Vivimos un tiempo marcado por una peligrosa tentativa, la de fundar una nueva religión, una religión sin Dios, o mejor dicho una religión donde el dios es el propio hombre convertido en “super yo”, en superhombre.
Estamos gravemente enfermos.
No soy teólogo, por la Gracia de Dios, pero sí soy médico, también por la Gracia de Dios, y además estoy enfermo, igualmente por la Gracia de Dios.
No soy teólogo, porque podría haberlo sido, si hubiera estudiado para cura, cosa que sentí de pequeño (1965-1971), y que al final descarté al ver el falso amago de apertura de la Iglesia tras el Concilio. Ni me arrepiento ni me alegro de no haber entrado en el seminario. Ha sido lo que ha tenido que ser. Al no ser teólogo, digamos que no tengo estudios eclesiásticos, y la doctrina católica simplemente la bordeo, sin entrar en materia, entre otras cosas porque no deseo pecar de intrusismo profesional.
Y soy médico porque estudié Medicina como alternativa a mi deseo de entregarme a los demás. Era como un cambiar de poder haber sido médico del alma, a ser sólo médico del cuerpo. Luego me di cuenta de que la filosofía que trasciende a la Medicina es impresionantemente aplicable a todos nuestros problemas y angustias en este mundo, al menos como parábola del Reino de los Cielos.
Y parece ser que tras una vida razonablemente sana, me toca padecer una enfermedad que exige cuidados y un régimen de vida bastante estricto, so pena de arriesgarme abandonar este mundo bastante antes de lo previsto.
Con lo cual, reúno tres atributos, creo que importantes, para abordar el camino hacia Dios como un proceso terapéutico al que el alma ha de someterse para recobrar la Salud, no sé si perdida, porque parece ser que lo nuestro es una enfermedad congénita, denominada “pecado original”; el primer atributo es el de “no-teólogo” (cosa importante para no sesgarme en un discurso bastante conocido con el tradicional lenguaje escolástico – eclesiástico – exegético y hermenéutico de los tratados de teología y de los documentos oficiales de la Iglesia). El segundo atributo es el de médico y el tercero de paciente, lo que creo me permitirá contar todo el proceso desde la perspectiva de un hombre de la calle que sufre una penosa dolencia de la que desea (si es que se considera enfermo), recuperarse.
Además, al no tener estudios teológicos, puede descartarse que lo que yo pueda expresar provenga de mi erudición académica, pues a lo máximo que puedo esgrimir es lo aprendido a través de los libros que haya podido leer. Pero eso no da erudición, ni tampoco autoridad para hablar en plan académico, gracias a Dios. Así que sólo queda que lo que puedo expresar procede de lo vivido en mi experiencia personal, contrastada con lo que otros expositores de la Filosofía perenne y de la vida mística, han expuesto por la misma vía de la experiencia en los libros que han escrito.
Y si además empleo un lenguaje razonablemente desenfadado, con algunos brotes de buen humor, creo que la cosa entrará mejor, algo así como un supositorio, despacito y sin dolor.
Además, Jesús en su vida pública, si de algo ejerció fue de médico ¿O no? Con lo que me asemejo profesionalmente a lo que Él desplegó el tiempo que estuvo entre nosotros.
Modelos de vida interior
La vida interior tiene que ser representada mediante símiles tomados de la vida diaria. Jesús hablaba en parábolas, porque no le quedaba otra para ser comprendido por las gentes que le escuchaban.
La perla escondida, la senda estrecha, el hijo pródigo, el sembrador, los invitados a la boda, el rico Epulón y el pobre Lázaro, etc. son simples y sencillas formas de explicar lo inexplicable. El problema estriba en el hecho de que en el léxico de nuestros idiomas, los estados del alma no están recogidos como tales; así que tenemos que hacer aproximaciones sucesivas basándonos en ejemplos de la vida diaria. La vida como un camino, la vida como el descubrimiento de un castillo interior que tiene muchas estancias, la vida como una mala noche en una mala posada. Y así un, no demasiado largo, etcétera, que nos permita más o menos imaginar un “la vida interior es como si…”.
En teoría de sistemas, se dice lo mismo, la realidad está ahí, frente a nosotros, y nosotros, a lo máximo que podemos llegar es a elaborar “modelos de realidad”, por la que logramos construir modelos que representan mentalmente esos sistemas inaccesibles de otro modo, hasta conseguir en su caso, intentar comprender su funcionamiento, sus causas y sus efectos.
Pues en estos temas del alma, sucede lo mismo. Sólo podemos decir que “la vida interior es como… un camino, una senda, un regreso a casa, un castillo interior, etc…”
En la entrada 18.- Todos somos Uno, me refería a los dos paradigmas de la Física, la mecánica clásica de Newton y la cuántica de Plank. La primera explica el mundo tal y como lo conocemos en cuatro dimensiones, con una precisión, además milimétrica, mientras la segunda explica, o trata de explicar el mundo subatómico mediantes modelos que se escapan de nuestra capacidad de comprensión normal, para sumergirnos en espacios de 16 dimensiones, en atractores, tensores y en ecuaciones que escapan al común de los científicos, no digamos ya al común de las gentes.
Pasa más o menos lo mismo con la mística. La cosa se puede explicar en terminología convencional mientras que dura la fase ascética, en la que somos nosotros los que hemos de trabajar. Pero cuando se entra en la fase unitiva, en la que el alma entra en la noche pasiva, donde es Dios el que hace el trabajo y el alma tan sólo puede decir “fíat”, hágase, los modelos convencionales dejan de funcionar, dejan de expresar y mucho menos de explicar lo que le sucede al alma.
Pero no nos preocupemos por esas alturas, porque mucho antes de llegar a esos estadíos expuestos por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, queda mucho terreno por recorrer.
Como quiera que en realidad lo que suceda en el interior del alma humana es un proceso paulatino en términos de “estados espirituales”, vamos a ensayar una alternativa sobre la base de definir la vida interior como un proceso mórbido, un estado patológico que es nuestra situación normal, que debe ser sometido a un largo proceso de tratamiento, en parte asumiendo su responsabilidad nosotros y en la mayor parte Dios es el que realmente puede obrar la curación, como un médico con sus conocimientos procede para curar a sus pacientes.
Espero que funcione.
Términos similares
Ahora que todos estamos enganchados a la web, es bastante fácil saber si alguien, en algún lugar del planeta, se la ha podido ocurrir una idea similar, o al menos, usar los mismos términos. Es sobre todo, para eso de no pisarnos los callos unos a otros, así como respetar aquello del copyright.
Primero de todo, “La medicina del alma” (arzt und seele), München 1969, es el título de un libro que leí en mi época de estudiante, escrito por el psiquiatra Gerhard Venzmer, que trata de una descripción divulgativa de las diversas enfermedades del espíritu y de los tratamientos seguidos para remediarlas. Es una especie de pequeño tratado de psiquiatría escrito para el público general, con el único objetivo de la divulgación.
En el buscador de Google bajo el mismo término nos devuelve lo siguiente.
1.- “La Medicina del alma”: http://www.medicinadelalma.com/.
El arte de escuchar el cuerpo. Todos tenemos esta capacidad maravillosa y el propósito de esta página es que puedas despertar o sintonizar tu escucha para alinearte con la vida.
Está constituida como asociación de una serie de personas que se plantean caminos alternativos para el desarrollo personal, y para el abordaje de diversas enfermedades corporales, donde la intuición o voz interior es un factor esencial para recobrar el equilibrio interno. Ofrecen un servicio interesante de consulta por internet. Esta iniciativa parece enmarcarse dentro de lo que podríamos llamar medicinas naturales o alternativas.
Por lo que he podido leer, Eric Rolf, autor del libro también con el mismo título, ofrece un planteamiento de autosanación de las dolencias físicas y psíquicas, mediante el uso de la voz interior, intuición, o algo así. He encontrado un video de you tuve, que lo explica:
http://www.youtube.com/watch?v=J8ffE1b9VYM
2.- “Medicina del alma para la superación personal”. Este es el título del libro escrito por Antony de Melo. Bueno, no ciertamente. En el fondo es una conferencia de las últimas que dio Melo en la Universidad de Fordham, en Nueva York, y que luego, la Editorial Lumen a transcrito para convertirlo en un sencillo libro, que se enmarca dentro de la filosofía del autor, uno de los más representativos de la moderna espiritualidad universal, muy ligada a todo lo relacionado con el desarrollo personal.
La web de consulta es:
http://www.scribd.com/doc/21572717/Anthony-De-Mello-Medicina-del-alma
3.- “La medicina del alma: El poder místico de la música sufí”. Esta es una web islámica, donde nos introduce en el sugerente mundo del sufismo, la rama mística del islam, en nada separada de la mística cristiana, salvo por utilizar como métodos de crecimiento algunas técnicas poco habituales en otras tendencias. Pero en esencia están muy hermanadas con las otras vías de la mística. El sufí centra en la música de los danzantes derviches, la esencia de la espiritualidd, como diría el místico Rumi, “la música es el sonido de las puertas del Paraíso al abrirse”.
La web de consulta es: http://www.webislam.com/?idt=2912
Y no parece que haya más en la web en estos términos.
Un término similar podría ser el de “medicina del espíritu”, en el que también hay resultados en Google.
También están relacionados con sistemas de crecimiento y desarrollo personal.
http://www.centroanunaya.com/tag/medicina-del-espiritu/
http://lamedicinaholistica.wordpress.com/2007/04/17/titulo-del-post/
Con esta simple búsqueda, digamos que el término de “medicina del alma” está muy relacionado en la actualidad con todo lo relacionado con las técnicas de desarrollo personal y de autoayuda, y una puntualización al sufismo, donde la música es considerada como una medicina para el alma.
La teoría del superhombre
Voy a transcribir una reflexión que he encontrado en wikipedia; creo que es importante traerla a colación, data de 1870:
Übermensch (traducido como Superhombre, Suprahombre, Sobrehombre o Transhombre) según Friedrich Wilhelm Nietzsche, es una persona capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder. Este concepto parece proceder de la lectura de Nietzsche en la década de 1870 del ensayo "Der Einzige und sein Eigentum", publicado por Max Stirner en 1844. En 1874 Nietzsche prestó a su alumno, Baumgartner, la obra de Stirner, sacada de la Biblioteca de Basilea.
Una de las ideas que ha defendido con mayor interés, es que los valores tradicionales representados por el cristianismo someten a las personas más débiles a una "moralidad esclava", que no provocan en ellos más que un estado de resignación y conformismo hacia todo lo que sucede a su alrededor. Para él, esos valores tienen que desaparecer para que aparezcan otros nuevos que representen su prototipo de hombre ideal, al que él mismo llamó Übermensch. Combate la moral impuesta por las religiones e impulsa una moral que surja desde lo más profundo de las personas.
Según Nietzsche, ese Übermensch es solitario, seguro, independiente e individualista, y no se deja llevar por la multitud; al contrario de las personas débiles, que sólo se dejan llevar por las tradiciones y las reglas establecidas.
¡Mirad, yo os enseño el superhombre!
El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.
Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!
Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche
El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.
Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!
Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche
Este Übermensch no cree en las cosas que prometen las religiones después de la muerte, él sólo cree en lo real y en lo que puede ver. Es un ser que, ante todo, razona; aunque eso no quiere decir que no sienta. Este Übermensch se deja llevar por sus pasiones y sus sentimientos, pero a su vez, se domina a sí mismo; no busca sólo el placer, esa sería la diferencia con "el último hombre" el último peldaño hacia el Übermensch. Nietzsche contradice en esto totalmente a Platón y a Sócrates, los cuales consideraban totalmente necesario el control de las pasiones. Nietzsche considera a Sócrates como el culpable de la moral de rebaño de la sociedad occidental.
Por lo que he podido ver, estos términos “Medicina del alma” encontrados en la web, están todos relacionados con la tendencia neoerista (New Age, nueva era), de exprimir todo el jugo de nuestra naranja cerebral, a fin de despertar ese, parece ser, 90% de capacidad mental que está dormida. Es toda una corriente mundial que persigue, no sé si en estos términos, dar cumplimiento y demostración a la teoría del superhombre, del “super yo”. Es como si el camino que nos abre la puerta a una Nueva Era, fuese el de sacar de nosotros mismos esa poderosa fuerza energética que mantenemos oculta, y que de alguna forma, al desarrollarla, nos permitirá… ¿ser como Dios? De modo que al conseguirlo, entraremos en una nueva era de paz, amor y fraternidad planetaria.
Y todos felices como perdices, pero eso sí, “Dios ha muerto”.
Una peligrosa tentativa
En mis exploraciones sobre los caminos de la espiritualidad, más allá de la ortodoxia católica, que me ha llegado a parecer en ocasiones rígida y agobiante, me lancé hace años a investigar sobre las filosofías orientales. Me parecían sugestivas y atrayentes; pero sobre todo he comprobado cómo existe toda una tendencia planetaria de búsqueda de una nueva espiritualidad, un tanto en respuesta de un cada vez mayor cansancio de una vida centrada exclusivamente en lo material, en el mundo de aquí, y acaso en un mundo espiritual bastante mal desdibujado.
Es como si trazáramos una línea de espectro, en donde en un extremo estuviese Dios y toda su corte celestial de ángeles, arcángeles, querubines y serafines, y en la otra un estado espiritual muy poco definido, como una Energía universal, sin forma, sin atributos, al borde de la nada. Y en medio el ser humano, que desencantado de un Dios justiciero y rígido, trata de sacar pecho y decir “aquí estoy yo”, “yo puedo, yo valgo, yo sé” y yo me la monto a mi manera, “by my own way”.
Creo que estamos ante una muy peligrosa tentativa de tratar de llegar al paroxismo de la soberbia, la actitud que nos ha llevado a la desastrosa situación de este mundo. Y queremos salir de ella a base de “más de lo mismo”, más de “yo mismo”, más desarrollo de una entidad que nos está llevando al desastre planetario, en la creencia de que si conseguimos super-desarrollarnos plenamente, por nosotros mismos, llegaremos a adoptar actitudes beatíficas de paz y amor.
Al final, tras explorar entre otras cosas el mundo Neoerista, lo que he descubierto es que estamos ante una nueva religión sin Dios, o mejor dicho, una religión donde el nuevo dios es el propio hombre superdesarrollado, transpersonalizado.
Si una mente como la humana, que tradicionalmente ha puesto su inteligencia al servicio de sus instintos (como reza un sabio proverbio árabe) de ambición, ha convertido este mundo en lo que podernos ver, no sé qué puede pasar si esa mente, en vez de tener su potencia al 10%, consigue desarrollarla al 50, 60 ó 70%. Un superhombre con capacidad de hacer el bien, pero con la misma capacidad de hacer el mal. Un supervillano “mastermind” capaz de cualquier cosa.
Definitivamente, que paren el Planeta, que me quiero bajar.
Definitivamente, estamos gravemente enfermos.
Este tipo de tendencias me dan miedo, porque me hacen pensar en aquello del anticristo del Apocalipsis. Siempre he pensado que de manifestarse, el anticristo no lo haría o no lo hará de forma aterradora, sino muy al contrario de forma sumamente atractiva y motivadora. Y qué mejor motivación que como oferta de desarrollo y crecimiento personal. Pongo por ejemplo, el famoso libro de “el secreto”, (The secret). Aparentemente sugestivo, pedid y se os dará, buscad y hallaréis, (moraleja: desea con todas tus fuerzas ganar un millón de dólares, y los ganarás). Poder, desarrollo de tus potencias, paz interior, relajación, “inner peace”, un futuro lleno de posibilidades. ¿Qué más se puede pedir?
Es la ceremonia de la confusión a nivel planetario.
He querido detenerme por un momento en esta consideración previa, para que no confundamos términos. Una cosa son las filosofías orientales y sus métodos de desarrollo espiritual, con técnicas que influyen decididamente en la armonía entre el cuerpo y el espíritu, como es el yoga, la meditación, el zazen, etc, y otra bien distinta es el uso de estas técnicas fuera de contexto, con un objetivo bien distinto que el marcado dentro del universo filosófico original. Yo defiendo fervientemente lo primero, pues sus seguidores pueden ser “santos de Dios”, pero pongo seriamente en tela de juicio lo segundo, si lo que se persigue es simplemente un método antiestres, perder unos kilitos de más, o un superdesarrollo mental, donde el “yo” está por encima de todo. Lo considero ciertamente peligroso, a parte de sumergir al personal en un supermercado de lo espiritual, lleno de imposturas.
Y por supuesto, mientras la mística cristiana tiene puntos en común con lo primero, sobre la base de la Filosofía perenne, nada tiene que ver con lo segundo, pues los objetivos de una y de lo otro son literalmente antagónicos; mientras la mística aspira a la unión íntima con Dios, a través del abandono de uno mismo a Dios, del desapego de todo lo que no sea la divinidad, lo segundo persigue el desarrollo de lo propio, el predominio del “yo”, lo que supone literalmente alejar definitivamente a Dios de nuestras vidas.
“El Síndrome de Adán y Eva”
Dicho esto, el planteamiento de la Medicina del alma que os propongo es el siguiente.
Se nos ha educado en la culpa adquirida por el pecado original. El Salmo 50 lo dice expresamente. “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre”.
Esto supone reconocer que heredamos una deuda contraída desde que el ser humano habita en este planeta, por la que hemos de pagar un alto precio. Tan es así, que en la tradición judeocristiana, siempre se ha pensado que si uno nace con alguna tara, es como si estuviera pagando el castigo por algo que hicieron sus padres.
Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. (Juan 9, 1-3)
Veamos pues el doloroso tema del pecado del siguiente modo:
No tratemos el asunto como un caso jurídico, de culpa y responsabilidad, sino como un proceso patológico. Es decir, nacemos con una enfermedad congénita en el alma, en nosotros, una herencia del proceso evolutivo del homo sapiens, heredado de sus ancestros salvajes del mundo animal, de donde procedemos, según la teoría de la Evolución biológica. Esa enfermedad congénita se llama paleocortex (protoencéfalo) o “la lagartija” y mesocortex (mesencéfalo) o “la vaca”, que ya hemos visto en las entradas 40 y 41, al hablar de la fauna cerebral que hemos de llevar con nosotros en nuestra estancia en este mundo.
La lagartija y la vaca, son responsables de nuestro comportamiento, digamos animal o instintivo, expresado en nuestro instinto de supervivencia. Gracias a ellos seguimos vivos, por cierto.
Luego está el neocortex (telencéfalo o corteza cerebral) o inteligencia, con sus tres potencias, “memoria, entendimiento y voluntad”, que identificaron nuestros filósofos escolásticos.
Si el comportamiento anormal del ser humano fuera el derivado de las acciones generadas desde el paleocortex y mesocortex, estaríamos ante comportamientos viscerales, con un relativo nivel de responsabilidad consciente.
Cuando es el neocortex, es decir, nuestra inteligencia, el que se pone al servicio de nuestros instintos primarios para dejarse llevar, entonces el nivel de responsabilidad sube de modo exponencial, hasta convertirnos en plenamente responsables de nuestros actos.
Salimos pues, así de fábrica, con nuestro código genético configurado de esta forma y expresado de este modo.
La expresión de todo esto es un comportamiento humano en el que existe una tendencia natural a la supervivencia individual ante todo y sobre todo (lagartija o paleocortex); y a la supervivencia del grupo, familia, hijos, amigos, clan, tribu (vaca y mamíferos de sangre caliente en general, mesocortex). Y por último está la voluntad consciente del “yo”, que nace con una relativa capacidad de controlar y mantener bajo vigilancia los instintos primarios y secundarios.
Todo este complejo entramado de estímulos cerebrales expresivos y represivos o de control, es lo que suponemos que la tradición judeocristiana se refiere cuando habla de pecado. Y como viene de fábrica, por expresión evolutiva desde nuestros primeros padres, que vaya usted a saber quiénes fueron, hablamos del pecado original.
Lo que ya no sé es dónde meter en este cuadro mitad biológico mitad psicológico, al diablo y a la manzana puñetera. ¿Será la propia Evolución? ¿Por eso sigue habiendo una corriente creacionista? No lo sé, pero creo que no tiene la mayor importancia.
El caso es que ante lo que nos encontramos es ante un ser humano que dispone de un cerebro que está así, filogenéticamente configurado, y cuya capacidad para mantener el pleno dominio de la voluntad está limitado, por una parte por los dictados de sus instintos, y por otro, y esto es lo importante, por una desviación ontogénica, debida al propio desarrollo personal y al entorno, al ambiente, que por asociación y educación, se nos enseña determinados códigos tipo de comportamiento que favorecen la desviación de la voluntad hacia actitudes egoístas y de predominio del “yo” sobre los demás.
Si a esta descripción de la fisiopatología neurológica, psicológica y espiritual del ser humano la consideramos un caso de enfermedad congénita del alma con la que todos nacemos, con sus repercusiones legales de responsabilidad, más que un caso de delito de lesa humanidad, merecedor del fuego eterno en las llamas del infierno, aparte de tranquilizarnos bastante, podríamos comprender el proceso de curación de nuestro ser, como un objetivo para toda nuestra vida, lejos de mitologías y de creencias en aspectos semimágicos de la existencia, afortunadamente ya superados.
Como quiera que el primer paso que tiene que dar un enfermo, de la enfermedad que sea, es reconocerse enfermo y necesitado de una cura a su dolencia, lo primero que hemos de hacer nosotros es reconocer que estamos enfermos de una enfermedad que podríamos llamar “Síndrome de Adán y Eva”, una tara genética que se transmite por herencia autosómica tanto dominante como recesiva, de generación en generación, y que hace que dentro de nuestro ser, el alma permanezca sin expresión, plenamente dominada y bloqueada por las tendencias naturales expresadas por las tres capas del encéfalo. Es el predominio de lo natural, de lo biológico e intelectual, sobre lo espiritual. Todo lo cual se expresa en un comportamiento donde lo mío se antepone por definición a lo de los demás, donde mi voluntad está al servicio de mis deseos y apetencias, versus las necesidades del prójimo que necesita de mí.
La tradición cristiana se expresa ante esta realidad indicándonos la necesidad de reconocernos pecadores, porque el síntoma genuino y patognomónico del Síndrome de Adán y Eva es el pecado, o predominio del “yo” a los demás, del egoísmo al amor.
Dando un paso más, en el interior de nosotros, se produce un total desequilibrio entre las dos fuerzas antagónicas que deberían funcionar de modo estable. El entendimiento prevalece absolutamente sobre la fe; la memoria prevalece a la esperanza, y la voluntad prevalece totalmente al amor.
Cuando San Juan de la Cruz indica el objetivo del camino de perfección como la transformación de las potencias en virtud, de la memoria en esperanza, del entendimiento en fe y de la voluntad en amor, no significa que se anulen las potencias, sino que las primeras estén reguladas y sometidas a las segundas. Justamente al revés.
Este es el planteamiento básico de la Medicina del alma, el duro proceso de sanación del alma dormida y esclavizada al servicio de nuestra naturaleza, hacerla despertar y que reine junto a su Creador, Dios y Señor. Porque en todo proceso de curación hay un médico, y el médico no es otro que el propio Dios.
Todos los demás que pretenden suplantar a Dios hasta negarle totalmente (porque les arruinaría el negocio) son curanderos de medio pelo, cuando no una panda de “... ólogos” con su título de chamanes de lo psico espiritual, que te venden la transpersonalización por un buen puñado de dólares, para al final, dejarte gilipollas.
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