19 Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo
mío.»
20 De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es
la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.
Lc 22, 19-20
Nosotros, los católicos hemos entendido este gesto de Jesús como un símbolo de la donación de su vida por nosotros y por toda la humanidad. Y así lo hemos instituido, como una ceremonia, donde el sacerdote, pronunciando una fórmula, consagra el pan y el vino, que luego se lo da a comer a los fieles, que tras un rato de recogimiento, al terminar la misa, vuelve cada uno a sus asuntos, hasta otra ocasión.
Luego está lo de las procesiones del Corpus y todo eso, que como tradición popular, pues está bien.
Si esto es lo que manda la Santa Madre Iglesia, sea. No tengo nada que objetar, ni tampoco tengo potestad para ello.
Pero qué pasa si lo que nos quiso decir es lo siguiente.
"Amigo, mira, este trozo de pan y esta copa de vino soy yo. Al recibirla tu, y comerla, tú te transformas en mi cuerpo y en mi sangre; de modo que tú te haces uno conmigo, eres también "Corpus Christi", con todas las consecuencias, pues tú también tienes que entregar tu vida y derramar tu sangre, en su caso, para el perdón de los pecados de la Humanidad".
De esto me di cuenta cuando estuvimos mi esposa y yo en Honduras, compartiendo vida con los más desfavorecidos de la tierra, aunque sólo fuera por un mes, el de nuestras vacaciones de verano, que dedicamos en irnos allí. Aunque sólo fuera por treinta días, me vi entregando mi cuerpo y mi sangre a aquella gente. Fue sólo un gesto, pero lo suficientemente significativo como para comprender en lo más profundo de mí qué significó el momento de la Eucaristía en la Ultima Cena.
Desde entonces, ya he dejado de ver la Eucaristía como un sacramento litúrgico, como un acto litúrgico basado en una fórmula, en una invocación, que cuanto más se repita, mejor.
Para mí, la Eucaristía "Buena Gracia, brillante resplandor", es ante todo una actitud de vida, es "yo", brillando ante el mundo, con la luz que desde lo alto se refleja a los seres humanos a mi través. Eucaristía soy yo, como Cuerpo y Sangre de Cristo actuando en este mundo. Eucaristía es el mismísimo Jesús encarnado en mí. Eucaristía soy yo, el ávatar, actuando en este mundo cómo Él actuó entonces, y así, Él sigue actuando en el mundo a través mía.
Así que el Sacramento de la Eucaristía, es mucho más que el cura consagrando la hostia y el vino. Eso es sólo una fórmula, un acto litúrgico cuyo objetivo es transformarme a mi en Él. Siendo así, entonces, Eucaristía soy yo, es decir, Él encarnado en mí, en el mundo.
Lo que digo en primera persona del singular, lo hago extensivo al plural, como es lógico.
Esto es igual que el sacramento del matrimonio, que todos creemos que es el momento de la boda, cuando en realidad esa ceremonia es sólo el pistoletazo de salida de una vida en pareja que ha de reflejar a través del amor de la pareja, el amor de Dios al mundo.
De igual modo, la "comunión", que decimos, es tan sólo un acto litúrgico que simboliza la transformación interior que nos convierte el verdaderos "Cuerpos de Cristo", a través de los que Dios obra y actúa en este mundo.
El cuadro de Leonardo lo traigo a colación, para significar la ausencia de copas y de pan, porque es el Propio Jesús el pan y el vino. Somos nosotros el pan y el vino.
Sé feliz.
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