Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

jueves, 6 de enero de 2011

61.- La lógica de Dios



A estas alturas del blog, ante este título, “la lógica de Dios”, uno puede imaginarse cosas rarísimas. Si Dios es inaccesible a la mente humana, ¿cómo podemos siquiera imaginar cómo sería la lógica de Dios?

Afortunadamente, todo lo que es de inaccesible por su esencia, lo es de accesible, por su eco, por sus efectos en la vida humana. Y sus efectos en la vida humana no es otro que el Amor. Todo lo que podemos experimentar, vivir, sentir, que tenga una mínima aproximación a lo que podríamos suponer es el Amor, supone  experimentar, vivir, sentir la presencia de Dios en nuestras vidas.

Lo que un niño experimenta al estar acurrucado en los brazos de su madre o de su padre, eso es Amor, eso es Dios en él. No hacen falta elevados tratados de teología dogmática para sentir, experimentar, vivir esto. Por eso, si no nos hacemos como niños, capaces de volver a experimentar el estremecimiento que experimenta un tiernito en brazos de sus padres, no lograremos entrar, experimentar el Reino de los Cielos.

Por tanto, no nos hagamos pajas mentales, porque la lógica de Dios no es otra que la lógica del Amor. Porque Dios es Amor, y además es para los humanos, su mejor invento. Tanto es así, que la lógica de Dios es la lógica que le llevó a crear el Edén, el Paraíso Terrenal, Su sueño para el hombre y la mujer. Les creó con ese objetivo. Luego la cosa se torció, como ya sabemos. Es lo que representa el pintor El Bosco, en el Jardín de las delicias.

Lo de ser una persona casada, como es mi caso, tiene en esta ocasión sus ventajas. Aunque los curas saben de todas estas cosas, sin embargo, no lidiar en casa con una persona con la que te has comprometido, y con la prole que has engendrado, pues tiene sus ventajas pero también les impide un conocimiento muy importante sobre los asuntos del Amor, y en no pocas ocasiones patinan al dar consejos en el confesionario, porque hablan sin una experiencia personal sobre lo que no conocen, que son los misterios del amor humano conyugal, que resulta ser (y reconocido por la Iglesia), sacramento del amor de Dios a los hombres. Así ama Dios a los humanos, como el amor de los esposos. Por algo Teresa de Jesús habla de la perfección como el matrimonio espiritual de Dios y el alma.

Resulta un lamentable desengaño creer estar inmensamente enamorado/a, te casas, para luego caer del guindo y ver que él/ella también hace y tiene sus necesidades como tú. Y este tipo de desengaños, los curas no lo pueden vivir en sus carnes, ni quedan hijos por medio tras una separación o un divorcio. Pero el sendero que recorremos ambos, casados y consagrados, en lo relativo al amor, es decir, a la lógica de Dios, es bastante paralelo.

En la entrada 31.- Puertas de emergencia, al hablar de la quinta puerta de salida del Confinador, refiero cómo Platón definió el amor bajo tres atributos, el eros, la filias y el agapé. Estos tres atributos y una profunda reflexión lo podemos encontrar en la primera carta encíclica del Papa Benedicto XVI, “Deus charitas est” (Dios es amor).


Recordemos una cosa, Desde antiguo, Dios ha asimilado, ha comparado su amor a los seres humanos con el propio amor humano y carnal. El Cantar de los Cantares es una sorprendente loa al Amor, que Dios expresa como sí del amor de los esposos se tratara. Y es que, toda la Sagrada escritura es un símbolo que expresa el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros; y qué mejor ejemplo de su amor, como el que dos esposos se tienen el uno al otro.

1 Cantar de los cantares, de Salomón.
2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores;
3 mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado!
5 Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedar, como los pabellones de Salmá.
6 No os fijéis en que estoy morena: es que el sol me ha quemado. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas, ¡mi propia viña no la había guardado!
Cantar de los cantares 1, 1-6


Otro tanto expresan nuestros místicos cristianos Teresa y Juan de la Cruz, al expresar sus experiencias con Dios, como la relación de la esposa (el alma) con el Amado.

Eros o sexualidad


El “eros” procede, tiene su origen, en la parte más instintiva del cerebro humano, y corresponde a la sexualidad desde lo más fisiológico y genital. En nosotros habita el instinto de supervivencia y de conservación de la especie. Es un pool tan primario, tan arcano, tan profundo, que no lo podemos reprimir fácilmente. De este modo, cuando se produce el acuerdo entrambos, el deseo sexual se expresa con una gradación bastante amplia de explosividad. Es lo que Ortega y Gasset denomina “embalamiento emocional”. Esto, afectiva y genitalmente lo experimenta la pareja, pero también lo experimenta afectivamente la persona que se entrega de lleno a Dios.

El embalamiento emocional obsesiona y te domina, y prende la pasión. Ortega denomina a este estado con un calificativo un poco despectivo, una época de estupidez transitoria, en el que el pool emocional domina todas nuestras obras, y todos nuestros pensamientos. Podemos creernos que eso es el amor verdadero, cuando sólo es la espoleta que desencadena todo el proceso de instauración del amor. Es un acontecimiento tan inconsciente como efímero. Todos aquellos que basan sus decisiones sólo en función del arrebato afectivo que produce el enamoramiento, están bajo el riesgo de la posterior desilusión.

La carga erótica es la que predomina; por tanto lo que se siente es fundamentalmente los efectos de la revolución neuroquímica del embalamiento emocional. Esto es cosa de los neuropéptidos, en concreto intervienen la occitocina y la vasopresina, hormonas ambas de crear sensaciones de excitación y placer, así como elevadas cantidades de endorfinas (que actúan como un fuerte anestésico natural). Decimos esto porque, un enamorado “colocado” presenta sobreactivadas las mismas áreas cerebrales que los adictos a drogas estimulantes como la cocaína o las anfetaminas. Todo esto es la expresión neuroquímica de los instintos primarios que revolucionan nuestra sexualidad en su faceta más instintiva, la genitalidad.

La pasión sexual eleva las concentraciones en sangre de testosterona y estrógenos, hormonas que provocan niveles elevados de excitación, así como de deseo irreprimible de satisfacer el instinto sexual. Si la pareja se deja llevar de este embalamiento puede que, creyendo que se aman desesperadamente, cometan las mayores insensateces, en aras de satisfacer lo que es únicamente puro instinto sexual.

La traducción espiritual de este comportamiento es el embalamiento espiritual, eso de que parece que vas en volandas y que estás siendo transportado al séptimo Cielo en brazos de los ángeles. Esto es la lógica de Dios. Te infunde estos sentimientos exuberantes, porque de otra forma, la gran decisión de dejarlo todo sería aún más difícil de tomar, pero todavía más dolorosa aún de continuar. Y es importante que deje en el corazón esa impronta (que luego nos hará mucha falta recordar) de ese amor juvenil.

1 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: 2 Ve y grita a los oídos de Jerusalén: Así dice Yahveh: De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme tú por el desierto, por la tierra no sembrada.
Jer. 2, 1-2


Dicho así, parece que todo esto es una ilusión tan falsa como efímera, cuando en realidad es lo más maravilloso que puede experimentar el ser humano. Es un destello de Iluminación, el resplandor de Dios por un instante eterno, que vivido en el extremo, la pareja quisiera que no amaneciera; podrían morir así, y el alma quisiera no bajar del Monte Tabor, porque también podría morir así. Es toda la vida en un instante. El problema es que es un instante, o una época demasiado corta como para poder basar toda la vida en esa pasión. Es la llamada de la Naturaleza y del Espíritu al Amor más íntimo y entregado. Pero sólo eso, la llamada, absolutamente imprescindible para lo que vendrá después, el Amor.

Lee con algo de atención estos dos poemas. El de la izquierda se titula “Tu intimidad”. No he conseguido averiguar de quién es, pero como poema amoroso, no está nada mal. Expresa una pasión que raya el éxtasis amoroso. El poema de la derecha es un fragmento del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Salvando la diferencia de estilos, el primero contemporáneo y el segundo del siglo XVII, por lo demás, podrían intencambiarse, porque básicamente dicen lo mismo, una intansa pasión amorosa. El primero es la que experimentan dos amantes, el segundo es la que experimenta el alma ante Dios, el Esposo. ¿Alguna diferencia expresiva?


La expresión plástica es tan sugerente como esta:
 


Es el éxtasis amoroso visto desde dos perspectivas aparentemente antagónicas, pero que encierran la misma carga emocional, aunque pueda parecer irreverente mezclar las dos escenas. Bien es verdad que el éxtasis de Santa Teresa en un extremo sobrenatural, pero en términos generales, en los primeros tiempos, el alma recibe tantos favores del cielo, está tan entusiasmada con su nueva aventura, que si bien lo que experimenta no exactamente esta sublime experiencia, sí que, desde luego, se siente embalada, va que vuela. Se siente enamorada de Dios. Pero todo es puro sentimiento. Como no puede ser de otra forma en una persona sin experiencia previa de Dios.

Si pasado el despertar del amor, la relación de la pareja, o la relación con Dios, sólo se mantiene sobre la base del poder del “eros”, lo que se ha producido no ha sido amor, sino simple y puro deseo genital, tan efímero como amargo en la pareja, y un deseo exclusivamente afectivo en la relación espiritual con Dios. Esto no tiene visos de ir por buen camino.

Por cierto, los orientales, los budistas y demás, que de esto también saben y bastante, llaman a este tipo de amor, “amor afectivo”, el basado en los sentimientos primarios del ser humano, que es con lo que comenzamos el gran negocio de la vida, por si no nos hemos enterado. La atracción sexual hace que uno se sienta bien con su pareja, goce de su presencia, a parte de la excitación sexual que le produce su presencia. Pasamos buenos ratos juntos, me caes bien, hay química entre nosotros. Lo mismito siente el alma hacia Dios en los primeros tiempos; hay química entre Dios y yo, nos caemos bien, me gusta estar a Tu lado. Es un amor afectivo, donde lo que predomina (en ambos casos, es la sensualidad, la tormenta sentimental).

Pero lejos de ser un error o un signo de inmadurez, es un paso necesario en esa maduración, forma parte del Plan de Dios en nuestras vidas, forma parte del “Fíat voluntas tua”. No hay otra forma de atraer al alma hacia posteriores etapas donde se van a exigir mayores sacrificios.

El Eros o amor afectivo, basado en los sentimientos, es lo que podríamos denominar “Primera vía de presencia”. Así lo denomina Encuentro Matrimonial. En esta primera vía, como dice San Juan de la Cruz, la memoria, los recuerdos de esas experiencias amorosas que rayan en lo sublime, por la gran carga emocional que se experimenta, se va convirtiendo paulatinamente en esperanza. Pasamos de una potencia del alma a una virtud teologal. La primera.

Logramos saber así que “Dios nos ama”, que nuestro amado/a nos ama.
¡Me quiere! Decimos maravillados.

Philias o amistad


El segundo atributo del amor, la “filias” o amistad, suele aparecer simultáneamente al “eros”. La “philias” procede del sistema límbico, del cerebro de los mamíferos, según la estructura triuna de Paul Mclean que ya vimos al hablar de zoológico mental (Entradas 40 y 41). La “philias” se manifiesta en amistad, o deseo de pertenencia, de formar un núcleo de convivencia, de compartir vida y descendencia. La amistad forma comunidad, manifestada en el deseo de compartir experiencias, recuerdos, aficiones, proyectos en común. La amistad propicia la comunicación, especialmente el diálogo, y canaliza las emociones. Toda la afectividad fluye en este nivel. La amistad convierte el simple instinto genital en una sexualidad vivida como afectividad corporal. En el caso de la pareja, no solo se desea la penetración, sino las caricias, las palabras de afecto, la sonrisa, la cercanía, la expresividad manifiesta de aceptación.

Por otro lado, la philias es el atributo más extendido del amor entre los seres humanos, porque es el que permite establecer relaciones de empatía (identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro) y simpatía (inclinación afectiva entre personas, generalmente espontánea y mutua). Las relaciones humanas en condición de normalidad discurren desde la philias, con un mayor o menor grado de proximidad afectiva. Es la philias, la que hace que este mundo sea habitable. Es una cualidad plenamente humana, que haciéndose consciente, adorna al ser humano con una de sus más encantadoras cualidades, dado que le permite establecer una familia, cuidar de los hijos, defender su entorno y organizar la convivencia. En esto se manifiesta también la lógica de Dios.

Los orientales denominan a este tipo de amor, “amor estimativo”, donde mi relación contigo ya no es solo porque estoy a gusto a tu lado, porque me mola, hay química entre nosotros, sino que empiezo a quererte, “porque me haces feliz”

Yo te quiero porque me haces feliz. Es decir, te necesito, te deseo, porque soy feliz a tu lado. Esto es muy humano y razonable, pero siempre tendrá un componente posesivo, un componente interesado, apego lo llaman. Y por supuesto que una pareja se ama así. Quién puede negar esto. Pero este componente posesivo, a la larga generará una fuente tremenda de intransigencia y de exigencia, que termina en la típica expresión de los esposos que viven un conflicto. Es que tú, porque tú. Tú nunca, tú siempre. Fuente de reproches continua es esta actitud de un amor que se base en la exigencia de que el otro me haga feliz a mí.

Aquí tenemos que reflexionar sobre dos cosas muy importantes, la primera “gozar”, la segunda “sentir algo parecido a la felicidad”. Pasamos, tanto en la relación de pareja como en la relación con Dios de sentir gozo, de disfrutar, casi de divertirnos, a experimentar algo parecido a la felicidad. Aunque puedan sonar a parecidos, no tienen nada que ver, porque mientras lo primero es excitante, e-mociona (mueve, “mociona” hacia afuera “e”), la felicidad tiene un atributo constante e invariable, que es “la paz interior”, la serenidad, el sosiego, la quietud. La afectividad del amor erótico es emocional, es sentimental, y los sentimientos (muy útiles para muchas cosas), suponen, como el pensamiento, un incómodo estorbo para nuestro crecimiento en el Amor. Son bastante volubles, se comportan como veletas, que apuntan según cambie la dirección del viento, y nos zarandean de un lado para otro. Si nos dejamos llevar por ellos, seremos como un barco sin timón, que navegará en la dirección que en cada momento sople el viento.

Teresa de Jesús lo explica en sus moradas cuartas, que voy a tratar de resumir:

[4] Es importante aquí comenzar a diferenciar las diferentes sensaciones que provoca la Vida Interior. Teresa es muy clara en este sentido al diferenciar lo que es contento de lo que es gusto o consolación.
Los contentos se adquieren con la meditación y ruegos a Dios, que proceden de nuestro deseo natural. Aunque Dios nos da a entender que no podemos nada sin Él, como quiera que estas devociones son premio a nuestro esfuerzo, nos da contento habernos empleado de tal guisa. Este tipo de sentimiento de alegría es similar a lo que nos provocan otras circunstancias agradables en la vida, tales como ganar hacienda, encontrarnos con un buen amigo tras mucho tiempo de ausencia, la curación de una enfermedad, etc. De igual forma, los “contentos” en la oración son similares a “estotros”, que no son malos, pues comienzan en nosotros y acaban en el Señor.
[5] Los “gustos” o consolaciones comienzan en Dios y acaban en el natural, en nosotros. Vienen de Él y provocan una extraña paz interior, no comparable con nada grato en este mundo. No es ningún tipo de sentimiento. Es casi una dulce pena o una triste alegría. Nadie que no lo haya experimentado se lo puede imaginar.
[6] Los contentos no ensanchan el corazón, antes bien, excitan la propia alegría, hasta el extremo de “llorar de alegría”. Es una alegría agitada, excitada, pasional. Vivir el contento termina con el quebranto de la cabeza.
Todo es obra del pensamiento, de la reflexión y de la meditación. Las almas experimentadas en meditación y acostumbrados a “contentos”, deben seguir ejercitándose en ella hasta que Dios diga “basta”.
Resumido de las Moradas del Castillo interior de Teresa de Jesús.
 Moradas cuartas, capítulo primero (Ver la página "las moradas del Castillo interior", en este blog)



Al comenzar a amar a mi pareja, o a amar a Dios, porque me hace feliz, significa que estoy comenzando a apreciar la auténtica atmósfera interior, donde Dios habita, en mi alma y entre nosotros, que es en el sosiego de una vida emocionalmente tranquila, en la quietud, en la paz absoluta. Y eso me reconforta. Pero…, en el momento que esa sensación de paz desaparece o se atenúa por algún revés, por alguna discusión entre esposos, por un no “sentir” a Dios, entonces, reaparecen los sentimientos de cabreo, indignación, porque nos llegamos a creer en el derecho de que el otro, el Otro, nos haga feliz. Si no es así, surgen los reproches entre los esposos y los reproches a Dios. Pasamos del romance que experimentamos cuando “todo va bien”, a la desilusión.

Aquí es donde surge el principal problema que Dios con su lógica incomprensible para nosotros, tiene que tratar de solucionar, problema que es fruto del esplendor de lo que es sólo una ilusión.

Una ilusión es definida por la Real Academia de la Lengua bajo tres acepciones, y las tres son aplicables al caso.

1. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.
3. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.

Efectivamente, la ilusión es el sentimiento que se experimenta al entablar una relación interpersonal con la otra persona, o con Dios,  por la que uno se siente atraído, y comprueba que es correspondido. Esto hace surgir la complacencia hacia esa persona, o hacia Dios y genera esperanza de que esa relación pueda ir a más. Hasta ahí bien. “Pero…” no se puede ignorar la primera de las acepciones que es la que tiene más y peores consecuencias. En nuestro caso, creer que se ama a alguien con quien se ha establecido una relación de empatía, y además nos atrae físicamente por tener ciertos encantos anatómicos que nos estimulan y despiertan nuestras fantasías sexuales, es correr el riesgo de sufrir un tremendo desengaño, tanto más desagradable cuanto más ilusión (en el sentido de “esperanza”) teníamos hacia la persona hacia la que estábamos ilusionados (en el sentido de “viva complacencia”). Lo mismo pasa en nuestra relación con Dios.

Amor y egoísmo son extremos antagónicos e incompatibles entre sí.


Esta afirmación, bajo ningún concepto es negociable. Si se duda de ella, podemos dejar este discurso.

Amor y egoísmo son fuerzas antagónicas que conviven en este mundo, como el trigo convive con la cizaña. Y así tiene que ser, aunque parezca un contrasentido, dada la naturaleza humana y su condición. Pero quede claro sin embargo, como dice Jesús de Nazareth, no es posible servir a dos señores, a Dios y al dinero; al Amor y al egoísmo.

Esta escisión total entre amor y egoísmo es lo que obliga a los esposos a recorrer el duro desierto del Diálogo.

Esta escisión entre amor y egoísmo es lo que obliga a Dios a someter al alma al desierto de la Oración basada en el silencio.


En la vida de pareja, y en la relación con Dios, la clave, según la lógica de Dios,  para superar estos problemas que la normal convivencia provoca, se basan en tres actitudes fundamentales:

La primera es la sinceridad con uno mismo.
La segunda es desarrollar la capacidad de escucha.
Y la tercera es la actitud de confiar en el otro.


Escucha y confianza son los dos pilares de la comunicación entre los dos, es decir, es la clave del “Diálogo”. En la relación del alma con Dios se llama “Oración”, sobre la que ya hemos apuntado algunas cosas en la entrada 58.- Sendas de Vida Interior.


El diálogo de pareja, y la Oración, se basan en tres pilares,
1.El encuentro con uno mismo, saber reconocer virtudes y defectos propios;
2.La escucha para saber captar los mensajes que, tanto la pareja, como Dios mismo nos están emitiendo continuamente;
3. Y la confianza en el otro, de un modo incondicional,

Sólo desde el diálogo de pareja, o desde la Oración, es cómo podemos escindir amor y egoísmo de nuestra vida, y así poder pasar al tercer estadio del Amor, la donación total.

Pero sepamos que este proceso de desierto en el diálogo y en la Oración puede empeñar toda nuestra vida. Y en este proceso puede que lleguemos a creernos abandonados de Dios, abandonados de nuestro ser amado, y llegar a cometer la tontería, trágica tontería, de tirar la toalla.

La philias o diálogo, es lo podríamos denominar, “segunda vía de presencia”.

En esta segunda etapa del Camino, el entendimiento poco a poco se va transformando en fe, con el ejercicio de la confianza. Una confianza por la que Dios nos obliga a caminar por cañadas oscuras, donde tenemos que dar continuamente ese “salto de fe”, y atrevernos a caminar, aún sin ver nada. Entramos ya en lo que San Juan de la Cruz denomina la “noche del sentido”, primero de un modo activo, haciendo nosotros un acto de fe; posteriormente de un modo pasivo, porque Dios cada vez más va tomando las riendas de nuestra vida. Del mismo modo, con nuestro esposo/a, la confianza paulatinamente se va robusteciendo, y los temores, con seguir estando ahí, poco a poco van dando paso a la tranquilidad de que “estamos en buenas manos”.

Confía, estás en buenas manos, las de un esposo/a que de ama, la de un Dios que te ama apasionadamente.
Logramos tomar conciencia profunda de que “Dios nos ama”, que nuestro amado/a nos ama.

Y poco a poco “te dejas amar por Él”, te dejas amar por él/ella.

Agapé o donación total


El tercero de los atributos del amor es el “agapé” o donación de uno mismo. Es lo que se denomina “caridad”. Es el atributo más elevado del amor, lo transforma en plenitud en humano, y hace que los otros dos atributos, el eros y la philias superen el estadio estrictamente genital y gregario, para transformarse en sexualidad y amistad profunda, pero sobre todo, abre el camino hacia el verdadero Amor, con mayúsculas.

El término caridad, que Pablo en 1 Corintios 13 expresa en lo que se podría denominar la Carta Magna del Amor, ha degenerado hacia un componente ciertamente despectivo o de beneficencia (ser caritativo supone hacer obras de caridad con los menesterosos que pordiosean un poco de caridad). Es decir, la palabra “caridad”, tanto en inglés como en español se ha convertido en la acción de aportar limosna. Y se sabe que esta acción caritativa se basa en el derecho imperfecto, que no obliga legalmente a hacer obras de caridad o misericordia. Así caridad se ha terminado asociándola a la acción de atender las necesidades de los pobres de solemnidad. Así que el concepto “amor” tiene que llenar todos los huecos del espectro, desde lo más carnal como es realizar el acto sexual (con afectividad o sin él, da lo mismo, al coito se le llama “hacer el amor”), hasta la entrega total hasta dar la vida por los demás, o la actitud contemplativa de los místicos. Por eso, vamos a referirnos aquí, al tercer estadio del Amor, como donación total o “Caridad”.

En esta tercera vía, Dios va transformando paulatinamente la tercera potencia del alma, la voluntad en Amor, un Amor incondicional.

El agapé, la caridad, es la donación y entrega de uno mismo al otro, a los demás, que en el fondo es lo mismo que a Dios mismo. Es una donación gratuita, en la que las barreras que separan el ámbito del “yo” de cada cual, se desvanecen, y te permiten ver el “todos somos Uno”, la unidad de corazón, sin renunciar a la propia identidad. Es un atributo de frontera entre lo puramente intelectual, aportado por la corteza cerebral, y la consciencia expandida del alma humana, aquella que es capaz de entrar en contacto con lo sutil, lo trascendente; aquello que es capaz de acceder a la contemplación de Dios.

Agapé supone amar al otro, a los demás “como Él nos ha amado”. Los cristianos tenemos como referencia del agapé la vida de Jesús de Nazareth o de María. Pero en general, son referentes de agapé todos aquellos seres humanos que han sabido entregarse a los demás de modo desinteresado. En el extremo, el matrimonio entre un hombre y una mujer, presidido por la entrega amorosa íntima y responsable del uno en el otro y al producto de ese amor, sus hijos, es el mejor ejemplo de Amor en su más alta expresión en el ser humano.

En estas etapas, como dice Santa Teresa, ya no somos nosotros los que trabajamos, porque aquí, o simplemente te dejas amar por el otro, o simplemente te dejas amar por Él, o tus esfuerzos ya de poco valen. Es un amor 100% dirigido al otro, de modo que tú te vacías completamente porque es el otro el que te llena plenamente, mientras es el otro el que se vacía y se deja llenar por ti.

Agapé significa en griego “comida fraternal”, donde la comida es compartida por los comensales, donde se comparte lo que se tiene entre todos. La expresión máxima que simboliza el agapé cristiano es la Eucaristía, donde Jesús mismo simboliza en el pan y el vino la donación total de sí mismo. Realmente si supiéramos ver en la celebración de la misa este símbolo, con otros ojos, nuestra visión de la práctica religiosa cambiaría radicalmente.

Pues bien, el amor de pareja o el amor a Dios comienza a tener visos de verosimilitud cuando aparece el atributo de agapé. Mientras sólo emerge en la relación interpersonal el eros (lo afectivo) y la philias (lo estimativo), estamos ante una relación básicamente dominada por el “yo”, por el “ego”, donde mi “yo” es diferente a tu “yo”, donde entrambos existe una barrera difícil de franquear, por la cual, a lo máximo que se llega es a un relativo compromiso, en esencia contractual entre la pareja o entre el creyente y su comunidad de fe, que en el mejor de los casos llega a un acuerdo en los términos de “yo gano, tu ganas”, o en el fondo en un “cumplo y miento”.

El agapé queda reflejado en el "amor oblativo" de los orientales, que es aquel en el que yo te amo para hacerte feliz a ti.

Porque el sentido de mi vida es tu felicidad.
¡Porque el sentido de mi vida es santificar Tu nombre, Señor!


Si la pareja es capaz de experimentar el amor en este grado, ha cruzado el umbral del Amor verdadero, porque este amor ya no se basa en el apego y en el deseo de poseer al otro, sino en el deseo de entregarse al otro. Es el nivel de amor que se basa en “vivir en presencia” permanente del uno en el otro. Es la Tercera vía de Presencia. Así, el auténtico amor a Dios consiste en su equivalente, “vivir en presencia permanente” de Dios. Esto es simplemente vivir en estado contemplativo.

En ambos casos.

Hay tantas similitudes entre la mística y el amor humano, que si no se experimenta realmente, nadie diría que es posible. Ambos en su realidad y en su proceso están impregnado de la lógica de Dios, o lo que Encuentro Matrimonial denomina en una de las charlas del Fin de Semana, “El Plan de Dios”.

Sin embargo, llegados a este punto, es donde el amor humano llega hasta donde puede llegar, que es la fusión de los esposos en un solo corazón. Te doy mi vida entera. (Podéis ver la Página “te doy mi vida entera” de este blog, donde se relata todo este proceso aplicado a la relación de pareja “Concierto para dos almas y un solo corazón”)

Pero en nuestra relación con Dios, todavía queda un camino casi infinito, es el salto a la Eternidad. Es la Noche oscura del alma. Digamos que es aquí donde el alma comienza a ser liberada de sus ataduras terrenales, y es transportada por el Amado hasta las más sublimes cotas de la perfección. Aquí la lógica de Dios entra en un terreno, para nosotros totalmente desconocido. Sólo los que lo experimentan pueden tomar conciencia de cómo es. No se puede explicar, aunque nuestros místicos han hecho una encomiable labor en tratar de describirlo, aunque sea mínimamente.

Una cosa es clara, aquí es donde el alma experimenta ese “morir, antes de morir, para comprobar que la muerte no existe”.

Aquí es donde el alma experimenta la Pasión del Calvario y la Resurrección.

Conclusión


Esta es la lógica de Dios, la incomprensible, la impredecible, la que no sabes por dónde te viene el aire, la que te desespera por sus silencios o la que te aterra por el riesgo de sufrir serios dramas y tragedias, que te hacen preguntarle ¿por qué me has abandonado?

El amor es la vivencia del ser humano; una vivencia que con los años le aporta la Sabiduría de la experiencia; una vivencia que da sentido a la existencia, que te hace sentir vivo, que te permite realmente descubrir a Dios dentro de ti y proclamar a los cuatro vientos “Santificado sea tu nombre”, “hágase tu voluntad”.

El Amor es la Lógica de Dios en tu vida, una revolución interior que es capaz de sacar del ser humano todo lo bueno que tiene dentro, que permite a la pareja regresar al paraíso terrenal. Porque ya no sentimos vergüenza, porque ya estamos totalmente desnudos el uno frente al otro sin ocultar nada; porque ya estamos los dos junto a Dios en el Paraíso, aquí en la Tierra.

Lo que desconcierta en Dios es algo parecido como cuando ves una película llena de flash back, de idas y venidas entre lo que ocurre, ocurrió y ocurrirá, de modo que te cuesta muchísimo enlazar todas las escenas para comprender el argumento y la secuencia de la trama, y sólo al final llegas a comprender de que iba el guión de la película. Con Dios nos pasa lo mismo, llegar a las cumbres de la espiritualidad es un durísimo camino de aprendizaje de uno mismo, donde las “bofetadas” pueden venir de cualquier parte y sin venir a cuento. Pero “todo tiene sentido”, Dios no da puntada sin hilo. Otra cosa es que lo comprendamos o lo aceptemos, pero Él sabe lo que hace aún cuando nos veamos en envueltos en situaciones difíciles de comprender y de aceptar.

Si alguno quiere un ejemplo de vida para más o menos saber de qué va esto, le invito a que medite sobre la vida de la pobre María de Nazareth, eche un vistazo a la entrada 44.- María, o lea los libros “La soledad de María”, “El Pobre de Nazareth y Muéstrame tu rostro”,  de Ignacio Larrañaga. 

Si creías, amigo, que la lógica de Dios era algo rebuscado, mira por donde, si estás casado, la puedes vivir en plenitud con tu esposa o esposo. Si eres una persona consagrada a Dios, ya ves cuál es el camino.

Este es un camino que tengo la osadía de explicar aquí (o al menos de tratar de hacerrlo)  en base a dos pilares, el primero, el vivencial, el que yo como esposo de mi amada esposa vivo todos los días tras treinta años de feliz matrimonio, y en paralelo, vivimos los dos con Dios y con los demás, los que nos necesitan (te doy mi vida entera, le digo a mi esposa; os damos nuestra vida entera, les decimos a nuestros hijos y a los que necesitan de nosotros). Porque todo queda en casa. El segundo, es por el magisterio de nuestros mejores místicos, San Juan de la Cruz, Santa Teresa e Ignacio Larrañaga. Además me baso en la pedagogía de Encuentro Matrimonial y en los místicos orientales, que también saben de estas cosas.

Y algo muy importante. De lo que nos sentimos mi esposa y yo orgullosos, no es de todo esto, de lo que hayamos podido hacer por nuestros méritos, sino de que Él actúa en nosotros, le hemos dejado hacer; somos tan sólo simples pinceles de un genial pintor. 

Nosotros somos lo que de nosotros queda en este mundo, que es bien poco. Y ese poco que queda, sabemos que lo puede echar todo a perder, pues hasta el mismo instante de nuestra muerte, no estamos a salvo de poder cagarla y dar al traste con todas nuestras esperanzas, porque nuestro "yo apañao", nos estará dando por saco hasta nuestro último aliento. De eso Dios es consciente, así que espero nos proteja de nosotros mismos, -no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal-.

Una cosa más. Desde que Jesús de Nazareth nos enseñó este negocio, el primer mandamiento no es amar a Dios sobre todas las cosas, sino dejar que Dios nos ame, y eso, sobre todas las cosas.
Así está mejor.


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