Aquellos que pueden hablar de la Oración por experiencia, y no por conocimientos adquiridos por estudios, saben de qué va este negocio de orar. Saben que no consiste en rezar jaculatorias elaboradas, que va mucho más allá de encomendarse al santo o virgen de su devoción, y que es un proceso, un camino que supone toda la vida.
Por otra parte, la Oración no es una práctica religiosa, que se realiza en determinados momentos, aunque bien es verdad, que la Oración exige momentos o ratos de dejar todo lo que se esté haciendo, recogerse en lo más íntimo y hacer silencio interior para poder escuchar el sentido de la vida, los mensajes sin palabras que nuestro Padre, “Adonai”, como le llamaba Jesús, nos entrega. Y también es verdad que la Oración debe ser además comunitaria, y por tanto, requiere algún tipo de estructura de celebración, como es el caso de la celebración de la Eucaristía.
Pero la Oración como modelo de vida va mucho más allá de las simples prácticas religiosas. En realidad estas son un escalón previo, el cual, una vez superado, ya no es demasiado importante, aunque sí necesario para el cultivo de la vida en comunidad y la manifestación exotérica de nuestra fe. Es todo un modelo de vida, es un nuevo paradigma muy difícil de lograr adquirir, porque supone que en nuestro interior se ha de producir una brutal colisión entre nuestro paradigma de vida convencional, según nuestra naturaleza humana y la aspiración de nuestro espíritu a una vida trascendente. Es pasar de “la vida según yo” a “la vida según Él”.
Voy a explicar brevemente el recorrido por el que solemos pasar los que hemos decidido enfrentarnos a este cambio de paradigma, aunque los resultados no siempre son demasiado buenos, porque las tentaciones de asumir nosotros nuestro destino son muy fuertes. Es más, cuando uno vive en un mundo en el que el mensaje clarísimo de la Sociedad es “tú eres dueño de tu destino”, y la megatendencia social es a revalorizar la autoestima, que venga un tal Jesús de Nazareth a decirnos “hasta los pelos de tu cabeza están contados” y “niégate a ti mismo”, esto no casa en absoluto con el paradigma del mundo, que es el que absolutamente todos seguimos, desde que salimos de fábrica, y al que tenemos que renunciar para abrazar el paradigma del espíritu.
Desengáñate, esto es de locos, y en este mundo, este planteamiento de vida no tiene el menor sentido, porque te deja como “oveja en medio de lobos”. Aparentemente desarmado contra toda la artillería mundana, que al verte así, irá contra ti y te aplastará.
Todo esto Jesús lo sabe y es consciente de ello. Por eso, al final, no tuvo otra opción de dejarse apresar, encajar la descomunal ofensa de su muerte y, no obstante, perdonarnos a todos, porque no sabemos lo que hacemos al vivir de este modo. No había otra opción.
La colisión de paradigmas que Jesús provocó, en aquella época, fue absolutamente descomunal. Por eso no pudo soportar el peso del acoso y al final tuvo que dejarse matar. De la misma forma, en Roma, la colisión que los primeros cristianos provocaron en el Imperio fue igualmente descomunal, por eso fueron perseguidos, como lo fue el Maestro. Sólo cuando tras la astuta maniobra de Constantino de proclamar el Cristianismo religión oficial del Imperio, los cristianos dejaron de ser perseguidos. Si no puedes con tu enemigo, únete a él; no porque te convezcan sus argumentos, sino para que no te moleste en tus pretensiones de seguir dominando el mundo; es más, incluso puede que se convierta en una poderosa arma de expansión imperial, y de control de las gentes..., pensaría el Emperador. Realmente, el día que la Iglesia “triunfó” y el Papa se convirtió en el líder espiritual de los emperadores y de todo el Imperio, ese día comenzó el declive del cristianismo. La Iglesia ha pretendido llevarse bien con el mundo de los poderosos, de los políticos, hasta que llegó a convertirse, al menos en su aparato de gestión, en su misma esencia (a lo mejor, no ha habido otra forma de que las cosas sucedan). Y desde entonces, algo hay en la Iglesia que chirría, y que obliga a los que buscan a Jesús en sus vidas íntimas a optar por estilos de vida alejados del mundo, porque en el mundo, ni siquiera practicando la religión, es posible seguir a Jesús. Mientras los papas y cardenales participan en las intrigas políticas para mantener su cuota en el reparto de la tarta del poder terrenal, el seguidor auténtico de Jesús tiene que recluirse en un monasterio y simplemente optar por una vida alejada del mundanal ruido; e incluso es hasta visto con recelo por los miembros de la casta sacerdotal.
Es por eso que realmente optar por la vida de Oración va mucho más allá de lo que comporta la simple y rutinaria práctica religiosa.
Si aún con todo, te sigue picando el gusanillo de lo que es esto del estilo de vida de Oración porque acaso sientas algo dentro de ti que no sabes lo que es, pero que te impulsa a investigar en qué consiste vivir en Oración, porque acaso supones que el abandono al Padre te dará la seguridad de que Él guiará tus pasos, entonces, continua leyendo. Si no, es el momento de regresar a tus asuntos, como el joven rico; y que te vaya bonito.
La vida de Oración es el camino de la contemplación, de ver sin juzgar, de amar lo que es, de aceptar la realidad como voluntad de Dios, no de un modo resignado, algo así como “qué se le va a hacer, estará de Dios”, como decían nuestras abuelas, sino de un modo activo. Dios, Adonai, nos habla por medio de los hechos, y no solo los agradables, sino por medio de los reveses que nos da la vida. Qué significan esos reveses, qué quiere decirnos Adonai con ellos, es algo que pone a prueba nuestra fe. Cuando tenemos un revés, algo que nos sale mal, lo vemos así, según nuestros planes particulares, pero cuando esos reveses se “contemplan”, no como un hecho consumado, voluntad de Dios, sino como una señal, un indicio, un mensaje, ante el cual Dios te pide que estés en alerta y reacciones según la fuerza interior que siempre te acompaña, entonces ese revés, ese fracaso, se convierte en una fuerza impetuosa que puede cambiar el mundo, o al menos “tu mundo”, tu pequeño mundo, a ti mismo.
Contemplación
Dice Consuelo Martín en su libro “El arte de la contemplación”:
La contemplación es un estado del ser, ni fácil, ni difícil de alcanzar.
Es simplemente sencillo, si supiéramos cuál es su fundamento.
Consiste en atravesar la barrera del silencio y escuchar.
Contemplar es vivir el presente eterno, vivir el momento que nos ha sido dado, bastándole cada día su afán, aceptando humildemente la gracia de disponer del pan de cada día.
Contemplar es no estar encadenado ni a experiencias del pasado, ni a proyectos de futuro.
Contemplar es simplemente ver sin emitir juicios, ni razonamientos, ni elaborar modelos mentales para tratar de comprender.
Contemplar es observar sin emitir criterios de realidad.
Contemplar es ver sin influir en lo observado, sin elaborar fantasías.
Contemplar supone amar lo que es.
Contemplar es ver la vida como vemos caer las hojas de los árboles.
Contemplar supone renunciar al uso del pensamiento para dejar entrar en nuestro interior a Aquel que da soporte a nuestra existencia, por el que somos, nos movemos y existimos.
Nuestra auténtica relación con Dios no se basa en súplicas y oraciones a Alguien que está allí arriba, en los Cielos, sino que está aquí abajo, en nuestro más profundo interior. Tan profundo que acaso no nos hemos enterado que está tan íntimamente unido a nosotros, que somos su misma esencia. Nuestra relación auténtica con el Señor es la relación de la esposa con su Amado.
Esto puede que suene raro, sobre todo a los hombres. Esta idea de Meister Eckhart, está referida al alma humana. En general los místicos, y la Biblia, suelen asociar el alma al género femenino.
Ya he referido en anteriores ocasiones cómo la relación del Alma con Dios tiene un fuerte componente de relación amado con amada, en clave relación hombre – mujer. El Cantar de los Cantares, es un precioso poema en el que se relata la relación del alma con Dios, como la relación de una esposa con su amado.
2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores; 3 mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado!
Quiero traer ahora a colación este fragmento del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz en el que relata las lamentaciones de la amada que siente cómo su amado parece haberla abandonado.
Cántico Espiritual 1-5
ESPOSA
Por otra parte, la Oración no es una práctica religiosa, que se realiza en determinados momentos, aunque bien es verdad, que la Oración exige momentos o ratos de dejar todo lo que se esté haciendo, recogerse en lo más íntimo y hacer silencio interior para poder escuchar el sentido de la vida, los mensajes sin palabras que nuestro Padre, “Adonai”, como le llamaba Jesús, nos entrega. Y también es verdad que la Oración debe ser además comunitaria, y por tanto, requiere algún tipo de estructura de celebración, como es el caso de la celebración de la Eucaristía.
Pero la Oración como modelo de vida va mucho más allá de las simples prácticas religiosas. En realidad estas son un escalón previo, el cual, una vez superado, ya no es demasiado importante, aunque sí necesario para el cultivo de la vida en comunidad y la manifestación exotérica de nuestra fe. Es todo un modelo de vida, es un nuevo paradigma muy difícil de lograr adquirir, porque supone que en nuestro interior se ha de producir una brutal colisión entre nuestro paradigma de vida convencional, según nuestra naturaleza humana y la aspiración de nuestro espíritu a una vida trascendente. Es pasar de “la vida según yo” a “la vida según Él”.
Voy a explicar brevemente el recorrido por el que solemos pasar los que hemos decidido enfrentarnos a este cambio de paradigma, aunque los resultados no siempre son demasiado buenos, porque las tentaciones de asumir nosotros nuestro destino son muy fuertes. Es más, cuando uno vive en un mundo en el que el mensaje clarísimo de la Sociedad es “tú eres dueño de tu destino”, y la megatendencia social es a revalorizar la autoestima, que venga un tal Jesús de Nazareth a decirnos “hasta los pelos de tu cabeza están contados” y “niégate a ti mismo”, esto no casa en absoluto con el paradigma del mundo, que es el que absolutamente todos seguimos, desde que salimos de fábrica, y al que tenemos que renunciar para abrazar el paradigma del espíritu.
Desengáñate, esto es de locos, y en este mundo, este planteamiento de vida no tiene el menor sentido, porque te deja como “oveja en medio de lobos”. Aparentemente desarmado contra toda la artillería mundana, que al verte así, irá contra ti y te aplastará.
Todo esto Jesús lo sabe y es consciente de ello. Por eso, al final, no tuvo otra opción de dejarse apresar, encajar la descomunal ofensa de su muerte y, no obstante, perdonarnos a todos, porque no sabemos lo que hacemos al vivir de este modo. No había otra opción.
La colisión de paradigmas que Jesús provocó, en aquella época, fue absolutamente descomunal. Por eso no pudo soportar el peso del acoso y al final tuvo que dejarse matar. De la misma forma, en Roma, la colisión que los primeros cristianos provocaron en el Imperio fue igualmente descomunal, por eso fueron perseguidos, como lo fue el Maestro. Sólo cuando tras la astuta maniobra de Constantino de proclamar el Cristianismo religión oficial del Imperio, los cristianos dejaron de ser perseguidos. Si no puedes con tu enemigo, únete a él; no porque te convezcan sus argumentos, sino para que no te moleste en tus pretensiones de seguir dominando el mundo; es más, incluso puede que se convierta en una poderosa arma de expansión imperial, y de control de las gentes..., pensaría el Emperador. Realmente, el día que la Iglesia “triunfó” y el Papa se convirtió en el líder espiritual de los emperadores y de todo el Imperio, ese día comenzó el declive del cristianismo. La Iglesia ha pretendido llevarse bien con el mundo de los poderosos, de los políticos, hasta que llegó a convertirse, al menos en su aparato de gestión, en su misma esencia (a lo mejor, no ha habido otra forma de que las cosas sucedan). Y desde entonces, algo hay en la Iglesia que chirría, y que obliga a los que buscan a Jesús en sus vidas íntimas a optar por estilos de vida alejados del mundo, porque en el mundo, ni siquiera practicando la religión, es posible seguir a Jesús. Mientras los papas y cardenales participan en las intrigas políticas para mantener su cuota en el reparto de la tarta del poder terrenal, el seguidor auténtico de Jesús tiene que recluirse en un monasterio y simplemente optar por una vida alejada del mundanal ruido; e incluso es hasta visto con recelo por los miembros de la casta sacerdotal.
Es por eso que realmente optar por la vida de Oración va mucho más allá de lo que comporta la simple y rutinaria práctica religiosa.
Si aún con todo, te sigue picando el gusanillo de lo que es esto del estilo de vida de Oración porque acaso sientas algo dentro de ti que no sabes lo que es, pero que te impulsa a investigar en qué consiste vivir en Oración, porque acaso supones que el abandono al Padre te dará la seguridad de que Él guiará tus pasos, entonces, continua leyendo. Si no, es el momento de regresar a tus asuntos, como el joven rico; y que te vaya bonito.
La vida de Oración es el camino de la contemplación, de ver sin juzgar, de amar lo que es, de aceptar la realidad como voluntad de Dios, no de un modo resignado, algo así como “qué se le va a hacer, estará de Dios”, como decían nuestras abuelas, sino de un modo activo. Dios, Adonai, nos habla por medio de los hechos, y no solo los agradables, sino por medio de los reveses que nos da la vida. Qué significan esos reveses, qué quiere decirnos Adonai con ellos, es algo que pone a prueba nuestra fe. Cuando tenemos un revés, algo que nos sale mal, lo vemos así, según nuestros planes particulares, pero cuando esos reveses se “contemplan”, no como un hecho consumado, voluntad de Dios, sino como una señal, un indicio, un mensaje, ante el cual Dios te pide que estés en alerta y reacciones según la fuerza interior que siempre te acompaña, entonces ese revés, ese fracaso, se convierte en una fuerza impetuosa que puede cambiar el mundo, o al menos “tu mundo”, tu pequeño mundo, a ti mismo.
Contemplación
Dice Consuelo Martín en su libro “El arte de la contemplación”:
La contemplación es un estado del ser, ni fácil, ni difícil de alcanzar.
Es simplemente sencillo, si supiéramos cuál es su fundamento.
Consiste en atravesar la barrera del silencio y escuchar.
Contemplar es vivir el presente eterno, vivir el momento que nos ha sido dado, bastándole cada día su afán, aceptando humildemente la gracia de disponer del pan de cada día.
Contemplar es no estar encadenado ni a experiencias del pasado, ni a proyectos de futuro.
Contemplar es simplemente ver sin emitir juicios, ni razonamientos, ni elaborar modelos mentales para tratar de comprender.
Contemplar es observar sin emitir criterios de realidad.
Contemplar es ver sin influir en lo observado, sin elaborar fantasías.
Contemplar supone amar lo que es.
Contemplar es ver la vida como vemos caer las hojas de los árboles.
Contemplar supone renunciar al uso del pensamiento para dejar entrar en nuestro interior a Aquel que da soporte a nuestra existencia, por el que somos, nos movemos y existimos.
Nuestra auténtica relación con Dios no se basa en súplicas y oraciones a Alguien que está allí arriba, en los Cielos, sino que está aquí abajo, en nuestro más profundo interior. Tan profundo que acaso no nos hemos enterado que está tan íntimamente unido a nosotros, que somos su misma esencia. Nuestra relación auténtica con el Señor es la relación de la esposa con su Amado.
Esto puede que suene raro, sobre todo a los hombres. Esta idea de Meister Eckhart, está referida al alma humana. En general los místicos, y la Biblia, suelen asociar el alma al género femenino.
Ya he referido en anteriores ocasiones cómo la relación del Alma con Dios tiene un fuerte componente de relación amado con amada, en clave relación hombre – mujer. El Cantar de los Cantares, es un precioso poema en el que se relata la relación del alma con Dios, como la relación de una esposa con su amado.
2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores; 3 mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores más que el vino; ¡con qué razón eres amado!
Quiero traer ahora a colación este fragmento del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz en el que relata las lamentaciones de la amada que siente cómo su amado parece haberla abandonado.
Cántico Espiritual 1-5
ESPOSA
1
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
2
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas, al otero
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero
decidle que adolezco, peno y muero.
3
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
PREGUNTA A LAS CRIATURAS
PREGUNTA A LAS CRIATURAS
4
¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras
de flores esmaltado!
decid si por vosotros ha pasado.
RESPUESTA DE LAS CRIATURAS
5
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
La Noche Oscura.
Estrofa Nº 8.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Este es uno de los monumentos más sublimes de la poesía mística que jamás se haya escrito.
Estos poemas, el Cántico espiritual y la Noche Oscura, son la forma más clara de expresar la íntima relación del alma con Dios, como la de una esposa enamorada de su Amado, que no hace otra cosa que “contemplar” su rostro en todas las manifestaciones de la vida, pues Él está presente en absolutamente todos los momentos de su existencia. Es vivir en presencia permanente de Él.
Virgen significa estar vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no eras, y mujer significa que puedes concebir y fructificar.
“Una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa” (Lc 10,38). Eckhart toma el pasaje de Marta y María en una versión de la Biblia donde Marta es referida como “mujer y virgen”. Y el hecho es que lo acoge en su casa, como virgen y como mujer.
Esta es la esencia de la vida, Dios en ti, tan íntimamente en ti, que sois una misma esencia. Somos su misma esencia.
Lo peor que puede pasar es que no lo sepamos, no lo experimentemos, como describe Jesús en el pasaje de la perla escondida en la casa (o el dracma). La dueña de la casa no sabía que la había perdido en su propio hogar. Y allí estaba; siempre estuvo allí.
Los trabajos del hortelano
Santa Teresa, en su autobiografía (el libro de la vida), pone un símil respecto de lo que es la vida de Oración, con los trabajos de un hortelano en su huerta.
Establece cuatro grados de oración. El mental, el recogimiento, la quietud y la unión con Dios.
Previo a estos cuatro grados, está la oración vocal, que es la que practica el común de las gentes con las oraciones predefinidas y escritas por terceros, y que repetimos en los actos litúrgicos. Sólo hay dos oraciones que se libran de lo que Larrañaga denomina “jaculatorismo”, el Padre Nuestro y el Ave María. Con todo, como se rezan a todas horas y en todo momento, también ellas se convierten en una jaculatoria rezada de modo rutinario, sin saber ni ser conscientes de lo que decimos.
El primer grado de Oración es mental lo asemeja a un trabajador de la huerta (nuestra alma), que tiene que sacar agua de un profundo pozo con gran esfuerzo. Son los trabajos de la oración mental y discursiva, la que todos hacemos con nuestros rezos a plegarias.
El Padre Ignacio Larrañaga, en estos inicios recomienda diversos métodos:
Primera forma: Lectura rezada.
Arranca del modo de oración vocal. Se toma una Oración escrita, como los salmo. Pero no se lee de corrido, ni de memoria, sino que ha de leerse despacio, muy despacio. Es una modalidad fácil y muy eficaz para dar los primeros pasos.
Segunda forma: Lectura meditada.
Se trata de la lectura de un libro cuidadosamente seleccionado. La Biblia es la mejor elección. No es recomendable el sistema de abrir al azar la Biblia, sino seleccionar el tema a meditar. Siempre se ha de leer despacio.
Tercera forma: Oración auditiva.
Tomar una expresión fuerte que te llene el alma, como por ejemplo “mi Dios, mi Todo”, o “Señor, ten piedad de mí”. Comienza a pronunciarla, trata de asumir vivencialmente el contenido. Es muy similar, por no decir lo mismo que los mantras orientales, que se pueden repetir una y otra vez indefinidamente.
Cuarta forma: Oración escrita.
Se trata de escribir aquello que quieras decirle al Señor. Es escribirle una carta. Para momentos de angustia, puede ser la mejor forma de expresarle a Dios tus sentimientos de angustia y de temor.
El segundo grado de Oración es de recogimiento, donde el hortelano saca el agua con arcaduces, con bastante más facilidad, aunque no está exenta de largos periodos de aridez.
Quinta forma: Oración visual.
Se trata de tomar una imagen plástica de un paisaje o de la vida de Jesús, que te motive a elevar tu espíritu, que te motive fuertes sensaciones de paz, de plenitud, de sosiego, de fortaleza. Lo importante es que te diga mucho. Aquí comienza el silencio interior.
Sexta forma: Oración de abandono.
Es la actitud más genuinamente evangélica, y la que infunde más paz. “No hay mejor calmante que suavice mejor las penas de la vida que un “yo me abandono a ti”. Es necesario hacer silencio interior, sosegar la mente. Es como un lanzarnos al vacío en la confianza de que Él nos acogerá en sus brazos.
El tercer grado de oración es la Oración de quietud donde el hortelano saca agua tendida del río.
Séptima forma: Oración de acogida.
Es una actitud de salir yo de mí, para dejar que Él entre en mí. Se trata de sentir esa inspiración del Espíritu de Dios dentro de mí. Se trata de sentir, no como una emoción, un sentimiento, sino como el de “percibir”. La vida de Oración no consiste en experimentar emociones, sino de experimentar vivencias, cuyos sentimientos no son precisamente los deseados.
Octava forma: Oración de elevación.
Es la actitud digamos que, inversa a la Oración de acogida. El yo sale hacia el Tú. Hay un movimiento de salida de uno mismo hacia el otro, hacia el Esposo.
Y el cuarto grado de Oración es el de unión, o simplemente espera que la lluvia empape la huerta. Son los desposorios espirituales, que se alcanzan mediante el tránsito de las noches oscuras que canta San Juan de la Cruz.
Novena forma: Oración de contemplación.
Este es el objetivo final de la vida de Oración, entrar en los terrenos de la Oración contemplativa. Si las anteriores modalidades se podían elegir como método de Oración, la contemplación ya no es ningún método, sino un estado del alma, una presencia total y absoluta de Dios en uno mismo. De modo que no somos nosotros los que podemos decir “hoy voy a hacer contemplación, y mañana haré Oración de acogida”. La contemplación es un don de Dios que llega cuando llega, tras la actitud del alma de vaciado total de sí misma.
Oración comunitaria.
Muestra las siguientes características: es espontánea, en voz alta, ante los demás. Y algo muy importante que recalca Larrañaga, que los orantes comunitarios hayan cultivado previamente la relación personal con Dios. Debe evitarse el “jaculatorismo”, con frases cortas y estereotipadas, formales, dichas de memoria. Ha de orarse de forma verdaderamente espontánea, de dentro a dentro, como si estuviéramos sólo Dios y yo. Saber que el Espíritu se expresa a través de su boca. Debe haber sinceridad y veracidad, y una Oración auténticamente compartida.
Así que ahora, os sugerimos que aquel que quiera, exprese con sus propias palabras lo que ha experimentado durante estos minutos de simple recogimiento y silencio interior.
Referencias:
Sta. Teresa de Jesús. El Libro de la vida, Obras completas. BAC. Madrid 1990
San Juan de la Cruz. Cántico espiritual. Obras completas.. Ed. De espiritualidad, Madrid 1988.
Ignacio Larrañaga. Muéstrame tu rostro. Paulinas 1978.
Ignacio Larrañaga. Encuentro. Manual de Talleres de Oración y vida.
Lo que te sugiero es recogerte durante unos diez minutos, e imaginar con la mente callada, en silencio nuestra relación con Dios, como una esposa perdidamente enamorada de su amado.
Imagínates cuando estabas en tu mejor romance con tu amado (o amada) de aquí, en la tierra, no tanto la escena, sino el éxtasis afectivo que experimentasteis o habéis experimentado; u os pudierais imaginar.
Siente, experimenta el abrazo de Alguien que te envuelve, que te rodea con sus brazos, y déjate estremecer con su sola figura, y déjate vestir de su hermosura.
La Paz contigo.
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