Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

miércoles, 23 de noviembre de 2011

125.- Como máquinas de Von Newman


Paraguas autoreplicantes, como máquinas de Von Newman



Continuando con el tema de la entrada anterior, tengo que reconocer que hablar en estos momentos del poderoso caballero don dinero, y sobre aquellos que están empeñados en rebañar hasta el último dólar de nuestras cuentas corrientes nos pone en la tentación de desbarrar hasta extremos casi peligrosos. Pero no pretendo generar más adrenalina de la necesaria, aunque los augurios, como expliqué son bastantes sombríos.
Quiero hacer además la salvedad de que mi opinión, la que vuelco en cada una de las entradas de este blog, no tienen valor postal, quiero decir, como diría Ortega y Gasset, "de nada hablo como maestro, pero de todo sí hablo como entusiasta", sobre todo de aquello que personalmente conozco por propia experiencia.
Ponerme aquí en plan analista político y económico es como poco, pretencioso, y seguro que me equivoco, aunque hace años cursé dos masters sobre economía de la salud. No obstante no tengo autoridad para pontificar sobre estas cosas. Por ello, en lo que sí hago palanca es en el pensamiento sistémico, que llevo cultivando desde que era estudiante de Medicina. El comportamiento sistémico y las leyes de los sistemas con leyes propias de la naturaleza, y además son inviolables. Se cumplen sí o sí, con independencia de opiniones políticas y partidistas. Que una función exponencial en el plano físico y no digamos social, más tarde o más temprano estalla, no tiene discusión. No es negociable. Conduce inexorablemente a la muerte del sistema enfermo. Lo peor que puede pasar es que no nos guste, pero eso al sistema le da igual.
Para saber más sobre esto, podéis acudir al otro blog que tengo, aunque un poco dejado (hace tiempo que no lo alimento), que se llama "horizonte temporal", allí explico las leyes sistémicas de modo suficiente como para comprender lo que estoy diciendo.
Pues bien, utilizando el pensamiento sistémico, que no mis conocimientos sobre economía, que son más bien escasos, me atrevo, con el debido respeto a los que saben más que yo de estos temas, a decir lo siguiente.
Primero. Lo que está viviendo el Planeta no es un proceso lineal, sino cíclico. La mentalidad occidental tiende a ser lineal, imagina procesos con un principio y un final y se acabó. La mentalidad oriental es cíclica, toda la Naturaleza y todo el entorno vital se rige por ciclos de nacimiento, muerte y regeneración. La sistémica habla de procesos en general no lineales, sinusoidales, con forma de ondas que se repiten una y otra vez. ninguna variable física o biológica es lineal, nada crece indefinidamente ni decrece indefinidamente, ni es invariable a lo largo del tiempo. Todo fluctúa dentro de márgenes de viabilidad.
Cuando estos márgenes se vulneran, el sistema muere. Pero muere ese sistema como entidad individual, después de que haya sido posible engendrar su sistema de relevo, lo que perpetúa la especie. Las estrellas tienen su ciclo vital de miles de millones de años, pero cuando estallan como supernovas o como novas, del polvo de esas estrellas nacen estrellas de segunda generación (el Sol es un ejemplo) y planetas. Y esto mismo, esta capacidad reproductiva es lo que hace viable el milagro de la vida, a pesar de la muerte inexorable de cada uno de los individuos.
Es esa realidad que vivimos de nacer, crecer, envejecer y morir como individuos, la que nos hace creer que todo tiene su principio y su fin. Pero en realidad somos un eslabón de una ilimitada cadena que arranca en la noche de los tiempos y se dirige hacia un futuro también anclado en la noche de los tiempos. Lo nuestro es un instante fugaz.
En este instante fugaz de nuestra historia, en este susto de repente que la Humanidad supone para el Planeta, nuestra vida también se desarrolla en ciclos, como las cuatro estaciones, primavera, verano, otoño e invierno, para volver a empezar de nuevo.
Nikolay Kondratiev (1892-1938), famoso economista ruso, definió lo que denominó ciclos económicos de onda larga. Es decir, más allá de los ciclos económicos que todos conocemos, que suelen durar unos siete años, más o menos, describió por encima de ellos unos ciclos de gran duración, de unos 50 a 70 años, para entendernos, de 7 x 7 años (49, 50 años), donde la recuperación económica, el crecimiento, la estabilidad, la recesión y la depresión y crisis, son etapas normales.

Según unos,  estos ciclos suelen ir asociados a una determinada revolución tecnológica; la máquina de vapor, el carbón, el petróleo, la informática, etc.
 Ref: 
Este  gráfico, tomado de artículo "Los grandes ciclos de la vida económica, de Ricardo González, muestra las cuatro estaciones de cada ciclo. Claramente, podemos ver que nos toca vivir el invierno del último de los ciclos de Kondratiev, que parece haber comenzado con la Administración Reagan, y la liberalización de los mercados, por la que poco a poco el mercado ha pasado de focalizarse en la actividad productiva a hacerlo en la especulativa. El resto de la historia ya la conocemos. no voy a incidir más en ella.
El principio y fin de cada ciclo no es concreto, no está bien definido, pero lo que los acontecimientos dan a entender es que tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, Occidente vivió hasta los años ochenta un periodo de esplendor tan manifiesto, que ya en el 68 (Mayo francés), algunos analistas comenzaron a intuir signos de una amenaza fantasma que se podía cernir sobre la Humanidad, la del crecimiento económico ilimitado, lo que dio lugar al primer informe al Club de Roma de Jay Forrester, de 1972, "Los límites al crecimiento".
Un año después tiene lugar la crisis del petróleo, que se superó, dando lugar a otro repunte, hasta que en la Administración Reagan se produce el pistoletazo de salida de la liberalización de los mercados.
El vicio de acumular ya no sería controlado por la virtud pública de regular, principio básico de la Economía. Así que se inició una carrera desenfrenada hacia cantidades de dinero y de fortuna cada vez mayor.
El dinero tiene a mi juicio tres importantes utilidades. La primera es la que nos es útil al común de los mortales, los que ganamos con nuestro trabajo un sueldo a fin de mes. Este nivel básico permite vivir más o menos decentemente, pedir un préstamo y pagarlo religiosamente en diez, veinte o treinta años, a cambio de una casa y llenar la cesta de la compra todas las semanas.
La segunda utilidad es la que le da el empresario al crear una empresa que produce bienes o servicios. La cantidad es significativamente superior, y los ingresos del empresario también son superiores al asalariado, pero gracias a él, al empresario y su capacidad para hacer funcionar el negocio, el asalariado recibe una nómina todos los meses. En este nivel se encuentran desde los pequeños y medios empresarios hasta los grandes empresarios, incluidos los que regentan multinacionales. la cuestión es que su actividad económica sea productiva.
La tercera utilidad es la que le da el maestro de las finanzas que tiene aspiraciones billonarias, que sobre la base de jugar en la bolsa, es capaz de crear dinero de la nada. Si en la economía productiva de un tornillo no se pueden sacar dos, en la economía especulativa, de un dólar se pueden sacar dos, y de dos, cuatro; y de cuatro dieciséis. Así que ¡oh, prodigio!, el dinero se comporta en manos de los especuladores como máquinas de Von Newman, autoreplicantes, en una espiral que termina sin control, y que hace que cada vez más dinero (ficticio) con una astronómica deuda, tanto personal, como empresarial, como nacional que llagará a ser insoportable, dado que el dinero es atraído cada vez más por menos manos, hasta la situación actual en el que estamos al borde de ese colapso, con un 1% de la Humanidad que controla el 99% de la riqueza del Planeta (o del dinero, que ya no sé si es riqueza o simplemente gas volátil como el éter), cuyo desenlace vaya usted a saber cómo se producirá.
Lo malo de los ciclos de Kondratiev es que suelen terminal mal, con una gran guerra o algo así. El anterior terminó con la Segunda Guerra Mundial. Y es eso lo que da miedo, que esto bien no puede acabar. Y nos va a tocar sufrir.
Pero la esperanza es que alguien, algunos milloncejos de seres humanos sobrevivirán a esta debacle, supongo, y los que hereden la Tierra comenzarán un nuevo ciclo, a no ser que esta vez Dios decida que el juego ya se ha acabado y nos quite a los seres humanos el juguete de la Historia.
Pero esto es pura especulación filosófica o teológica.
*

lunes, 21 de noviembre de 2011

124.- Punto de no retorno





Como la mayoría de los que accedéis a este blog sabéis, en España, ayer hubo elecciones generales, que ganó el partido conservador, el PP o Partido Popular, por arrolladora mayoría, frente un descalabro descomunal del Partido Socialista, que tras verse obligado a bailar con la más fea en estos últimos cuatro años, o no ha sabido, o no ha podido (porque no quiero creer que no haya querido), neutralizar en lo posible los efectos de la crisis, tanto interna, como internacional.

En el fondo da igual quien haya ganado, porque a los efectos del devenir del futuro, poco importa ya el partido político que gobierne; los núcleos de poder no están en ellos, y ni siquiera en los estados soberanos, sino en ese 0,1% de personajes que controlan de iure el 40% de la riqueza del Planeta, y de facto, el 80%.

En estos últimos treinta años, la más o menos distribución paretiana de la riqueza, la que se ajusta a la ley del 80/20, el 80% de la riqueza en manos del 20% de la población, ha sufrido un desplazamiento astronómico hacia el 0,1/80, dejando un ridículo 20% a repartir entre el 99,9% de la población mundial, entre los que nos encontramos cada uno de nosotros.

Cualquier solución a este problema, según los expertos pasa en el fondo por recuperar el equilibrio de fuerzas de un mercado que se basaba en la estabilidad entre el vicio privado de acumular, y la virtud pública de repartir, o de regular. Habiendo desaparecido esta última con la desregulación de los mercados financieros, el vicio privado de acumular no tiene ya ningún tipo de freno.

El problema es que la Humanidad ya ha atravesado el punto de no retorno en muchas cosas, degradación del medio ambiente, cambio climático, crisis económica, crisis moral, etc., de modo que ya es imparable el devenir de los acontecimientos.

Si se examina todo esto desde la perspectiva de los modelos sistémicos, las funciones matemáticas que rigen lo que está sucediendo por una parte han adquirido una naturaleza exponencial, y por otra las perturbaciones e inestabilidades de todo tipo, los impactos traumáticos en la vida de la gente son de tal profundidad, que si hace tan sólo cinco años, ya las empresas no se atrevían a predecir estrategias más allá de un año, ahora, no creo que haya experto que pueda asegurar nada en este Planeta a más de un mes o quince días vista. Es decir, el mundo ha entrado en una dinámica totalmente caótica, en el sentido de impredecible. Y esto no son ganas de ser mal agorero, sino a las pruebas me remito, con tan sólo ver un telediario, o de ojear (echarle un ojo) a la prensa diaria.

Una función exponencial es posible matemáticamente, pero no lo es en el plano físico, porque o bien cambia su trayectoria y queda neutralizada de alguna forma, o en algún momento, el sistema estalla.




En este gráfico, trato de explicar el concepto de overshoot o sobrepasamiento. Cuando una función, la que sea, adquiere una naturaleza exponencial, al principio el crecimiento o decaimiento es muy débil, casi imperceptible. Nadie se da cuenta del peligro, salvo algún experto suficientemente agudo como para reconocer el perfil de la función, y su desarrollo futuro. Pero como en general, todo transcurre con normalidad, incluso, la cosa va bien (¿os acordáis de la frase del presidente Aznar “España va bien”?), nadie va a hacer caso a los malos agoreros. Pero en muy poco tiempo el problema se acelera y se agrava cada vez más rápidamente.

Para cuando nos queremos dar cuenta y nos empezamos a asustar, la amenaza de colapso se ha colocado casi ante nuestros ojos. Si con una adecuada capacidad de previsión, supiéramos reaccionar, pudiera ser que fuésemos capaces de activar los mecanismos de frenada, para ejecutar una acción evasiva eficaz y salvar la situación. Esto ya de por sí exige una capacidad de pericia técnica increíble, pero hay casos en los que funciona, como cuando un coche, ante un peligro en la carretera, una curva cerrada por ejemplo, el conductor es capaz de sortear el obstáculo o frenar a tiempo antes de tragarse el obstáculo o la curva. Diríamos que se ha salvado la situación casi in extremis, pero nos hemos librado por los pelos.

Pero las catástrofes humanas suceden porque un buen día, incluso soleado y agradable, cruzamos el umbral de sobrepasamiento, el overshoot o punto de no retorno. A partir de ese momento, hagamos lo que hagamos, el desastre es ya inevitable, como inevitable será que el automóvil colisione contra el obstáculo o salga disparado por la curva. A lo sumo se puede demorar algunos segundos, minutos, días, meses o años la catástrofe (dependiendo de la Unidad de tiempo aplicable a la dinámica del sistema). Pero sucederá inevitablemente.

En el caso que nos ocupa, desde que la Administración Reagan dio el pistoletazo de salida allá en los años ochenta (en España unos pocos años después se hizo lo mismo) para “tonto el último para amasar inmensas fortunas” con la desregulación de los mercados, en algún momento de los primeros cinco años de este siglo (11S incluido), se superó ese umbral de sobrepasamiento, de modo que de repente, un buen día... “boooom”, la crisis de Wall Street en 2008, y la nuestra, de España, con el estallido de nuestra particular burbuja inmobiliaria.

La situación actual está ya fuera de control. En filosofía sistémica hay un aforismo que dice “o tú controlas el sistema, o el sistema te controla a ti”. Si sucede lo segundo, empieza a rezar…

Los políticos, como ha hecho Rajoy la noche del pasado domingo 20 de noviembre, nos da palabrita del Niño Jesús de que va a trabajar duro por el empleo y etc., etc. Le creo, sinceramente. No dudo de sus buenas intenciones, pero me malicio que no está en su mano, ni en manos de su gobierno, ni siquiera de nadie en España, la capacidad de resolver este desaguisado.

El sistema mundial es algo ya fuera de control, porque los principales actores de la película, los “multibillonarios” se han convertido en psicópatas del dinero, que ni siquiera ellos se pueden controlar a sí mismos. Así que sólo caben dos alternativas, la primera, que el sistema económico mundial milagrosamente se auto regule y recobre la estabilidad perdida hace ya bastantes años, o inevitablemente estallará. Y el escenario de ese estallido es algo, que mejor no imaginar, porque cualquier suposición (por sombría que parezca) será una comedia romántica en relación a lo que va a suceder.

“If I were a richman…” como canta la canción, en vez de disfrutar con la idea, me preocuparía y mucho, porque puede que los indignados (tanto más si no tienen qué llevarse a la boca) empiecen a dejar las sentadas en la Puerta del Sol o en Picadilly Circus, y comiencen a asaltar las mansiones de los banqueros y adinerados… En Estados Unidos se están preparando ya para esta eventualidad, preparando los campos de confinamiento de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, para alojar los miles de detenidos que se pueden comenzar a producir si estallaran estos tipos de conflictos, porque serán tanto, que no va a haber cárceles suficientes para confinarlos.

Por cierto, este escenario ya fue vaticinado por el Club de Roma en 1972 en su informe primero “los límites al crecimiento”.

Así que los santos de Dios, ante este panorama, no sé qué podemos hacer. Rezar para que no suceda es una opción, pero siendo sensatos, es una estupidez. Yo creo que ante los posibles escenarios futuros, debemos plantearnos la cuestión como Revelaciones de Dios, y hemos de saber interpretarlas, y sobre todo no echarle la culpa de nuestras desgracias, por favor, que ya nos lo advirtió en repetidas ocasiones a través de innumerables evidencias, pero no hay peor sordo que el que no quiere escuchar.

Solemos hablar de tiempos apocalípticos como tiempos de grandes catástrofes, como narra el autor del libro. Yo creo que la cosa es bien distinta. Dudo que ángeles trompeteros irrumpan en la vida de los hombres anunciando el fin del mundo. El asunto va más de lo que estamos viviendo. Y para ello, las modernas ciudades del “Común de Asia”, donde vivimos todos nosotros, necesitan un nuevo mensaje de esperanza.

En otras palabras, necesitamos reeditar la versión moderna del libro de las Revelaciones.

*

martes, 15 de noviembre de 2011

123.- Por cañadas oscuras




El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.
El Salmo 23 es uno de los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición judía como por la cristiana. También es uno de los más usados en el arte. Basta recordar las numerosas pinturas de las catacumbas. En ellas se suele representar a Jesús como un joven sin barba, de pie, con vestido corto y zurrón, con una oveja sobre sus hombros y la cabeza suavemente apoyada sobre la oveja. En la Liturgia cristiana se lee como salmo responsorial en distintas fiestas del Señor y se propone para todo tipo de celebraciones (bautizos, matrimonios, funerales, etc). Es un texto hermoso y poético, que nos habla de la ternura de Dios y de los sentimientos que experimenta quien se encuentra con Él: alegría, paz, seguridad, confianza, plenitud de vida.

Diría que este Salmo es el más conocido por los parroquianos. De pequeños lo recitábamos de memoria, como los musulmanes rezan los versos del Corán. La verdad, es precioso, y encierra una mística impresionante. Uno se siente acogido, protegido, aliviado, consolado, aún en los peores momentos, aún caminando por cañadas oscuras, por valles tenebrosos, entre tinieblas.
Comentarios y estudios sobre el Salmo 23 hay para aburrir. Sólo a modo de ejemplo, os dejo la referencia de arriba, donde su autor hace una disección literaria de su contenido digna de elogio. Yo no pretendo hacer nada parecido a un comentario teológico de este texto sagrado, que los entendidos sabrán hacer mucho mejor que yo.
Yo me quiero centrar en el verso que más me ha intrigado, y es justamente este, “aunque camine por cañadas oscuras”.
Voy a centrarme sólo en este verso, porque probablemente es el más enigmático, y a la vez, el que para mí, da más sentido al don de la fe, y al final, a la propia vida.
San Juan de la Cruz, en la Noche Oscura hace referencia a este verso, en el que cuanto mayor es la fe, mayor es paradójicamente la oscuridad que experimenta el alma. Esto me llamó poderosamente la atención, cuando él dice “la fe es oscura”.
Por contraste con la entrada anterior en el que hablaba de la luz, de la iluminación, del “fiat lux”, en el que se entiende que la presencia de Dios te aporta luz a la vida, claridad, visión; cuando la propia palabra “dios” viene del latín die, día, resulta que San Juan de la Cruz sentencia que la fe es oscura.
Cómo se puede entender esto, uno se pregunta. Cómo cuanto más cerca de Dios, más oscuridad me rodea. Y además, doy fe por experiencia propia de que esto es rigurosamente cierto. Nada más lejos que ver con claridad, cuanto más presencia tienes de Dios.
¿Entonces?
La gran paradoja, que por supuesto no es explicable en misa de una al común de las gentes, radica en el hecho de que para “fiarte de Dios”, has de quedarte totalmente ciego, ciego de tus potencias, inerme de tus recursos, autista de tus capacidades. En la medida en que puedas ver algo por tus propios medios, siempre escogerás tu visión a la de Él. Esto ocurre siempre, sólo cuando uno se queda completamente ciego, no tiene más remedio que aceptar la mano tendida del lazarillo; mientras tanto, aunque sólo sea una brizna, nos fiamos más de lo que creemos ver nosotros, a lo que otro vea por nosotros.
Y esta es la razón de la noche del alma, de la noche oscura, que por cierto, por eso se llama así, porque Dios te somete a la durísima prueba de quedarte completamente ciego, porque es tu vista la que imprime oscuridad a tu vida, confusión. Has de ser consciente de que eres incapaz de ver más allá de tus narices, así que has de ser sometido a la ceguera de Pablo, durante el camino de Damasco (es todo un símbolo).
Cuando uno lee estas cosas, estas experiencias, la imaginación, que como Teresa de Jesús dice, es la loca de la casa, se eleva a las cumbres místicas de los monjes y monjas de clausura, y se imagina arrebatamientos y sufrimientos extremos de un alma atormentada y traspasada por flechas de amor y etc., etc. Es el imaginario popular y la vida de santos excepcionales lo que nos hacen creer que sólo en la excepción está la regla.
Pero la realidad es bastante más prosaica, y menos dada a éxtasis y calamidades místicas. Tal y como yo lo veo, y con el debido respeto a los que saben más que yo de estos temas, la cosa es más de andar por casa. Porque simplemente, no pasa absolutamente nada. La pura rutina diaria cae sobre tu persona como una losa. Un día tras otro sin solución de continuidad. Pocas expectativas, nada de acción ni exterior ni interior; aridez cansina y aburrimiento supino, aderezado de malas noticias o de fracasos más o menos grandes, más o menos pequeños, pero que hacen de esta vida algo insípido, como el día a día de un preso en su celda. No hay emoción, ni positiva ni negativa. Simplemente los días pasan, las hojas del calendario caen igual que caen las hojas de los árboles, sin pena ni gloria.
Si a esto se añade nuestros fracasos diarios, nuestras dificultades económicas para alcanzar malamente el final de mes; si nos viene una racha de sobresaltos por enfermedad, por crisis laborales, familiares, personales, etc., esto en cierto modo le da algo de vidilla a la aridez, pues te ves obligado a actuar, a veces hasta el desbordamiento, para que todo siga igual que antes, en el mejor de los casos.
Los problemas de tus hijos en paro, o tú mismo en paro con cincuenta tacos, o la enfermedad de tus padres ya mayores que exigen de ti toda tu atención, o cualquier otra interferencia en lo que se supone es tu vida normal, son un suma y sigue de “oscuridades” que hacen plantearte muchas cosas.
Y luego está la autoestima. A quién no le gusta sentirse valorado por los demás; una palmadita en la espalda, recibir un “¡muy bien, chaval, lo has hecho fenómeno!”, o simplemente una sonrisa al entregar tu trabajo al jefe. Pues ni por esas. Sentirte un cero a la izquierda, o ignorado, o ver cómo unos cardan la lana mientras otros se llevan la fama, y así un largo etc. de desplantes que te dejan laminado, como un felpudo que todo el mundo pisa, te deja machacado.
En fin, que llegas ante el desagradable escenario de no verle sentido a casi nada. Caso cerrado, la vida tirada por el desagüe.
Todas estas cosas, salvo a los elegidos para la gloria de este mundo, los nacidos para pisar las alfombras rojas que esta sociedad pone para la gente guapa (aunque todo cerdo tiene su San Martín), nos sucede en mayor o menor medida a todos en el Confinador.
¿Dónde está la oscuridad aquí? ¿Dónde están las oscuras cañadas?
Está en la vivencia interior de todo esto. No está en los acontecimientos, sino en el interior de cada uno de nosotros. Porque la vida no es como es, sino como nosotros, cada uno de nosotros la ve y la interpreta. Es un conjunto, ciertamente complejo, de signos e indicios aparentemente objetivos, que son transformados, nada más traspasar la barrera de nuestros cinco sentidos, camino de nuestro cerebro en todo un universo interior interpretado por nuestra mente y nuestro inconsciente.
Si estas experiencias se viven como dramones que nos infringe la vida, terminaremos exclamando lo del Tenorio de Zorrilla…
Clamé al cielo y no me oyó.
Y pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, no yo.
Y que le den a Dios por donde amargan los pepinos, que es en lo que de una forma o de otra, termina la aventura religiosa de muchísima gente.
Si logramos superar el berrinche espiritual de no tener noticias de Dios cuando nos caen los chaparrones de la vida, o cuando simplemente no sucede nada, y tratamos de ver más allá de las cosas, entonces la cosa puede que adquiera un tinte diferente.
La pregunta es por qué Dios a los que ama les hace pasar por todos estos sinsabores (y eso sin entrar en episodios de auténticas tragedias personales).
La respuesta no es otra que para que nos demos cuenta de que la vida no es nuestra, sino suya. Que los acontecimientos no son en base a nuestros deseos, sino a los suyos. Que nada acontece sin que Él lo consienta (y no es predestinación ciega ni nada de eso), simplemente que sucede lo que ha de ser.
Cuando tus expectativas de vida personal, profesional, familiar, se te cierran, y no hay futuro, o no se lo ves, o no consigues verlo.
Cuando por todo lo que has luchado desde joven resulta ser un espejismo raquítico, con escaso o ningún sentido a la postre.
Cuando tus ideales de lograr tus metas y de obtener tus frutos se quedan en nada o casi, y concluyes que te has tirado toda la vida trabajando sin cesar por cosas que apenas han reportado utilidad, salvo llegar a fin de mes y alimentar a tu familia y educar a tus hijos…, empiezas a vislumbrar que tus planes no son Sus planes. Comienzas a darte cuenta, a ser conscientes que tus obras no te pertenecen ni tuyos son sus frutos. Son de aquellos a los que has amado viviendo las cosas sencillas de cada día, el afán de cada día, es decir, son de Dios.
Caes en la cuenta de que tú y todos tus “mis” (tus cosas), sólo son juguetes en manos de un niño con el que te has distraído mientras has estado confinado en el Confinador. Si te ha ido bien, eso te has encontrado; y si mal, pues tampoco es un drama, porque todo lo que sucede aquí es una ensoñación cuya utilidad es la que tiene una escuela del alma para aprender a ser.
Somos seres “en prácticas”, alumnos de la vida. Nada de aquí abajo tiene valor en sí mismo, salvo nuestras actitudes hacia los demás.
La oscuridad del valle que canta el Salmo 23 es la que sufrimos al no saber ver a través de los ojos de Dios. La Noche Oscura es el trance más o menos largo que hemos de pasar hasta que sepamos prescindir de nuestro raciocinio para intentar comprender lo que sólo es un ensayo. Puede durar años, muchos años o quizás casi la vida entera, depende de nuestra estulticia o estupidez. O quizás jamás salgas de ella (o ni siquiera entres en ella, que es peor), viviendo toda tu existencia convencido de que lo real es la ensoñación que te has montado; eso sí, cumpliendo en su caso,  religiosamente con tus prácticas religiosas, inclusive, como diría el Cardenal Rouco, frecuentando los sacramentos y haciendo buenas obras. No es suficiente.
Nuestra razón, nuestra inteligencia tiene la potencia de luz que posee una linterna en medio de la noche. Nada más. Con esa capacidad tratamos de hacernos nuestro particular modelo de realidad (ya he abordado este tema en otras entradas (ver entradas 20, 40, 88 entre otras). Y bastante logramos con esta leve luminosidad; casi es sorprendente. Pero resulta que cuando creemos haber comprendido las cosas, viene un cambio de tendencia y nos pone el mundo del revés. Cuando crees que las cosas son de una determinada forma, acontecimientos imprevistos te demuestran que de lo dicho nada, y vuelta a empezar, a reconstruir o a construir un nuevo modelo de realidad. Y así una y otra vez.
Sólo cuando aceptas que todo esto es oscuridad y te rindes a la evidencia de que sólo Una sutil Mano Tendida es capaz de sacarte del atolladero, es cuando una extraña paz comienza a envolverte. Pero sólo cuando te rindes a esa evidencia.
Y entonces sí, entonces puedes pronunciar suavemente, “el Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas, y repara mis fuerzas…”.
Empiezas a ver la vida de otra forma. Y lo que no tenía sentido comienza lentamente a tenerlo. Los fracasos resultan ya no ser tales, pues tienen un por qué, pero sobre todo un para qué. Las ambiciones de la gente te sorprenden; las luchas por alcanzar metas en este mundo las comienzas a sentir con asombro; las agonías por medrar, por ser más, por ver quién mea más lejos, por tener más, te resultan extrañas. La vida del Confinador empieza a resultarte ajena. La gente comienza a pasarte velozmente por la derecha y por la izquierda en la alocada carrera por las autopistas de la vida, mientras son incapaces de percibir el aroma de las flores que sólo puedes experimentar si te bajas de tu veloz vehículo para caminar calmadamente por las sendas de tu vida interior, mientras ves la vida pasar y dejando que las cosas sucedan tal y como han de ser, trabajando y ganando el pan con el sudor de tu frente, para cubrir las necesidades de tu cuerpo y de los tuyos, así como la de los demás que se cruzan en tu camino y te necesitan, porque “confías”, porque “tienes fe realmente”, te ha sido dada la fe en Alguien o Algo que deja poco a poco de ser un mero objeto de culto religioso, para convertirte en tu misma esencia, o tú en la Suya, y por ello sabes que te guía por las oscuras cañadas de este mundo.
Cuando empiezas a experimentar algo así, en tu horizonte se vislumbra lo que San Juan de la Cruz denomina el “antelucano”, o primeras muy tenues luces de un suave amanecer.
*

viernes, 11 de noviembre de 2011

122.- ¡Fiat Lux!




Los indios suelen decir.
¿Cómo sabe un pez que está dentro del agua?
La única forma de que un pez sepa que está en el agua
es sacándolo fuera de ella.
      
Lobo negro y Gina Jones. El tambor de sanación. Océano ambar. Barcelona 2000. Proverbios de sabiduría de los indígenas americanos.
Te propongo, al hilo del día de la fecha, 11 del 11 del 11, en el que supuestamente se va a producir (o a comenzar a producirse) la Gran Activación del portal que activarán los códigos de luz del alma, según proclaman multitud de grupos encantados en estos sucesos, como referí ayer en la entrada 121.-La Gran Activación,  que no sabría muy bien cómo catalogarlos, a parte de supuestamente escatológicos, que te asomes en eso, en la luz del alma, de la tuya.
Entremos  en los terrenos del alma, donde Dios, lo sepamos o no, habita. Entremos en los alrededores del Reino, expresado preferentemente en Jesús, el hijo de María. Para los cristianos, Jesús es el Mesías, la Segunda Persona de la Trinidad; para los seguidores de la Filosofía perenne (lo que englobaría al común de los humanos que reconocen la Divina Realidad en sus vidas), Jesús es un avatar fundamental a través de los que Dios se ha manifestado a los seres humanos. Para los que no reconocen a Dios, Jesús de Nazareth en general es reconocido como un hombre muy importante en la Historia de la Humanidad, cuyas enseñanzas han de ser respetadas, al menos.
Esta preferencia por Jesús en mis apuntes, no minora en absoluto el respeto por otros grandes Santos y hombres de Dios a través de los cuales, Él también se ha manifestado, y a los que también hago referencia.
Pasaje del joven rico.
16 En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» 17 El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» 18 «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, 19  honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» 20 Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» 21 Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» 22 Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. 24 Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.»
Mt 19, 16-24
Entre paréntesis, lo de un camello a través del ojo de una aguja parece ser una confusión en la traducción al latín. San Jerónimo, al traducir el texto, interpretó la palabra 'kamelos' como camello, cuando en realidad su significado (en griego) es una soga gruesa con la que se amarran los barcos a los muelles. En definitiva, el sentido de la frase es el mismo pero, este parece más lógico. Cierra paréntesis.
En su mayoría pasamos en los trajines y trabajos del Confinador toda nuestra vida, cumplimos todos los preceptos que nos manda la Sociedad civil, y los creyentes practicantes (como dicen), tratamos de cumplir con los preceptos impuestos por nuestra comunidad de fe. Con absoluta seguridad que este pasaje del Evangelio nos es archiconocido. Pero puede que un buen día, la respuesta al joven rico nos resuene de otra forma. Y esa resonancia no es sino la respuesta a una evidencia dormida en nuestro interior durante largo tiempo, que “mi vida no me pertenece”. Es algo muy profundo que nos incordia, que nos agita, que no sabemos lo que es, que nos hace sentirnos extraños en este mundo, que nos confunde, que no nos deja en paz. Es algo que inicialmente interpretamos como negativo, y queremos desterrarlo de nuestra mente, creyendo que todo nace y termina en nuestro pensamiento.
Es un “sentir algo dentro de ti, que no sabes lo que es”…
Pero que ahí está y que nos pone en evidencia de que así hayamos obtenido los mayores éxitos y estemos rodeados de todas las comodidades de esta vida…

“Me falta algo”.

Esta sensación es una intuición que en más de una ocasión hemos sentido, pero que debido a los trajines de la vida, tan pronto como viene, así de pronto queda ahogada por esos trajines. Preferimos tener una concepción nihilista de la vida, nada después de la muerte, pero sentirnos dueños de esa misma nada, antes que admitir que realmente necesitamos ayuda, que nos falta algo y no sabemos qué.
El joven rico tenía dos serios problemas, el primero que era rico, y estaba apegado a muchas riquezas; el segundo, que era joven, y en consecuencia, estaba apegado a muchos proyectos de vida por realizar. Estaba apegado a su pasado, por lo conseguido; al presente por lo que tenía y estaba disfrutando, y al futuro por lo planes que ambicionaba realizar para conseguir más. Estaba apegado al tiempo, su vida era un completo culto a Cronos.
Y es que, cuando se es joven, lo que nos entra por los sentidos satura todo nuestro ser. El Confinador donde hemos sido colocados por el Creador, es tan grande, tan misterioso, tan lleno de posibilidades, y a la vez tan difícil de ser dominado para nuestro servicio, que cuando se es joven, prácticamente todo nuestro tiempo y todas nuestras preocupaciones se nos van en, primero hacernos un hueco en la vida, hemos de aprender muchas cosas en el colegio, en el instituto, en la FP o en la Universidad, para adquirir una cultura y unas habilidades con las que ganarnos el pan, y además poder llegar a conocer ¡tanto por descubrir!
En estas circunstancias, plantearnos un “me falta algo” no encaja, pues entre las tareas de aprendizaje y el descomunal torrente de información mediática que la industria del ocio nos ofrece y nos incrusta obligadamente en nuestro cerebro, poco tiempo le queda a un adolescente o joven para pensar que le falta algo, más allá de lo que le falta para alcanzar sus propias metas.
No obstante a veces, en momentos de soledad, al joven rico le puede venir la pregunta “¿me falta algo?”
Alan Watts en su libro, “El camino del Zen”, dice que en concreto en China, la filosofía de Confucio, que aporta un excelente código ético de buenas costumbres, es la guía de los jóvenes y de los adultos en su primera madurez. Confucio sirve para moverte honestamente por entre los trajines del mundo. Pero cuando uno va creciendo en edad y se superan los cincuenta o sesenta (según), el “me falta algo” aparece, y hace que el alma comience a preguntarse por el sentido de la trascendencia, y entonces reencamina sus pasos hacia el Tao, que es el compendio de la mística oriental.
Es decir, el “me falta algo” es una pregunta que se vuelve tanto más perentoria de resolver, cuanto más edad se tiene, salvo que habiendo sido tentados por el veneno del poder (se puede llamar demonio), toda nuestra vida esté entregada a la ambición suprema de dominar la vida y la hacienda de los demás. La juventud, divino tesoro, absorbe completamente los sentidos y las potencias del alma y la mente, ya que te obliga a estar concentrado en todos los problemas que la vida te plantea, a veces al límite de la supervivencia si la economía está chunga, como es el caso de la época que estamos viviendo desde el crack de 2008. Una sana práctica religiosa, en su caso, puede balancear el excesivo peso de los asuntos temporales. Hasta que uno se pregunta, como el joven rico “¿me falta algo?”.
Cuando la respuesta a esta pregunta es profundamente afirmativa, es cuando comienza “la búsqueda real”. Hasta entonces hemos sido dóciles ovejitas de un ordenado rebaño, que al tran tran, hemos pasado nuestras horas y nuestros días, cumpliendo con nuestras obligaciones de solteros, casados o… incluso consagrados, que los curas y monjas no se escapan de este proceso.
El por qué unas personas se hacen esta pregunta y otras no, tiene difícil respuesta. Dicen que la fe es un regalo de Dios. Si fuera así, el libre albedrío quedaría definitivamente en entredicho. Lo digo porque muchas personas que no se plantean estas cosas se escudan en que de ellos se ha olvidado Dios, porque no les ha dado la fe, y por tanto no tienen la culpa de que les haya tocado la china de ser unos olvidados del Altísimo. Sin embargo en lo profundo del joven rico surgía esta cuestión, razón por la cual se acercó a Jesús y le hizo la pregunta “qué más me falta”. Particularmente yo me llevo haciendo esta pregunta toda mi vida. Sin embargo conozco a muchas personas para las que esta vida es lo que hay, y no se cuestionan si les falta algo o no. O acaso sea que es una pregunta tan en lo más íntimo, que nadie es capaz de siquiera intuir lo que fluye por lo más profundo de cada cual. Lo más probable, creo yo es que todo ser humano se plantea esta pregunta, pero la respuesta es siempre la misma, “cumplo religiosamente mis preceptos” (en el caso de los creyentes), “respeto la ley y la ética” (en el caso de los no creyentes), y en todos ellos, “tengo demasiados asuntos que atender aquí abajo”; tengo mi cadena de música a tope, a 150 decibelios, con lo que me es imposible escuchar los 10 decibelios de la brisa de Dios. Son aquellos que en el Camino de Santiago, llegados a Zubiri, Pamplona o Puente la Reina, ven que el Camino no es lo suyo, que son demasiadas las ampollas y dolor de rodillas para no saben muy bien qué; pero sobre todo, se acuerdan de los asuntos que han dejado atrás, y que les reclaman atención, y deseos de seguir atendiendo. Total, que deciden volver a sus asuntos.
No obstante, hay determinadas personas, para las que esta pregunta, “¿me falta algo?” no les permite conciliar el sueño y vivir tranquilos. Son aquellos que, a pesar de esas ampollas y dolores, se sienten impulsados a seguir adelante, acaso no saben muy bien por qué. Y se disponen a cruzar el Ebro.

El final de la búsqueda

Viaja a tu interior
Pues ahí está tu hogar.
Ain-dah-ing.
Escucha el latido de tu corazón.
Pon oído a tu corazón y escucha.
No hay prisa por llegar allí.
Pues no hay un allí.
En realidad sólo hay “aquí”.
Quédate con el ahora.
El tambor de sanación (Op. Cit)
Entonces, la pregunta que se nos plantea es ¿qué buscar? Porque en realidad sólo sabemos que nos falta algo, pero no sabemos qué.
Un “sentir algo dentro de ti, que no sabes lo que es”.
El final de la búsqueda no consiste en encontrar lo buscado, porque no sabemos lo que es. Realmente no sabemos lo que es, aunque en el catecismo lo ponga en letra Arial 20 y en negrita, subrayada y en rojo, y nos lo hayamos aprendido de memoria para superar el examen de religión en el colegio. Así que realmente, estamos a ciegas, porque lo que pretendemos buscar es simplemente un elaborado de nuestra imaginación, de nuestro pensamiento. Decimos que buscamos la paz, el amor, a Dios, la belleza, etc. Decir esto es decir que buscamos lo que nos imaginamos que debe ser la paz, el amor, Dios o la belleza. Y luego ocurren cosas curiosas como el hecho de decir que buscamos a Dios, si comulgamos todos los domingos, o todos los días en misa. El que busca después de comulgar, lo único que da a entender es que ni sabe qué está recibiendo en la comunión, ni sabe que está buscando.
3 Jesús abandonó Judea y volvió a Galilea. 4 Tenía que pasar por Samaria. 5 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. 7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» 8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: 9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) 10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» 11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» 15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
(Jn 4, 3-15)
La tradición cristiana afirma que el que bebe agua volverá a tener sed. Jesús se refiere en el pasaje de la samaritana al agua del pozo de Jacob, pero el significado profundo de ese encuentro no es tan literal, porque en el fondo, el agua que siempre nos vuelve a dar sed es “literalmente: todas las cosas de nuestra vida”, todo lo que la persona busca conseguir, tanto material como inmaterial. Es decir, todo elaborado de nuestro cerebro, de nuestro pensamiento, todo eso es el agua del pozo de Jacob, y eso, todo eso, nos vuelve a dar ser. Ahí se incluye una práctica religiosa inercial, rutinaria y acomodada; tan sincera como ingenua.
Así que, el primer paso para que se haga la luz en nuestro interior, para el “Fíat Lux”, es saber, comprender, ser conscientes de que “nos falta algo”, y que ese algo no lo podemos, ni buscar (porque no sabemos qué es lo que nos falta), ni encontrarlo, porque si así fuera, no sabríamos identificarlo. Así que “alguien” tiene que saber interpretar nuestras añoranzas, nuestras aspiraciones.
Pero para que ese “alguien” pueda provocar el efecto que supuestamente desearíamos, antes hemos de… “vender todo lo que tenemos, dárselo a los pobres y confiar”.
¿Qué es “todo lo que tenemos”?
No son cosas materiales, aunque también en el extremo de la radicalidad. Ese es el gran error de tomar la literalidad de la Palabra. El significado de esa donación que Jesús nos pide no es tanto en términos de riqueza efectiva, como de riqueza afectiva. Este matiz es dramático, pues la riqueza efectiva es ciertamente tener muchos bienes, mientras riqueza afectiva se basa en estar apegados a lo mucho o poco que tengamos, de modo que un rico efectivo puede ser un pobre afectivo, pero un pobre efectivo puede ser un rico afectivo.
1 Alzando la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; 2 vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, 3 y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. 4 Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.»
Lc 21, 1-4
Este matiz entre afectividad y efectividad es el que demarca la pobreza espiritual (desapego afectivo) de la riqueza material (apego afectivo). Por otro lado, el apego afectivo, suele ir en muchas ocasiones acompañado de una pobreza existencial que es difícil de explicar. Es la pobreza del hombre rico material que tanto ambicionó, que levantó altas murallas para proteger “lo suyo”, tal que ni siquiera permitió que el amor pudiera entrar por ningún resquicio. Los ricos son personas solitarias e infelices (aunque estén rodeados de aduladores deseosos de conseguir tajada); son pobres afectivos, carentes de amor, posiblemente son las personas más infelices de este mundo. Teresa de Calcuta, la gran santa del Siglo XX lo dice abiertamente, en el fondo, los ricos de este mundo son los más pobres de entre los pobres.
Pero más allá del matiz “afectividad” y “efectividad”, en esto de dar todo lo que tienes a los pobres, los hay que tratamos de hacerlo de una forma afectiva, pero otros… se lo toman literalmente en serio, de modo que tú al lado de ellos te ves tan pequeño, que en un instante se te bajan todos los humos y te das cuenta de lo raquítico de tu esfuerzo. Son los que asumen la radicalidad total de la decisión. Un Francisco de Asís, un Ignacio de Loyola, un Francisco Javier, una Teresa de Calcuta. Con todo, estos son personajes históricos, casi de leyenda, aunque como en el caso de la Madre Teresa, la hayamos visto por la televisión. Pero hay otros de carne y hueso que puedes tocar con tus manos, que ¡son de verdad! Es el caso de mis buen amigo Nacho Pereda que dejándolo todo, literalmente todo, lleva luchando toda su vida por acoger a personas sin techo y chavales pobres de solemnidad en la fundación que han creado en Granada “Escuela de solidaridad” (ved el enlace en este blog). Le cito a él, porque le conozco personalmente, pero como Nacho hay muchos más de lo que nos podemos imaginar. Gandhi tenía razón, la ley que rige realmente el mundo, aunque no nos lo creamos por el ruido que hacen los malos, es el Amor. Personas como ellos hacen posible la vida en este mundo. Cuando ves personas que lo dejan todo y se enrolan en las múltiples misiones que los católicos tenemos por el mundo, y ves como se juegan la vida a cambio de la sonrisa de una madre con su hijo desnutrido que recibe de sus manos un cuenco de leche… es entonces cuando te das realmente cuenta de lo que significa “ve y vende todo lo que tienes…”, y de cómo tratamos los demás de maquillar este desafío para poder dormir tranquilos por las noches.
Todo pasa por abrirnos al interior de nosotros. Abrirnos al abismo de nuestro propio ser y tomar conciencia del castillo interior que albergamos en nuestro interior. Pero esta exploración interior parece que es de las cosas que más asusta al personal. Ellos, los que lo dan todo “efectivamente y afectivamente” ya lo han hecho, aunque no hayan sido demasiado consciente de ello.
Así que el primer paso es provocar un primer encuentro con nosotros mismos. Este término parece un contrasentido, pues encontrarnos con nosotros mismos es algo así como si no fuese consciente de quién soy yo. Pues va a ser que no, que no somos conscientes de nuestra más íntima realidad. Somos conscientes de las murallas y los arrabales de nuestro castillo, pero no tenemos ni noticia de lo que sucede dentro de él, entre otras cosas porque nos empeñamos en cerrar los ojos a su existencia. Preferimos “di-vertirnos” (verternos fuera) que “intro-vertirnos” (entrar dentro de nosotros mismos). Teresa de Ávila es una maestra en explicar estas cosas. Podéis verlo en la pestaña "las moradas del Castillo Interior" de este blog.
Tener un encuentro con nosotros mismos es aquello de mirarnos al espejo y preguntarnos “¿quién es ese?”.”¿Quién soy yo?”
La respuesta más sincera a esa primera pregunta sobre nosotros en el espejo es un “no sé”. Realmente casi nadie puede afirmar saber quién es en realidad.
Tras ese “no sé quién soy”, viene una segunda respuesta que habitualmente no logramos encontrar nosotros, salvo que “alguien” nos la diga al oído, y es:

“Yo soy lo que creo que soy”.

Es decir, yo soy lo que opino sobre mí. Así podemos darnos a nosotros mismos (y a los demás) respuestas de tipo “yo soy una persona que ama la paz, conciliadora, responsable, decidido, un poco venado, con un carácter fuerte o tranquilo, etc”. Es decir, nos vemos en el espejo, y a lo más que llegamos es a reconocer atributos de nosotros mismos. Además, eso cambia a lo largo de la vida, según nos haya ido en la feria, y según el resultado de nuestra interacción con los demás, pues al final, lo que vemos en el espejo es el resultado de una elaborada máscara, una imagen de nosotros mismos que trata de resultar aceptable por los demás. Es una imagen que coincide con nuestra mejor cualidad, la que nos permite ser aceptado por el grupo, para cubrir nuestras necesidades afectivas, como expone Encuentro Matrimonial, para sentirnos amados y válidos por los demás.
En conclusión, si conseguimos comprender la sentencia magistral de Buda que dice: “yo soy lo que mi pensamiento ha elaborado sobre mí”, habremos dado un paso de gigante hacia el Encuentro conmigo mismo. Mientras creamos que nosotros somos algo tangible dentro del Confinador, creado por y para dominar el medio ambiente del Confinador, estaremos completamente atados a los límites establecidos por y para la vida en el Confinador.
Comprender que “yo” soy una creación virtual de mí mismo para desenvolverme en este mundo, pero que mi Yo Real está oculto, es el primer paso para cruzar esa séptima puerta (o para cruzar el Ebro en el Camino de Santiago), única que nos permitirá liberarnos del Confinador, la puerta hacia nuestro interior, donde se oculta un Universo desconocido que es lo que se denomina “la Vida Interior”.
La puerta hacia nuestra Vida Interior nos permite hacer, probablemente, el mayor de los descubrimientos sobre nosotros mismos, que es descubrir realmente quiénes somos. Yo ni nadie lo puede explicar, porque no es algo que se pueda leer por experiencia de un tercero, sino que cada cual lo tiene que descubrir por sí mismo. Lo siento, no encontraremos jamás un texto, un autor que nos diga “yo, tú soy, eres…” Eso o lo descubres tú, o nadie lo hará por ti. Pero hecho este descubrimiento, se produce en nosotros una transformación jamás imaginada, porque descubrimos que todo lo que hasta entonces ha sido tan importante para nosotros, resulta ahora ser cosas accesorias, atributos, habilidades, conocimientos, que están bien (incluso son necesarias para el trajín de nuestro pequeño mundo, para ganarnos el pan de cada día y colaborar al bien social con nuestro trabajo y pagar nuestros impuestos), pero que son elementos secundarios de nuestra verdadera identidad.
Los orientales lo han tenido muy claro desde la más remota antigüedad. Somos un espíritu dormido, oculto dentro de un soma (cuerpo) que dispone de inteligencia y emociones, capaces de fabricar algo que se denomina “yo”, imprescindible para los asuntos domésticos (para la vida dentro del Confinador), pero que resulta ser el principal obstáculo para el descubrimiento de la verdadera identidad del ser humano, la conciencia, el atman (también llamada en Occidente, alma o espíritu).
La Vida Interior es una revelación, un descubrimiento que se produce en el momento en el que experimentamos a Dios dentro de nosotros.
Descubrir tu propia vida interior es descubrir a Dios dentro de ti. Sin esa experiencia de Dios, no hay ningún descubrimiento, más allá de las ensoñaciones fruto de la imaginación. Nada más. Tu vida interior seguirá oculta entre las elaboraciones de tu mente.
La Vida Interior es una experiencia que no se consigue a fuerza de ritualidad, sino desde una presencia profunda de Dios dentro de nosotros. Vida Interior es tomar realmente conciencia de Dios en nosotros, en lo más íntimo de nuestro ser. Es sentirlo, notarlo, palparlo en todo momento del día, desde cuando sale el Sol hasta el Ocaso. Pero el término “sentirlo” no es el clásico del sentimiento emocional, sino el de “ser consciente de que está aquí, en lo profundo”, aunque no sintamos emocionalmente nada, aunque nuestras sensaciones emotivas crean que está ausente. Esto significa “vivir lo que somos”, nuestra misma esencia con la divinidad a su Imagen y semejanza.
Saber quiénes somos realmente (conciencia, alma, espíritu), es muy distinto que vivir lo que somos (conciencia, alma, espíritu). Se podría comparar muy torpemente entre saber que existe la ciudad de San Francisco, incluso verla en fotos o video, y otra muy diferente, viajar hasta allí y caminar por sus calles, comer en sus terrazas y vivir el ambiente de la Bahía.
Leyendo libros sobre espiritualidad y asistiendo a cursillos y seminarios sobre el atman, se nos permite llegar a saber que nuestra auténtica realidad es espiritual. Pero así leamos todo lo escrito en este mundo sobre el tema, sólo llegaremos a  lo sumo, a saber que existe, pero no a experimentarlo en nuestra vida.
Ser conscientes de que somos un alma confinada en un soma inteligente ya es algo, porque antes de este descubrimiento, viviremos en el engaño del creernos que somos “yo”, aunque ese yo sea poco, un yo pero poco, “PocoYó”, como el muñequito infantil que está de moda, como nos comentaba en un seminario Fidel Delgado (Ver la entrada 42.- Equipaje para este mundo). Tras él, podremos, si queremos, iniciar la incursión hacia nosotros mismos, hasta descubrir que no somos sino inocentes muñecos de guiñol, tiernos “PocoYó”, que nos creemos los reyes del mambo, sin saber que estamos unidos al Todo que nos da la vida, como la mano está unida al resto del brazo y del cuerpo; que no se mueve por sí sola, sino por los músculos que están en el antebrazo del Creador. Y por las órdenes que proceden de Su Mente.
El descubrimiento de la Vida Interior se describe por los que lo han experimentado, de diferentes formas, unos como un camino hacia la cima de un monte (el Monte Carmelo), o un Castillo Interior con siete moradas, en la alegoría descrita por Teresa de Jesús. En cualquier caso, se trata de vivir el espíritu, la vida espiritual, cuyos secretos sólo sabemos confiarlos, en su caso y si supiéramos, a nuestra almohada.
El objetivo final de este proceso es la fusión con algo absolutamente inconmensurable e inimaginable, hasta llegar a ser Uno con Él. Es la unión íntima con Dios, con ese Dios que nos ha mostrado en propia carne Jesús de Nazareth, así como los grandes maestros de la espiritualidad universal y que han tratado de “explicar” los religiosos y al que hemos tratado de acercarnos a base de rituales, hasta comprobar que somos su misma esencia, lo que en términos de Filosofía perenne significa caer en la cuenta de que “Eso eres tú”.
Una vaga idea de lo que estamos diciendo, y para los que se fíen de los psicólogos, está descrita en la curiosa y poco conocida “Ventana de Johari”.


Joseph Luft y Harry Ingham han descrito el escenario expuesto, acudiendo a un esquema que facilita la comprensión sobre nuestras dificultades de conocernos a nosotros mismos y en nuestra relación interpersonal con los demás, y especialmente con nuestra persona amada, en el caso de la pareja  (Ver la explicación más en detalle en la pestaña "Te doy mi vida entera" de este blog). Consiste en una ventana con cuatro cuadrantes donde se representan cuatro posibilidades. 1) – Superior izquierda- Lo que conozco yo sobre mí y también conocen los demás (o el otro) Es el área libre. 2) –Inferior izquierda- Lo que conozco yo de mí, pero el otro desconoce. Es el área oculta. 3) – Superior derecha- Lo que yo desconozco de mí, pero el/los otro/s ha/n descubierto. Es el área ciega. Y 4), - Inferior derecha- Lo que ni yo ni el otro conocemos sobre mí. Es el área desconocida. Si tomamos las cuatro áreas o cuadrantes en sentido vertical (columnas) o en sentido horizontal (franjas), las dos columnas representan el yo, y las dos franjas representan el grupo. Las informaciones contenidas en dichas franjas y columnas no son estáticas, sino que se desplazan de un cuadrante a otro, en la medida en que varían dentro del grupo el grado de confianza recíproca y el intercambio de «feedback». Como resultado de dicho movimiento, el tamaño y el formato de los respectivos cuadrantes experimentarán otras tantas modificaciones en el interior de la ventana.
En la ventana, el área libre se califica como el área conocida por ambos. En realidad, sería mucho más ajustado a la verdad decir que es el área que creemos conocida por ambos. ¿Por qué? Pues porque lo que percibimos tanto del otro, o de los demás como de mí mismo no es sino información que nuestro pensamiento elabora para forjar un modelo, tanto de nosotros mismos como del otro. Es decir, lo que el pensamiento elabora son “patrones de comportamiento”.
La existencia de las otras tres áreas supone un serio impedimento para el conocimiento personal y de los demás. Entre las cuatro se estructura el patrón de comportamiento que constituye la respuesta semiinconsciente de nuestro pensamiento ante la interacción con los demás. En  este concepto basa Encuentro Matrimonial el conocimiento de uno mismo, en descubrir nuestro patrón de comportamiento, expresado por la intencionada exageración de nuestra mejor virtud, con el fin de lograr ser aceptados, valorados y amados por los demás, es decir, la cobertura de nuestras necesidades afectivas.
Hasta tanto no logramos descubrir nuestra área desconocida, nuestro horizonte interior, las prácticas religiosas no dejan de ser ritos casi mágicos con los que nos sugestionamos de asegurarnos la salvación o algo parecido, que no llegamos a saber bien en qué consiste, por mucho que nos lo expliquen en misa y en las catequesis de niños y adultos.
“Fíat lux”.
Hágase la luz, supone someterse a un giro absolutamente copernicano en nuestra vida… Y la luz se hace cuando descubrimos a Dios en nosotros. Es el más importante descubrimiento que un ser humano puede experimentar en su vida.

Conclusión

Lo que pueda suceder hoy y a partir de hoy en relación con la gran activación del portal de luz, si no está relacionado con esta toma de conciencia de nosotros mismos, con ese darnos cuenta de que Dios, o Jesús de Nazareth no son / no es un tercero al cual pedir y dar gracias, que no es un simple objeto de culto religioso, sino que es tu misma esencia, y tú su misma esencia, sólo quedará en un desideratum, un anhelo sin fundamento real.
Dios es el fruto de la nada, como afirma Meister Eckhart, del vacío completo de tu elaborado personal, hasta abandonar todo lo que tienes y crees que eres, y quedarte en estado puro con tu templo vacío.
Sólo así es posible que se abra el portal de luz de tu alma.
Sólo así es posible en ti que suceda el "Fiat lux", la gran activación, la toma de consciencia.
Feliz 11 del 11 del 11.
*

miércoles, 9 de noviembre de 2011

121.- Sobre la Gran Activación




Ayer recibí de mi hermana un correo, cuando menos curioso, sobre el anuncio de que mañana, día 11 de noviembre (11 del 11 del 11), se va a producir un evento sin precedentes en la historia de la Tierra. Por primera vez se activarán de manera definitiva los códigos de luz del alma. Los mismos que fueron desactivados hace miles de años.
Como no es cuestión de repetirme, transcribo literalmente lo que a su vez ella recibió en su correo.

11 DEL 11 DEL 11, LA GRAN ACTIVACIÓN

El próximo 11 de noviembre se producirá un evento sin precedentes en la historia de la Tierra. Por primera vez se activarán de manera definitiva los códigos de luz del alma. Los mismos que fueron desactivados hace miles de años.
Se cumple así un requisito imprescindible para la llegada de la nueva Tierra: el ser humano, para ascender, tiene que estar completo.
Recuperaremos de este modo lo que nos pertenece por derecho propio: el recuerdo de quiénes somos y para qué hemos venido, así como las capacidades que nos son inherentes.
Pero una cosa es recuperar y otra saber utilizar.
Para las personas que están despiertas, la recuperación de esos recuerdos y capacidades puede representar una bendición. Muchos llevan años anhelándolo. Sin embargo, los que aún continúan anclados en la vieja energía pueden verse inmersos de repente en un profundo caos interior. Recuerdos a los que no encuentran sentido y percepciones que no comprenden y que, además, les asustan. Será necesario que, tras esa fecha, las personas que trabajan al servicio de la Luz aúnen  sus esfuerzos para  ayudarlos a integrar el proceso.
Cada uno de nosotros debe prepararse previamente para ese momento, tal como nos aconseja el Maestro Kuthumi con estas recomendaciones:

1.     Buscar la paz interior. Un momento de silencio al día para escuchar la voz del corazón.

2.     Recibir conscientemente la luz del sol, con la intención de absorber su poder sanador y elevador de frecuencias.

3.     Mantener el rumbo en la dirección indicada por la voz del corazón. Aquello que somos se manifiesta en estos días más que nunca.
Caen las vendas que nos cegaban, se derrumban barreras que nos limitaban. Por fin, muchos de nosotros nos animamos a emprender aquello que vinimos a realizar aquí, en esta dimensión.

4.     Practicar el desapego de viejos patrones limitantes. Abandonar los pensamientos, costumbres y reacciones que alimentan aún la antigua energía, procurando transformarlos en luz por medio del amor.

5.     Fomentar el Amor en todas nuestras relaciones, las que más amamos y las que nos conectan con el miedo. Estas últimas son las que más nos elevarán si somos capaces de bañarlas de amor y aceptación.

6.     Recibir la energía de la Fuente en meditación. Su influencia en nuestros cuerpos sutiles es inmensa. Posee un gran poder transmutador que nos libera y nos conecta.

7.     Sentirnos Uno. Practicar en nuestras visualizaciones la Unión con todo lo que es y con todo lo que existe.

Cuando llegue el momento recibiremos en nuestro interior una gran luz.
Esa luz trae los códigos de activación que necesitamos para recordar.
Son códigos de una vibración muy alta. Cuanto más elevada sea la propia vibración durante ese día más armónica resultará la entrada de la luz y su anclaje en cada uno de nosotros.
Podemos prepararnos como nos recomienda el Maestro Kuthumi pero, además, ese día debemos dedicarlo especialmente al cuidado de la propia energía, al equilibrio interior, a mantener la vibración bien alta. Actividades como meditar, pasear al sol o estar en contacto con la Naturaleza son las más recomendables. Hay que evitar especialmente todo lo que nos desconecte de nuestra esencia. Deberemos alimentarnos con moderación, procurando no ingerir alimentos de baja vibración, como la carne o los vegetales transgénicos, y realizar algún ejercicio físico que nos ayude a activar el flujo sanguíneo, ya que los códigos de luz serán transportados a través de la sangre, desde el corazón al resto de nuestro organismo.
La activación se estará produciendo durante todo el día, pero no percibiremos completamente sus efectos hasta el día siguiente, después de haber dormido un mínimo de seis horas.
A partir de la mañana del 12 de noviembre muchas personas sentirán el profundo deseo de dar un giro completo a sus vidas, otros emprenderán su camino con fuerzas renovadas y otros sentirán una gran confusión interna. Los efectos variarán en función del grado de evolución de cada uno y de las resistencias que esté oponiendo al proceso de cambio que todos estamos experimentando.
El objetivo de esta activación es acabar con las limitaciones que, desde el interior de nosotros mismos, nos están impidiendo evolucionar o despertar. No se trata de una injerencia en el libre albedrío de los
seres humanos. Se trata de eliminar una limitación que nos fue impuesta hace miles de años, cuando algunos seres confusos decidieron interferir en nuestro proceso evolutivo.
Detenernos a explicar el cómo y el por qué de aquel suceso sería adentrarnos en la vieja energía de separación y lucha, de la que ya nos estamos alejando. Ya no importa cómo, cuándo, dónde, quién o para
qué. Dentro de poco estará resuelto.
El 11 del 11 del 11 se producirá una gran activación, pero no será la última. Grandes acontecimientos nos esperan a la vuelta de la esquina.
Recibámoslos con amor, libres de temores e inquietudes, porque llega el reino de la Luz a la Tierra, y eso se merece una gran fiesta.
Con independencia de la fe que cada uno pueda tener en estos anuncios, que por cierto, últimamente son muy frecuentes; cada vez proliferan más grupos e iniciativas ciudadanas en torno a estos anuncios y al presentimiento que "algo" maravilloso está por llegar  a este mundo; es claro que ante un mundo que, por otra parte está cada vez más trastornado por crisis, conflictos armados, la ambición desbocada de los poderosos del Imperio, incremento de las desigualdades entre ricos y pobres, y demás tribulaciones, el alma humana clama a "un ser superior", que haga algo para arreglar este planetario desaguisado.
Parece todo esto girar en torno al cabalístico año 2012, donde la Humanidad parece debatirse entre el caos total y el advenimiento de un nuevo mundo, una nueva era de paz y amor.
El mes de junio pasado leí un libro de Bernard Baudouin titulado "2012, ¿caos o un nuevo mundo?". (De Vecchi Ediciones. Barcelona 2011)
Es un libro pequeño, (180 páginas) donde el autor repasa las diferentes actitudes ante el milenarismo, repasa las diferentes profecías sobre 2012 haciendo referencia a las profecías Vedas, las inscripciones cuneiformes sumerias, versículos de la Biblia, el Apocalipsis de San Juan, los calendarios azteca y maya, los círculos en determinados cultivos de maíz, los indios hopi, y demás. La conclusión de esta primera parte es que nada indica el fin del mundo, sino el final de un ciclo, expresado de diferentes formas, pero todas ellas coinciden en algo parecido a un final de etapa en la Humanidad.
La segunda parte la dedica a las evidencias de que fenómenos naturales de extraordinaria importancia pueden suceder (si no lo están haciendo ya) en el Planeta, premonitorios de grandes catástrofes. Cambio climático, crisis energéticas, vulcanismo exacerbado, amenaza de bombardeos de meteoritos, grandes terremotos, actividad solar desaforada, el problema de los neutrinos y otras amenazas naturales que podrían dejar el Planeta laminado y a la Humanidad bastante tocada y por supuesto causa de un total final de ciclo con un inevitable retorno a otras épocas, y etc., etc. Nadie puede poner la mano en el fuego de que alguna de estas amenazas no puedan suceder, pero nadie tampoco puede garantizar que vaya a producirse  algún cataclismo de proporciones bíblicas en próximo año.
Luego está lo de la alineación galáctica y el paso al otro hemisferio de la Galaxia, y los efectos deletéreos de ese paso. Creo que es tan ridículo todo esto, que no merece el más mínimo comentario.
Y por último, el autor entra a lo que realmente es más probable, el resultado de las convulsiones que está sufriendo la Humanidad en sí misma, y que en realidad es lo que nos asusta y lo que nos tiene confundidos.

En mi entrada 106.- Revelaciones, expongo dos aspectos de todo este barullo y trajín de vida que nos tenemos, por una parte, comento el libro de las Nueve revelaciones de James Redfield, y por otro el libro de las Revelaciones, más conocido como Apocalipsis.
En realidad nadie puede negar que todo lo que está sucediendo, que parece representar una descomunal batalla entre dos inconmensurables fuerzas antagónicas, el mal, personificada en los agentes de poder del mundo, los que están especulando con nuestra riqueza y con nuestras vidas, provocando convulsiones bursátiles, sociales y políticas de extrema gravedad, y esa cada vez más intensa añoranza y expectación de la gente de buena voluntad y sincero corazón, de "Todos los Santos de Dios", porque "algo suceda" para poner fin a este calvario en el que se ha convertido la vida del ser humano sobre la Tierra.
Realmente la buena voluntad de todos los que desearíamos ese cambio radical, sólo puede venir de una transformación interior. No creo que la cosa vaya de una desmesurada radiación de efluvios cósmico que de repente nos haga a todos buenos y santos.

Los procedentes de "la Gran Tribulación"...
"Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero." (Apocalipsis 7, 14)
... 140.000, número cabalístico que representa la multitud de aquellos que hayan (hayamos) vivido siendo conscientes de que formamos una unidad, y de que de un modo implícito o explícito la divina realidad nos envuelve y nos convierte a todos en hermanos, o lo que es lo mismo, los que hayamos lavado nuestras vestiduras con la sangre del Cordero. Y no estoy hablando de una exclusiva católica, sino de Algo que es patrimonio de toda la Humanidad.

Lamento que las religiones y sus líderes (sobre todos los de las grandes religiones monoteístas), sigan enrocados en sus posiciones exclusivas e inmovilistas frente a esta realidad que es irremediablemente planetaria. Ellos se lo pierden, porque están dando muestras de una irresponsable miopía espiritual.

La cosa es General, afecta a toda la Humanidad, y está estrechamente ligada al nivel colectivo de Consciencia, a experimentar la Presencia de la divinidad en nuestras vidas.

Sólo podemos tomar una actitud ante esta encrucijada histórica. Soltar los mandos de nuestra propia vida, quedar en paz, en silencio interior y rogar a la divinidad, nos conceda el don de la Consciencia.

Esto es más o menos lo que de alguna forma tratan de desear todas aquellas iniciativas que proclaman  la Gran Activación.

Si buscáis en Google "la Gran Activación", hay enlaces para aburrir. Y todas relacionadas con el 11-11-11. Pero nada se nos dará si no vaciamos nuestra vida de nosotros mismos. El que tenga oídos, que oiga.

No hay otra opción, no van a salir conejos de ninguna chistera cósmica.
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