Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
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Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

sábado, 25 de diciembre de 2010

51.- La Estrella de Belén



Os presento un relato, lógicamente inventado sobre cómo pudo ser el acontecimiento astronómico de la Estrella de Belén.

Ha habido muchas versiones, las más admitidas han sido las que la relacionan con un cometa. Es más, el pintor italiano Giotto, es, parece ser, el primero que pintó la estrella como un cometa (el Halley), que vio en 1301. Lo que Giotto no tenía forma de saber es que el cometa Halley, con su período de entre 76,5 y 79,3 años, apareció en 11 o 10 a. C., es decir, entre 4 y 7 años antes del nacimiento de Cristo. Luego no pudo ser. 


A falta de otra efemérides astronómica que  pudiera coincidir con la aparición de la misteriosa estrella, salvo que esta fuera una forma alegórica de hablar, como en muchas otras ocasiones sucede en la Biblia, y jamás hubiera existido ese fenómeno del que hablan los Evangelios, existe una hipótesis bastante plausible, que es la de Johannes Kepler, el cual postuló en el Siglo XVII la hipótesis del alineamiento de Júpiter y Saturno, como explicación cósmica de la luz móvil que los tres magos y astrólogos de Oriente vieron e interpretaron como el nacimiento de un rey justo en Israel.

Esta hipótesis obliga a hacer retroceder el nacimiento de Cristo seis años atrás. Lo cual puede encajar en el desfase que Dionisio el Exiguo, autor del sistema de cálculo de años de la era cristiano cometió en el Siglo IV.

En realidad la fecha exacta del nacimiento de Cristo es una incógnita. Pudo ser, según la hipótesis de Kepler, entre Junio y Noviembre del año 6 antes de Cristo.

La fecha del 25 de Diciembre fue una forma de cristianizar una fiesta ancestral y atávica, que festeja en muchas culturas el nacimiento del dios Sol (el solsticio de invierno).

Inclusive, parece que un hallazgo arqueológico que podéis consultar en estas webs, avala esta hipótesis.

http://ceirberea.blogdiario.com/1229965260/
http://lasteologias.wordpress.com/2008/03/08/un-hallazgo-arqueologico-apoya-la-teoria-de-kepler-sobre-la-estrella-de-belen/


A continuación, os presento la narración libre sobre el fenómeno.
Aunque no sea verdad, puede que a alguno le resulte atractiva.

-Majestad, tendría que ver esto.

-Dime, querido amigo Melchor.

-Si ve este esquema del cielo de hace un año, los dos grandes y majestuosos planetas estaban bastante alejados entre sí, Saturno, situado al Este de la casa de  Piscis y Júpiter al Oeste de la casa de Capricornio. Ahora Saturno acaba de entrar en Piscis y Júpiter está en el centro de la casa de Acuario. Si mis cálculos no están equivocados, dentro de ocho meses, día más o día menos, Júpiter y Saturno entrarán en conjunción en plana casa de Piscis, y permanecerán muy cercanos hasta Enero del siguiente año.

-¿Qué me quieres decir con eso?

-Pues según la interpretación de los fenómenos cósmicos que heredamos de nuestros antepasados, algo maravilloso va a suceder el próximo año. Un rey justo nacerá en Israel. Júpiter es el astro rey según los romanos y griegos, y Saturno representa la justicia. Piscis, según la tradición representa al pueblo de Israel, en recuerdo de su líder legendario, Moisés, salvado de las aguas.

-¿Qué un gran y justo rey va a nacer en Israel? Este vaticinio me hace recordar que en aquel pueblo, vienen desde hace muchos siglos presagiando la venida de un gran rey salvador de su pueblo. Mesías le llaman. Nuestro venerado Zoroastro ya hablaba de estas profecías.
Si esas profecías fuesen sólo creencias de aquel pueblo, allá ellos, cada cual con su dios y sus creencias, pero si el movimiento de los astros vaticinan este acontecimiento, eso significa que lo que va a suceder no es cosa de la creencia de un determinado pueblo, sino que Dios mismo, el sabio señor creador del Universo proclamado por nuestro venerado Zoroastro, está detrás de este acontecimiento. Y por ello lo que va a suceder no es algo que afecte solamente al pueblo de Israel, sino que afectará a todos los hombres de la Tierra, desde donde sale el sol hasta el ocaso.

-Melchor, según tus cálculos, ¿cuando se conjugarán Júpiter y Saturno?

-Creo que en torno al Solsticio de verano del próximo año. Y esta es una señal más de que será un acontecimiento extraordinario. Ese rey va a nacer el día de la plenitud del Sol. Son demasiadas coincidencias para ignorarlas.

-Muy bien, creo que sería importante qué de ciertas son estas premoniciones celestes. ¿Estarías dispuesto a emprender un viaje a esas tierras como embajador de mi reino?

-Nada deseo más, mi señor.

-Está bien, reuniré a mis lugartenientes para organizar una expedición hacia Israel para el próximo solsticio de invierno. Tiempo suficiente para llegar en Junio a Israel. Por cierto, Melchor, el mejor de mis astrólogos magos, consígueme los manuscritos de la Torá judía donde se hable de las profecías de nuestro amigo Isaías.

Corría el mes de Octubre del año 7 antes de la era cristiana cuando Melchor, mago y astrólogo de la corte del rey de Persia debatía sobre la evolución de los astros en relación con determinadas profecías que anunciaban el nacimiento de un rey justo en Israel. De un modo parecido llegaron a la misma conclusión otros los astrólogos de otros tantos reyes, Gaspar, miembro de la corte del rey de una recóndita región de la península arábiga y Baltasar, mago y asesor personal  del soberano de Nubia. Sin conocerse entre sí concluyeron que un acontecimiento extraordinario se produciría cuando Saturno y Júpiter entrasen en conjunción a mediados del mes de Junio del año siguiente. Un acontecimiento que sobrepasaría las estrictas fronteras religiosas del pueblo de Israel, dado que los propios cielos lo anunciaban de esta forma, y no sólo por las profecías de los ancianos de aquel pueblo.

Sin el poder y la majestuosidad de los cielos las profecías que conocían de la llegada del Mesías de Israel no les habrían movido como para decidir emprender un largo viaje que les conduciría al corazón de Judea.

Melchor salió con su embajada en el solsticio de invierno y tomó el camino de Persépolis a Bagdad, para luego continuar por la ruta de Damasco, desviándose hacia Jerusalén a la altura de Al Sam, en el desierto de Siria.

Gaspar partió de Hiyaz, un mes después, en los montes próximos al Mar Rojo, dirigiéndose hacia el Norte camino del Mar Muerto.
Baltasar salió de Nubia allá por Noviembre, pues él tenía un camino más largo que recorrer, y entró en la península del Sinaí a comienzos de Febrero.

La caravana de Gaspar y Baltasar se encontraron en alguna parte del desierto de Negueb el 12 de Mayo. La sorpresa de ambos fue suprema al comprobar cómo independientemente el uno del otro habían observado la misma evolución de los astros y tomado la misma decisión bajo el mismo convencimiento de que algo extraordinario iba a suceder el Israel. Baltasar tuvo la intuición siquiera sin el apoyo de las profecías de Isaías, al que ni siquiera conocía. Aunque de la vecina Yemen sabía de los amores de una antigua reina con un antiguo rey de Israel. Pero su mente y su corazón le condujeron a tomar la misma sabia decisión que Gaspar.

Baltasar y Gaspar siguieron camino por la ribera oriental del Mar Muerto para evitar entrar en Israel por la región de Judá, más vigilada que la región oriental, tanto por las patrullas romanas como por las israelitas. Alcanzaron el norte de la ribera del Mar, y justo cuando se disponían a virar hacia el Oeste para encaminarse a Jericó ya camino de Jerusalén, se encontraron con la caravana de Melchor, soberano de alguna de las regiones de Persia. Eso ocurrió al atardecer del día 10 de Junio. Tenían prisa en llegar, pues la conjunción comenzó a producirse el 29 de Abril, momento en el que los dos planetas entraron en contacto. El clímax se produciría el 21 de Junio, pero ambos planetas estarían conjugados con mayor o menor distancia hasta el 10 de Enero del año siguiente, momento en el que Júpiter se retrasaría respecto de Saturno progresivamente. Había una probabilidad de que se equivocaran, pero cuando llegaron a Jerusalén, comprobaron que realmente el gran acontecimiento estaba a punto de producirse.

-No es posible que nuestro triple encuentro sea una coincidencia casual, respetados colegas – exclamó Melchor, al terminar el brindis tras la cena que ofreció a sus otros dos compañeros de viaje-.

-Estamos de acuerdo, respetado Melchor –contestó Gaspar-. Se está produciendo un acontecimiento extraordinario y nosotros vamos a ser testigos de excepción. Pero ahora debemos pensar en cómo presentarnos a las autoridades judías y romanas, pues nuestra visita no deja de ser una embajada de nuestros países a la provincia romana de Israel, y debemos presentarles nuestras credenciales.

Decidieron adentrarse en Judea con una reducida guardia, para no despertar sospechas, y enviaron tres mensajeros con las credenciales, uno por cada uno de ellos, para presentar sus respetos al Rey Herodes y al gobernador romano en aquel momento. Por las profecías de Isaías sabían que el signo de los cielos coincidía con la profecía que indicaba que ese rey iba a nacer en Belén de Judá. Por eso se dirigieron directamente a Jerusalén.

-¿Llegan a mis dominios so pretexto de que quieren visitar a un rey que va a nacer aquí? No me gusta esta broma pesada –exclamó con voz arrastrada Herodes mientras se removía nervioso en su sillón-. Está bien, -le susurró a su secretario-. Decidles a esos forasteros regios que serán bien venidos. Yo también tengo que enterarme de ese rumor. ¡Llama al rabino, tiene que decirme algo sobre esas profecías de que hablan y sobre esos signos celestes!

Llegaron a Jerusalén el 15 de Junio. Ese día los planetas amanecían a 10 minutos después de medianoche. El día 21 el orto se produciría exactamente a medianoche. Según sus predicciones ese sería el día en el que debería producirse el nacimiento del Gran Rey.
Se nubló aquel día, de modo que no fue posible observar el cielo nocturno.

Tras la recepción evidentemente protocolaria que Herodes les brindó a los tres embajadores extranjeros, éstos se retiraron a sus aposentos, cedidos por Herodes, con la solicitud de éste de que le informaran de ese acontecimiento, del que no tenía noticia.
-Es extraño lo que nos dice Herodes. No sabe nada. Es muy extraño –comentó preocupado Gaspar-.

-Sí, esta gente debería estar pendiente de este hecho. No se han percatado de los signos celestes, conociendo como conocen las profecías –continuó Baltasar-.

-Lo único cierto es el jaleo que Augusto ha organizado con la elaboración del censo. Va a ser muy complicado encontrar el lugar donde se producirá el nacimiento. Porque desde luego, si lo que anuncian los astros es el nacimiento de un gran Rey Justo en Israel, y las autoridades de este país no tienen noticia de ello, significa que no estamos buscando a un Rey político, sino como anuncia Isaías, estamos ante el nacimiento del Mesías de Israel. Pero ellos no son conscientes de ello. No están expectantes. Lo único que les preocupa es el alboroto del censo y sus intrigas palaciegas, y su molesta situación con los romanos.

-Qué significado tiene la palabra Mesías –preguntó extrañado Baltasar-.

-El salvador de su pueblo –respondió directamente Gaspar-. Pero por lo que he podido constatar, esta gente espera a un libertador político, que les libere de los romanos. Pero nada de lo que está ocurriendo está en la línea de que tal libertador vaya a nacer por la mano de su dios Yavhé.

-A no ser que los designios del sabio Señor, el rey del universo sean otros –continuó Melchor-.

-Quién es el sabio Señor? –preguntó Baltasar-.

-Es simplemente Dios. Según Zoroastro, no hay múltiples dioses, sino uno solo. Los judíos lo llaman Yavhé, otros pueblos lo llaman de diferente modo, pero sólo hay un creador. Y creo que lo que va a producir es el nacimiento de un enviado del mismo Dios. La ignorancia que tiene el pueblo de Israel de lo que va a acontecer va a romper con su propia historia. Todo será diferente a partir de que ese rey, enviado divino nazca.

El día 21 partieron hacia Belén los tres, en compañía de dos escoltas cada uno, que portaban  unos presentes para aquel que iba a nacer.

Llegaron al ocaso. Buscaron algún signo que les indicara el lugar, pero estaban confundidos, nadie daba razón de ninguna mujer parturienta, o de ningún nacimiento en aquel día o días previos. Hasta que un posadero les indicó que esa misma mañana un matrimonio venía buscando posada urgente, pues ella estaba a punto de parir.

-Lo único que les he podido conseguir es un establo a la salida de la aldea, por aquel camino, a media hora de camino desde aquí. Podrán llegar antes de que anochezca.

Los tres magos embajadores tomaron el camino indicado, pero no pudieron avanzar con rapidez, pues la multitud que iba y venía impedía el avance de la comitiva.

Ya de noche, observaron que el la dirección indicada, en lontananza parecía como si un extraño resplandor envolvía una pequeña choza, a modo de establo. En la misma dirección que ellos se unían varios pastores que parecían comentar una singular noticia.

Se cruzaron con un individuo que parecía ser fariseo, y le preguntaron si sabía qué era aquel resplandor, ¿algún fuego?, pero el fariseo no parecía ver nada.

-Es extraño –comentó Gaspar-, vemos lo que otros no ven.

-Y estamos al encuentro de un recién nacido en un establo. Los reyes nacen de reinas, no de campesinas –continuó-.

Baltasar pudo escuchar con relativa nitidez el susurro de la conversación entre dos pastores.

-¿Has sentido lo que yo? –Preguntó el pastor más mayor-.

-Creo que sí –respondió el joven-.

-¿Y qué opinas?

-No lo sé. Sólo sé que durante un instante he tenido una paz muy grande; y ese resplandor a lo lejos, que no se debe a una fogata.

-Lo mismo me ha pasado a mí.

-Y a mí –se incorporó un tercer pastor-.

-Y a mí también –se incorporó al grupo otro-.

-Perdonad, amigos –preguntó Baltasar-. ¿Podríais decidnos que está pasando?

-No lo sabemos –respondió el más mayor-, pero al parecer todos estamos embargados de una sensación muy agradable que no sabemos a qué se debe, al tiempo que allá a lo lejos todos vemos como un resplandor que sale de ese establo. Estamos todos intrigados por saber de qué se trata, y por eso nos dirigimos para ver qué pasa.

Llegados a unas cincuenta yardas del establo, el resplandor se desvaneció, y pudieron ver con claridad una pareja, hombre y mujer, la cual estaba en pleno expulsivo. La mujer gritaba mientras trataba de empujar con todas sus fuerzas. Parecía que el hombre,
probablemente su marido, estaba azarado, pues no parecía tener experiencia en estas tareas. Se trataría probablemente del primer hijo. Uno de los pastores que se acercaban al establo era una mujer, que compadecida del duro trance corrió hacia ellos y se dispuso a ayudar en la fase final del parto.

-¿Por Dios Santo, cómo es que estáis aquí en este lugar, en este trance? –preguntó la pastora-.

-No hemos encontrado posada –respondió el azarado marido-.

-¡Jacob! Acércame la tinaja de agua y busca una palangana. El niño está a punto de salir. Necesito paños limpios, ¡rápido!

-En un momento los primeros pastores se apresuraron en aprovisionar lo necesario a la pobre pareja, a fin de atender a la madre y al niño que fueras a nacer.

Los tres magos estaban maravillados por lo que estaban viendo. Donaron paños y sedas limpias para envolver al bebé, mientras extasiados contemplaban el inusitado parto en tan incómodas e inapropiadas circunstancias.

-¡Empuje, señora! Vamos mujer, que falta poco –exclamaba la pastora reconvertida en matrona-.

Con un expulsivo breve, el niño coronó y en no más de quince minutos, el bebé salió a este mundo, y rompió a llorar con rabia y gran potencia de llanto.

-Es un niño, señora, ¡es un niño!

-Ha sido un niño precioso, señor. ¡Enhorabuena, señor padre!

Una inmensa paz envolvió aquel lugar. Era algo insólito. Todos estaban maravillados por aquel alumbramiento, al tiempo que Júpiter y Saturno concluían su perfecta alineación, y un resplandor casi cegador iluminaba el cielo nocturno, de repente. Era medianoche.
En ese momento, Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron al convencimiento de que lo que los astros habían vaticinado se estaba produciendo en aquel preciso momento.

-“Un rey –Júpiter-, justo –Saturno-, nacerá en Israel –Piscis-” –susurró Melchor, mientras disfrutaban de aquella enternecedora escena, con una joven madre (la madre a penas superaría los quince años)-.

-Sólo hay un problema –apuntó Baltasar-. ¿Como es posible que estemos ante la presencia de un rey, si ha nacido pobre en un establo?
-No es una reina de este mundo la recién parida, porque ese hijo no va a ser rey de este mundo. Pero va a serlo –respondió Gaspar-.

-Entiendo, ahora está todo claro. Todo tiene sentido. Herodes se enfrenta a un poder que no es de este mundo –exclamó estremecido Melchor-.

-Gloria a Dios en las alturas –concluyó Melchor-.

-Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad –respondió Baltasar-.

-Vamos, preparad los presentes y acerquémonos con sumo respeto a la familia –concluyó Gaspar-.

Los magos se acercaron al establo, una vez la madre fue atendida por las pastoras y el niño curado, lavado y limpio, y envuelto en pañales y una toquilla.

-Nuestros respetos más sinceros, agraciado señor –agasajó Melchor al marido-.

El marido, aún aturdido por la tensión y la emoción del parto, no sabía qué decir. Todo para él era extraño e incomprensible. Qué razón había para que pastores de los alrededores llegasen casi en peregrinación al alumbramiento de su mujer, y por si fuera poco, tres embajadores de países lejanos se acercaban al humilde paritorio. José, que así se llamaba, no daba crédito a lo que estaba viviendo.
-Mi ser está turbado, respetables señores, pues no comprendo a qué se debe en nosotros el honor que nos rendís al venir a esta humilde choza –exclamó casi con dificultad, como no sabiendo qué palabras adecuadas encontrar y decir a tan excelsos visitantes-.

-Venimos de tres países lejanos, Persia, Nubia y Arabia, porque hemos visto en los cielos signos evidentes de lo que hoy, aquí está sucediendo –explicó Melchor, abundando en los detalles de los signos que mostraban los astros-.

José acertó a reconocer que los últimos nueve meses habían sido muy extraños para la pareja. Les refirió lo que Isabel, la prima de su esposa comentó sobre su hijo. Sabían que iba a ser niño. Les refirió a cómo la gestación estuvo desde el principio envuelta en un desconcertante misterio. Las extrañas revelaciones que María decía haber tenido, y cómo le resultaban harto difícil comprender todo aquello. Todo parecía extrañamente sobrenatural, más que de una vida de pareja normal. Él reconocía no comprender absolutamente nada,  y cómo admiraba la actitud de su esposa, que aceptaba con asombrosa resignación tantas cosas extrañas. Reconocía ir siempre detrás de ella, lo que era muy duro de admitir en un hombre judío, en una sociedad absolutamente dominada por los varones.

Los tres embajadores se retiraron a sus caballos, con intención de coger obsequios.

-No parecen entender nada –comentó con gesto preocupado Gaspar, que de los tres era al que más le costaba aceptar el hecho de que el escenario del alumbramiento no fuera palaciego-. Es todo tan extraño. Herodes y la corte no sabe nada, vemos un extraño resplandor junto con otros pastores, gente humilde, y sin embargo no percibido por otras personas religiosas y más nobles, y los propios protagonistas del acontecimiento resultan ser un par de campesinos que no entienden nada de lo que está pasando, pero cuentan que les han sucedido prolegómenos casi sobrenaturales.

-Gaspar, amigo mío, convéncete, esto es obra del Sabio Señor. Reconozcamos que estamos ante el principio de un cambio radical en la Historia de la humanidad, y que empieza de la forma más sutil e imperceptible que nos podamos imaginar. Este niño cambiará el mundo. No lo dudes -expuso Melchor-, este es el comienzo de algo maravilloso, que sólo los corazones humildes sabrán percibir, aunque no lo entiendan, como ellos –señalando a José, María y el recién nacido-.

Tomaron los presenten y se acercaron a la familia.

-Señor, tenga a bien recibir estos sencillos presentes, en reconocimiento del extraordinario signo que el nacimiento de vuestro hijo, acaba de producirse. Le ofrecemos un pequeño cofre con oro, como signo real –indicó Gaspar-.

-Y una vasija con incienso, como signo de la acción de Dios –continuó Melchor-.

-Y un jarro de mirra, una resina gomosa procedente de un árbol de la Arabia y Abisinia; roja, la más aromática y también la más amarga, como signo del hombre y su destino –concluyó Baltasar-.

-No sé qué decir, señores. Me abrumáis a mí y a mi esposa. No merecemos tal honor –respondió José-.

-Es su hijo el que merece tal honor, y sus padres como progenitores, como autores de sus días –justificó Melchor-.

María sin mediar palabra les proyectó una sonrisa de aceptación y agradecimiento, como queriendo significar que, como otros muchos acontecimientos y signos, lo aceptaba como procedente de la voluntad de Dios, y los guardaba en su corazón. Es lo único que una niña de quince años podía hacer ante tantos acontecimientos inexplicables.

 Amanecía a eso de las tres de la mañana en el día más largo del año y los gallos no hacían más que cantar, cuando uno de los emisarios de Gaspar llegó a la tienda ligera que habían montado los magos, al galope, como con urgencia de transmitir un mensaje.
A tenor de lo acontecido y de la sombría actitud de Herodes, Gaspar envió un legado a Jerusalén con la misión de sondear el ambiente cercano a su palacio.
Efectivamente, en Jerusalén se mascaba una fuerte inquietud en los ambientes próximos a Palacio. El espía de Gaspar comprobó que Herodes estaba fuertemente indignado con sus asesores religiosos y sus magos y astrólogos, al no haberse ellos percatado de los signos que nada menos que tres extranjeros, sin conocerse entre sí, habían sabido interpretar de la misma forma. Pero había algo más, confirmaron que se avecinaba una fuerte amenaza sobre aquel niño recién nacido. Supo descubrir un malévolo plan para encontrar al niño y, bien secuestrarle o matarle. No había tiempo que perder.

-¿Estás seguro? –preguntó soliviantado Gaspar-.

-Es una amenaza que no conviene ignorar.

-El muy cínico nos pidió que cuando descubriéramos al niño, fuéramos a él para que en persona el rey de Israel fuera a presentarle sus parabienes.

-Creo que no hay tiempo que perder –sugirió Melchor-. Hemos de salir de aquí enseguida, y debemos ofrecer escolta a esta familia, para ponerles a salvo. Si lo que dice tu espía se confirma, Herodes no parará hasta encontrarle y deshacerse de él.

-Tengo la solución –apuntó Baltasar-. Creo que debemos dispersarnos y regresar a nuestras tierras cada uno por nuestro lado, y por distintos caminos. Me ofrezco a escoltar a esta familia hasta, por ejemplo Egipto. Está para mí de camino a Nubia.

-Iré contigo, Baltasar. Si te parece nos dirigiremos a la costa, hacia el Oeste, y de allí por las tierras de Gaza hasta la península y el desierto del Sinaí. No creo que piensen que por sí mismos se adentraran en un terreno yermo como aquel. Llegados a Egipto, y pasando allí una temporada larga, estarán a salvo. Los gastos de su estancia y manutención corren de mi cuenta.

-Y de la mía –se sumó Gaspar-.

-Y de la mía también –Melchor-.

-Pues estamos de acuerdo. Vayamos a hablar con el padre, para proponerles el plan.

José se sentía francamente abrumado por el interés que tenían los tres embajadores hacia su incipiente familia. Amagó declinar el ofrecimiento, pero una mirada imposible de describir de María le tranquilizó y al final aceptó.

La caravana estaba dispuesta a media tarde, salieron de incógnito, disfrazados de campesinos los tres séquitos con una maniobra de dispersión y fragmentación de los componentes de las correspondientes caravanas, para no despertar sospechas. Decidieron emprender el camino ya anochecido y aprovechando que la Luna estaba en cuarto menguante, y la oscuridad protegería a los obligados fugitivos de Herodes.

-Adiós amigos, la paz sea con vosotros y con esa sagrada familia que lleváis escoltada –se despidió Melchor, que decidió volver a través de Galilea-. Todo lo vivido nos demuestra que nuestras predicciones eran correctas. Estamos ante una nueva era, como fue el deseo del padre espiritual de mi pueblo, Zarathustra. Esperemos que los que el Sabio Señor va a comenzar mediante este niño, los hombres, incluyendo sus futuros seguidores, no lo adulteren y corrompan.

 


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