser que los luteranos y los católicos no pueden celebrar conjuntamente la Eucaristía, porque, y cito literalmente el artículo del periódico español “ABC” del 13 de Enero de 2011, “Si bien la Iglesia católica acoge el concepto protestante, según el cual Cristo invita a la Cena del Señor, añade esta declaración: “dado que es Cristo quien invita, esta invitación, transmitida por un ministro cuya ordenación y misión se fundan en Cristo, es de por sí un sacramento”.

Y así, etc., etc., etc. Todo un discurso teológico de expertos dirigido para expertos, en los que los feligreses hemos de confiar, a ver si algún siglo de estos los doctores se ponen de acuerdo.

Esto es como las reuniones en la cumbre de los jefes de Estado, que se tiran la intemerata debatiendo, sacando sus mejores armas de negociación en el grandioso juego de pocker de la política; hacen magnas declaraciones para calmar la incertidumbre de las gentes, y de paso garantizar su voto en las próximas elecciones, mientras siguen los problemas del paro, la inflación y los recortes de garantías sociales, etc., etc.

Los tres escenarios de la mentira

La división del Cristianismo es fruto del pecado, de la mentira.


Tal y como lo veo. Y puedo estar equivocado, pues lo que expongo aquí no es más que la osadía de colgar en un blog las propias opiniones (bien es verdad que basadas en la lectura y estudio personal) así como de mi experiencia personal y mi manía de pensar, el problema de la división de los cristianos se puede concretar en tres escenarios fundamentales.

El primer escenario es el se vivió en los primeros siglos del cristianismo, a tenor de las herejías, en una época en la que estaban aún inmaduras las diferentes visiones derivadas de las enseñanzas, vida y persona de Jesús de Nazareth. Fue por problema de carácter doctrinal esencial en el ideario cristiano, por una dificultad de comprender la naturaleza de Jesús, y el fundamento trinitario de la Iglesia, lo que dio lugar a las herejías fundamentales de la Edad Media, el arrianismo, el nestorianismo y el monofisismo.

El Concilio de Nicea consiguió corregir el error arriano proclamando que en Jesús apareció realmente Dios sobre la Tierra como persona, como la persona del Hijo, engendrado, no creado. En el 400 se pensó con el nestorianismo que Jesús era dos personas, aunque íntimamente unidas. El Concilio de Éfeso en 431, afirmó sin merma de la diferencia entre su naturaleza humana y divina, que Cristo es una sola persona, proclamando así que María es Madre de Dios. Después, se hizo necesaria salvaguardar la humanidad de Jesús, puesta en duda por el monofisismo que reconocía sólo su naturaleza divina. La humanidad de Jesús fue proclamada en el Concilio de Calcedonia en 451. Así que a la Iglesia le costó nada menos que cinco siglos debatiendo sobre la figura de Jesús de Nazareth hasta que parece se llegó a aclarar.

Estas luchas, por cierto han conseguido enaltecer la dignidad del ser humano, elevando a los seres humanos a la categoría de hijos de Dios y por ello iguales ante Él, argumento esencial para abolir la esclavitud y eliminar cualquier sistema de castas discriminantes.

El segundo escenario, describe la creciente rivalidad política entre el Imperio Romano de Occidente y el Imperio de Oriente, el bizantino. Y como parte del proceso de escisión del propio Imperio Romano en dos, se trasladó dicho proceso a las autoridades religiosas, llegando a generar el primer gran cisma, con la separación de la iglesia oriental de la romana, aunque la justificación teológica se pusiera en la inclusión del término “filoque” en el credo niceno. En el fondo no parecía lógico que dos emperadores enfrentados le rindieran pleitesía espiritual al Papa de Roma. No era políticamente correcto tal agravio comparativo, así que se sacaron de la manga lo de “filioque” (y qué más dará, digo yo), para la total separación de los imperios sin que el de Oriente dependiera espiritualmente del Papa de Occidente.

Después, las luchas entre los reyes de Francia y los estados pontificios, provocó el cisma de occidente y la disputa entre Aviñon y Roma, conocida como el Cisma de Occidente. Aquí las causas son totalmente políticas, envueltas en escándalos de corrupción y ambiciones personales de unos y de otros. La miseria humana más rastrera y miserable elevada al rango del papado.

El tercer escenario, muestra una situación de degradación moral en el Vaticano en los siglos XV y XVI, en principio, a propósito de la descomunal deuda que provocó el proyecto de construcción de la basílica de San Pedro, sus edificios anejos y la descomunal carga de obras de arte que contienen y que, lógicamente costó una pasta conseguir; siendo la compraventa en indulgencias una fuente de ingresos que se encontró para poder amortizar el gasto que esas obras, de proporciones faraónicas, supusieron para las arcas del Vaticano. Esta parece, en principio que fue el desencadenante de lo que sería el cisma protestante. 

Presentado como un intento de “reforma” de una iglesia bastante desprestigiada, y con un ánimo de volver a las raíces evangélicas, Lutero trató de imponer una reforma que pudiera solucionar esta situación de relajación moral y abuso de poder sobre las gentes. Pero esta reforma llevaba consigo el veneno de la dispersión absoluta, al estar basada en el librepensamiento, en la libre interpretación de las escrituras, lo que ha generado una evolución doctrinal expresada en cientos de sectas, confesiones y ritos protestantes.

¿Pero quién tuvo la culpa, Lutero que, absolutamente indignado con la actitud corrupta del Vaticano, tuvo el coraje de denunciarlo y trató de reformar un fruto podrido, o los que llevaron a la Iglesia de Jesús a una corrupción interna sin precedentes?

Como monumento brutal a la degradación humana está la Taxa Camarae de León X, tarifa de ventas de indulgencias promulgada en 1517 por el papa León X, que Dios confunda.

Luego está el asunto de los anglicanos, que en origen es por un lio de faldas de un rey bastante crápula, por cierto, que sin despeinarse, al no conseguir el divorcio de su esposa legítima, Catalina de Aragón, agarra y se proclama jefe de “su iglesia”. Y se fumó un puro. Esto dicho de un modo sencillo y para entendernos, aunque con todas las múltiples ramificaciones de intereses políticos que nos podamos imaginar.

Esta es la historia de la naranja y el racimo. La naranja es una sola entidad con varios gajos, el racimo supone muchas entidades, relacionadas entre sí por un tronco común.

El racimo es el símil del movimiento protestante, que ha provocado una reacción en cadena de total dispersión, donde lo que les une a todas las confesiones es Cristo, pero de aquella manera; por lo demás, cada cual vive su vida y cree en lo que le interesa creer.

La naranja es el símil de la Iglesia católica, que a lo largo de los siglos ha luchado constantemente contra la desunión y las desviaciones doctrinales por un lado, permitiendo por otro una multitud de manifestaciones de fe, expresada por los centenares de órdenes y congregaciones religiosas, y actualmente por los numerosos movimientos laicos. Muchos gajos, muchos carismas, integrados en una sola entidad vigilada en sus fundamentos por la curia cardenalicia y el papado.

En el seno de la Iglesia católica, las iniciativas de nuevas órdenes religiosas y de congregaciones han sido la respuesta que a lo largo de los siglos se ha dado a la impronta de la cizaña en la pureza del trigo. Los católicos no han sido ciegos a sus propios problemas, y siempre ha habido hombres y mujeres de Dios que, vestidos de una profunda vida espiritual, se han revelado a la degeneración de las costumbres y a la corrupción del Vaticano, enredado en intrigas políticas e historias de desmedida ambición de poder y dinero. Muchos de ellos, en ese intento de retornar a las raíces evangélicas, fueron calificados de herejes y examinados con lupa por la Inquisición. La propia Teresa de Jesús fue, por una parte el icono de la contrarreforma y por otro estuvo a punto de ser condenada por la Inquisición a tenor de sus obras sobre la vida mística.

Al filo de lo imposible

Y en estas estamos, al filo de lo imposible; con los teólogos buscando la cuadratura del círculo, problema que ellos mismos han creado “in illo tempore” en una altamente explosiva mezcla de teología mezclada con ambición política y económica. Y además como todo se proclama y se dice en la seguridad de que es por revelación divina, a ver quién es el guapo purpurado, pastor o patriarca ahora que se desdice de lo que hasta ahora ha sido dogma de fe y, por cierto,  ha costado no pocas miles de vidas en las diferentes guerras de religión y quemas en la hoguera que estos dogmas y sus opuestos han provocado a lo largo de la Historia.

Me da muchísima pena este lamentable escenario de desunión, cuyos únicos culpables son los príncipes eclesiásticos de otra época que hicieron de su capa un sayo para lograr sus ambiciones personales y políticas. Y ahora, los príncipes actuales, tratan de deshacer el entuerto buscando fórmulas de acercamiento, primero que sean políticamente correctas (la diplomacia es la diplomacia), justificadas con acuerdos teológicos que queden muy monos en los nuevos documentos doctrinales, cuya conclusión sea “aquí no ha pasado nada”.

Pero sí pasa y ha pasado. Primero, la imagen que hemos dado y estamos dado ante el resto del mundo no cristiano es como para que nos manden a freír espárragos. ¿Pero qué nos estáis contando? – dirán -, primero poneos vosotros de acuerdo y luego tratad de convencernos.

Segundo, los propios cristianos, en el fondo vivimos y sufrimos doloramente en cada uno de nuestros corazones la gran ceremonia de la confusión. ¿Quién tiene razón en los argumentos dogmáticos? Porque todos no pueden tener razón. Pero si todos aducen a la revelación divina sus argumentos. ¿Esto cómo se come?

Parece ser que la fórmula mágica es tenernos a los obedientes feligreses católicos durante ocho días rezando rosarios por la unidad de los cristianos.

Taizé

¿Se acuerdan los doctos teólogos de Taizé?

Lamento no haber podido todavía acudir a ninguno de los encuentros, pero por lo que he podido leer y me han contado amigos nuestros que sí han estado allí, la Comunidad que Roger Schutz, protestante (Hermano Roger) fundó en 1940 en Taizé, Francia, es la mejor de las iniciativas de ecumenismo que podemos conocer. Basada en la Oración, en la meditación cristiana y en la entrega a los pobres, ha promovido durante setenta años encuentros mundiales de cualquiera que haya querido asistir, con independencia de su confesión religiosa. Como no podía ser de otra forma al hermano Roger le mataron; así terminan todos los heterodoxos de la fe oficial que pretenden sacar los pies del plato, aunque no sea políticamente correcto criticar demasiado hoy día un movimiento que es capaz de aglutinar lo que los teólogos sólo consiguen dividir.

Cuando uno alcanza a tener una visión holística de la fe y de la relación del hombre con Dios, todo esto de la búsqueda de la unidad de los cristianos termina resultando algo con mucho ruido y pocas nueces.

Padre Nuestro...

Que estás en los cielos
Santificado sea Tu Nombre
Venga a nosotros Tu Reino
Hágase tu voluntad…
Así en la Tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdónanos nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.

Mateo 6, 9-13

Pregunta de examen

¿Podríamos todos los cristianos rezar juntos esta oración, eso sí, siendo plenamente conscientes de lo que significa todas y cada una de las frases, y no rezándolo como papagayos?

Si es que sí, la unidad de los cristianos es un hecho, con independencia de las teologías.

Si es que no, entonces, así se encuentren argumentos teológicos para la unión, cada cual se lo montará a su manera.

Taizé ha demostrado que es posible rezar el Padre nuestro todos los cristianos unidos. ¿Luego, cuál es el problema?

¡Ah, sí! Hay un pequeño problema. Los sanedrines de las diferentes ramas cristianas.

Cuando lo ritual y dogmático prevalece sobre lo espiritual, la escisión es imposible de solucionar.

Cuando las creencias de cada rama cristiana prevalecen sobre la fe profunda, la escisión es inevitable. 

Cuando los argumentos teológicos doctrinales prevalecen sobre el Corazón humano, lo único del hombre que es capaz de intuir a Dios, entonces la escisión existentes no tiene solución.

¿Se puede concebir un cristianismo unido en torno a la figura de Jesús de Nazareth, aunque sigamos cada cual participando de liturgias y ritos diferentes? ¿Como un racimo unido por el tronco común que es Cristo, en vez de como una naranja con sus gajos? Acaso, tras el desaguisado formado, esta tercera vía sea la única posible y la más razonable. 


Pero para eso todos hemos de comprender el absoluto o relativo valor de las cosas. 

Acaso así, el resto del mundo nos pueda ver con otros ojos, y al final, creer.

  "Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo."
Jn 19, 23

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Que la Paz esté contigo.

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