Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

jueves, 27 de junio de 2013

168.- Experiencia de silencio, vacío y soledad







A dónde te escondiste
Amado y me dejaste con gemido
Como el ciervo huiste
Dejándome herido
Salí tras ti clamando y eras ido.
(S. J. De la Cruz, Cántico espiritual)
La experiencia de la Tercera vía, que comentaba en la entrada anterior, lejos de ser una huida, una alternativa fácil, resulta ser la más dura y arriesgada de todas, porque supone introducirnos en las oscuridades de la fe, entendiendo como fe no el conjunto de dogmas y creencias que se plasman en los catecismos, sino la pura y dura “confianza” en que Algo o Alguien nos va a guiar en medio de la noche por cañadas oscuras.
Lo que sigue no está sacado de ningún libro de teología; es en esencia experiencia personal. Al que le pueda servir, pues bendito sea Dios. Al que no, pues ahí queda. Llevo varias décadas así.
La Tercera vía ante la crisis de la existencia supone proceder como los buceadores, dar un golpe de cintura, ponernos en posición vertical cabeza abajo y adentrarnos en el océano hacia sus profundidades, a pulmón libre, en la confianza de que Algo o Alguien nos dará oxígeno y nos guiará en las negras simas de un mar desconocido. Sirve cualquier metáfora que represente riesgo, silencio, vacío y soledad.
Este escenario brutal no es otro que nuestra propia Vida Interior, posiblemente la región del Universo más desconocida para nosotros. Podemos saber y sabemos más de las estrellas variables cefeidas de Andrómeda, que de nuestro más profundo interior, justamente donde Dios habita.
De este escenario ya hice referencia en la entrada 123.- Por cañadas oscuras. Es una experiencia sobre la que los sesudos tratados de Teología, a penas son de utilidad, porque así uno lea sobre el asunto todo lo que caiga en sus manos, de poco le sirve cuando te ves en medio de la nada.
A los curas estos temas les da mucho susto. Realmente, de poco le sirven sus doce años de seminario, si ellos mismos no han vivido esta experiencia. Esto no va de conocimiento, sino de vivencia. Te suelen despachar cuando les hablas de estas cosas con una de sus consabidas retóricas doctrinales técnicamente impecables, precisas, concisas pero perfectamente inútiles para la situación, de modo que sales del confesionario con la sensación de haberle hablado a una pared, o peor, de haber entablado un diálogo de sordos. Al final terminas dejando estas visitas, dado que los curas no te pueden dar ni orientación ni respuestas, salvo honrosas excepciones, que siempre las hay.
Porque la auténtica cuestión es que te sientes totalmente perdido, desorientado, sin Norte ni Sur, suspendido entre el Cielo y la tierra, en encrucijadas laberínticas donde clamas al Cielo y no te escucha. Necesitas una fe que no tienes para continuar. No sabes si haces bien o mal, si estás en Sus manos o te ha abandonado. No sabes si vives lo que describen San Juan de la Cruz o Santa Teresa (de lo que te consideras absolutamente indigno), o simplemente estás como un cencerro, y lo que precisas es de un psiquiatra.
Los de Cursillos te dicen que tienes que estar “de colores”, y al oír esto, te dan ganas de mandarles a freír espárragos.
Dios te deja herido y gimiendo; sales tras Él clamando, y simplemente se ha ido.
Tus planes de vida ya no existen. Vives solamente el ahora, porque el mañana ya no te pertenece. Tus experiencias personales las vives como fracasos, crees que tus talentos se están desperdiciando. Ves tanta necesidad de amor, que te sientes atrapado en una vida rutinaria, encadenado a la necesidad de ganar un sueldo para pagar la hipoteca del piso y comprar comida, y libros para tus hijos. Nunca haces lo suficiente. Nunca amas lo suficiente. Ni te consideras digno de que Él entre en tu casa. Nunca respondes adecuadamente a lo que crees que debería ser la llamada. Te ves inútil, desperdiciando absurdamente tu vida en cosas nimias. Nada más lejos de ti la llamada a realizar grandes cosas, dignas del mayor de los elogios por los demás.
Poco a poco sientes cómo lo que ven los demás de ti es lo poco que de ti queda en este mundo, porque tu yo empieza a no estar aquí; ni siquiera estás muy seguro de que esté en alguna parte.
Ni siquiera estás seguro de que tú mismo existas realmente. Experimentas la insufrible levedad del ser, de una consciencia que ha estado anclada en el aquí y ahora, en los pequeños asuntos de la vida diaria, y de cómo todo eso estalla en mil pedazos, quedando reducido a cenizas.
En pocas palabras, empiezas a experimentar el abismal vacío de la nada.
En ese reino de la nada, impera el silencio absoluto y sobre todo la soledad, una soledad tanto más aterradora cuanto que se ve rodeada del bullicio de este mundo. Sólo deseas retirarte al monte a orar, pero no puedes; has de levantarte todos los días para ganarte el pan de tus hijos con el sudor de tu trabajo.
Nadie entiende qué te pasa. Nadie comprende ni puede comprender tu situación. Tratas de explicarte y poco más y te miran como un bicho raro, incluso con el desprecio hacia aquel que se considera superior, cuando realmente te sientes aplastado, triturado, hecho trizas.
No encajas en ninguna comunidad, en ningún grupo. Y si acudes a alguno de ellos, lo haces sin la esperanza de poder compartir lo más íntimo de ti, sino lo que toca en el rutinario ritual de las reuniones donde siempre se dice lo mismo, para terminar por no decir nada, salvo lo que ya sabemos todos que está escrito en el guión de la peli, con la venia del Sr. Obispo.
Y luego está la parte más deprimente. Lo sentimental, lo afectivo. Te enseñan cuando eres un doctrino, que hay que tener devoción a Cristo, a la Virgen y a los santos, que hay que emocionarse ante el Santísimo, ante María también santísima y ante los actos de devoción. Si no padeces profunda tristeza en los días de Semana Santa o te alegras hasta el paroxismo en la vigilia de Resurrección, no eres un buen católico, “por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu Gloria”, que proclamamos sí o sí en el prefacio pascual.
¡Que bonito!
Pues resulta que no, que hace mucho tiempo que yo no desbordo de alegría, y el mundo ya ni te cuento, yendo como va a su puta bola. El corazón como un erial, sediento de agua, espera pacientemente que Dios tenga a bien que se descuelgue alguna que otra gota. Y me pregunto ¿esteré por el buen camino? ¿será normal todo esto que me pasa, o esto es evidencia de que he perdido el Norte, que estoy completamente apartado de la senda que conduce a Dios?
Y nadie es capaz de contestarte, porque nadie entiende este estado del alma.
Criticas, como yo hago en este blog a la Iglesia, tienen en esto su justificación, por estar ciega, no por comportarse como sepulcros blanqueados, ni como raza de víboras pero sí como guías ciegos, perfectos funcionarios de lo religioso, sin sensibilidad hacia todo aquello que se salga del guión marcado por la doctrina aprendida en los seminarios, que se tragan un buey y no dejan pasar un mosquito. La vida interior es algo que de facto se sale de sus rígidos esquemas doctrinales. O al menos se comportan como si así fuera, cosa que lógicamente negarán enfurecidamente si se les preguntase.
Los preceptos te resultan un estorbo inútil, las creencias pura mitología que en nada ayuda a la expansión de la consciencia, a profundizar en la fe y en la confianza en la Divina Realidad, y la ley una retahíla de preceptos que terminan por ahogar la libertad espiritual para sencillamente amar.
Y te preguntas una y otra vez si no te valdría más aceptar ponerte las orejeras de burro y aceptar sin rechistar los mandamientos eclesiásticos.
Pero resulta que no sé, ni puedo y además no quiero. Algo me impide dar marcha atrás y volver a ser el piadoso buen católico de otros tiempos; si es que en algún momento lo fui.
Así que no me queda otra que iniciar mi propio camino al encuentro de mi Creador, del Amado. Y le busco primero en lo que veo, en la Naturaleza, en los ríos, valles, montañas, firmamento, la sonrisa de un niño, las arrugas de una vida marchita por el paso del tiempo.

¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prados de verduras
de flores esmaltados!
Decid si por vosotros ha pasado   
Y las criaturas me responden.

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y yéndolos mirando
con sola su figura
vestidos les dejó de su hermosura 
Esta es la experiencia de encuentro con el Amado. La Naturaleza me habla de Él, pero sólo es evocación.
En todos estos sitios, en todos estos lugares, mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, es decir, Dios está ahí, pero pasa, y lo hace rápido, con presura. Las criaturas, lo exterior son solo indicios, señales vestidas todas ellas de la hermosura del Señor, pero mi Dios no está allí; son maravillosas centellas que siempre pasan, pero no permanecen. Por eso Jesús nos dice a los vendedores de palomas, a nosotros en el episodio narrado por Juan de la expulsión de los mercaderes del Templo:

16 y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Jn 2, 16

Porque al final, desde lo más profundo de nuestro ser clamamos diciendo: A dónde te escondiste Amado y me dejaste con gemido, herido. Salí tras ti clamando y eras ido.
Esta es mi experiencia de Dios que quiero compartir, por si a alguien le sirviera. Nada hay que evoque a nada doctrinal ni dogmático, ni escatológico, ni hermenéutico ni exegético, ni ninguno de esos doctos palabros que usan los doctores de la Iglesia para explicar lo que sólo son elucubraciones eclesiásticas. Cuando das el paso definitivo a entrar en el profundo Océano de Dios todo sobra, como te sobra toda la ropa cuando se lanzas al agua.
Te resulta mucho más cercano el Dios descrito por Baruch Spinoza que el dios descrito por la Congregación de la doctrina de la fe.
Y me pregunto si con esta experiencia única y personal sigo siendo católico, y si así me manifestara, si acaso sería reo de excomunión. Cuando lees que a los grandes místicos les procesaron por herejes y casi les queman en la hoguera por proclamar este tipo de gilipolleces, como es el ejemplo de Giordano Bruno, le das gracias a Dios de no vivir en la época de la Inquisición, aunque el resultado es el mismo, quedas apartado de la ortodoxia, salvo que ocultes tus vivencias  a la gente que vive permanentemente de colores o lo que es lo mismo, más feliz que una perdiz.
Yo he tenido una experiencia realmente triste con los curas, respecto del libro que escribí hace cuatro años, “Sendas de vida interior”. Les pasé, creo recordar que a seis sacerdotes, un ejemplar para que me criticaran lo que en él he escrito. No me han respondido ni a favor ni en contra del libro ninguno de los seis, simplemente lo han ignorado. Probablemente lo habrán tirado a la basura, todos. Entiendo que lo que ahí expongo no guarda ninguna relación con la doctrina de la Iglesia, es ajeno al catolicismo. Han reaccionado con la actitud más despreciable, la de no hacer aprecio, la de ignorar la obra y a su autor. Y todos son o eran amigos míos (o eso al menos creía yo). Por eso, finalmente lo he incrustado en las páginas de este blog, por si a alguien le pudiera interesar lo que en él expongo sobre cómo es, desde mi personal experiencia la vida interior.
Lo de mi personal experiencia es muy importante. Lo que os acabo de exponer es tal y como yo estoy viviendo mi relación con Dios. Lo que no es extrapolable necesariamente a otras experiencias que cada cual pueda tener. La mejor de las aproximaciones generales la hacen San Juan de la Cruz y Santa Teresa en sus obras. Pero finalmente cada experiencia de Dios es única e irrepetible.
Sin embargo, y con toda la carga emocional de aridez, de sequedad, de oscuridad, silencio, vacío y soledad que os he manifestado, al final, como resultado (al menos hasta ahora) de todo esto, siempre me queda esa “extraña paz” que  me dice al oído que Dios me está amando intensamente, que me sonríe, que me apoya, y que aprueba todo lo que me sucede, y todas las dudas y desasosiegos, que mira con buenos ojos cómo poco a poco mi alma se va despojando de todo lo superfluo, de cómo, como vendedor de palomas, estoy retirando mis cestos de palomas (mis apegos), para dejar poco a poco mi Templo limpio y vacío.
Poco a poco, me hace ver que Él en mí es el fruto de mi Nada, como proclama Meister Eckhart.
Cuando llegas a comprender con lágrimas en los ojos, que toda esta adversidad espiritual no es sino la acción directa de Dios para despojarte de ti mismo, para dejarte vacío de todo, absolutamente desnudo, porque sólo así Él puede reinar en ti, llegar a ser tú mismo en Él, entonces comprendes esta lira de San Juan de la Cruz en el maravilloso cántico espiritual:

En la interior bodega
De mi Amado bebí y cuando salía
de toda aquesta vega,
ya cosa no sabía
Y el ganado perdí que antes seguía

Es entonces cuando alcanzas a comprender por qué no puedes (ni quieres) dejar esta senda emprendida, a pesar de ser ignorado y criticado, aislado e ignorado incluso por los de tu propia casa
Entonces comprendes que “todos somos uno en Él”.
Entonces comprendes por qué la oruga del gusano de seda debe transformarse en crisálida y padecer la necesaria metamorfosis para finalmente convertirte en la graciosa mariposilla, que Teresa de Jesús describe en el libro de las Moradas.


 
Ciertamente la experiencia, doy fe de que es brutal, pero siempre te queda “esa extraña paz” que sólo puedes recibir de esa presencia constante en Él. Y es la que te sosiega y te hace confiar que caminas en la senda de tu vida interior, por cañadas oscuras, pero agarrado a una mano que te guía; que caminas por la senda que Él ha preparado para ti personalmente.
Así que “ya cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía”.
Esto es, ya no quieres estar aquí en medio del trajín del mundo, porque deseas perder de vista “el ganado”, tus afanes que antes te preocupaban y que te tenían entretenido y enredado todo tu tiempo. Pero justamente por eso, asumes el papel que te quede por interpretar aquí, con tu familia, con tu esposa, hijos, amigos, compañeros y gente a la que has de servir amar y dar tu vida entera, como una encomienda humilde y silenciosa, porque siempre, siempre, sucede lo que ha de ser.
Por eso “no os preocupéis por lo que habéis de hacer, confiad como los lirios del campo, como los pajarillos, como todas esas criaturas a las que mi Padre deja vestidas de su hermosura”. (Mateo 6)


167.- Entre el Cielo y la Tierra

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El término “entre el cielo y la tierra” es una expresión que ha dado pie a varias obras de la literatura, de la pintura, y hasta del cine.

Entre el Cielo y la Tierra  es el título de un libro de  Antonio Ruiz Alabarce


Es el título de un cuadro pintado por Diego Campos


Y es el título de la última película de la trilogía de Oliver Stone, Basada en los libros autobiográficos “When Heaven and Earth Changed Places” (1989) y “Child of War, Woman of Peace” (1993) de Le Ly Hayslip.




Creo que es la mejor expresión de la eterna añoranza que padece el ser humano, de no saber dónde está, de dónde procede, por qué está aquí y a dónde irá la consciencia, que es lo único que nos identifica como personas, como seres humanos, tras el tránsito de la muerte.

Los seres humanos vivimos en este eterno dilema, debate, desgarro no sé hasta qué punto esquizoide, que nos hace anclarnos a lo que vemos, como un bote salvavidas, y sin embargo, con el irrefrenable impulso de lanzarnos al mar y abandonarnos al destino, sea el que sea.

La paradoja de Fermi

¿Dónde están todos? Preguntaba Fermi en un debate abierto sobre la vida extraterrestre. Si el Universo es tan descomunal, casi infinito, y el sentido común nos induce a pensar que tiene que haber más civilizaciones entre los trillones de estrellas y planetas que pueblan el Universo, ¿Dónde están que jamás hemos tenido noticia de ellos? Es el dilema entre la vida como monstruosidad excepcional, o como imperativo cósmico.

A pesar de los avistamientos de OVNIS, a pesar de los indicios de que hemos sido y estamos siendo visitados por seres alienígenas, no existe evidencia indiscutible de su presencia ni en el pasado ni en el presente.

¿Dónde está Dios? A pesar de todos los indicios razonables de su existencia, el ser humano sigue albergando la duda de que sea verdad.

Y así, la Humanidad se ha montado unos arquetipos referenciales para salir de este atolladero, denominados religiones, que más o menos han servido para conducir con relativa docilidad al común de las gentes en el espinoso y doloroso tránsito “entre la Tierra real y el Cielo presunto”.

Zarathustra, el personaje de la obra de Nietzsche, desmonta todo esto, anunciando tras años de meditación en el desierto, que Dios ha muerto, requisito necesario para el advenimiento de la Übermensch. Todos los dioses han muerto, ahora queremos que viva el superhombre.

La muerte de Dios es la condición sinequanon para que el hombre alcance la madurez necesaria para prescindir de un dios que establezca las pautas y los límites a la naturaleza humana. La moral va íntimamente ligada a todo lo que es irracional, a las creencias infundadas, a todo lo dogmático es decir, a Dios surgido del fundamentalismo y de la ortodoxia religiosa, de la fe axiomática, de la pérdida colectiva de juicio crítico en pos del interés de los poderosos y el fanatismo del común de las gentes.

Para Nietzsche la moral ha de ser sustituida por la verdad, es decir, el hombre al servicio de sí mismo, su naturaleza: entregado a la consumación de su propia existencia.

Y como decía Jesús, “la verdad os hará libres” (Jn 8,32),  y “la mentira, creyentes”, dice Pepe Rodríguez en el prólogo de su libro “Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica”.


Y como afirma Consuelo Martín, “la Verdad, une, pero la mentira separa”.


Ved este enlace:


Son escenas de la profanación por los mismos que derrocaron a Gadafi en la primavera árabe, de un cementerio británico de caídos en la Segunda Guerra Mundial, en Libia. Si el seguimiento ciego de la religión conduce a esto, … pues prefiero no hacer comentarios.

Así las cosas, parece como si todo nos condujera al anclaje en la Tierra, a esto es lo que hay, Dios ha muerto, la religión es un camelo que ha devastado este mundo en aras de promesas absurdas, basadas en creencias también absurdas creíbles sólo para los rebaños de ovejas conducidos por pastores de ovejas.

Y Nietzsche en su Zarathustra afirma que la religión es una enfermedad que tiene cura en el despertar del superhombre.

De la banalidad del mal a la radicalidad del bien

Ayer (25 de junio) fui a ver una película que me pareció soberbia. La vida de Hannah Arendt, la filósofa judío-alemana, que presenció el juicio de Adolf Eichmann, y que plasmó en el libro Eichmann en Jerusalen.

La frase que despertó todo tipo de polémicas fue esta:

Eichmann no era el «monstruo», el «pozo de maldad» que era considerado por la mayor parte de la prensa. Los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero estos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio.

Sobre este análisis Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo por el cumplimiento de las órdenes. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son considerados a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores.

Es decir, no significa que Eichmann fuera inocente, simplemente era un imbécil, un ser programado para cumplir la ley ciegamente, con independencia de las consecuencias de sus actos.

Es importantísimo estar siempre atento a la “banalidad del mal”, para evitar que este ocurra, porque el mal se produce al dejar que los acontecimientos se produzcan inconscientemente.

Por eso, la creencia ciega y sin rechistar de cualquier tipo de ley, puede conducir al fanatismo, al fundamentalismo, a la ortodoxia más estricta, y finalmente a dejar que sucedan todo tipo de catástrofes humanas, como la Historia a sido permanentemente testigo.

Por eso, el nunca bien comprendido Jesús de Nazareth insistía en que el no venía a derogar la Ley, sino a superarla, porque la ley sirve para aquellos que no entienden su fundamento, y al no entenderlo, sólo se limitan a cumplirla, atomizada en cientos y cientos de preceptos, que sólo se pueden aceptar si uno se niega a aceptar el por qué de cada uno de ellos. Porque cada uno de ellos, por separado, puede conducir a un total desastre.

Un solo mandamiento os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado.

Eso no es ninguna ley, simplemente es la Verdad, el bien, vivido con radicalidad, la mejor defensa contra la banalidad del mal, el mejor antídoto para que terminemos siendo simples Eichmann de la vida, que tratando de cumplir la ley, lo único que hacemos es contribuir a que el rebaño se despeñe por los abismos de lo irracional, y lo que es peor, del absurdo, del nihilismo existencial.

La gran contradicción

Esta situación de suspenso en terreno de nadie, entre una Tierra hostil, desgarradora y un presunto cielo dibujado mediante unos estereotipos definidos por las diferentes tribus en las que cada cual haya nacido y haya sido educado, con doctrinas mutuamente excluyentes, que bajo el parapeto de la bondad, el amor y la alabanza al Altísimo, están diseñadas para pastorear a un rebaño no capacitado para pensar, donde el cumplimiento ciego de la ley, no tanto basada en la recompensa por las buenas obras , sino en el miedo al castigo.

Y esto no afecta sólo a gente común, de las que no piensan, sino a personas con muy alta formación académica. Recuerdo un buen compañero de trabajo, ingeniero naval, del Opus Dei, que ante la pregunta de por qué era tan fundamentalista de la fe (lo era en magnitud superlativa como buen miembro del Opus), decía que él se ponía las orejeras de burro, y no se cuestionaba nada, simplemente cumplía, porque así le garantizaban la salvación. Y no quería saber más.

Eso no es tener fe, sino pánico y terror a la simple idea de atreverse a pensar.

Como todas las religiones han surgido en la era precientífica, cuando el hombre afirmaba que la tierra era plana y el cielo una bóveda fija de unos veinte kilómetros de altura, toda la evolución del pensamiento ha sido un choque mortal a las bases falsas en las que se soportan las creencias.

La conclusión de todo esto es una soberana empanada mental, sólo apta a gente que se atreva a poner en cuestión todo lo aprendido, a saber ver más allá de la ley.

Al escribir y pensar estas cosas, siento un desgarro interior tremendo, porque habiendo sido educado en la fe de mis padres, que algo dentro de mí me induzca a concluir la banalidad de ideas y dogmas considerados fundamentales me deja “entre el Cielo y la Tierra”. Me conduce a la tremenda oscuridad de la nube del desconocer, a la noche oscura del espíritu, donde parafraseando a Fermi, me encuentro ante la paradoja de ¿dónde está Él? Porque desde luego no está en la letra de los dogmas y de las doctrinas, ni de unos preceptos que llevados al extremo del cumplimiento estricto de la Ley puede llegar a convertirnos en auténticos criminales, porque ese cumplimiento estricto nos puede alejar tanto de la realidad, que tal irreflexión pueden hacer que causemos más daños que todos los instintos inherentes a la naturaleza humana. En palabras de Arendt, el mal no lo cometen seres diabólicos, sino que lo cometemos personas terriblemente normales, normalidad que resulta tanto más terrorífica cuanto implica que las fechorías que llevamos a cabo las realizamos en circunstancias que nos impiden ser conscientes de que estamos cometiendo actos de maldad.

Y lo peor, el sometimiento a leyes religiosas concebidas para realizar buenas obras, termina enredándonos en justamente todo lo contrario.

Esta desgarradora contradicción sólo puede ser resuelta inicialmente de dos formas, o fanatizándonos definitivamente para terminar engrosando las listas de sectas religiosas al más extremado fundamentalismo e integrismo religioso, o abandonar definitivamente la religión, como el fruto de una de las mayores farsas de la Historia.

¿Pero qué pasa si uno se niega a tomar ninguna de las dos alternativas? ¿Existe una tercera vía?

La Tercera vía o la radicalidad del bien

Existe una tercera vía, la radicalidad del bien, la que Jesús de Nazareth nos mostró y nos ofreció seguir, el Amor.

El Amor es la esencia del Ser. Y al Amor sólo se llega por el camino de la mística. La vía directa de unión del alma humana con Dios.

Esta declaración deja muy atrás, casi a años luz, toda la fábrica de la religiosidad. Deja atrás dogmas, deja atrás creencias, deja atrás liturgias, preceptos, leyes, mandamientos, ritos, solemnidades, oropel, estructuras jerárquicas.

A todo esto vino Jesús a este mundo, a manifestarnos que hay que dejar a tras todas estas cosas, propias de hombres viejos, de seres primitivos, incapaces de caminar bajo la oscuridad de la fe, razón por la que necesitan dogmas, ritos, creencias y reglamentos morales.

La mística está concebida para seres humanos capaces de trascender la realidad de este mundo. Personas para las que el consejo de Rouco Varela de que la vida religiosa consiste en frecuentar los sacramentos y hacer buenas obras resulta casi cómico, o mejor, tiernamente infantil, el Evangelio contado a las ovejas.

Pero la mística es tremendamente radical, porque el final del camino es la negación de nuestro ser, único camino para fundirnos íntimamente con la Verdad, con Dios.

En resumen, la paradoja de Fermi aplicada al misterio de la existencia tiene dos caminos naturales, el fanatismo religioso o el ateísmo, pero una única solución, la Mística, perfectamente explicada por nuestros místicos y expuesta desde la universalidad por la filosofía perenne. Bueno, en realidad queda siempre la vía de la indiferencia ante todo esto, pero esto sólo retrasa el problema, no lo soluciona.

Problema. Hay muy pocos místicos capaces de ayudar a otros, ya que la mayoría de los que caminamos por esta dificilísima e incomprendida senda bastante tenemos con caminar a tientas en medio de una noche profundamente oscura, que fácilmente es confundida con una severa depresión, lo que complica aún más el escenario.
Pliego de descargo
Y dicho todo esto, algo muy importante; siempre defenderé a las Iglesias porque a pesar de todo lo expuesto, han cumplido la misión de pastorear a las masas (con un relativo y menguante éxito), a la ingente masa del común de las gentes, incapaces de pensar, sumisas y obedientes ante las indicaciones de sus líderes. La alternativa habría sido probablemente un caos mucho mayor que el que realmente hemos vivido hasta ahora.

lunes, 17 de junio de 2013

166.- El ocaso de los estereotipos



Ref: http://yenydiazruiz.blogspot.com.es/2013/04/estereotipos-y-prejuicio-un-estereotipo.html



Se suele confundir arquetipo con estereotipo. Parecen dos términos sinónimos pero no lo son ni de lejos.

La Real Academia de la Lengua presenta las siguientes definiciones:


ARQUETIPO:

. m. Modelo original y primario en un arte u otra cosa.

2. m. Ecd. Punto de partida de una tradición textual.

3. m. Psicol. Representación que se considera modelo de cualquier manifestación de la realidad.

4. m. Psicol. Imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forma parte del inconsciente colectivo.

5. m. Rel. Tipo soberano y eterno que sirve de ejemplar y modelo al entendimiento y a la voluntad humanos.

ESTEREOTIPO

1. m. Imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable.

2. m. Impr. Plancha utilizada en estereotipia.



Para la definición de arquetipo, las definiciones de la RAE utilizan el término “modelo”. Para el estereotipo utiliza los términos imagen o idea.

Para una persona como yo, que si en algo me he especializado ha sido en la teoría de sistemas, la mención de la palabra “modelo”, plantea un concepto objetivo, pero sobre todo sistémico. Un modelo es la representación formal de un sistema, siendo un sistema simplemente un “conjunto de elementos relacionados entre sí, que contribuyen a un fin concreto”. El modelo extrae del sistema un subconjunto de elemento, establece las relaciones, de modo que el modelo permite reproducir, con todas las limitaciones del necesario reduccionismo, el comportamiento del sistema, por principio inabarcable en su totalidad para la mente humana. Cuando un modelo se constituye por su robustez en una referencia, en una norma, hablamos de paradigma, en un ejemplo que sirve de norma, en algo ejemplar, en un sólido referente.

El estereotipo es una idea que se asienta en el común de las gentes por tradición, por comunicación verbal, por cultura popular, hasta convertirse en un pseudo referente que la gente adopta “porque siempre ha sido así”.

Yo diría, a riesgo de equivocarme, pero así lo planteo, que un estereotipo es un arquetipo deformado, degradado por el paso del tiempo; contaminado con adiciones de elementos ajenos a él, pero aceptados socialmente. Así, por tanto, en el extremo, mientras los arquetipos son razonablemente estables, aunque no inmutables (están también sometidos a las leyes de la Evolución), los estereotipos son una adulteración de estos, que sobreviven tan sólo por una dinámica social inercial, semejante al famoso “banco pintado”, que nadie cuestiona, porque siempre ha sido así, o porque nos han educado así, con conceptos tan distorsionados trasnochados y desfasados como intencionadamente mantenidos por estructuras de poder social esclerosadas y ancladas en un pasado que jamás volverá.

Dicho esto, pongamos algunos ejemplos para entendernos.

Empezando por cosas cotidianas como la moda. Nadie duda que una persona debe ir vestida, y que la cosa va de ponerse una prenda de cintura para abajo (falda o pantalón), y de cintura para arriba (camisa, chaqueta, blusa, camiseta), etc. Este sería el arquetipo, que por cierto ha evolucionado con el paso de los siglos. Sin embargo la moda de cada año conforma estereotipos que es seguido por un determinado porcentaje de gente, que bailan al son que dictan los modistos o las tiendas de moda. Sin embargo, la vestimenta convencional es un arquetipo que evoluciona muy lentamente, aunque también. Por ejemplo sea cual sea la moda, incluso en lo convencional es fácil identificar una persona vestida a los años cincuenta o a los setenta o actual.

Pasando a modelos más sustanciales, tenemos la familia. Está la familia tradicional, papá, mamá y los hijos. Este modelo parece universal y en principio no debería tener grandes variaciones, salvo por el número de hijos, que según las épocas y situación económica, ha variado desde familias con cuatro y más hijos, a familias con uno o dos a lo sumo. Sin embargo este arquetipo ha dado diversos estereotipos. Está o estaba, mejor dicho, la familia extensa, la que bajo el mismo techo casi amparaba tres generaciones, abuelos, padres y nietos. Está la familia nuclear que alberga sólo padres e hijos. Está la familia intermedia entre ambos extremos, la de padres, hijos y la abuela o el abuelo. Y así podemos referirnos a cualquier combinación posible.

Con la llegada del divorcio, o de las relaciones prematrimoniales, surge la familia monoparental. Y con la llegada del matrimonio homosexual la familia con sólo padres o sólo madres. Y las parejas de hecho, y las parejas sin hijos. Las de hijos en casa hasta que hacen la mili. Y en la que permanecen en casa hasta los 35 años de media, porque no tienen medios económicos para independizarse. Y en la que los abuelos mantienen con su pensión a padres e hijos. Y etc., etc.

Todos estos son estereotipos del arquetipo familiar.

Se puede hacer extensible este planteamiento a cualquier ámbito de la vida humana. Nos comportamos según los patrones socialmente aceptados por nuestra tribu. Nos educan a ello, y los que sacamos los pies del plato somos vistos con malos ojos.

¿Cómo debemos ser los hombres y cómo ser las mujeres? También nos tienen fijados los correspondientes estereotipos, como los que se representan en los simpáticos dibujos al principio. Los niños no lloran, las mujeres si se besan es signo de afecto, pero si se besan los hombres hay indicios razonables de que sean gays, u homosexuales. Y así un largo etc.

En las costumbres religiosas, en España en los años cincuenta y sesenta no ir a misa los domingos estaba mal visto, de modo que la gente iba a misa “por el qué dirán”. Tras la transición política, la movida y el destape, la cosa da un giro copernicano, de modo que en la actualidad lo que está socialmente mal visto es ir a misa, de modo que la gente no va a misa “por el qué dirán”, no sea que sea tachada como poco de facha, retrógrada o beatucona.

Son estereotipos configurados sobre la base de arquetipos estables, pero que la sociedad se ha dedicado a deformar, tratando de convertir lo que es una moda pasajera en algo estable.

Los estereotipos, por tanto al ser una deformación de los arquetipos, distorsionan y ocultan la verdad que encierran los arquetipos. Algunos estereotipos son inofensivos, modas que van y vienen sin mayores consecuencias, pero otros son tóxicos y ciertamente dañinos porque desvían a la gente del auténtico contenido y significado de los arquetipos. Como ejemplo, y a riesgo de ser políticamente incorrecto, y lo siento por el colectivo gay, albergo serias dudas de que el matrimonio homosexual se pueda convertir en un arquetipo estable. Y digo esto, líbreme Dios, sin ánimo de ir en contra del derecho de que dos personas del mismo sexo puedan vivir y desarrollar su vida y convivencia juntas. No me opongo a este tipo de matrimonios, sobre todo por las repercusiones a nivel de Registro Civil que tiene, pero dudo de su viabilidad social a muy largo plazo. De momento es un estereotipo fruto de una megatendencia social.

Tras esta reflexión, quisiera derivar el tema a lo que pretendo explicar. El cómo, a nivel de vida espiritual y de relación con Dios, se ha mantenido a lo largo de los siglos unos estereotipos por cierto muy estables, en lo referente a la relación del ser humano con Dios, basado en los tradicionales enemigos del alma, el mundo, el demonio y la carne, y de cómo por la degradación de las estructuras eclesiásticas, los auténticos espirituales se vieron obligados a recluirse en conventos y monasterios, para huir de un mundanal ruido (incluido el generado por la propia Iglesia), y poder encontrar a paz de Dios.

La cosa está girando hacia un escenario ya vaticinado cinco siglos atrás por Teresa de Jesús al proclamar en la séptima morada de su genial obra “El Castillo interior”, que Marta y María han de convivir juntas.

“Porque nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor”.[1]

Es por eso, que en la actualidad de un Siglo XXI básicamente urbano, los ermitaños, ascetas y contemplativos están en medio de nosotros. No forman ninguna organización, son gente anónima, ignorados por las estructuras eclesiásticas, pero que hacen brillar su luz en medio de nosotros. No hablan porque saben, pero dan continuo testimonio. Su número crece cada día, no temen la pobreza, pasan su vida en oración, y rechazan cualquier jerarquía.[2]

Rechazamos cualquier jerarquía.

El estereotipo de la persona espiritual que se ha consolidado en la Iglesia ha sido aquella que es piadosa, reza el rosario todos los días, es de comunión diaria, y en su mayoría vive recluida en un convento de clausura, rezando el diurnal de las horas y elaborando almendras garrapiñadas que vende su comunidad  para sobrevivir.

Según este estereotipo, su aportación al mundo consiste en rezar a Dios y a María Santísima por la salvación de las almas.

El resto de las cosas de este mundo les es ajeno, salvo excepciones que se encuentran en congregaciones misioneras que se desplazan a misiones del Tercer Mundo para atender a los más pobres de entre los pobres, “the poorest of the poors”, como decía Teresa de Calcuta.

En la actualidad la exclusiva de la mística en los conventos, está dejando paso a un nuevo despertar de la relación del ser humano con Dios, en medio de todo el fregado de este mundo.

Como diría Karl Ranner, “el cristiano del Siglo XXI será un místico, o no será nada”.

En el momento que despojemos a la Mística del estereotipo de seres beatíficos en levitación (magnética) mientras entran en éxtasis mirando al Cielo (al típico estilo de los cuadros barrocos), la habremos liberado de un atributo que no le corresponde; el de ser un don de seres con un gen que les predestina a ello.

Si eso ocurre, si la Iglesia accede a que el mero hombre y mujer de la calle pueda experimentar a Dios, con independencia de que no esté en un convento ni rece todas las horas ni comulgue diariamente, ni rece el rosario todos los días, habrá dado un paso de gigante en su responsabilidad para con la Humanidad. Lástima, pero no las tengo todas conmigo, salvo que el nuevo Papa Francisco decida por fin "sacar los pies del plato" (a riesgo de su vida) que constituye la estereotipada Iglesia católica actual.

Por cierto, mujer de la calle no significa “puta” como dice Mafalda quejándose del machismo en el lenguaje. Aunque las prostitutas también tienen derecho, como afirmaba Jesús de Nazareth, a las que les demostró una sincera amistad, advirtiendo que antes entrará una prostituta en el Reino de los Cielos que un orondo cardenal inflado de grasa y de ego.

A dónde quiero ir a parar.

Al hecho de que, como ha ocurrido a lo largo de la Historia, desde que Dios se ha manifestado a los hombres a través de sus hierofanías, y de sus encarnaciones; lo que ha dado lugar a las grandes religiones de la Humanidad, lo establecido en esas manifestaciones han constituido y constituyen auténticos arquetipos, paradigmas, modelos de referencia para la vida y para el encuentro del ser humano con Dios.

¿Qué han elaborado sus seguidores? Estereotipos, cada vez más complicados y grotescos de religiosidad y de espiritualidad, que si bien han servido para pastorear ovejas (el común de la gente sencilla), o para mantener a las bestias bajo control (el común de la gente agresiva bajo amenaza de un  infernal y eterno castigo), en el momento que los primeros dejan de ser ovejas, por el simple hecho de que asumen el desafío de pensar por sí mismos, y los segundos, como que se la “trae floja” el hecho del infierno y demás chanfainas, los estereotipos, que han funcionado como excelentes encantamientos de serpientes, dejan de tener soporte colectivo, y por sí mismos se vienen abajo, porque no hay nada real detrás de ellos. Es más, al venirse abajo, permiten ver (quien quiera verlo), el auténtico arquetipo en el que se basaron, para terminar siendo meras caricaturas de él.

En resumen, para los cristianos, el arquetipo es Cristo, Jesús de Nazareth, y los estereotipos son las diferentes imágenes que nos ha mostrado la Iglesia de sí misma y de Él. Y no todo es malo, quede esto claro; es más, las cosas han sucedido en la historia de la única forma posible para que se lleve a cabo el Plan de Dios para el ser humano. La Iglesia, con todas las toneladas de errores y salvajadas cometidas a lo largo de su historia, ha hecho lo que tenía que hacer. Le queda ahora dar el último gran paso, deshacerse de todos los estereotipos que se ha montado a lo largo de 2000 años. Si no es así, será paulatinamente abandonada por el común de las gentes incluso.

Para los musulmanes, Mahoma y su revelación es el arquetipo, pero el desatino, la desesperación, o una extraña forma de concebir la paz (que significa islam), les ha convertido en un estereotipo de gente extremadamente violenta. Por cierto como eran in illo tempore los cruzados cristianos y la inquisición.

Así que, en conclusión, la dirección hacia la que los seres humanos que queramos ver más allá de nuestras narices, debemos dirigirnos es el tránsito desde la religiosidad, que nos ancla en un conjunto estereotipado de ritos, liturgias y preceptos, que descomponen la Ley divina en cientos de epígrafes de los catecismos, hacia la mística o espiritualidad real. Es lo que dice Emilio Carrillo al hablar del tránsito desde una vida vibrando en tres dimensiones hacia la vida vibrando en cuatro dimensiones; desde el mi hasta el fa.

Un nuevo escenario

En este tránsito, el ser humano tiene que romper la barrera entre el mundo y Dios, porque todo es lo mismo. El mundo, por terrible que nos parezca, no es enemigo de Dios, porque la Humanidad no puede ser enemiga de Dios. La huida a los conventos resulta pues, o puede resultar un acto de cobardía.

Los denominados gente mundana, en realidad son míseros prisioneros (eso sí, muchos de ellos forrados de pasta) y esclavos de la mayor y más descomunal mentira de toda la Historia, hacernos creer que “esto es lo que hay”, que no hay más allá ni de lo que ven nuestros ojos, y que la muerte es el final de todo.

Los místicos han (hemos) de vivir en la ciudad, los ermitaños tienen que vivir en medio de nosotros. Los ermitaños vivimos en medio del mundo. No puede ser de otra manera. Somos gente soltera o casada, viudos o divorciados, laicos y consagrados, que vivimos en Presencia de la Divina Realidad permanentemente.

Necesitamos no obstante momentos, días, temporadas de retiro para serenar el alma de tanto trajín, hasta que aprendamos a serenarnos en medio del caos cotidiano, a vivir en el ojo del huracán (ver la entrada 161).

Necesitamos orar continuamente, vivir la presencia de Dios en todo momento. Pero esto es cuestión de una ascesis inicial que prueba la voluntad, hasta que Dios tome el mando de nuestras vidas y en nosotros se haga simplemente Su voluntad, y el amor en nosotros brille.

Y necesitamos ser conscientes de que la realidad, lo que existe no es sólo lo que ven nuestros ojos desnudos, y lo que nos han enseñado los organismos oficiales (Iglesia incluida). Entre Dios y el Universo se encuentra la realidad absoluta. Así que más allá de lo tangible, hemos de aceptar que existe un mundo sutil, extrasensorial, al que todos indefectiblemente estamos abocados tras el hecho de morir físicamente. Hemos de aceptar igualmente que tras lo tangible, existe un Universo, que apenas acabamos de empezar a explorar; y que con toda probabilidad, no estamos solos en este Universo, y que el Cosmos está habitado por otras civilizaciones extraterrestres que con seguridad nos han visitado y siguen visitándonos, aunque esto suene a sci fi, o a frikis de la pseudociencia, o a chalados del fenómeno OVNI.

Y necesitamos finalmente aplicar la duda como método a todo tipo de información institucional u oficial. La hipótesis nula es que mienten sistemáticamente (la política como arte de saber mentir), salvo que se demuestre lo contrario, lo que sucede muy pocas veces.

En resumen, el desmoronamiento de los estereotipos, nos permite romper las cadenas que nos atenazan al cúmulo descomunal de mentiras que constituyen el confinador en el que se desarrolla nuestra vida, y poder emprender con entera libertad la búsqueda de la verdad, cuya puerta de entrada es la séptima puerta de salida del Confinador, que somos nosotros mismos, nuestro interior, donde Dios, es decir, la Verdad, habita.






[1] Lc 11. 33 La lámpara sobre el candelero
[2] Vittorio Messori. Los eremitas de hoy viven en la ciudad. http://usuarios.lycos.es/contemplatio/con-eremitas.htm

lunes, 10 de junio de 2013

165.- La Verdad

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Hola, queridos lectores.
Tras una larga pausa; tras un largo periodo de reflexión personal, no sé por qué, algo o Algo me incita a volver a escribir, sin esperanza ya de que a este blog acceda mucha gente (la cosa no va de cifras), pero sí con la confianza de que aquellos que por casualidad accedan, o porque andan buscando algo o Algo, sean aquellos a los que personalmente, con nombre y apellido, va dirigido este blog, y en esta ocasión esta entrada que voy a titular “La Verdad”.
La nube del desconocer, o el fruto de la mentira
De autor anónimo inglés, místico del Siglo XIV, “La nube del no saber” y el “Libro de la orientación particular” son dos obras a modo de guía para la Contemplación. Y traigo a colación estos libros, que podéis bajar de Internet en el enlace http://www.disc.ua.es/~gil/nube-del-no-saber.pdf, porque desde el título hasta sus últimas frases, todo gira en relación a la búsqueda de la Verdad.
Entre la Verdad y yo (cualquiera de nosotros) se interpone una nube que lo difumina todo, que lo confunde todo, que lo nubla todo, que oscurece la luz, que nos hace vivir en tinieblas.
Como decíamos en la entrada 163 “Algo maravilloso está sucediendo”, los problemas se resuelven con nuestras capacidades (ver para creer), los misterios sólo se pueden experimentar (creer para ver).
Desde siempre, pero hoy con mucha mayor intensidad, asistimos a una descomunal, por no decir planetaria ceremonia de la confusión. Tanto es así que ya hace dos mil años, Poncio Pilatos, en su calidad de gobernador, pero sobre todo de político, cuando Jesús le dice que Él ha venido a este mundo para ser testigo de la Verdad, Pilatos le responde extrañado… ¿Y qué es la verdad? Porque para un político la verdad no existe, porque resulta ser su peor enemiga.
Para un político, un banquero, un multimillonario, y en general para cualquier persona que ostente el poder en cualesquiera de sus formas, sin excepción, la verdad es un incordio. Esta gente convierte todo en confuso, relativo, la mentira es su mejor aliado, de modo que la convierten en un arte. “La política es el arte de saber mentir”, en palabras de Beatriz Roldán.
Voy a poner ejemplos muy de actualidad.
-El origen de la crisis, quienes son los responsables.
-El por qué de la crisis, que pretenden los que la han provocado.
-La solución a la crisis, cuáles son las medidas adecuadas. En la crisis española, ¿nos miente Rajoy, nos miente Rubalcaba, nos mienten los sindicatos, o todos juntos, cuyas poltronas se asientan en una descomunal mentira para que seamos obedientes ovejas de los agentes de poder?
-¿Por qué no funcionan todavía los motores con energías alternativas? ¿No disponemos aún de la tecnología para difundirla, o hay oscuros intereses que no desean que ello suceda?
-¿Existe la energía libre, esa que mueve el Universo, y que tiene forma de toroide porque tiene forma de campo magnético, y es realmente un campo magnético? Ved lo relacionado con el movimiento “thrive” http://www.thrivemovement.com/. Esta iniciativa ¿se mueve entre un intento de que la gente despierte, que deje de sentirse engañada por las élites que están metiendo en su puño a este Planeta; o es una patraña de Foster Gamble, guapito de cara de familia bien que se está forrando dando conferencias sobre una quimera?
O como Al Gore, del que uno descubre para chasco tras ver la película-documental “Una verdad incómoda", que basa su imperio económico en la industria del Zinc, altamente contaminante.
-Por qué no hemos vuelto a la Luna, por falta de interés, de presupuesto de la NASA, o por las historias que JJ Benítez narra en el Mirlo rojo. www.youtube.com/watch?v=IgPj770-AtQ. ¿Qué interés tiene Benítez de intoxicar a la Sociedad con historias falsas, salvo porque al parecer venden?
-¿Nos han visitado los extraterrestres? O es un secreto a voces, o se sigue negando la evidencia, o simplemente es un bulo basado en cuatro mil avistamientos de OVNIS. No voy a entrar en este tema; sólo lo pongo como ejemplo de un tema que lleva sesenta años que si sí, que si no.
Como podéis ver, vivimos envueltos en una espesa nube del desconocer, del no saber, donde todos los esfuerzos de los agentes más influyentes de la Sociedad están dirigidos a incrementar la espesura de esa nube.
Cuando Gandhi afirmaba que en realidad Dios no es la Verdad, sino que la Verdad es Dios, no sólo hizo una permutación de términos aparentemente baladí, sino que nos puso en la vía para empezar a comprender, primero la existencia real de la nube del no saber, y para hacernos caer en la cuenta de que todo aquel que busca insistentemente la verdad, en realidad, está buscando a Dios, porque la Verdad es simplemente Dios.
Buscar la Verdad en los pequeños detalles de cada día, o en las grandes preguntas de la Humanidad, incluidas las aquellas cuyas respuestas nos son impuestas por los dogmas de fe de las diferentes religiones, es una tarea vital, donde la duda metódica (la duda como método) es esencial para no dar nada por supuesto, ni dejarse engañar por embaucadores, tanto de un lado como de otro.
Al final, y apoyándonos en la teoría del Confinador (Ver entrada 27 de este blog) http://sendasdevidainterior.blogspot.com.es/2010/10/27-teoria-del-confinador.html. nos encontramos en un escenario, el Confinador, diseñado sobre una arquitectura falsa, una matrix donde nada es lo que parece, y donde nuestro instintivo natural es el de intentar salir del Confinador, porque algo o Algo nos dice que aquí no está la Verdad, o sólo hay una parte infinitesimal de la Verdad.
Es como si sólo usando nuestra mente, intentáramos abarcarlo Todo. Es como si apoyándonos en sólo lo que ven nuestra mirada desnuda, entre 10-3 y 103 metros, entre el milímetro y el kilómetro, no nos fiáramos de lo que hay ni por debajo ni por encima. O como si fiándonos del espectro visible de luz, ignoráramos lo que hay más allá del infrarrojo y del ultravioleta.
Al final, tras ensayar las seis puertas convencionales de salida, y ver que en ninguna de ellas está la Verdad, sino sólo una mera y ridícula aproximación.
La única alternativa que queda es atravesar la séptima puerta, la que conduce hacia nuestro interior, donde la Verdad habita.
Así que aplicando un sencillo silogismo:
En nuestro interior reside la Verdad.
La Verdad es Dios.
Luego en nuestro interior reside Dios.
Esto es lo que nos quiso decir Jesús en Mateo 6.
¿Habéis leído Mateo 6?
Pocos pasajes del Evangelio son tan esclarecedores de la lógica de Dios como este capítulo de Mateo. En mi experiencia personal, Jesús en este capítulo sienta las bases de lo que para mí supone mi experiencia de fe más íntima, la mística, el acceso profundo a la Vida Interior.
La mística trata de lo que está “allí, (aquí), en lo escondido”, donde Dios habita, que no es otra cosa que mi propio ser, nuestro propio ser, mi Yo Real, nuestro Yo Real, nuestra alma, nuestra conciencia.
Está bien, es justo y necesario alabar a Dios en comunidad, mediante celebraciones litúrgicas, y oración colectiva; pero eso, que es la manifestación del sentir de la Comunidad conforma breves instantes de nuestra vida. El resto del tiempo, vivimos con nosotros mismos.
Hay gente que no soporta la soledad, que no soporta el silencio, y tiene que buscar la compañía de otros para huir de ese abismo insoldable que supone “lo secreto”, “lo escondido”, en una palabra, encontrarse consigo mismo.
Jesús de un modo explícito nos anima al anonimato, a que no se entere la mano izquierda de lo que hace la derecha; a no hacer las cosas con ánimo de recibir reconocimiento, que no vayamos trompeteando cuando demos limosna.
Al orar, nos invita a que seamos simples y no elaboremos discursos pomposos y largas retahílas, sino simplemente mirarle, contemplarle con la ternura que un niño mira a su padre bueno, santificar su nombre no con alabanzas estentóreas, sino con nuestra propia vida; poniéndole en todo lo que hagamos, reconociendo su voluntad en todo lo que nos suceda; fiándonos de Él como los lirios del campo, que ni tejen ni hilan, o las aves del campo que saben que Dios las alimenta; viviendo el presente, el afán de cada día; sabiendo perdonar las ofensas, pues así, y sólo así,  seremos perdonados; rogándole, nos ayude a no caer en la tentación de creernos “los reyes del mambo”, y que nos libre del mal.
Si nos damos cuenta, en esta sencilla oración se sustentan las condiciones necesarias para vivir en Presencia de Dios permanente, pues si hacemos realidad en nosotros estas humildes frases, ya no seremos nosotros los que vivamos, sino Él, el que viva en nosotros.
Y de esta forma se llega realmente al final de nuestra búsqueda; bañados, saciados por esa agua que no volverá a darnos más sed. Porque la otra agua del pozo de Jacob lo constituyen absolutamente todas las cosas de nuestra vida, esos tesoros amontonados en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen, nuestras posesiones, nuestros títulos, nuestros conocimientos, nuestras aspiraciones, en suma, todo lo que no es Él, lo que nos alucina diariamente con las luces de neón que conforman nuestro pequeño mundo.
Mateo 6 es una invitación a experimentar lo que Eckhart Tolle expresa como “saber morir antes de morir, para comprobar que la muerte no existe”. Es negarnos a nosotros mismos, vender lo que tenemos, tomar nuestra cruz, aceptar nuestras circunstancias y seguirle.
¿Negarme a mí mismo?
Tú, cuando te miras al espejo ¿qué ves?
¿Eres tú? ¿O acaso no serás lo que tu pensamiento ha elaborado sobre ti? Desde que nacemos, vamos adquiriendo arquetipos de comportamiento, unos espontáneos, derivados de nuestra personalidad genéticamente impresa, pero también inducidos por el proceso educativo, por nuestros padres, el colegio, nuestros pares, nuestras comunidades y en general, el mundo que nos rodea.
¿Realmente el que ves en el espejo eres tú, o lo que tu pensamiento y los que te rodean han elaborado sobre ti?
Os aseguro que yo me hecho esta pregunta muchas veces, y la respuesta para mí no ha sido fácil, porque siendo sincero conmigo mismo, reconozco que durante muchos años, inconscientemente he presentado una imagen de mí, que no se puede decir haya sido falsa, sino distorsionada, para poder ser aceptado por los demás, y sobre todo, una imagen que yo terminé creyéndome, en el sentido de creer que yo era dueño de mí mismo, de mi destino. Pobre de mí.
¿Qué es el pecado original? ¿El sello del maligno o el producto de creerte que tú eres lo que ves en el espejo y así te dejas guiar por esa máscara ficticia, por esa “armadura oxidada por el tiempo”? Llámalo como quieras.
Ese no eres tú. Ese no era yo, y de eso me empecé a dar cuenta hace cuatro años, en una pascua vivida en el Centenillo y luego al recorrer el Camino de Santiago junto con Paloma, y experimentar cómo el Camino vivido desde lo más profundo de mi ser, se expresó como el Sacramento de mi propia vida, como Camino de perfección. Así me di cuenta que mi imagen en el espejo era como la visera de la armadura que ocultaba mi auténtico rostro inmortal. Nuestro rostro inmortal está tan escondido, tan profundamente anclado dentro de nosotros, que sólo callando el pensamiento, o como lo denomina Santa Teresa, “la loca de la casa”, es posible entrar en contacto con nuestra verdadera identidad.
Por eso, el Maestro nos dice que evitemos rezar como los fariseos, con grandes aspavientos en los templos (esto dicho sin ánimo de criticar las celebraciones comunitarias); así, entra en tu aposento, apaga la luz, siéntate cómodo, cierra los ojos, haz callar a tu mente, que en estos asuntos es un desagradable estorbo; has silencio exterior e interior, y atrévete a contemplar la inmensidad que se despliega ante los ojos de tu alma, el inmenso Océano de Dios.
Al cerrar los ojos y los oídos del cuerpo, se abren los ojos y los oídos del alma, es decir, tus auténticos ojos y tus auténticos oídos, y al acallar el pensamiento, la consciencia comienza a expresarse y puedes comenzar a ver más allá de las cosas. Cuando estás en silencio en la oscuridad de tu aposento, una extraña paz, que sólo procede del único que puede proceder, inunda todo tu ser, de modo que cuando el pensamiento protesta porque le tienes con la boca cerrada y se escapa una idea, experimentas una desagradable sensación, como cuando estás en el cine, concentrado en la acción de la película, y alguien empieza a cuchichear alto. Te dan ganas de tirarle la botella de agua o la bolsa de palomitas para que se calle. Pues eso pasa cuando tu mente trata de incordiarte con pensamientos ridículos e inoportunos en ese momento.
Pero no trates de luchar contra este incordio, simplemente déjale que venga y se vaya, pero no le prestes atención, como vienen y se van las olas del mar en la playa, o como ves caer las hojas de los árboles.
A este tipo de oración, la tradición cristiana la denomina “oración contemplativa”. Parece sólo propia de los santos de elevada virtud, pero es en sí misma casi insultantemente sencilla, de modo tal que por eso mismo, hay que desaprender muchas cosas para centrarnos en esa actitud, que lo es al principio durante el rato de oración, para con el tiempo terminar siendo una actitud ante la propia vida. Como dice Jesús, “si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt. 18. 3). Porque sólo un niño es capaz de contemplar simplemente, sin juzgar, sin cuestionarse, sin criticar, sin poner en duda, y además mirar con ilusión.
Cuando aprendes a vivir así, te das cuenta de que la realidad auténtica no es la que ven tus ojos y tus oídos del cuerpo, sino la que percibes cuando liberado del pesado macuto de “todo lo que tienes”, ligero ya de equipaje, eres capaz de ver la vida a través de tu conciencia, con los ojos del alma, donde Dios habita. Un proverbio judío dice que “la vida no es como es, sino como eres tú”. Es decir, lo que tú crees que es cierto, para ti es cierto. Porque lo que vemos no es la Realidad, sino nuestro particular modelo de realidad que nos hemos elaborado. La gente no es mala, tú la ves mala… y así influyes para hacerla mala. Y al revés. La gente no es buena, tú la ves buena, y puedes influir para hacerla buena. Todo depende.
Un sabio maestro zen utilizaba para ilustrar esa idea un símil muy gráfico: lo que llamamos "realidad" es análogo a una proyección de cine. La pantalla es Dios, el Ser eterno, y la película el mundo que habitualmente consideramos como real (el de nuestra vida cotidiana): mientras dura la proyección, la pantalla no se ve, pero ella es el soporte sobre el que aparecen las imágenes y sin ella no sería posible ver nada. Del mismo modo, nada de lo que sucede en la película afecta al soporte; las escenas con agua no pueden mojarla y las llamas no pueden quemarla.
Dios es la pantalla, que las imágenes de la vida diaria ocultan.
Si eres capaz de descubrir la pantalla y comprendes que todo lo que sucede es gracia a que Dios sostiene nuestro pequeño mundo (con multas de tráfico y enfermedades de nuestros hijos incluidas), entonces sí puedes decir que estás empezando a vivir en presencia de Dios.
Y empiezas a ser consciente de muchas cosas.
Entre otras, entiendes qué significa tener experiencia de fe, que no es creer en la existencia de Dios, eso no es negociable, sino en fiarte de Él, y entregarle los mandos de tu vida, rendir tu nave a Dios.
Experimentar esto no tiene que suponer que haya grandes cambios en tu vida cotidiana; no son necesarias caídas del caballo como San Pablo, no tiene por qué haber experiencias fuertes, truenos en el cielo o vientos huracanados. Tu vida puede cambiar lentamente, poco a poco, y la noche oscura, el sufrimiento, el miedo, dejar paso un buen día (como tantos otros) a la luz de Dios.
La palabra latina “Dios” viene en el origen de una raíz indoeuropea muy antigua, “dey”, que significa día, luz.
“La lámpara del cuerpo es el ojo”, continua Jesús en Mateo 6. “Si tu ojo está sano, todo tu ser está luminoso.”  ¿A qué ojo creéis que se refiere Jesús?
Si consigues dejar que Dios mismo vea a través de tu pupila, todo tú serás luz del mundo. Porque habrás aprendido a ver la Vida según la lógica de Dios, a ver más allá de las cosas. Y entonces eres consciente de que “absolutamente todo lo que sucede a tu alrededor tiene sentido”.  Descubres qué necios son aquellos que se hacen la clásica preguntan de “por qué Dios permite el mal en el mundo”.
“Y tu Padre que ve lo secreto, te recompensará”
Y un buen día, igual que muchos otros, te darás cuenta de que ya nada será como antes, porque lo que está “allí, en lo escondido”, habrá salido a la luz, una luz puesta sobre el candelero, para que brille a todos los que están en la casa.
La lucidez, la iluminación, “fíat lux”, hágase la Verdad.
Y seremos testigos de la Verdad.
Este es el camino de la Contemplación.
Y entre otras muchas, hallaremos la respuesta sobre la crisis, sobre los extraterrestres, la energía libre toroidal, el vector en equilibrio y etc. Etc.
Pero eso sí, la hallaremos, pero nadie nos creerá, porque como se puede leer en la portada de este blog:
Al místico se le oye como se perciben ciertos gritos de pájaros, sólo en el silencio de la noche; por eso, con suma frecuencia un místico no adquiere importancia en  medio del bullicio de su ambiente, sino mucho tiempo después, en el silencio de la Historia, para las almas afines a la suya, y que le escuchan.”
Kierkegaard, Diario íntimo.