“Si,
este buscar y encontrar a Dos en todas las cosas siempre deja un margen a la
incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con
certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien. Yo
tengo esto por una clave importante. Si uno tiene respuestas a todas las
preguntas, estamos ante una prueba de que Dios no está con él. Quiere decir que
es un falso profeta que usa la religión en bien propio.”
Si alguien lee esta frase, de la última
persona que se podría imaginar que viniera es de un sacerdote católico. Y aún
más raro e increíble de un pastor de la Iglesia, de un obispo o alguien así.
Pues agárrense, que esta frase y otras muchas
la pronunció nada menos que Francisco, el Papa actual en una entrevista que le
hizo Antonio Spadaro, director de la revista Civilta cattolica el 19 de agosto
del año pasado, 2013. Si alguien no se lo cree, que vea el enlace directo del
PDF de la entrevista:
Reconozco que es la primera vez en 2014 años
de historia de cristianismo que nada menos que un Papa dice algo así. Lo que le
honra por reconocer que somos seres humanos con derecho a dudar casi de todo.
En los dos milenios de cristianismo, el
mensaje ha sido justamente el contrario, la duda como pecado, y mucho menos, la
duda sobre Dios, sobre la doctrina, sobre los dogmas. Ha sido el paradigma de
la infalibilidad del Papa. Para al final el mismo infalible Papa reconocer que
nada hay cierto absolutamente bajo las estrellas.
Cuentan también, en concreto Tony de Melo en
su “Canto del pájaro”, que el mismísimo Santo Tom´s de Aquino, después de
escribir nada menos que la Summa Theologica”, recibió el don de la
contemplación, y que tras contemplar la Verdad cara a cara, consideró que había
hecho el canelo escribiendo miles de páginas sobre algo que para el ser humano
es imposible comprender. Vio que lo hecho era más o menos una gilipollez, sólo
útil a los prepotentes teólogos como él hasta la fecha. Así que decidió a
partir de ese momento, echar carpetazo a tanta elaboración mental que resultó
ser perfectamente concisa, precisa, pero absolutamente inútil. Dios no estaba
allí, en la Summa Theológica. Era todo un invento. El problema es que los
eminentísimos teólogos de la iglesia, ya se lo habían creído a pies juntillas,
así que no pudo retirar de la circulación.
Todo esto dicho un poco en clave de humor,
sirva para darle la razón al mismísimo Nietzsche, cuando afirmaba que “el convencimiento absoluto es más peligroso
para la verdad que la propia mentira” en su crítica de los valores de la
cultura europea, entre ellos la religión.
Zona de confort
Se nos ha educado para vivir en nuestra zona
de confort, donde nos sintamos seguros ante un Universo desconocido, incógnito,
ante un más allá de la vida humana totalmente desconocido. Las dosis
doctrinales de seguridad han servido como una droga, para alejar el fantasma
del miedo.
Se nos ha educado para vivir como el avestruz,
con la cabeza debajo del ala. Y no es que el avestruz se sienta muy a gusto,
pero al menos no ve lo que pasa; pasa de problemas.
El término “zona de confort” es un concepto
que si uno lo introduce en Mr. Google, le sale un montón de referencias de
páginas web, que en su conjunto se refieren a una idea de rabiosa actualidad en
las escuelas de negocio, en los cursos de coaching y de gestión de recursos
humanos, que viene a decir, como adelantaba en la entrada anterior
187.-Mientras su gente dormía, que uno vive en su zona de confort cuando se
siente razonablemente protegido, seguro; un estado mental en el “creemos” que
controlamos la situación, todo en su sitio y un sitio para cada cosa. Creemos
que no hay incertidumbres explosivas en el futuro, y aunque haya aspectos no
demasiado cómodos en nuestra vida, como un jefe que te putea, una pareja que no
hace más que meterte el dedo en el ojo, unos hijos revoltosillos y tengas que
hacer cuentas para llegar a fin de mes, al menos sabes que, con todas las
incomodidades que te impone una vida sin demasiadas holguras económicas y con
periódicos conflictos de relaciones interpersonales y laborales, al menos,
puedes o crees que puedes conservar relativamente estable un perímetro de
seguridad dentro del cual tú no corres peligro.
A parte de mogollón de páginas web que hablan
sobre el tema, he localizado un libro que, al que le interese, puede estar
bien. Se llama “Rompe tu zona de confort” de Gregory Cajina. No le conozco,
pero seguro que es un artista en la materia.
A parte, hay un youtube muy simpático que
resume bastante bien la idea:
Es de Inknowation, una empresa dedicada a
sacar lo mejor de ti, para que no te atocines en tu zona de confort. (www.inknowation.com)
Mi zona de confort
frente a otras más chungas
Al hacer referencia a la existencia de una
zona de confort, uno se malicia que deben existir otras zonas en nuestras vidas
que no son tan confortables.
Efectivamente, en el terreno de la psicología
empresarial de marras, el concepto de zona de confort está en contraposición a
otras zonas más chungas desde una perspectiva de la seguridad, que son la zona
de aprendizaje, donde uno se atreve, no sin cagarse de miedo, a sacar los pies
del plato y ver que pasa en un terreno algo diferente de lo que le ofrece su
cotidiana vida. Sed llama de aprendizaje porque digamos que te atreves a hacer
pequeños ensayos de caminos alternativos, tales como viajar en vacaciones más
allá de Benidorm o de tu casita de la Sierra, incluso de salir al extranjero y
conocer algo de mundo. Te atreves a hacer algún curso de reciclaje, otra
carrera, un máster, o incluso, si la situación económica (que no es el caso en
la actualidad) no te impone demasiadas barreras a la salida, cambiar de
trabajo.
Más allá
de esta zona de aprendizaje está un terreno “acojonantemente apasionante y a la
vez peligroso”, es la zona de riesgo o de pánico. Por ella caminan criaturas
extrañas, como las que se imaginaban los europeos antes de la aventura de
Cristóbal Colón, imaginándose en el mar tenebroso gigantescos monstruos que se
zampaban los barcos que se atrevían a adentrarse en la mar océana. “No te aventures
por allí, que vas a correr un gran peligro”, dicen los sensatos a los incautos
que siquiera piensan en meterse dentro de esa zona de pánico. A lo peor pierdes
tu empleo y ya no vas a poder ir a ver al Betis (o al equipo de fútbol de tu
santa devoción) los domingos. Total una tragedia de proporciones bíblicas le
aguardan a todo aquel que se atreve a pensar en irse de España a otro país a
trabajar; o montar su propio negocio, o vender su piso y comprarse una casita
en la sierra, etc.
Hay empresas especializadas en convencerte por
un módico precio, supongo, para que “vamos,
tío, que tu puedes. ¿te vas a acojonar, con lo que tú vales?”. Y así, uno,
a base de experimentar el adecuado
recalentón de su ego y un subidón de su autoestima, se siente con agallas
suficientes como para lanzarse a la aventura de salir de su zona de confort,
con una probabilidad de darse una soberana “stia”, o de salir triunfante del
50/50. Vaya usted a saber.
Pero ya se sabe que uno puede vivir a la
defensiva o a la ofensiva. Si vives a la defensiva, darás pocos pasos, y además
muy pequeños, pero eso sí, con casi total seguridad de no dejarte las muelas
ante un hostión; si vives a la ofensiva, darás muchos grandes pasos, pero eso
sí, tanto puedes ganar pero también perder. Ahí está el riesgo y el coraje
necesario para afrontarlo.
Este es el escenario de confort, aprendizaje o
riesgo en el perímetro de mi pequeño mundo, el que maneja “Pocoyó”, mi yo
pequeño, que aquí vemos con su dosis de subidón de autoestima, capaz de todo lo
que se le ponga por delante, hasta de bailar el “Opacandastar” del coreano de
marras.
Mi zona de confort
en mi vida real
Respecto del mensaje que la psicología
empresarial lanza con la idea de zona de confort, yo no tengo más que decir,
porque no soy psicólogo, ni tampoco tengo intención de teorizar sobre algo que
ya tiene muchos expertos.
Lo mío, aquí va de otra cosa.
No va de mi zona de confort desde mi
perspectiva de mis asuntos cotidianos, sino desde una perspectiva bastante más
amplia.
¿Cuál es mi zona de confort ante la vida en sí
misma? Y no es desde un enfoque de hasta dónde pretendo marcar mis límites y
mis metas, contando con mís capacidades que podría potenciar hasta Dios sabe
dónde y cuánto. Se trata de reflexionar respecto de en qué zona me hallo en
relación a mí mismo; no a mis cosas a mis proyectos profesionales e incluso
personales, que de esto ya hemos hablado. Es reflexionar sobre la actitud que
adopto ante la vida misma, la actual y la trascendente, si es que después de
obcecarme con conseguir metas imposibles, me queda coraje para enfrentarme a mi
propia identidad y a mi propia realidad, la que trasciende las cosas de este
mundo.
Si tú que estás leyendo estas líneas con
cierto interés, has repasado otras entradas de este blog, o de otros muchos que
como este, hablan de lo mismo, de la vida interior del ser humano, la que
conecta con la Divinidad, te darás cuenta de que básicamente los argumentos
relativos a la vía del ser humano hacia lo trascendente apuntan a una vía
trifásica, de tres fases. Inicio, salto hacia el umbral y vía directa.
Nacimiento, vida-muerte y resurrección; camino doctrinal, despertar y vida
plena; antiguo, nuevo testamento y segunda venida. Vía purgativa, iluminativa y
unitiva, y por último, zona de confort, de aprendizaje y de riesgo.
En cualquiera de los casos, se viene a decir
lo mismo con diferentes términos. Vida
convencional, cruce de un umbral que constituye un antes y un después, para
pasar a una zona en la que todo es nuevo, desconocido y donde tus capacidades
ya no valen.
Esta es la diferencia del abordaje
trascendente respecto del cotidiano, que en este último, pasar de la zona de
confort a la de aprendizaje y no digamos a la de riesgo, depende de los reaños,
pelendenges y “huevos” que uno le eche a
la vida cotidiana. En esto se basa el libro de “el Secreto”, lo que creas que
puedes conseguir es lo que podrás conseguir. Todo consiste en creer en ti
mismo, y en tus capacidades que han estado dormidas hasta ahora, sin utilizar,
sin explotar; es lo del superman y superwoman de marras.
Pero el abordaje de la vida trascendente no va
de eso; no va de lo que tú puedes conseguir echándole cojones a la vida. Va de
lo que puede ser obrado en ti, si aceptas ceder los mandos de tu nave a Aquel
que puede transformar tu vida entera. Es decir, va, no de lo que tú puedes
conseguir, sino de lo que Él puede obrar en ti, si tú aceptas que no está en ti
conseguir nada, que es imposible, que te sobrepasa.
Así que los mensajes son esencialmente iguales
pero a su vez antagónicos. Iguales son, porque suponen una motivación para
salir de tu zona de confort hacia terrenos inexplorados de tu propia vida, pero
son antagónicos porque en uno el éxito depende de ti y de tus propias fuerzas y
coraje, mientras que en el otro, de ti sólo depende la aceptación de que
justamente tú no puedes abordar el desafío por ti mismo, sino que dependes de
la confianza que deposites en un Tercero para el que todo es posible; y además
que ese Tercero es un falso tercero, porque constituye tu misma esencia, es más
tuyo que tú mismo, sólo que siempre te has creído o te han hecho creer que
estaba allí arriba, fuera de ti.
Entre paréntesis, lo de que Dios está allí
arriba en el cielo, le valió la Yuri Gagarin la famosa frase atribuida a él
errónea o tendenciosamente por Jruschov, cuando orbitaba por primera vez la
tierra de que “aquí en el cielo no veo a
Dios por ninguna parte”, luego no existe.
En mi zona de confort cotidiana, el confort
depende de cómo me vaya el negocio; mis alegrías dependen de mis éxitos y de
que el mundo me haga feliz. O cual es totalmente ridículo. Y por eso, lo que
denominamos falsamente felicidad, que tan sólo son fogonazos de alegría como el
que experimenta un futbolista cuando marca un gol, no tiene nada que ver con la
auténtica felicidad, que no es ningún sentimiento sino un estado del alma
cuando experimenta la unión con la divinidad. No hay felicidad fuera de esa
experiencia, a la que nos aproximamos ligeramente cuando experimentamos el amor
hacia el otro.
Dicho esto, mi zona de confort en los asuntos
del espíritu se basa en la cómoda sensación de sentirnos dirigidos por el
pastor del rebaño, seguros de que no nos perderemos si nos ajustamos a las
instrucciones que nos han dado, ya se sabe, frecuentar los sacramentos y hacer
buenas obras, y por supuesto, ni se nos ocurra sacar los pies del plato
haciéndonos preguntas que sólo pueden hacerse y responder los muy doctos y
entendidos guías espirituales. Nada de discursos fuera del contexto
estrictamente doctrinal
Preguntas sin
respuesta
El hecho cierto es que tras dosmil años de
historia, la Iglesia no ha conseguido consolidar la seguridad absoluta en las
gentes, entre otras cosas porque sencillamente es imposible.
Si ante el fallecimiento de alguien cercano
nos miramos directamente y nos preguntamos si estamos seguros de lo que hay
detrás de la muerte, va a ser que no. Dudamos, porque no hay forma de tener
seguridad total. A pesar de que estemos obligados por el Credo que decimos
profesar, que “creo en la resurrección de la carne, cosa por otra parte
bastante dudosa, dado que me malicio que de los átomos de mi cuerpo físico no
quede ni rastro el día del final de todos los juicios.
Es decir, la “zona de confort” realmente es un
invento contra el miedo, como el que tenía simio Moonwatcher y sus colegas en
el amanecer de la Humanidad, según Arthur Clark en la novela 2001 una odisea en
el espacio.
18
Uno de los principales le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener
en herencia vida eterna?» 19 Le dijo Jesús: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es
bueno sino sólo Dios. 20 Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no
levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.» 21 El dijo: «Todo eso lo he guardado desde mi
juventud.» 22 Oyendo esto Jesús, le dijo: «Aún te falta una cosa. Todo cuanto tienes
véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego,
ven y sígueme.» 23 Al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Lc 18,18-23.
Jesús le dice al joven rico, que creía saberlo
todo (aunque le quedaba un resquicio de duda, por eso le pregunta qué hacer
para heredar la vida eterna), que se olvide de todo lo creía saber, y que le
siguiera. Es decir, que abandonase su ficticia zona de confort y se adentrase
en el terreno de la incertidumbre, de la noche oscura, donde la mente ya no
sirve nada más que para confundir e incordiar. Y… que se fie, que transforme
sus certezas propias en la confianza en Aquel que es el único que le puede
sacar de la mentira en la que ha vivido toda su vida.
Los constructos doctrinales no sirven ya, los
rezos mentales no sirven ya, las ceremonias no sirven a, las creencias en esto
y en aquello no sirven ya.
Nada de lo aprendido sirve, nada de lo
enseñado sirve. Mejor dicho ha servido para abrir boca, para salir del fango de
la incertidumbre total.
En la zona de confort dejamos atrás la duda
total para agarrarnos como un clavo ardiendo a unas infantiles certezas que
empiezan por creer que todas nuestras desgracias proceden de una serpiente que
habló a una mujer estúpida y le convenció para que probase una manzana. Y todo
el desaguisado que sucedió después, y que parece ser que dios tuvo que resolver
con lo del Mesías.
En una revista digital que se llama religión
en libertad, leí hace poco un artículo sobre el buen ladrón, que parece ser que
fue el primer santo canonizado por Jesús en la Cruz, incluso antes de que los
grandes profetas de la antigüedad pudieran salir del limbo y entrar en el
Cielo. Y cosas así.
Reconozco que con todas estas cosas, yo
tendría motivos suficientes para mandar todo a freír espárragos, hasta que me
topé con la frase de Francisco, nuestro actual Papa, que me comprende cuando me
planteo todo este cúmulo de dudas, de preguntas sin respuestas.
La Verdad os hará
libres
Creo, sinceramente, que sólo podemos comenzar
a dirigirnos hacia la Verdad, cuando hacemos caso a Jesús y decidimos vender a
los pobres, todo lo que nos han enseñado nuestros padres, nuestros mayores,
nuestra tribu, y desnudos absolutamente de todo artefacto cultural y religioso,
comenzamos el sendero de la Vida interior, donde Dios habita, no sé de qué
forma, pero ahí está, en lo más profundo de mi ser.
¿Quién es Jesús de Nazareth? Supongo que será
el Mesías, el salvador del mundo, el avatar de Dios, pero en realidad no lo sé.
Sólo sé los efectos que mi confianza en Él
produce en todo mi ser. Debe ser alguien definitivo en la Historia humana,
porque desde luego, en la mía es absolutamente esencial.
Sus atributos doctrinales se los dejo a sus
eminentísimas eminencias. A mí, ya no me sirven.
Y porque ya no me sirven, me siento libre para
volar sin temor.
32
y conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres. Jn 8, 32
Porque la mentira fabrica fanáticos
ultraortodoxos, radicales, literalistas, prepotentes e intransigentes.
La Verdad es el camino de la contemplación de
Dios en todas las cosas sin fabricar juicios ni reflexiones.
Esto lo digo gritando y con lágrimas en los
ojos.
Tras escribir este blog con 189 entradas, creo
que ya no tengo nada más que decir.
Sería abundar más sobre lo mismo.
Nada de lo que aquí he escrito, he podido
compartirlo con mis hermanos en la fe católica, porque en realidad en su
mayoría siguen siendo jóvenes ricos, enriquecidos con una estructura doctrinal
en la que creen vivir en su “zona de confort”, y no se atreven a aceptar que
ninguna de nuestras preguntas tienen respuestas, y se refugian en dogmas y
creencias tras las que creen sentir la seguridad ante el infinito Universo, que
realidad si se les mira a los ojos, no tienen.
Les aterra la muerte y les aterra salirse del
vallado del confinador en el que viven, porque les aterra lo que hay al otro
lado, que no es sino Dios en toda su realidad, y Jesús ofreciéndoles cruzar ese
pavoroso umbral de seguridad.
Al otro lado está la luz, una luz que jamás
podrán ver, si se empecinan en retranquearse, en enrocarse en todo lo
aprendido.
Esta es mi triste experiencia, que en otras
épocas me habría supuesto la excomunión, y probablemente la hoguera o cualquier
otro tormento.
Así que por eso decidí manifestarme en el
anónimo ciberespacio con este blog, que por cierto le han echado un vistazo
unos cuantos (unos 36.000), por la estadística de entradas.
Y no lo he hecho como alguien que tiene una
idea genial y la quiere contar.
Que va. Afortunadamente miles son los que
pensamos así. Una generación de inconformistas prácticamente con todo lo
establecido en materia religiosa, así como con las modernas tendencias que
están creando una fabulosa ceremonia de la confusión, como es la New Age.
Porque en ambos casos se acude a la mente para comprender y montar el
supermercado espiritual en el que estamos metidos.
Yo soy una persona de formación esencialmente
científica, que adopta la duda como método. Ante la contemplación de un
Universo de 42 órdenes de magnitud, desde lo infinitamente pequeño en el reino
de los quarks o de las cuerdas, a 10^-16 m hasta los 10^36 m de los límites del
Cosmos conocido, Dios no puede ser el descrito literalmente en los libros
considerados sagrados. Eso es envasarlo al vacío, secuestrarlo en unas cuantas
páginas.
Por eso sostengo firmemente que mientras la
religión se basa en un libro sagrado, la espiritualidad busca lo que de sagrado
hay, no solo en todos los libros, sino en todos los aspectos de la Vida. O como
afirma el buen Francisco, “buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”.
Y las respuestas empezarán a surgir por sí
misma sin que nosotros no hagamos nada más que escuchar el mensaje de los
cielos.