Esta frase, “si pones a Dios en todo lo que haces, le encontrarás en todo lo que acontece" la descubrimos en un póster que compramos mi esposa y yo en una librería en Madrid, San Pablo. Nos llamó la atención y decidimos comprarlo. Desde entonces, ha presidido nuestro dormitorio en los treinta años que llevamos casados.
Dios se manifiesta en lo que acontece…
Esta frase lo dice todo respecto del “fiat voluntas tua”. Te hace comprender que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, quieras o no. Su voluntad se cumple siempre. Otra cosa es que sepamos ver este hecho.
La oración de Jesús dice “hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”. Esto puede que tenga otra interpretación teológica, pero en mi personal experiencia, siempre lo he visto como que su voluntad se manifiesta tanto en los acontecimientos buenos “en el Cielo”, como en los acontecimientos que interpretamos como no tan buenos, por no decir malos o desastrosos, es decir, “en la Tierra”.
Al identificar a Dios con lo bueno, con el amor, nos parece incomprensible que Dios se manifieste en la enfermedad, en la hambruna de los pobres, en las guerras, en la maldad de los tiranos, en los asesinatos de los sociópatas, y así en un larguísimo etcétera de acontecimientos que hacen de este mundo un auténtico infierno.
En otras palabras, no cabe en cabeza humana la tan usada frase de “cómo Dios permite el mal en el mundo”, como pretexto para sospechar que pudiera no existir, porque si existiera, ya se encargaría de hacernos felices como perdices. Pero no, resulta que somos unos “pringaos” a los que nos toca sufrir que a Dios, si es que existe, nos haya sacado con un defecto de fábrica que hace nos hagamos la vida imposible los unos a los otros.
Posiblemente, admitir que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, en todo lo que acontece, es la prueba más dura de fe que podemos superar. Porque esto significa que confiar en Dios no es garantía de que hayamos firmado con Él un contrato blindados frente a los sinsabores de la vida, al sufrimiento, al dolor, a la tragedia. En todo caso, es todo lo contrario. Parece ser que el que se lanza a tumba abierta en manos de Dios, puede que lo lleve claro, y que su vida llegue a ser un auténtico calvario, un fracaso. Encima, Jesús proclama bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que padecen persecución por causa de la Justicia, en suma, dichosos los que lo tienen chunguísimo.
… Porque ellos serán consolados.
El pequeño matiz a esta proclama propia de locos es, en lo que respecta a la frase del póster, “si pones a Dios en todo lo que haces”.
Si le pones en todo lo que haces
Verle en todo lo que sucede tiene como premisa, ponerle en medio de tu vida, en todo lo que haces, desde que te despiertas hasta que el sueño y el cansancio te rinde. Incluso en sueños.
“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”.
Mt 6, 33
Esto es lo mismo que ponerle en todo lo que hacemos. Si esta premisa se cumple, entonces tus ojos auténticos, los ojos de tu alma, se abren y pueden ver, porque han creído. No al revés, que sólo creemos si logramos ver. Es un salto de fe auténtico, un confiar a ciegas, sin saber qué va a ser de ti ante la decisión tomada.
Os cuento un pequeño ejemplo que a mi esposa y a mi nos sucedió. Cuando decidimos ir de voluntarios a Honduras, lo hicimos sin saber muy bien a qué íbamos. Sabíamos que el tema consistía en un proyecto de salud en una zona muy deprimida de aquel país, pero nada más. Tanta era nuestra incertidumbre sobre lo que nos esperaba, que en pleno vuelo desde España hasta allí, nos preguntamos los dos “¿pero sabemos realmente a qué vamos allí? La respuesta era rigurosamente “no”. Al volver de allí, jamás nos podíamos haber imaginado cuál era el real sentido de nuestro viaje. Lo dejamos en manos de la Providencia, y fue ella la que nos hizo comprender el sentido de aquel bendito viaje, que si Dios quiere repetiremos este año, pero esta vez sabiendo a lo que vamos… supongo. La cosa no era irnos a una ciudad española o hacer algo sin compromiso fuerte, una cita a ciegas con una realidad cercana. Era una aventura al otro lado del mundo, dejando familia, hijos y con un coste personal respetable.
Lo que ha sido hasta la fecha una aventura, la más gratificante y a la vez la más amarga de nuestra vida, ha sido una plena y auténtica manifestación de Dios en este mundo. Un mundo en el que ves morir a la gente por disparos de las maras, donde vez la miseria más total en los bordos (barriada de chabolas comparables a los slumbs de Bombay o las favelas de Río). Pero a la vez recibes el inmenso amor de los pobres de espíritu, de los misericordiosos, de la gente sencilla, que ve en ti a Jesús mismo que les tiende la mano. Esto, que no se puede explicar con palabras, sólo lo alcanza el corazón, que toma auténtica conciencia que “donde hay caridad y amor, allí está Dios” (“Ubi cháritas et amor, Deus ibi est”), que reza el cántico gregoriano Ubi cháritas.
Pones a Dios en lo que haces, es decir, buscas el Reino de Dios y su Justicia, y Él se manifiesta ante tus ojos, porque aunque siempre está ahí, delante de ti, tu escepticismo te convierte en un ciego de espíritu, incapaz de ver, aunque mires, e incapaz de oír, aunque trates de escuchar.
Eso de saber ver a Dios o de saber escucharle, es decir, eso de saber ver su manifestación en este mundo, lo representa Tony de Melo muy bien en su fábula “las campanas del templo sumergido”. Trata de aquel joven que sabiendo de la existencia de una iglesia sumergida tras la construcción de un embalse, los lugareños afirmaban que de vez en cuando se escuchaban sus campanas. El se esforzó por escucharlas, sin resultado alguno, hizo todos los días verdaderos esfuerzos por escuchar esas misteriosas campanadas sin conseguirlo, hasta que al final, ya habiendo desistido en su esfuerzo, esperando el autobús de regreso, se tumbó en la playa del pantano, sin pretender nada; y entonces fue cuando las escuchó, cuando sin esforzarse, hizo silencio interior. No las puedes escuchar hasta tanto no logres acallar tu mente.
Feed back
Si superas los primeros esfuerzos en la escucha de Dios, y tratando de confiar en Él, consigues verle en alguna manifestación en tu vida, comienza a producirse algo maravilloso, se establece un sistema de refuerzo positivo, un feed back de modo tal que cuanto más te abandonas a Él, tanto más se manifiesta y se muestra en evidencias que antes ni siquiera habrías reparado.
Este es el juego. Él se manifiesta de improviso en una llamada, a la que puedes responder o no. Si es que sí, se establece un refuerzo positivo que te conduce en un verlo en todo lo que sucede en tu vida, incluso en lo que antes te parecería un contratiempo o incluso una adversidad. Esto refuerza tu confianza. Pero esto es sólo el principio para, no tardando, serás sometido a diversas pruebas de fe, sin recibir ese agradable feed back de consuelo y de gratificación. De este modo entras en la lógica de Dios, cada vez más alejada de la tuya, de modo que los que te rodean te considerarán loco de atar, pero que a ti te subyuga, te envuelve, hasta decir con María “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi, según tu voluntad”.
Así se entra en la senda estrecha, en la Senda de la Vida Interior, primero con el enamoramiento que supone poner a Dios en todo lo que haces y verle en todo lo que acontece, para poco a poco entrar en el severo proceso de depuración de toda la porquería que tienes pegada al cuerpo.
Esto es lo que le estamos pidiendo al Padre con ese “hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. Pero como lo hacemos a una velocidad supersónica, ¿quién se da cuenta del sentido de esta frase?
Amigo, si estás siguiendo frase por frase esta meditación sobre el Padrenuestro, ¿te vas dando cuenta de que en esta oración (que hemos convertido en una rutinaria jaculatoria), se encierra cómo ha de orar un ser humano al Padre eterno, al Espíritu sagrado, a Alá, a Brahma, a Dios, le pongamos el nombre que le pongamos? Esta será una oración con “copyright” católico o cristiano. Pero si te paras a pensar un poco, es una oración universal, cósmica, ecuménica. Es una oración expuesta por el personaje más trascendental de la Historia de los hombres, Jesús de Nazareth.
Amigo, te propongo como en anteriores entradas, haz silencio interior y espera la respuesta.
La paz esté contigo.
*
Dios se manifiesta en lo que acontece…
Esta frase lo dice todo respecto del “fiat voluntas tua”. Te hace comprender que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, quieras o no. Su voluntad se cumple siempre. Otra cosa es que sepamos ver este hecho.
La oración de Jesús dice “hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo”. Esto puede que tenga otra interpretación teológica, pero en mi personal experiencia, siempre lo he visto como que su voluntad se manifiesta tanto en los acontecimientos buenos “en el Cielo”, como en los acontecimientos que interpretamos como no tan buenos, por no decir malos o desastrosos, es decir, “en la Tierra”.
Al identificar a Dios con lo bueno, con el amor, nos parece incomprensible que Dios se manifieste en la enfermedad, en la hambruna de los pobres, en las guerras, en la maldad de los tiranos, en los asesinatos de los sociópatas, y así en un larguísimo etcétera de acontecimientos que hacen de este mundo un auténtico infierno.
En otras palabras, no cabe en cabeza humana la tan usada frase de “cómo Dios permite el mal en el mundo”, como pretexto para sospechar que pudiera no existir, porque si existiera, ya se encargaría de hacernos felices como perdices. Pero no, resulta que somos unos “pringaos” a los que nos toca sufrir que a Dios, si es que existe, nos haya sacado con un defecto de fábrica que hace nos hagamos la vida imposible los unos a los otros.
Posiblemente, admitir que Dios se manifiesta en todo lo que sucede, en todo lo que acontece, es la prueba más dura de fe que podemos superar. Porque esto significa que confiar en Dios no es garantía de que hayamos firmado con Él un contrato blindados frente a los sinsabores de la vida, al sufrimiento, al dolor, a la tragedia. En todo caso, es todo lo contrario. Parece ser que el que se lanza a tumba abierta en manos de Dios, puede que lo lleve claro, y que su vida llegue a ser un auténtico calvario, un fracaso. Encima, Jesús proclama bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que padecen persecución por causa de la Justicia, en suma, dichosos los que lo tienen chunguísimo.
… Porque ellos serán consolados.
El pequeño matiz a esta proclama propia de locos es, en lo que respecta a la frase del póster, “si pones a Dios en todo lo que haces”.
Si le pones en todo lo que haces
Verle en todo lo que sucede tiene como premisa, ponerle en medio de tu vida, en todo lo que haces, desde que te despiertas hasta que el sueño y el cansancio te rinde. Incluso en sueños.
“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”.
Mt 6, 33
Esto es lo mismo que ponerle en todo lo que hacemos. Si esta premisa se cumple, entonces tus ojos auténticos, los ojos de tu alma, se abren y pueden ver, porque han creído. No al revés, que sólo creemos si logramos ver. Es un salto de fe auténtico, un confiar a ciegas, sin saber qué va a ser de ti ante la decisión tomada.
Os cuento un pequeño ejemplo que a mi esposa y a mi nos sucedió. Cuando decidimos ir de voluntarios a Honduras, lo hicimos sin saber muy bien a qué íbamos. Sabíamos que el tema consistía en un proyecto de salud en una zona muy deprimida de aquel país, pero nada más. Tanta era nuestra incertidumbre sobre lo que nos esperaba, que en pleno vuelo desde España hasta allí, nos preguntamos los dos “¿pero sabemos realmente a qué vamos allí? La respuesta era rigurosamente “no”. Al volver de allí, jamás nos podíamos haber imaginado cuál era el real sentido de nuestro viaje. Lo dejamos en manos de la Providencia, y fue ella la que nos hizo comprender el sentido de aquel bendito viaje, que si Dios quiere repetiremos este año, pero esta vez sabiendo a lo que vamos… supongo. La cosa no era irnos a una ciudad española o hacer algo sin compromiso fuerte, una cita a ciegas con una realidad cercana. Era una aventura al otro lado del mundo, dejando familia, hijos y con un coste personal respetable.
Lo que ha sido hasta la fecha una aventura, la más gratificante y a la vez la más amarga de nuestra vida, ha sido una plena y auténtica manifestación de Dios en este mundo. Un mundo en el que ves morir a la gente por disparos de las maras, donde vez la miseria más total en los bordos (barriada de chabolas comparables a los slumbs de Bombay o las favelas de Río). Pero a la vez recibes el inmenso amor de los pobres de espíritu, de los misericordiosos, de la gente sencilla, que ve en ti a Jesús mismo que les tiende la mano. Esto, que no se puede explicar con palabras, sólo lo alcanza el corazón, que toma auténtica conciencia que “donde hay caridad y amor, allí está Dios” (“Ubi cháritas et amor, Deus ibi est”), que reza el cántico gregoriano Ubi cháritas.
Pones a Dios en lo que haces, es decir, buscas el Reino de Dios y su Justicia, y Él se manifiesta ante tus ojos, porque aunque siempre está ahí, delante de ti, tu escepticismo te convierte en un ciego de espíritu, incapaz de ver, aunque mires, e incapaz de oír, aunque trates de escuchar.
Eso de saber ver a Dios o de saber escucharle, es decir, eso de saber ver su manifestación en este mundo, lo representa Tony de Melo muy bien en su fábula “las campanas del templo sumergido”. Trata de aquel joven que sabiendo de la existencia de una iglesia sumergida tras la construcción de un embalse, los lugareños afirmaban que de vez en cuando se escuchaban sus campanas. El se esforzó por escucharlas, sin resultado alguno, hizo todos los días verdaderos esfuerzos por escuchar esas misteriosas campanadas sin conseguirlo, hasta que al final, ya habiendo desistido en su esfuerzo, esperando el autobús de regreso, se tumbó en la playa del pantano, sin pretender nada; y entonces fue cuando las escuchó, cuando sin esforzarse, hizo silencio interior. No las puedes escuchar hasta tanto no logres acallar tu mente.
Feed back
Si superas los primeros esfuerzos en la escucha de Dios, y tratando de confiar en Él, consigues verle en alguna manifestación en tu vida, comienza a producirse algo maravilloso, se establece un sistema de refuerzo positivo, un feed back de modo tal que cuanto más te abandonas a Él, tanto más se manifiesta y se muestra en evidencias que antes ni siquiera habrías reparado.
Este es el juego. Él se manifiesta de improviso en una llamada, a la que puedes responder o no. Si es que sí, se establece un refuerzo positivo que te conduce en un verlo en todo lo que sucede en tu vida, incluso en lo que antes te parecería un contratiempo o incluso una adversidad. Esto refuerza tu confianza. Pero esto es sólo el principio para, no tardando, serás sometido a diversas pruebas de fe, sin recibir ese agradable feed back de consuelo y de gratificación. De este modo entras en la lógica de Dios, cada vez más alejada de la tuya, de modo que los que te rodean te considerarán loco de atar, pero que a ti te subyuga, te envuelve, hasta decir con María “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi, según tu voluntad”.
Así se entra en la senda estrecha, en la Senda de la Vida Interior, primero con el enamoramiento que supone poner a Dios en todo lo que haces y verle en todo lo que acontece, para poco a poco entrar en el severo proceso de depuración de toda la porquería que tienes pegada al cuerpo.
Esto es lo que le estamos pidiendo al Padre con ese “hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. Pero como lo hacemos a una velocidad supersónica, ¿quién se da cuenta del sentido de esta frase?
Amigo, si estás siguiendo frase por frase esta meditación sobre el Padrenuestro, ¿te vas dando cuenta de que en esta oración (que hemos convertido en una rutinaria jaculatoria), se encierra cómo ha de orar un ser humano al Padre eterno, al Espíritu sagrado, a Alá, a Brahma, a Dios, le pongamos el nombre que le pongamos? Esta será una oración con “copyright” católico o cristiano. Pero si te paras a pensar un poco, es una oración universal, cósmica, ecuménica. Es una oración expuesta por el personaje más trascendental de la Historia de los hombres, Jesús de Nazareth.
Amigo, te propongo como en anteriores entradas, haz silencio interior y espera la respuesta.
La paz esté contigo.
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