2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Jn 13, 2-5
En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Jn 13, 30
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» Jn 13, 34-35
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Jn 15, 12-13
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» 27 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, 28 porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Mt 26, 26-28 (Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20)
En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Jn 13, 30
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» Jn 13, 34-35
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Jn 15, 12-13
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» 27 Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, 28 porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Mt 26, 26-28 (Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-20)
Amaos como yo os he amado
En este acto de la última Cena, Jesús resume toda su filosofía de vida, todo su mensaje.
Si no me equivoco en la secuencia final, en el cenáculo ocurre lo siguiente.
Primero, Jesús lava los pies a todos sus discípulos, incluido Judas. Les muestra la total actitud de servicio y de amor a todo los seres humanos (incluido a los enemigos, a los traidores, pues Judas aún estaba con ellos)
Segundo, manifiesta con tristeza el anuncio de la traición. Judas toma el bocado mojado en vino y se va. Era de noche, apunta San Juan (porque el traidor actúa protegido por la oscuridad, para no ser visto).
Tercero, les da el mandamiento nuevo:
Si no me equivoco en la secuencia final, en el cenáculo ocurre lo siguiente.
Primero, Jesús lava los pies a todos sus discípulos, incluido Judas. Les muestra la total actitud de servicio y de amor a todo los seres humanos (incluido a los enemigos, a los traidores, pues Judas aún estaba con ellos)
Segundo, manifiesta con tristeza el anuncio de la traición. Judas toma el bocado mojado en vino y se va. Era de noche, apunta San Juan (porque el traidor actúa protegido por la oscuridad, para no ser visto).
Tercero, les da el mandamiento nuevo:
“amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Cuarto y final, les hace entrega del símbolo por antonomasia de su propia persona, el pan y el vino, como símbolo de su cuerpo y sangre que será entregado y morirá por todos ellos.
En esta secuencia Jesús resume todo su mensaje, servicio a todos, el que quiera ser primero, que sea el último; el que quiera ganar su vida, ha de perderla.
Todo es un contrasentido, un fracaso total. Nadie ha entendido una sola palabra de lo que Él trató de decir.
La palabra acampó entre nosotros y ninguno fuimos capaces de comprenderle.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. 11 Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Jn 1, 9-11
La historia de Jesús de Nazareth es la historia de un fracaso total. Cuando Él sabía que quedaban pocas horas para que fuera sacrificado, porque el mundo se negaba “explícitamente” a recibirle, es cuando expresa en dos actos, el lavatorio de pies y la consagración del pan y el vino, todo su mensaje. Y anuncia un solo mandamiento. Amaos como yo os he amado.
Y los discípulos viendo todo aquello estupefactos, como lo veríamos nosotros, pensando “por lo bajini” que “este está como un cencerro”.
Jesús tiene ante los suyos, sus íntimos una actitud como si fuera el último mono, el siervo más bajo de todos, en vez de tener una actitud de gran gurú al que todos respetan y sirven.
Todo puesto del revés. Todo cabeza abajo. Todo sin sentido. Todo un perfecto desastre.
Y encima, da su cuerpo y su sangre a comer y beber…
Este está como una chota…
Dios no es un mensaje para la mente, sino para el corazón, para el alma.
Dios no se comprende con la mente, se experimenta con el espíritu.
No existe mente humana que pueda entender el mensaje de Jesús. Y por eso la mente lo rechaza, no lo entiende, y al no entenderlo, no lo admite, es más lo ve como peligroso, porque pone en peligro la propia organización mental de nuestro mundo, la propia cordura.
Cuarto y final, les hace entrega del símbolo por antonomasia de su propia persona, el pan y el vino, como símbolo de su cuerpo y sangre que será entregado y morirá por todos ellos.
En esta secuencia Jesús resume todo su mensaje, servicio a todos, el que quiera ser primero, que sea el último; el que quiera ganar su vida, ha de perderla.
Todo es un contrasentido, un fracaso total. Nadie ha entendido una sola palabra de lo que Él trató de decir.
La palabra acampó entre nosotros y ninguno fuimos capaces de comprenderle.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. 11 Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Jn 1, 9-11
La historia de Jesús de Nazareth es la historia de un fracaso total. Cuando Él sabía que quedaban pocas horas para que fuera sacrificado, porque el mundo se negaba “explícitamente” a recibirle, es cuando expresa en dos actos, el lavatorio de pies y la consagración del pan y el vino, todo su mensaje. Y anuncia un solo mandamiento. Amaos como yo os he amado.
Y los discípulos viendo todo aquello estupefactos, como lo veríamos nosotros, pensando “por lo bajini” que “este está como un cencerro”.
Jesús tiene ante los suyos, sus íntimos una actitud como si fuera el último mono, el siervo más bajo de todos, en vez de tener una actitud de gran gurú al que todos respetan y sirven.
Todo puesto del revés. Todo cabeza abajo. Todo sin sentido. Todo un perfecto desastre.
Y encima, da su cuerpo y su sangre a comer y beber…
Este está como una chota…
Dios no es un mensaje para la mente, sino para el corazón, para el alma.
Dios no se comprende con la mente, se experimenta con el espíritu.
No existe mente humana que pueda entender el mensaje de Jesús. Y por eso la mente lo rechaza, no lo entiende, y al no entenderlo, no lo admite, es más lo ve como peligroso, porque pone en peligro la propia organización mental de nuestro mundo, la propia cordura.
Mi individualidad amenazada
El mensaje de Jesús pone en peligro mi individualidad, de dos formas, la primera destrozando la escala de poder, la jerarquía de mando.
¿Se vería con buenos ojos que un rey o presidente de gobierno fuera el que sirviera la mesa a sus invitados en una cena de gala?
¿Se vería con buenos ojos que fuera el obispo el que se pusiera a repartir el vino en las copas de sus invitados en el palacio episcopal?
La segunda forma de poner en peligro mi individualidad es tomando conciencia de que “mi vida no me pertenece”, que yo estoy aquí para hacer una donación total de mí mismo a todo aquel que necesite de mí.
¿De qué me sirve ser de comunión diaria si después antepongo mis prioridades a las prioridades de los que me necesitan?
Por eso, la última cena es el paradigma de la “no dualidad”, la materialización de “todos somos Uno en Él”… si hacemos, si vivimos, como Él nos enseñó y nos mostró en ese último acto.
El acto de partir el pan es la actitud de repartirme a mí mismo entre los que me necesitan; de entregar mi propia vida entre aquellos que tienen hambre, sed, están desnudos y no tienen techo… o simplemente precisan una palabra de aliento, de ánimo, necesitan simplemente sentirse escuchados, saber que soy de fiar, que pueden confiar en mi, que no les voy a fallar, o al menos trataré de no fallarles, y si les fallo, les pediré perdón.
Pero como no nos enteramos de la misa, la media, la rutina, la tediosa rutina de una aburrida práctica religiosa, ha convertido el símbolo del más sublime acto de amor que un ser humano haya experimentado..., en simplemente recibir la comunión, echar unos rezos, y ya está. Salgamos rápido que nos espera la ración de bravas y la cerveza en el bar, al salir de misa. Pero eso sí, démosle veinte céntimos al pobre de la puerta de misa, “la caridad ante todo”.
Seguimos siendo los discípulos que miraban atónitos a un extraño ser que, considerado maestro, se ponía a lavarles los pies, o decía que el pan y el vino era su cuerpo y su sangre…
La historia del fracaso de Jesús en este mundo se repite, no cada vez que alguien hace daño al otro (eso siempre), sino cada vez que los que supuestamente debíamos haber tomado auténtica conciencia de lo que significó todo aquello, y ser nosotros, nuestra vida la auténtica Eu-Caristía (buena – gracia), la reducimos al rito litúrgico de la misa, a la mera práctica religiosa.
¡¡Por Dios, que nadie me tome estas palabras torcidamente!! No tengo nada en contra de la misa, todo lo contrario, es la expresión comunitaria de ese sublime momento. Pero si tras ella, nuestra vida no se convierte en el auténtico sacramente de la “buena gracia”, del amor y donación total a los demás, entonces desaparece completamente su valor, para convertirse en una burla, un sarcasmo, una soez impostura, que le hacía a mi padre advertirnos…
“Hijo, no te fíes de ese, que ¡es de comunión diaria!”.
Porque él sufrió en sus propias carnes el zarpazo feroz de personas de comunión diaria que en la España de los años cincuenta, de un modo blasfemo se ensañaron con los demás haciéndoles sufrir, pero eso sí, comulgaban todos los días.
Como yo os he amado. De la misma forma exclamad… “Os doy mi vida entera”.
Sólo así, en aquellos que realmente vivan, vivamos así, tiene sentido la vida y la muerte de Jesús de Nazareth.
La auténtica Eu-caristía
Porque el auténtico sacramento de la Eucaristía es “mi vida entera puesta al servicio de los que me necesitan”.
O dicho de otra forma “vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, toma tu cruz y me sigues”.
Pero al joven rico, como a nosotros, esto como que jode bastante. Así que, nos quedamos mejor con la misa del domingo, con el cumplo y miento, mientras "yo sigo con lo mío y cada cual con lo suyo", para recordar así el por qué del fracaso de Jesús en este mundo.
Pero al joven rico, como a nosotros, esto como que jode bastante. Así que, nos quedamos mejor con la misa del domingo, con el cumplo y miento, mientras "yo sigo con lo mío y cada cual con lo suyo", para recordar así el por qué del fracaso de Jesús en este mundo.
Los que con esta actitud individualista no le ven sentido a la misa, son bastante más coherentes con su ególatra filosofía de vida.
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