http://www.encuentra.com/articulos.php?id_sec=27&id_art=3902
http://www.adorador.com/mujeresdelabiblia/nt/ana_la_profetisa.htm
http://multimedios.org/evangelios/lc0236.htm
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (Lc 2, 36-38)
Oxímoron
El oxímoron es una figura literaria que consiste en armonizar dos conceptos opuestos en una sola expresión, formando así un tercer concepto. Dado que el sentido literal de un oxímoron es ‘absurdo’ (por ejemplo, «un instante eterno»), se fuerza al lector a buscar un sentido metafórico (en este caso: un instante que, por la intensidad de lo vivido durante el mismo, hace perder el sentido del tiempo). (Real Academia de la Lengua Española)
Utilizo a esta figura literaria para referirme a la historia de Ana la profetisa, la hija de Fanuel, a la que hace referencia el evangelista Lucas mientras Simeón circuncidaba al hijo de María y José.
El título de la entrada “una virgen viuda” es sensu stricto un oxímoron, porque es imposible ser viuda y virgen (salvo que no se haya consumado el matrimonio con una primera penetración, lo que no parece ser el caso). Sin embargo, si a eso vamos, María es otra virgen viuda según la tradición cristiana. Es Virgen por definición del Espíritu Santo al concebir sin intervención de varón, pero viuda, porque en algún momento José, su esposo, moriría y a partir de ese momento enviudó.
Sin embargo, el Magisterio no es demasiado amigo de que los cristianos, y sobre todo los católicos pensemos en este oxímoron de María, virgen casada, virgen viuda, porque si lo hiciéramos empezaría a correr la imaginación hacia terrenos poco aconsejables e incompatibles con la doctrina católica. Así que vamos a dejarlo aquí, no sea que nos castigue Dios por tener malos pensamientos.
Centrémonos en nuestro personaje, Ana la profetisa, la hija de Fanuel de la tribu de Aser.
El evangelista hace referencia a esta mujer de pasada; le dedica una frase, sin que en apariencia tuviera demasiada importancia ni siquiera referirla. De hecho, muy pocos cristianos, incluso de los que vamos a misa y leemos de vez en cuando el Evangelio, hemos caído en la cuenta de este personaje. Confieso que yo he me he percatado de ella ahora.
Sin embargo, los evangelios no dan puntada sin hilo. Como siempre, si está puesta ahí, en el episodio de Simeón, por algo será. Y no creo que la utilidad de la referencia sea por saber que allí había una mujer piadosa que, ya puestos, estaba allí y como espectadora, mira tú por dónde y como de casualidad, se percató de lo que sucedía.
Esta mujer era viuda, luego había estado casada; y si enviudó a los siete años, y se supone casó según la tradición a los quince, se quedó sin marido a los veintidós. O sea, que llevaba un porrón de años con una vida ascética. Es decir, ella también esperaba, como esperaban muchos en Israel.
Sobre la virginidad
Perdió su virginidad cuando se casó. El sentido común y la biología dicen que uno pierde la virginidad cuando copula con su pareja por primera vez. Desde entonces, la virginidad es simplemente un recuerdo de una pureza perdida para siempre.
Si bien, esto es cierto desde la vertiente biológica, resulta que las tradiciones religiosas, y especialmente la cristiana también aceptan este hecho biológico, la primera cópula, como requisito para mantener o perder la virginidad. El ejemplo más claro es María y su Inmaculada Concepción, dogma de fe fundamental en la Iglesia Católica; y que nadie se atreva a ponerla en duda. Se pueden poner otras cosas en tela de juicio, pero la Inmaculada Concepción, jamás.
No obstante esto, una asociación biunívoca entre virginidad espiritual y virginidad sexual reduce la cuestión a un mero terreno material, enalteciendo espiritualmente a las personas vírgenes sexualmente (aunque lleven una vida poco edificante) y en consecuencia, subestimando y casi despreciando espiritualmente las personas no vírgenes desde el punto de vista sexual (aunque sí lleven una vida edificante). Esto supone en cierto modo orillar a la práctica totalidad de la Humanidad, quedándole vedada poder entrar, por ser sexualmente activa, en el selecto grupo de los elegidos, por no ser sexualmente activos; como si este fuera el elemento discriminador entre llamados y elegidos, por antonomasia.
Es decir, una condición sexual resulta condicionar un atributo espiritual de primera magnitud, la pureza. Esto es tan anacrónico como la creencia de que por comer cerdo te vuelves impuro.
Si desde el punto de vista anatómico, sexual y cultural, la virginidad, una vez perdida, jamás se puede recuperar, creo firmemente (y no sé si con esto niego algún punto de la doctrina católica, ni me importa), que si para algo vino Jesús a este mundo fue para demostrarnos que contra toda previsión humana, la virginidad es una condición espiritual que es posible recuperar. Bien es verdad que como la virginidad sexual y cultural es imposible recuperarla, la virginidad espiritual, también es imposible recuperarla por nuestras propias fuerzas. Para eso vino Jesús, para explicarnos cómo.
Volvamos a la frase de Meister Eckhart que referí en la Entrada 44.- María:
Virgen significa estar vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no eras, y mujer significa que puedes concebir y fructificar. “Una mujer virgen, llamada Marta, le recibió en su casa” (Lc 10,38)
Ana, la hija de Fanuel fue a todos los efectos una mujer y virgen, porque sólo una mujer y virgen puede acoger a Jesús, como le acogió ella en su corazón. Llevaba unos sesenta años, desde que enviudó, abandonada a la Oración y a glorificar a Dios con su vida, tiempo más que suficiente para recobrar espiritualmente su virginidad, si es que alguna vez la perdió por el hecho sexual de estar casada.
Este es uno de esos pasajes que según se lean con unas gafas o con otras quedan en la mente y en el espíritu desde, como una pura anécdota en la que nadie se fija, hasta una referencia que puede simplemente cambiarte la vida, al hacerte ver algo que jamás lograste ver, ni de lo que antes fuiste consciente.
La Biblia con su miríada de personajes es un descomunal campo de ensayo para vernos reflejados en todos y cada uno de ellos. Nos podemos ver reflejados en Jesús, en María, en Job, en Isaías, en los macabeos, en Pedro, en el ciego de la piscina, en el endemoniado, en el leproso, en Pilatos, el fariseo, en Nicodemo, en Simón el cirineo, en el maestresala de las bodas de Caná, en el pobre Lázaro o en el rico Epulón, etc. Lo cual significa que no están ahí en los textos por razones históricas o religiosas (aunque puede que también), sino fundamentalmente, porque todos ellos sin excepción, están llamando a nuestra puerta. Cada uno de ellos aporta ese ligerísimo matiz que en nuestra propia vida hace resonar y resplandecer una de las miles de facetas de ese ser poliédrico que es el Ser Humano, cada uno de nosotros.
Y volvemos al hecho de ser mujer y virgen, virgen y viuda, virgen y casada. El alma humana es todo eso y mucho más, pero ser mujer y virgen es condición sinequanon para que Dios pueda vivir en nuestro más profundo Interior. Como puedes ver, está claro que no estamos hablando de un paralelismo sexual, sino espiritual.
Ana, la hija de Fanuel, como mujer y virgen, le reconoció y acogió en su casa.
Simeón, como “mujer y virgen”, le reconoció y acogió en su casa. ¿Lo pillas?
Cada uno de nosotros, como “mujer y virgen”, tenemos la oportunidad de reconocer y acoger al Esposo que nos llama a la puerta, que es presentado en el Templo.
Sólo la fe, la esperanza y el amor de Ana, el deseo de recibir al Enviado de Dios hizo que supiera reconocerle en ese momento, cuando “pasaba por allí”. Ella no dice nada, el Evangelio de Lucas no recoge ninguna expresión, pero tampoco era necesario, porque su simple actitud fue suficiente para comprender que ella supo ver en ese instante eterno (otro oxímoron) de la presentación de Jesús en el Templo, la Luz de Dios que ese Niño y esos padres desprendían e iluminaba a quienes supieron verla. Pero para eso el alma ha de ser virgen y mujer; virgen para acoger y mujer para fructificar.
¿Qué sentimiento te provoca verte como mujer y virgen a estos efectos, tanto más si resulta que eres un hombre?
Te deseo de corazón un feliz año 2011, un año plagado de oportunidades, si sabes darte cuenta que están ahí, frente a ti, frente a tu espejo, donde te miras todas las mañanas para arreglarte, porque lo que ves todas las mañanas en el espejo es Eso, porque Eso eres tú.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario