Kerigma
Los seres humanos nos pasamos toda la vida diciendo que buscamos “algo”, la felicidad, la paz, la plenitud. Los cristianos afirmamos que buscamos a Dios, un Dios que está allí arriba. Y ensayamos multitud de intentos; ya hemos visto las seis puertas de salida.
Digamos que vivimos en aquellas tierras lejanas malgastando nuestra hacienda, la hacienda que le pedimos a nuestro Padre para tratar de vivir por nuestra cuenta.
Los que viven ajenos a la Divina realidad, son aquellos que viven ensimismados en sus asuntos, en su pequeño mundo, cómodamente afincados en el Confinador que es esa tierra lejana donde decidió vivir el hijo pródigo de la parábola.
Pero en la vida de los que pordioseamos en el Confinador, a veces sucede, que viene alguien que se sienta a nuestro lado, charla con nosotros y nos hace ver nuestra mísera situación, y como emisario, nos proclama que existe una vía de solución a nuestra desgracia. Para ello, lo primero y más importante es que nos tenemos que dar cuenta de nuestra desgracia.
Esto, a poco que hurguemos, no es demasiado difícil, pero tampoco es fácil, porque este mundo tiene recursos suficientes para dejarnos alucinados con sus luces de neón.
Esta proclamación hecha por un emisario, que nos indica el camino de regreso a casa, se suele denominar por los entendidos el “kerigma”.
Según los Hechos de los Apóstoles, es lo que hicieron Pedro y los suyos en este pasaje:
Israelitas, oíd estas palabras: A Jesús el Nazareno, hombre acreditado por Dios ante vosotros por los milagros, signos y prodigios que realizó Dios a través de Él entre vosotros (como bien sabéis), lo matasteis clavándolo por manos impías, entregado conforme al designio previsto y aprobado por Dios. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte... (Hechos 2,22-25)
Por lo tanto, todo Israel esté en lo cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. (Hechos 2,36)
Según la Biblia, cuando Jesús inició su ministerio público, ingresó a la sinagoga, tomó el rollo del profeta Isaías y leyó:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Lucas 4:18-19
Después de leerlo se identificó a sí mismo como el mesías del cual hablaba el profeta en sus escritos. La afirmación que realiza Jesús en ese momento es conocida como el kerygma o anuncio de la buena nueva y constituye la base del mensaje evangélico para sus seguidores.
El Kerigma es realizado refiriéndose a una sola persona. Este acto puede ser realizado por cualquier persona cristiana, sin experiencia alguna de la misma.
Podemos decir que en realidad se inicio con el acto mismo de Jesús en el Templo anunciándose a sí mismo como Señor y Salvador.
Si respondemos a ese kerigma, y decimos “Sí, volveré junto a mi Padre”, la Religión, y la comunidad religiosa en la que aceptemos integrarnos, nos acoge y nos ayuda a caminar hacia ese objetivo final.
Aquí comienza un camino de ascesis, tradicionalmente entendida como un proceso de purificación del espíritu a través de la negación de los placeres materiales. Este es el camino de la sexta puerta, que cada religión establece según sus tradiciones, costumbres, creencias y prácticas religiosas de fe y de liturgia.
Aquí cada cual, cada religión se lo ha montado a su manera. Pero lo importante es que todas apuntan al “río donde confluyen todos los ríos”, como vimos en la entrada anterior.
El problema surge cuando todas pretenden ser la única vía. Aquí es donde se lía parda y donde los humanos hemos provocado severos puntos de desencuentro, cuando deberíamos haber sido suficientemente sensatos como para reconocer que todos caminamos en la misma dirección. Es decir, ser mutuamente “incluyentes” en vez de ser “mutuamente excluyentes”.
Pero bueno, no vamos a insistir en este lamentable aspecto de las religiones, que se resuelve, cuando el que decide regresar a la casa del Padre, toma conciencia de la Universalidad.
Esto se produce cuando el peregrino que “camina hacia…”, experimenta el “abrazo íntimo del Padre”. En ese momento sublime, uno siente en lo más profundo de sí que la búsqueda, realmente ha finalizado. Ya no tendrá que ir a por agua al pozo para saciar la sed, porque le ha sido dada a probar el agua viva que salta hasta la Vida Eterna. Recordemos el encuentro de Jesús con la Samaritana.
En ese momento, cuando tomas conciencia plena de que “todos somos Uno”, las leyes, dogmas y creencias que separan a los seres humanos en facciones religiosas, dejan de tener sentido, aunque se reconozca que cumplen su misión como “señal”, como sacramento que indica “el camino hacia…”, como sexta puerta.
Cuando se llega a la Casa del Padre, entonces ya todo es diferente. Humildemente reconoces que has pecado contra el Cielo y contra Él, y que no eres digno de ser llamado hijo suyo. Y el Padre te hace callar, para que no sigas diciendo gilipolleces.
Peeero…
Ojito, que aquí viene lo bueno. Llegar, lo que se dice llegar, habrás llegado, pero queda lo peor, quitarte los harapos, quedarte desnudo totalmente y ser sometido a un nada agradable proceso de limpieza.
Es algo así como si al ver el Padre al hijo, le dijera.
-¿Pero hijo, tú te has visto cómo vienes? Tienes más mierda que un jamón. Anda, ve con mis criados, que te van a quitar esos harapos, y te van a lavar. Te tendrán que restregar con cepillos de cerdas, y yo te tendré que curar con alcohol esas heridas que tienes. Y te aseguro que te va a doler…
Pues este proceso de purificación, antes de entrar en el banquete, es lo que el alma ha de ser sometida para desprenderse de toda la mierda acumulada de una vida maltratada.
Es entonces cuando, uno deja de caminar, para dejar que Él obre y proceda como ha de ser.
El final de la búsqueda
Paloma, mi esposa, y yo vivimos en mayo de 2008 un retiro en el Monasterio de San Juan de la Cruz, en Segovia basado en la meditación sobre la oración contemplativa y silencio interior, impartido por Consuelo Martín.
Los asistentes estuvimos desde el viernes hasta el domingo en total y absoluto silencio, sin hablar, siquiera en las comidas, salvo para pedirle al compañero en voz baja que nos pasara la jarra del agua, por favor.
No era un retiro católico, en el sentido de que no hubo ni misa ni rezos. Estaba abierto a cualquier profesión de fe.
La dinámica consistió en sesiones de silencio interior o contemplación. Y dos charlas de la directora (Consuelo) del retiro sobre el tema “El final de la búsqueda”. ¿Qué búsqueda?
El agua viva que no da más sed, como le dijo Jesús a la samaritana.
Porque el agua que saca la mujer del pozo de Jacob, y que siempre da más sed, representa “absolutamente todas las cosas de nuestra vida” por las que luchamos, y que jamás nos dejan saciados. Todas aquellas necesidades, tanto materiales como afectivas que nos obsesiona cubrir y alimentar, a riesgo de sentirnos unos eternos insatisfechos.
Si a Dios le objetivamos como una de esas cosas…, (¿sería muy osado denominar “creencias”?), primero, jamás lograremos encontrarle, porque simplemente estamos en la dirección errónea, y segundo siempre tendremos la eterna añoranza e insatisfacción de no haber conseguido encontrarle.
Pero si ese Aquello, inalcanzable por mente humana (para el hombre es imposible salvarse, más no para Dios), simplemente lo que hacemos es vaciarnos interiormente, silenciar el espíritu, y reconocer que “siempre” ha estado, está y estará en lo más profundo de nuestro ser…
Si al aceptar que Él inunda hasta el último átomo de nuestro ser y sabemos cederle los mandos de nuestra nave.
Si conseguimos verle en todo lo que sucede, reconocer que las casualidades no existen…
Entonces… La búsqueda habrá finalizado, porque simplemente habremos descubierto que Él simplemente “es y está” en nosotros.
Tendrá sentido la exclamación de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, “vivo sin vivir en mí”.
La gente que estuvimos viviendo la oración contemplativa que nos enseñaron, éramos de las más variadas procedencias. No sabemos si unos eran católicos y otros no. Daba igual. Él es Uno que los sabios llaman de diferentes nombres.
Si te sientes unido a esta idea, simplemente vívela, “brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".
Como dice Karl Rahner, “El cristiano del mañana será un místico, uno que ha experimentado a Dios, o simplemente no será nada.”
¿El final de qué búsqueda?
[El texto que sigue es la transcripción meditada de las notas recogidas directamente de las reflexiones de Consuelo Martín.]
1. Creemos que una búsqueda se acaba cuando encontramos lo buscado. Pero no es así. La insatisfacción se expresa en una búsqueda que jamás finaliza.
2. El final de la inquietud existencial no está en conseguir el objeto buscado, porque no existe de verdad objeto alguno.
3. Todo objeto es una proyección del “yo”; son objetos de conciencia, creados por la conciencia misma. Ningún objeto llegará al final del ansia interior de algo más.
4. La tradición cristiana afirma que el que bebe agua volverá a tener sed. Jesús se refiere en el pasaje de la samaritana al agua del pozo de Jacob, pero el significado profundo de ese encuentro no es tan pragmático, porque en el fondo, el agua que siempre nos vuelve a dar sed es “literalmente: todas las cosas de nuestra vida”, todo lo que la persona busca conseguir, tanto material como inmaterial.
5. La felicidad, la iluminación, el amor; todo lo que buscamos conseguir es esa agua que al beberla da más sed, porque proviene de mí mismo, de mi propia naturaleza.
6. Cuando me dé cuenta de lo que soy realmente, me quedaré tranquilo, porque el final de la búsqueda es “literalmente: el despertar de la conciencia”; comprender lo que la tradición judeo cristiana define como “Yo soy el que Soy”.
7. Cuando descubramos eso, lo que es, lo Único, ¿qué búsqueda habrá entonces?
8. Hemos por tanto que dar un giro total. Hemos de dejar de mirar los objetos. Percibir es un error de cosificación, pues establece una división entre el observador que mira y el objeto de su mirada. Y además creemos que es lo real.
9. Con ello, nos alejamos de Dios, es decir, de lo Real.
10. Las religiones, todas ellas, transforman a Dios en un objeto, todo lo sublime y sagrado que podamos imaginar, pero un objeto a fin de cuentas. La religión cristiana lo asocia a la figura del Padre, porque es la mejor figura que más aproxima a Dios a “un Ser bondadoso”, como la de un padre para su hijito pequeño. Pero la figura del Padre es sólo eso, una figura, una representación mental, “para entendernos”.
11. Cualquier calificativo que asocie a Dios con algo conocido es una burda aproximación. Probablemente la palabra que menos traiciona a Dios es la que emplean los hindúes, “Aquello”.
12. Todo lo bueno, lo es en la medida que viene de “Aquello”. Si no, no es nada, sólo fantasía, error.
13. Aún así, pensamos que lo real es mi mundo, mis cosas, mi entorno, lo que contacta conmigo todos los días.
14. El resultado es una dosis diaria de sufrimiento innecesario.
15. Los seres humanos, procedentes originariamente de “Aquello”, aparecemos en la temporalidad, y ante esta situación no somos capaces de mantener la ligadura esencial con Aquel del que procedemos, sino que, alucinados con el mundo físico, desconectamos de Él, para centrarnos en los objetos cotidianos que perciben nuestros sentidos, bien como amenazas o como oportunidades.
16. El objetivo de nuestra vida no es otro que la de volver a conectar con la Realidad.
17. Así que no hay búsqueda hacia fuera de nosotros (lo religioso), ni hacia dentro (lo psicológico).
18. Sólo hay que “darse cuenta” de la Realidad, y comprender que estamos viviendo al revés.
19. Tenemos toda la Energía, toda la inteligencia. No somos inteligentes, somos la Inteligencia. Pero la empleamos mal, buscando aquí abajo, como si aquí estuviera la explicación a nuestros interrogantes.
20. La prueba de nuestro error es nuestra permanente insatisfacción.
21. En la medida en que nos acerquemos a lo Real, hallaremos paz interior.
22. Es fácil escuchar que los demás son la causa de nuestras desdichas.
23. ¿Qué demás?
24. Solemos elaborar mitos en torno a los demás, el mito de los buenos y los malos, los agresores y las víctimas, los que sufren y los que infringen sufrimiento. Si los malos desaparecieran, ¿acaso los buenos viviríamos en paz? ¿De verdad lo creemos así?
25. ¿Quiénes son buenos y quiénes son malos?
26. Hay que tener una gran compasión por todos los seres humanos, incluyendo los que tienen el poder, los malos. Porque los que hacen el mal, sufren el mal. Los que esclavizan son esclavos. Los que atacan, son atacados.
27. La posibilidad de despertar no está en el ser humano, pues vive enredado en sus fantasías.
28. A parte de cómo me valoren, por favor, “que no me engañe yo mismo”.
29. No soy el cuerpo.
30. No soy el psiquismo, las emociones.
31. No soy mi pensamiento que crea aparentes entidades y enormes cantidades de Energía. No soy nada de eso. No podría decir que soy un individuo, porque todo eso, cuerpo, psique, pensamiento, está falazmente dividido.
32. Decir que “yo” busco es confuso, porque ¿quién busca? ¿mi pensamiento, mis emociones, mi razón, mi espíritu? ¿Cuántas cosas hay dentro de mí, que al final no sé quién soy en realidad?
33. La búsqueda concluye cuando descubro quién soy en realidad.
34. No es cuestión de encontrar nada.
35. Sólo abrir los ojos y contemplar.
36. Empleamos el pensamiento para prácticamente todo. Pero con toda probabilidad, gran proporción de mi forma de pensar es atribuible a mi tribu.
37. En mi pensamiento hay continuas incoherencias; se bambolea según las modas, según el sueño de la tribu o del Planeta. Cambio continuamente de teorías. Cuando digo “pienso que…”, algo erróneo contiene ese pensamiento, porque lo eterno es suprarracional, supera al pensamiento humano por todas partes.
38. Basamos nuestra “sabiduría” y conocimiento en la cantidad de información que logramos obtener en nuestras investigaciones. Actualmente Internet puede provocarnos el clásico síndrome del “Information input overload”, por el que el exceso de datos es virtualmente imposible de metabolizar, asimilar y concretar en conocimiento.
39. “hay que civilizar a los indios nativos”, decimos. Pero la civilización se ha creado a partir y por la fuerza del pensamiento. Ha habido seres humanos que han conectado con la Verdad, pero pasan desapercibidos, como dice Kierkegaard:
40. “Al místico se le oye como se perciben ciertos gritos de pájaros, sólo en el silencio de la noche; por eso, con suma frecuencia un místico no adquiere importancia en medio del bullicio de su ambiente, sino mucho tiempo después, en el silencio de la Historia, para las almas afines a la suya, y que le escuchan.”
Kierkegaard, Diario íntimo.
41. No nos enteramos que están en medio de nosotros indicándonos el camino. Ni los más entregados a las prácticas religiosas se enteran, porque tienen toda su atención en ritos y liturgias, y están enredados en cumplir con la letra pequeña de determinados preceptos considerados imprescindibles para la salvación. "Se tragan un camello, pero no dejan pasar un mosquito" (Mt 23, 24).
42. Hay que contemplar directamente la Verdad, y es entonces cuando termina la búsqueda.
43. La lucidez de otros, caso de percibirla, nos puede dar ánimos, pero el camino lo tenemos que recorrer cada uno de nosotros.
44. Los buscadores nunca encontrarán lo que buscan, primero porque no saben qué buscan, y segundo porque caso de creer que lo han encontrado, esa agua les vuelve a dar más sed.
45. Todo está en el Principio de todo, Todo es Inteligencia. El pensamiento es sólo un mecanismo, un método temporal, basado en redes neuronales, que los humanos utilizamos para los asuntos de aquí abajo. No sirve para la Gran [no] Búsqueda.
46. La luz de la conciencia viene desde dentro de nosotros, donde la Verdad habita, sin nosotros ser conscientes de ello. Y a esa luz se la denomina, para entendernos, “discernimiento”.
47. El ser humano está perdido mientras se crea que está separado del resto de la existencia. El discernimiento viene desde lo profundo que somos. No es racional.
48. La liberación está en darnos cuenta de que somos Aquello, la sin causa.
49. Pero darnos cuenta de que somos Aquello supone el abandono de todo lo que creemos ser. Los místicos lo denominan “matrimonio espiritual” o unión íntima con Dios, en el que la propia alma exclama…
“en una noche oscura.
Con ansias en amores inflamada.
Oh dichosa ventura,
Salí sin ser notada,
Estando ya mi alma sosegada” (San Juan de la Cruz)
50. Si algo somos es Aquello. Lo único es contemplar.
51. Las cosas de la Tierra, gracias a la luz del Sol pueden verse. Cuando él se oculta, las cosas desaparecen de nuestra vista.
52. Todo lo tangible son imágenes de Aquello, no son realidades.
53. Hay que mirar todo con los ojos de Dios.
54. La Verdad es Unidad de conciencia. El Amor es expresión directa de esa Unidad.
55. Cuando nos entretenemos en que la belleza, el amor está en otras cosas, nos engañamos. Y eso causa a la postre, desengaño.
56. Hay que dar gracias cuando experimentamos un desengaño, una desilusión, porque con la desilusión, la Inteligencia nos dice “por aquí no”.
57. Ninguno de esos caminos es correcto. Ni los instintos, ni las emociones, ni los pensamientos son el camino.
58. Al desilusionarnos conseguimos ser conscientes del error en el que estábamos. Entonces es cuando podemos quedar en silencio, y dejar sentir la llamada de lo Real, lo Sagrado. Y eso es paz y serenidad, alegría sin motivo. Es la sensación de que Aquello es la Realidad.
59. Darme cuenta de lo profundo es lo Real. Lo demás no es comparable, son apariciones, ensueños.
60. En los momentos de silencio de la mente es cuando se experimenta la Sabiduría.
61. La Bondad no se fabrica, es un estado interior. Bondad, Paz, Belleza, Amor, todo es una sola esencia.
62. Si la mente no se silencia, no hay nada que hacer.
63. La mente astuta siempre tiene vías de escape para imponer su raciocinio. Pero resulta ser la más boba de todas.
64. Una mente inocente es la que se deja contactar con la Sabiduría. Sin embargo, despreciamos la inocencia porque para nosotros, es sinónimo de inmadurez. Pero en el fondo, una mente inocente es una mente des-engañada, des-ilusionada, es decir, una mente que habiendo estado engañada, ha descubierto el engaño; habiendo estado ilusionada, ha descubierto La alucinación. A través de la desilusión se adquiere la inocencia.
65. Hay otros caminos de búsqueda que se basan en lo emocional. Pero puede darnos bandazos sin dirección fija. Está muy próximo a los instintos. Y esto nos deja a merced de impulsos incontrolables.
66. El camino propuesto es el de la Sabiduría, que no es otra cosa que “darnos cuenta” de que no podemos estar dejados de la mano de Dios. Sólo la persona de Jesús pudo decir “Dios mío, por qué me has abandonado”.
67. Vernos en la noche oscura es sólo una vivencia desde la persona. La noche oscura no es verdad, es sólo una percepción desde el sentimiento. Que no cunda el pánico.
68. Dios está siempre con nosotros, queramos o no.
69. Cuando el pensamiento se vacía, aparece la plenitud.
70. Ni en los momentos de crisis tenemos que emprender una búsqueda. Sólo dejar la mente en silencio. Dios está ahí, detrás de nuestro silencio. Nuestro pensamiento sólo interfiere la comunicación directa con Él.
71. La acción hacia dentro de nosotros es simplemente la quietud, la no acción, parar la maquinaria y confiar (tener Fe), dejar que Él actúe.
72. El final de la búsqueda es simplemente despertar a la consciencia que somos.
73. El despertar es “lo último”. No es un proceso temporal; es la libertad primera y última. La continuidad temporal es falsa.
74. No hay nadie que despierte. Sólo hay despertar. Sucede, y cuando sucede, acontece la disolución del “yo” a través del des-engaño, de la des-ilusión.
75. El despertar no es un proceso en el tiempo. Está fuera del tiempo.
76. Pensamiento y tiempo van unidos. Si no puedes escapar del tiempo, estás pensando. El ahora no puede ser pensado.
77. Cuando sientes animadversión hacia otro, es que no has comprendido que los humanos no son lo que parecen ser. El agresor es digno de compasión porque está perdido y tanto más barbaridades hace cuanto más perdido está. Por eso Jesús suplicó al Padre “perdónales, porque no saben lo que hacen”.
78. No hay meta que conseguir, porque ya la tienes… y no lo sabes. Se trata de que te des cuenta de que “ya estás” en la casa del Padre. Ya eres uno con Él. Pero el pensamiento se resiste a creerlo y te confunde, te engaña, te ilusiona con otras cosas.
79. La vida se trata pues, de descubrir el engaño en el que estamos inmersos; de comprender que creemos ser lo que nuestro pensamiento ha fabricado para nosotros, y nuestra tribu nos ha transmitido a través de la educación.
80. “Yo”, mi verdadera identidad estoy fuera del tiempo y del espacio.
81. Cuando tomas el uso de razón, te preguntas “por qué estoy aquí”. Cuesta muchos años aceptar por qué estamos aquí.
82. El problema básico es la ignorancia, la ignorancia original (o pecado original según la tradición). Esta ignorancia es la causante de que la conciencia se haya identificado tan fácilmente con el mundo físico.
83. La ignorancia fundamental tiene un fin, pero no tuvo un principio.
84. La metáfora del sueño lo explica: la conciencia tuvo luz y se quedó dormida, y a partir de entonces elabora sueños.
85. Cuando estás confuso, has de saber que estás en pleno proceso de pensamiento. Cuando te separas del pensamiento, entonces encuentras la Paz.
86. El pensamiento no observa, no contempla, juzga, piensa, se involucra en las emociones. El testigo no se involucra con las emociones.
87. Primero crees que “yo mantengo la conciencia”. Es justamente al revés. “Yo” no hace nada.
88. El hecho de recordar que he de estar atento, es un recuerdo.
89. No hay libre albedrío pero sí libertad de expandir la conciencia. Simplemente consiste en parar el pensamiento.
90. No hay culpabilidad, simplemente "inatención" por ignorancia.
91. El delito está en el momento que me creo “lo nacido”. Es el primer error o pecado que atrae a todos los demás. Porque lo que yo soy está fuera del tiempo y del espacio.
92. Cuando descubro esto, me des-engaño. El delito (pecado) desaparece por consciencia.
93. Lo que importa desde la Sabiduría no es hacer o no hacer, sino desde qué lugar de mí surge la decisión.
94. Cuando descubro lo que soy, las cosas suceden según la providencia. Todo comienza a tener sentido, no existen las coincidencias.
95. Existir es transitorio, está en el tiempo y en el espacio. Ser es eterno, está fuera del tiempo y del espacio.
96. La voluntad es Amor si no actúa desde el ego.
97. Mi voluntad es ilusoria.
98. Dejo de ser yo el que vive, para ser Él (como el aire del globo que explota se mezcla con el aire circundante), el que vive en mí. Lo dice San Pablo.
99. La fusión del total desapego y la total aceptación supone la armonía y la paz.
¿Es posible vivir sin buscar?
100. Parece imposible vivir sin un objetivo al que dirigirnos.
101. Todo consiste, parece, en luchar, en buscar un mundo, una vida mejor. Pero ese estar buscando nos mantiene en desazón. ¿De qué está hecha esta búsqueda?
102. Es muy importante ver la posibilidad de no tener que buscar.
103. Nuestra inteligencia se basa en que todo tiene que ser así, qué se le va a hacer. Somos así…
104. Es posible vivir sin buscar. Pero para ello tiene que desaparecer la sed de algo más. Surge así el desapego de casi todo.
105. Sentir que tenemos necesidades afectivas y materiales es una paradoja. Por una parte sí es verdad, por otra no.
106. Empecemos por el hecho de medir, de cuantificar, y así la comparación entre lo que tengo, poseo y lo que debería tener y poseer. Medir es una ilusión, una “maya”.
107. Todas las medidas están en el espacio, y el espacio es un modelo de nuestra mente. Decir pequeño es comparar eso respecto de algo más grande o mucho más grande. Si no hay medida, el hecho de medir es simplemente una ilusión.
108. La Gran Añoranza del hombre se focaliza en alcanzar lo ilimitado, lo infinito. Pero ese alcance es imposible. Por tanto, acaso nuestra permanente insatisfacción radica en el hecho de haber querido limitar lo ilimitado a nuestro alcance, por un lado, y por otra creer que “yo” soy algo diferente de “El”.
109. Decididamente no. Mi cuerpo es una manifestación en el plano físico de Aquello que le sobrepasa.
110. Mi yo no está separado del resto del Universo. La vida fluye en mí, la respiración, la energía, los nutrientes…
111. El Todo respira y la aparentemente forma manifestada que soy yo, también respira dentro del Todo.
112. Entre lo más sutil y lo más denso está nuestra identidad.
113. Hay que ver todas las partes desde la totalidad. Algo parecido a tener una visión sistémica.
114. Si no somos lo que creemos, si tenemos tantos planos de conciencia, podemos dejar nuestra realidad en cualquiera de los planos, bien por la caída (el pecado) o por la ignorancia (según los Vedas).
115. Nos identificamos con una forma que expresa un plano limitado de la realidad.
116. Cada forma se puede creer autónoma y sentirse separada. Esto es el pecado original.
117. Cómo siendo tan clara la verdad, vivimos los seres humanos de un modo tan rastrero?
118. Podría ser que además de hacer esto, esto sería como si el dueño de una casa enorme se limitara con las estrecheces del sótano, ignorando que dispone de muchas estancias y una terraza, un espacio abierto a la totalidad, el corazón ni físico ni emocional, el núcleo.
119. La mayoría de seres humanos niegan la existencia de la terraza, el acceso a la verdad absoluta. Pero nuestro destino es grandioso.
120. Cuando existe la “intuición”, y no se niega, nuestra búsqueda empieza a cambiar. Las necesidades comienzan a relativizarse, la búsqueda se debilita, empieza a perder sentido, y comienza la búsqueda del Amor Universal, la búsqueda de Dios.
121. Pero esa búsqueda es un comienzo desde la intuición de que hay algo más, pero nos atrapa nuestra innata actitud de búsqueda, el “espíritu de la colina”, que siempre nos deja desasosegados, porque siempre hay una colina más allá de haber logrado el último altozano.
122. La lucidez, cuando se alcanza, nos hace consciente de que no tenemos que buscar nada que no hayamos tenido siempre. Ya está en nosotros. Siempre ha estado a nuestro lado, y más aún, dentro de nosotros, porque es nuestra misma esencia.
123. El camino de regreso del hijo pródigo no es otra cosa que el discernimiento, la clarividencia, alcanzar la consciencia de que Él y yo somos uno. Sólo hace falta contemplar y ver, que está ahí, delante de nuestros ojos, en lo más profundo de nuestro ser.
124. La Eucaristía es el sacramento, el signo sagrado que representa esa unión íntima, esa fusión total y absoluta de Dios en cada uno de nosotros.
125. Pudiera ser que en un instante afortunado la búsqueda de “Aquello” casara y descubriéramos que el edificio culmina en un espacio sin límites. Pudiera ser poder ver la infinitud de nuestra esencia. Esto no es un ideal, es nuestra propia esencia.
126. Es nuestra zona pensante la que impide ser conscientes de esta realidad, la que lo niega, la que no se lo cree. Es nuestra identidad temporal la que tiene miedo de salir de sus coordenadas, perímetro que cree controlar, porque teme encontrarse literalmente con “la nada”. Y sí, será una nada relativa respecto de lo anterior, pero no absoluta, pues Dios lo llena absolutamente todo. Es el vértigo del abismo infinito.
127. Hagamos lo que hagamos, estamos en el seno de la divinidad; con cuerpo, sin cuerpo, en este mundo, en el otro, con mente, sin mente, con o sin emociones.
128. Existen dos miedos atávicos, el primero es a equivocarnos, a no optar por la dirección correcta. El segundo es a, fruto de ese error, caer en la nada, en vía muerta sin retorno. Pero no hay garantías de coger el camino correcto. Hay sólo la evidencia de nuestra intuición.
129. La contemplación hace que la evidencia interior se afiance. Esto es Fe en el verdadero sentido al que apuntan las religiones, pero no consiguen “tocar”, porque se limitan a “creer al pie de la letra”.
130. Cambiemos Fe por Evidencia o Intuición de la Verdad. Esta es la única garantía.
131. Si nuestra intención es “pura”, el camino es el correcto. Si existe el mínimo atisbo de impureza, es decir, de egoísmo, el camino está equivocado.
132. La intención impura es la que se basa en mejorar nuestros sueños, o lo que es lo mismo, en incrementar la satisfacción de nuestras necesidades. Más de esto, más de lo otro, que me amen, que me valoren, que me halaguen. Todo va dirigido a satisfacer el “ego”, a dar culto al “yo”. Esto se define como egoísmo.
133. La manera de salir de este tipo de búsqueda, que satisface sólo temporalmente, como el agua que sacia pero terminas sintiendo de nuevo sed y necesidad de beber, es dejar de soñar y de alimentar mis sueños y mis necesidades; incluidos los sueños altruistas.
134. Si busco ayudar a los demás, siempre habrá una coletilla de búsqueda del reconocimiento de los demás a mi desinteresada acción. Siendo así, que los mejores actos terminan siendo pura hipocresía, como las acciones humanitarias de los famosos del cine, que cumplen dos funciones, la primera, desgravar impuestos, y la segunda, salir en los medios de papel satinado, con exclusivas sobre lo buenos y humanitarios que son, siendo así que su popularidad (que es de lo que viven) sube varios enteros, lo que al final se traduce en más ingresos económicos.
135. Qué hacer entonces. Ser lo que soy, y no necesitar nada más. Esto se consigue no pensando, sino viviendo el instante presente.
136. El pensamiento sólo es útil para manejarnos en esta vida cotidiana. Si lo utilizamos para esto, está bien. El problema es que lo utilizamos para mejorar el “yo”. Calculamos, imaginamos, proyectamos… cómo ser mejor que los demás. A ver quien mea más lejos. “Mis, mis, mis… buenos deseos… mis intereses, a fin de cuentas.
137. Todo esto lo hacemos desde el pensamiento, esto es, utilizamos todos los recursos a nuestro alcance. Y aquí está implicada la New Age, al menos en parte, porque está planteada desde el yo psicológico, que busca, busca y busca, un estado mental de relax, paz, bienestar y “buen rollito” entre los seres humanos, de donde se deduce el slogan “make love, no war”, de los hippies de los sesenta.
138. La Inteligencia busca no la acción, sino la no acción. Desde el “yo” no es posible hacer una acción desinteresada, porque esto es contranatura; pone en riesgo el “yo”. Por eso para el hombre, para el “yo” es imposible salvarse. Porque el “yo” psicológico se mantiene bajo criterios erróneos de “yo” versus todo lo que me rodea.
139. El pensamiento primitivo de los primeros homínidos surgió como forma de que el semi humano lograra defenderse de las amenazas del mundo físico, que eran todas; de modo que la identidad surgió como forma de conseguir sobrevivir a la amenaza. Se creó, entonces, la ilusión de que vivimos diferenciados del entorno. Conseguir superar la amenaza hasta doblegar a todo aquello que nos amenazaba hizo creer al hombre que él era el amo y señor de lo creado, y todo lo que amenaza ese status se toma como peligro. Por eso uno mismo no puede salvarse. [NP]
140. Desde el “yo” no es posible finalizar la búsqueda. Hemos de conseguir nuevas habilidades a experiencias, o dones.
141. Toda actitud que genera desasosiego indica que viene del pensamiento, y por ello, el propio desazón indica que es un pensamiento erróneo.
142. Estamos habituados a asociar la energía vital con las emociones fuertes. Una persona que no expresa emociones puede transmitir una energía de intensidad muy superior a la que exterioriza todo tipo de emociones. Y el salto sólo se consigue con la “lucidez”.
143. Cuando nuestro “yo” salga de este contexto, nuestro Yo Real no saldrá de ninguna parte. Siempre estuvo allí, nada más que eclipsado.
144. No tenemos ninguna consigna para vivir, ningún ejercicio que practicar. Sólo una cosa es importante, mantenerse despierto en mi “yo Real, para ejecutar “mi obra de arte”.
145. Si la belleza, la bondad me inunda, mi obra será bella, mi vida será brillante.
146. No hay un programa de virtudes. La humildad desde el “yo” es egoísta. La humildad desde la verdad es sencilla, inocente.
147. Sólo tenemos que deshacer la ilusión de que “yo” soy el resultado de mis pensamientos.
148. No distraerme no es tener que estar atento a los detalles de lo pasajero. Eso distrae de lo esencial. La búsqueda basada en el detalle de esto o aquello, no tiene sentido.
149. Jesús nos propone buscar el Reino de Dios, lo demás, el detalle, viene por añadidura. Pero si nos obcecamos en buscar y buscar, tendremos serias dificultades para transformar nuestra vida.
150. Nuestro verdadero sentido no es la búsqueda, sino la toma de conciencia.
151. Con la mente pensante no lograremos entender que todos y cada uno de nosotros somos una conciencia única.
152. Porque la conciencia única no lo entiende el pensamiento, es por lo que se ha llamado “sagrado”, “místico”, misterioso.
153. Cuando el que lo ve, se da cuenta, no lo puede transmitir a los demás a nivel de pensamiento, de razonamiento lógico o ni siquiera intuitivo. Simplemente ha de mostrar su vivencia, lo vive, lo experimenta. El que tenga oídos y sepa oír estará entablando una comunión desde dentro, desde lo más íntimo.
154. Porque no se puede dar luz desde fuera. La luz vino al mundo, pero las tinieblas no la recibieron. Para incluso explicar esto, hay que acudir a parábolas.
155. La luz nos ilumina desde dentro, porque Aquello está en nosotros y nosotros somos Aquello. Esto nuestro yo lo interpreta casi como blasfemia, pues piensa (y piensa mal), que esto es lo mismo que creernos dioses. El “yo” que se cree dios es un necio. Y los hay.
156. Una mente dormida siempre está dormida, con cuerpo y sin cuerpo, antes y después de la muerte.
157. Es urgente despertar.
158. No podemos entretenernos con las apariencias.
159. ¿Y ahora qué hacemos…? Siempre queremos hacer algo, antes de ser.
160. El que hace silencio interior, hace lo que mejor puede hacer, contemplar la Verdad.
161. Aquí hay luz, desde las galaxias hasta los átomos. No es difícil contemplar. No nos conduce a un vacío donde no poder reclinar la cabeza. Eso es lo que teme el “yo”.
162. No nos preocupemos, como no lo hacen los lirios del campo.
163. No nos quedemos anclados en las apariencias.
164. La ilusión esclaviza siempre. La verdad hace libres.
165. Por eso, con contemplar la Verdad, basta.
166. Esto es un escándalo, porque puede creer pensar en verdades vs falsedades.
167. Ya soy la belleza que busco, la verdad que busco, la alegría que busco. Lo soy de verdad, en esencia, no en apariencia, no en el tiempo.
168. El paso del tiempo hace perder la belleza del cuerpo, pero somos la Belleza.
169. Pero de esto hay que ser consciente, sin margen para la duda.
170. Esto es lo que han hecho los pocos sabios que en el mundo han sido. Lo dice Fray Luís de León.
171. He tenido atisbos, pero mi ego me confunda constantemente. Porque teme perder el control. Y sin embargo, sólo me queda decirle a Dios que lo haga Él.
172. El camino devocional, como primera instancia es válido, porque moviliza y prepara, pero no va más allá, porque quedarse sólo en la práctica devocional no elimina el protagonismo del “yo”.
173. La frase “vivo sin vivir en mí” indica que la persona está viviendo de lo que cree ser “yo”. Toma conciencia de que mi vida no la mueve el “yo”. Y “muero porque no muero”, es la angustia por el deseo de que de una vez, el “yo psicológico” muera, y renazca y se exprese con toda su plenitud, el “Yo Real”, la verdadera identidad, unida, fusionada, misma esencia de Dios.
Filosofía perenne
174. Todo lo expresado en estas frases se denomina “filosofía perenne”. Esto es lo que han hecho los pocos sabios que en el mundo han sido. Lo ha expresado el Buda, Lao Tse, Confucio, Sócrates, Isaías, Epicteto, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, y tantos y tantos sabios místicos como ha dado la Historia. Y lo ha proclamado en su Evangelio, el propio Jesucristo. Todos han expresado la misma esencia, adaptada a cada cultura, pero la misma esencia, al fin y al cabo. Es Palabra de Dios.
175. Todos predican la calma, la prudencia, la templanza, la serenidad, la paz (mi paz os dejo, mi paz os doy). Si faltan, no puede verse con claridad.
176. Es una gran Verdad evocadora, que sobrepasas el pensamiento. Imprime el ritmo de la vida, expresado en culturas antiguas en la respiración, en el “prana”.
177. Hay que trascender a las religiones. De no hacerlo, podemos quedar fascinados por una o por otra. Y justamente esa diferencia separa, divide. Es la fascinación por lo exotérico, lo externo, la práctica devocional.
178. La trascendencia de la religión es esotérica, interior, profunda, no manifestable con formas externas, que siendo útiles en el principio del caminar, dejan de ser necesarias cuando el alma se descubre a sí misma y trasciende el plano de este mundo.
179. Cuando se supera lo exotérico y se entra en lo esotérico, lo interior, se entra en lo que en lenguaje tibetano se denomina “tosen” o “Zochen”, o vía directa.
180. Krisnamurti es budista esotérico, y no pertenece a ninguna línea exotérica. Predica por tanto la sabiduría perenne, el camino directo.
La Vía Directa
181. Cuando eres lúcido en la vigilia, los sueños no tienen nada que enseñarte, porque todo lo que te presentan es accesorio; acaso útil para vivir lo cotidiano, trabajar, administrar la casa, pagar las facturas, etc.
182. Hay que seguir la “via Directa”. Y el discernimiento es capaz de diferenciar perfectamente lo esencial de lo accesorio.
183. No es necesaria la vía purgativa antes de la contemplativa, como una penitencia necesaria.
184. Llamando a las cosas por su nombre, si asociamos la vía purgativa al proceso de “desapego”, posiblemente, nos entendamos.
185. Las tentaciones vienen de nuestra tendencia al apego a las cosas.
186. La vía Directa es tremendamente intensa, es una total conmoción.
187. La vía clásica trial es paso a paso.
188. Mientras yo sólo sea mi “yo”, mi “ego”, estaré viviendo un sueño.
189. Las experiencias sólo tienen valor en función de la Sabiduría que dejan como poso.
190. Toda aplicación de conciencia es válida en sí misma en la medida en que desvaloriza el mundo cotidiano.
191. La emoción es algo superficial, que procede del entorno del “yo”. El sentimiento es algo muy profundo, que proviene del chakra 4, del corazón.
192. Las emociones positivas tienen algo de Aquello, aunque esté tapado, eclipsado.
193. Los valores internos van más allá de los sentimientos.
194. El sentimiento es mío.
195. El Amor no es mío. Soy el Amor.
196. La libertad no es mía. Soy la Libertad.
197. Viene directo del Ser.
198. Ser consciente, darse cuenta, despertar, no es lo mismo que comprender con la razón. Podemos entender los textos de los sabios y admitir que en la lucidez está la Verdad. Pero no despertaremos sólo con comprender, más o menos esto. No es una cuestión de “yo lo he pillado”.
199. Despertar es experiencia de Dios, no el resultado de una lúcida reflexión sobre lo divino.
200. Despertar supone pasar de creer en Dios a vivir en Dios.
Kerigma
Cuando uno recibe este mensaje, cuando uno deja ser sometido a la purificación, luego "dad gratis lo que habéis recibido gratis"
Ahora toca ser emisarios, y proclamar el kerigma.
Esto es, volver a las tierras del Confinador y sentarse al lado de los que pordiosean por un puñado de bellotas (es decir, por un puñado de dólares), y transmitir todo esto.
Hay variadas forma de hacerlo.
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