La Verdad une, pero la mentira separa. (Consuelo Martín)
Octavario
Esta semana que entra, se celebra en la Iglesia católica lo que se llama “el octavario por la unidad de los cristianos”.
Los cristianos ante el mundo venimos dando a lo largo de la Historia el lamentable espectáculo de haber hecho añicos la Iglesia, la Comunidad de Todos los Santos de Dios que trató de crear Jesús de Nazareth y por la que se dejó crucificar.
¿Las causas? En esencia políticas y de lucha de poder, aunque adecuadamente adornadas bajo argumentos teológicos que son ahora los que los grupos de trabajo de las subcomisiones de las comisiones del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos para el Ecumenismo y demás órganos de estudio tratan de resolver. En los textos de constituciones y decretos del Concilio Vaticano II, se incluye un Decreto de 1964 denominado “Unitatis reintegrati” que trataba de hacer irreversible el camino del ecumenismo. Se abrió a tenor de este texto el diálogo teológico entre católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos y etc. Etc. El 7 de diciembre de 1965 Roma y Bizancio se levantan mutuamente la declaración de anatemas de 1054 cuando el cisma de Oriente.
Con los hijos de la Reforma, los luteranos, otra declaración conjunta sobre la doctrina de la Justificación, en Ausburgo, el 31 de Octubre de 1999 entre el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Federación Luterana Mundial, parece ser que logró un acuerdo de fondo sobre la cuestión crucial en el cisma de Lutero del Siglo XVI.
Parece ser que los doctores de las iglesias están enzarzados en varias cuestiones. La fundamental es la de que no puede haber unidad eclesial sin que antes se dé un claro concepto teológico sobre qué es la Iglesia, porque ninguna de las tres principales ramas, católicos, ortodoxos y reformistas, comparten esta visión eclesial.
Una postura propone recomponer la vasija hecha añicos tras los cismas. Para algunos, los acuerdos que ya se han alcanzado, son suficientes; para otros, sobre todo los católicos, no, porque existe la convicción en el Vaticano de que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica, lo que supone afirmar que “ya es una realidad existente”.
Es decir, los que quieran que se unan, y los que no, “que les den”; allá ellos, más o menos. Todo esto dicho con sumo respeto a las otras comunidades, a las que también el Consejo Pontificio les reconoce su carácter eclesial.
Si uno lee la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación que se puede encontrar en la web, la verdad es que se pueden encontrar argumentos para aceptar la justificación por la fe o para no aceptarla. Te metes en un jardín teológico que salvo, seas Doctor en Teología “cum laude”, no te enteras ni del NoDo. Para los teólogos es un hito fundamental, aunque no es la meta. De todas formas esto es como los informes de asesoría jurídica… “¿En qué sentido lo quieres?” Porque el Derecho humano permite encontrar tantos argumentos en pro como en contra de una postura. No digamos las teologías.
Por otra parte está el espinoso asunto de los sacramentos. Los reformistas no reconocen todos los sacramentos. Por cierto, los siete sacramentos no empezaron a estar medianamente claros para la Iglesia Católica hasta el II Concilio de Lyon de 1272, para terminar de estarlo en el Concilio de Trento en 1545, Parece ser que los luteranos y los católicos no pueden celebrar conjuntamente la Eucaristía, porque, y cito literalmente el artículo del periódico español “ABC” del 13 de Enero de 2011, “Si bien la Iglesia católica acoge el concepto protestante, según el cual Cristo invita a la Cena del Señor, añade esta declaración: “dado que es Cristo quien invita, esta invitación, transmitida por un ministro cuya ordenación y misión se fundan en Cristo, es de por sí un sacramento”.
Y así, etc., etc., etc. Todo un discurso teológico de expertos dirigido para expertos, en los que los feligreses hemos de confiar, a ver si algún siglo de estos los doctores se ponen de acuerdo.
Esto es como las reuniones en la cumbre de los jefes de Estado, que se tiran la intemerata debatiendo, sacando sus mejores armas de negociación en el grandioso juego de pocker de la política; hacen magnas declaraciones para calmar la incertidumbre de las gentes, y de paso garantizar su voto en las próximas elecciones, mientras siguen los problemas del paro, la inflación y los recortes de garantías sociales, etc., etc.
Los tres escenarios de la mentira
La división del Cristianismo es fruto del pecado, de la mentira.
Tal y como lo veo. Y puedo estar equivocado, pues lo que expongo aquí no es más que la osadía de colgar en un blog las propias opiniones (bien es verdad que basadas en la lectura y estudio personal) así como de mi experiencia personal y mi manía de pensar, el problema de la división de los cristianos se puede concretar en tres escenarios fundamentales.
El primer escenario es el se vivió en los primeros siglos del cristianismo, a tenor de las herejías, en una época en la que estaban aún inmaduras las diferentes visiones derivadas de las enseñanzas, vida y persona de Jesús de Nazareth. Fue por problema de carácter doctrinal esencial en el ideario cristiano, por una dificultad de comprender la naturaleza de Jesús, y el fundamento trinitario de la Iglesia, lo que dio lugar a las herejías fundamentales de la Edad Media, el arrianismo, el nestorianismo y el monofisismo.
El Concilio de Nicea consiguió corregir el error arriano proclamando que en Jesús apareció realmente Dios sobre la Tierra como persona, como la persona del Hijo, engendrado, no creado. En el 400 se pensó con el nestorianismo que Jesús era dos personas, aunque íntimamente unidas. El Concilio de Éfeso en 431, afirmó sin merma de la diferencia entre su naturaleza humana y divina, que Cristo es una sola persona, proclamando así que María es Madre de Dios. Después, se hizo necesaria salvaguardar la humanidad de Jesús, puesta en duda por el monofisismo que reconocía sólo su naturaleza divina. La humanidad de Jesús fue proclamada en el Concilio de Calcedonia en 451. Así que a la Iglesia le costó nada menos que cinco siglos debatiendo sobre la figura de Jesús de Nazareth hasta que parece se llegó a aclarar.
Estas luchas, por cierto han conseguido enaltecer la dignidad del ser humano, elevando a los seres humanos a la categoría de hijos de Dios y por ello iguales ante Él, argumento esencial para abolir la esclavitud y eliminar cualquier sistema de castas discriminantes.
El segundo escenario, describe la creciente rivalidad política entre el Imperio Romano de Occidente y el Imperio de Oriente, el bizantino. Y como parte del proceso de escisión del propio Imperio Romano en dos, se trasladó dicho proceso a las autoridades religiosas, llegando a generar el primer gran cisma, con la separación de la iglesia oriental de la romana, aunque la justificación teológica se pusiera en la inclusión del término “filoque” en el credo niceno. En el fondo no parecía lógico que dos emperadores enfrentados le rindieran pleitesía espiritual al Papa de Roma. No era políticamente correcto tal agravio comparativo, así que se sacaron de la manga lo de “filioque” (y qué más dará, digo yo), para la total separación de los imperios sin que el de Oriente dependiera espiritualmente del Papa de Occidente.
Después, las luchas entre los reyes de Francia y los estados pontificios, provocó el cisma de occidente y la disputa entre Aviñon y Roma, conocida como el Cisma de Occidente. Aquí las causas son totalmente políticas, envueltas en escándalos de corrupción y ambiciones personales de unos y de otros. La miseria humana más rastrera y miserable elevada al rango del papado.
El tercer escenario, muestra una situación de degradación moral en el Vaticano en los siglos XV y XVI, en principio, a propósito de la descomunal deuda que provocó el proyecto de construcción de la basílica de San Pedro, sus edificios anejos y la descomunal carga de obras de arte que contienen y que, lógicamente costó una pasta conseguir; siendo la compraventa en indulgencias una fuente de ingresos que se encontró para poder amortizar el gasto que esas obras, de proporciones faraónicas, supusieron para las arcas del Vaticano. Esta parece, en principio que fue el desencadenante de lo que sería el cisma protestante.
Octavario
Esta semana que entra, se celebra en la Iglesia católica lo que se llama “el octavario por la unidad de los cristianos”.
Los cristianos ante el mundo venimos dando a lo largo de la Historia el lamentable espectáculo de haber hecho añicos la Iglesia, la Comunidad de Todos los Santos de Dios que trató de crear Jesús de Nazareth y por la que se dejó crucificar.
¿Las causas? En esencia políticas y de lucha de poder, aunque adecuadamente adornadas bajo argumentos teológicos que son ahora los que los grupos de trabajo de las subcomisiones de las comisiones del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos para el Ecumenismo y demás órganos de estudio tratan de resolver. En los textos de constituciones y decretos del Concilio Vaticano II, se incluye un Decreto de 1964 denominado “Unitatis reintegrati” que trataba de hacer irreversible el camino del ecumenismo. Se abrió a tenor de este texto el diálogo teológico entre católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos y etc. Etc. El 7 de diciembre de 1965 Roma y Bizancio se levantan mutuamente la declaración de anatemas de 1054 cuando el cisma de Oriente.
Con los hijos de la Reforma, los luteranos, otra declaración conjunta sobre la doctrina de la Justificación, en Ausburgo, el 31 de Octubre de 1999 entre el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y la Federación Luterana Mundial, parece ser que logró un acuerdo de fondo sobre la cuestión crucial en el cisma de Lutero del Siglo XVI.
Parece ser que los doctores de las iglesias están enzarzados en varias cuestiones. La fundamental es la de que no puede haber unidad eclesial sin que antes se dé un claro concepto teológico sobre qué es la Iglesia, porque ninguna de las tres principales ramas, católicos, ortodoxos y reformistas, comparten esta visión eclesial.
Una postura propone recomponer la vasija hecha añicos tras los cismas. Para algunos, los acuerdos que ya se han alcanzado, son suficientes; para otros, sobre todo los católicos, no, porque existe la convicción en el Vaticano de que la Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica, lo que supone afirmar que “ya es una realidad existente”.
Es decir, los que quieran que se unan, y los que no, “que les den”; allá ellos, más o menos. Todo esto dicho con sumo respeto a las otras comunidades, a las que también el Consejo Pontificio les reconoce su carácter eclesial.
Si uno lee la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación que se puede encontrar en la web, la verdad es que se pueden encontrar argumentos para aceptar la justificación por la fe o para no aceptarla. Te metes en un jardín teológico que salvo, seas Doctor en Teología “cum laude”, no te enteras ni del NoDo. Para los teólogos es un hito fundamental, aunque no es la meta. De todas formas esto es como los informes de asesoría jurídica… “¿En qué sentido lo quieres?” Porque el Derecho humano permite encontrar tantos argumentos en pro como en contra de una postura. No digamos las teologías.
Por otra parte está el espinoso asunto de los sacramentos. Los reformistas no reconocen todos los sacramentos. Por cierto, los siete sacramentos no empezaron a estar medianamente claros para la Iglesia Católica hasta el II Concilio de Lyon de 1272, para terminar de estarlo en el Concilio de Trento en 1545, Parece ser que los luteranos y los católicos no pueden celebrar conjuntamente la Eucaristía, porque, y cito literalmente el artículo del periódico español “ABC” del 13 de Enero de 2011, “Si bien la Iglesia católica acoge el concepto protestante, según el cual Cristo invita a la Cena del Señor, añade esta declaración: “dado que es Cristo quien invita, esta invitación, transmitida por un ministro cuya ordenación y misión se fundan en Cristo, es de por sí un sacramento”.
Y así, etc., etc., etc. Todo un discurso teológico de expertos dirigido para expertos, en los que los feligreses hemos de confiar, a ver si algún siglo de estos los doctores se ponen de acuerdo.
Esto es como las reuniones en la cumbre de los jefes de Estado, que se tiran la intemerata debatiendo, sacando sus mejores armas de negociación en el grandioso juego de pocker de la política; hacen magnas declaraciones para calmar la incertidumbre de las gentes, y de paso garantizar su voto en las próximas elecciones, mientras siguen los problemas del paro, la inflación y los recortes de garantías sociales, etc., etc.
Los tres escenarios de la mentira
La división del Cristianismo es fruto del pecado, de la mentira.
Tal y como lo veo. Y puedo estar equivocado, pues lo que expongo aquí no es más que la osadía de colgar en un blog las propias opiniones (bien es verdad que basadas en la lectura y estudio personal) así como de mi experiencia personal y mi manía de pensar, el problema de la división de los cristianos se puede concretar en tres escenarios fundamentales.
El primer escenario es el se vivió en los primeros siglos del cristianismo, a tenor de las herejías, en una época en la que estaban aún inmaduras las diferentes visiones derivadas de las enseñanzas, vida y persona de Jesús de Nazareth. Fue por problema de carácter doctrinal esencial en el ideario cristiano, por una dificultad de comprender la naturaleza de Jesús, y el fundamento trinitario de la Iglesia, lo que dio lugar a las herejías fundamentales de la Edad Media, el arrianismo, el nestorianismo y el monofisismo.
El Concilio de Nicea consiguió corregir el error arriano proclamando que en Jesús apareció realmente Dios sobre la Tierra como persona, como la persona del Hijo, engendrado, no creado. En el 400 se pensó con el nestorianismo que Jesús era dos personas, aunque íntimamente unidas. El Concilio de Éfeso en 431, afirmó sin merma de la diferencia entre su naturaleza humana y divina, que Cristo es una sola persona, proclamando así que María es Madre de Dios. Después, se hizo necesaria salvaguardar la humanidad de Jesús, puesta en duda por el monofisismo que reconocía sólo su naturaleza divina. La humanidad de Jesús fue proclamada en el Concilio de Calcedonia en 451. Así que a la Iglesia le costó nada menos que cinco siglos debatiendo sobre la figura de Jesús de Nazareth hasta que parece se llegó a aclarar.
Estas luchas, por cierto han conseguido enaltecer la dignidad del ser humano, elevando a los seres humanos a la categoría de hijos de Dios y por ello iguales ante Él, argumento esencial para abolir la esclavitud y eliminar cualquier sistema de castas discriminantes.
El segundo escenario, describe la creciente rivalidad política entre el Imperio Romano de Occidente y el Imperio de Oriente, el bizantino. Y como parte del proceso de escisión del propio Imperio Romano en dos, se trasladó dicho proceso a las autoridades religiosas, llegando a generar el primer gran cisma, con la separación de la iglesia oriental de la romana, aunque la justificación teológica se pusiera en la inclusión del término “filoque” en el credo niceno. En el fondo no parecía lógico que dos emperadores enfrentados le rindieran pleitesía espiritual al Papa de Roma. No era políticamente correcto tal agravio comparativo, así que se sacaron de la manga lo de “filioque” (y qué más dará, digo yo), para la total separación de los imperios sin que el de Oriente dependiera espiritualmente del Papa de Occidente.
Después, las luchas entre los reyes de Francia y los estados pontificios, provocó el cisma de occidente y la disputa entre Aviñon y Roma, conocida como el Cisma de Occidente. Aquí las causas son totalmente políticas, envueltas en escándalos de corrupción y ambiciones personales de unos y de otros. La miseria humana más rastrera y miserable elevada al rango del papado.
El tercer escenario, muestra una situación de degradación moral en el Vaticano en los siglos XV y XVI, en principio, a propósito de la descomunal deuda que provocó el proyecto de construcción de la basílica de San Pedro, sus edificios anejos y la descomunal carga de obras de arte que contienen y que, lógicamente costó una pasta conseguir; siendo la compraventa en indulgencias una fuente de ingresos que se encontró para poder amortizar el gasto que esas obras, de proporciones faraónicas, supusieron para las arcas del Vaticano. Esta parece, en principio que fue el desencadenante de lo que sería el cisma protestante.
Presentado como un intento de “reforma” de una iglesia bastante desprestigiada, y con un ánimo de volver a las raíces evangélicas, Lutero trató de imponer una reforma que pudiera solucionar esta situación de relajación moral y abuso de poder sobre las gentes. Pero esta reforma llevaba consigo el veneno de la dispersión absoluta, al estar basada en el librepensamiento, en la libre interpretación de las escrituras, lo que ha generado una evolución doctrinal expresada en cientos de sectas, confesiones y ritos protestantes.
¿Pero quién tuvo la culpa, Lutero que, absolutamente indignado con la actitud corrupta del Vaticano, tuvo el coraje de denunciarlo y trató de reformar un fruto podrido, o los que llevaron a la Iglesia de Jesús a una corrupción interna sin precedentes?
Como monumento brutal a la degradación humana está la Taxa Camarae de León X, tarifa de ventas de indulgencias promulgada en 1517 por el papa León X, que Dios confunda.
Luego está el asunto de los anglicanos, que en origen es por un lio de faldas de un rey bastante crápula, por cierto, que sin despeinarse, al no conseguir el divorcio de su esposa legítima, Catalina de Aragón, agarra y se proclama jefe de “su iglesia”. Y se fumó un puro. Esto dicho de un modo sencillo y para entendernos, aunque con todas las múltiples ramificaciones de intereses políticos que nos podamos imaginar.
Esta es la historia de la naranja y el racimo. La naranja es una sola entidad con varios gajos, el racimo supone muchas entidades, relacionadas entre sí por un tronco común.
El racimo es el símil del movimiento protestante, que ha provocado una reacción en cadena de total dispersión, donde lo que les une a todas las confesiones es Cristo, pero de aquella manera; por lo demás, cada cual vive su vida y cree en lo que le interesa creer.
La naranja es el símil de la Iglesia católica, que a lo largo de los siglos ha luchado constantemente contra la desunión y las desviaciones doctrinales por un lado, permitiendo por otro una multitud de manifestaciones de fe, expresada por los centenares de órdenes y congregaciones religiosas, y actualmente por los numerosos movimientos laicos. Muchos gajos, muchos carismas, integrados en una sola entidad vigilada en sus fundamentos por la curia cardenalicia y el papado.
En el seno de la Iglesia católica, las iniciativas de nuevas órdenes religiosas y de congregaciones han sido la respuesta que a lo largo de los siglos se ha dado a la impronta de la cizaña en la pureza del trigo. Los católicos no han sido ciegos a sus propios problemas, y siempre ha habido hombres y mujeres de Dios que, vestidos de una profunda vida espiritual, se han revelado a la degeneración de las costumbres y a la corrupción del Vaticano, enredado en intrigas políticas e historias de desmedida ambición de poder y dinero. Muchos de ellos, en ese intento de retornar a las raíces evangélicas, fueron calificados de herejes y examinados con lupa por la Inquisición. La propia Teresa de Jesús fue, por una parte el icono de la contrarreforma y por otro estuvo a punto de ser condenada por la Inquisición a tenor de sus obras sobre la vida mística.
Al filo de lo imposible
Y en estas estamos, al filo de lo imposible; con los teólogos buscando la cuadratura del círculo, problema que ellos mismos han creado “in illo tempore” en una altamente explosiva mezcla de teología mezclada con ambición política y económica. Y además como todo se proclama y se dice en la seguridad de que es por revelación divina, a ver quién es el guapo purpurado, pastor o patriarca ahora que se desdice de lo que hasta ahora ha sido dogma de fe y, por cierto, ha costado no pocas miles de vidas en las diferentes guerras de religión y quemas en la hoguera que estos dogmas y sus opuestos han provocado a lo largo de la Historia.
Me da muchísima pena este lamentable escenario de desunión, cuyos únicos culpables son los príncipes eclesiásticos de otra época que hicieron de su capa un sayo para lograr sus ambiciones personales y políticas. Y ahora, los príncipes actuales, tratan de deshacer el entuerto buscando fórmulas de acercamiento, primero que sean políticamente correctas (la diplomacia es la diplomacia), justificadas con acuerdos teológicos que queden muy monos en los nuevos documentos doctrinales, cuya conclusión sea “aquí no ha pasado nada”.
Pero sí pasa y ha pasado. Primero, la imagen que hemos dado y estamos dado ante el resto del mundo no cristiano es como para que nos manden a freír espárragos. ¿Pero qué nos estáis contando? – dirán -, primero poneos vosotros de acuerdo y luego tratad de convencernos.
Segundo, los propios cristianos, en el fondo vivimos y sufrimos doloramente en cada uno de nuestros corazones la gran ceremonia de la confusión. ¿Quién tiene razón en los argumentos dogmáticos? Porque todos no pueden tener razón. Pero si todos aducen a la revelación divina sus argumentos. ¿Esto cómo se come?
Parece ser que la fórmula mágica es tenernos a los obedientes feligreses católicos durante ocho días rezando rosarios por la unidad de los cristianos.
Taizé
¿Se acuerdan los doctos teólogos de Taizé?
Lamento no haber podido todavía acudir a ninguno de los encuentros, pero por lo que he podido leer y me han contado amigos nuestros que sí han estado allí, la Comunidad que Roger Schutz, protestante (Hermano Roger) fundó en 1940 en Taizé, Francia, es la mejor de las iniciativas de ecumenismo que podemos conocer. Basada en la Oración, en la meditación cristiana y en la entrega a los pobres, ha promovido durante setenta años encuentros mundiales de cualquiera que haya querido asistir, con independencia de su confesión religiosa. Como no podía ser de otra forma al hermano Roger le mataron; así terminan todos los heterodoxos de la fe oficial que pretenden sacar los pies del plato, aunque no sea políticamente correcto criticar demasiado hoy día un movimiento que es capaz de aglutinar lo que los teólogos sólo consiguen dividir.
Cuando uno alcanza a tener una visión holística de la fe y de la relación del hombre con Dios, todo esto de la búsqueda de la unidad de los cristianos termina resultando algo con mucho ruido y pocas nueces.
Padre Nuestro...
Que estás en los cielos
Santificado sea Tu Nombre
Venga a nosotros Tu Reino
Hágase tu voluntad…
Así en la Tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdónanos nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Mateo 6, 9-13
Pregunta de examen
¿Pero quién tuvo la culpa, Lutero que, absolutamente indignado con la actitud corrupta del Vaticano, tuvo el coraje de denunciarlo y trató de reformar un fruto podrido, o los que llevaron a la Iglesia de Jesús a una corrupción interna sin precedentes?
Como monumento brutal a la degradación humana está la Taxa Camarae de León X, tarifa de ventas de indulgencias promulgada en 1517 por el papa León X, que Dios confunda.
Luego está el asunto de los anglicanos, que en origen es por un lio de faldas de un rey bastante crápula, por cierto, que sin despeinarse, al no conseguir el divorcio de su esposa legítima, Catalina de Aragón, agarra y se proclama jefe de “su iglesia”. Y se fumó un puro. Esto dicho de un modo sencillo y para entendernos, aunque con todas las múltiples ramificaciones de intereses políticos que nos podamos imaginar.
Esta es la historia de la naranja y el racimo. La naranja es una sola entidad con varios gajos, el racimo supone muchas entidades, relacionadas entre sí por un tronco común.
El racimo es el símil del movimiento protestante, que ha provocado una reacción en cadena de total dispersión, donde lo que les une a todas las confesiones es Cristo, pero de aquella manera; por lo demás, cada cual vive su vida y cree en lo que le interesa creer.
La naranja es el símil de la Iglesia católica, que a lo largo de los siglos ha luchado constantemente contra la desunión y las desviaciones doctrinales por un lado, permitiendo por otro una multitud de manifestaciones de fe, expresada por los centenares de órdenes y congregaciones religiosas, y actualmente por los numerosos movimientos laicos. Muchos gajos, muchos carismas, integrados en una sola entidad vigilada en sus fundamentos por la curia cardenalicia y el papado.
En el seno de la Iglesia católica, las iniciativas de nuevas órdenes religiosas y de congregaciones han sido la respuesta que a lo largo de los siglos se ha dado a la impronta de la cizaña en la pureza del trigo. Los católicos no han sido ciegos a sus propios problemas, y siempre ha habido hombres y mujeres de Dios que, vestidos de una profunda vida espiritual, se han revelado a la degeneración de las costumbres y a la corrupción del Vaticano, enredado en intrigas políticas e historias de desmedida ambición de poder y dinero. Muchos de ellos, en ese intento de retornar a las raíces evangélicas, fueron calificados de herejes y examinados con lupa por la Inquisición. La propia Teresa de Jesús fue, por una parte el icono de la contrarreforma y por otro estuvo a punto de ser condenada por la Inquisición a tenor de sus obras sobre la vida mística.
Al filo de lo imposible
Y en estas estamos, al filo de lo imposible; con los teólogos buscando la cuadratura del círculo, problema que ellos mismos han creado “in illo tempore” en una altamente explosiva mezcla de teología mezclada con ambición política y económica. Y además como todo se proclama y se dice en la seguridad de que es por revelación divina, a ver quién es el guapo purpurado, pastor o patriarca ahora que se desdice de lo que hasta ahora ha sido dogma de fe y, por cierto, ha costado no pocas miles de vidas en las diferentes guerras de religión y quemas en la hoguera que estos dogmas y sus opuestos han provocado a lo largo de la Historia.
Me da muchísima pena este lamentable escenario de desunión, cuyos únicos culpables son los príncipes eclesiásticos de otra época que hicieron de su capa un sayo para lograr sus ambiciones personales y políticas. Y ahora, los príncipes actuales, tratan de deshacer el entuerto buscando fórmulas de acercamiento, primero que sean políticamente correctas (la diplomacia es la diplomacia), justificadas con acuerdos teológicos que queden muy monos en los nuevos documentos doctrinales, cuya conclusión sea “aquí no ha pasado nada”.
Pero sí pasa y ha pasado. Primero, la imagen que hemos dado y estamos dado ante el resto del mundo no cristiano es como para que nos manden a freír espárragos. ¿Pero qué nos estáis contando? – dirán -, primero poneos vosotros de acuerdo y luego tratad de convencernos.
Segundo, los propios cristianos, en el fondo vivimos y sufrimos doloramente en cada uno de nuestros corazones la gran ceremonia de la confusión. ¿Quién tiene razón en los argumentos dogmáticos? Porque todos no pueden tener razón. Pero si todos aducen a la revelación divina sus argumentos. ¿Esto cómo se come?
Parece ser que la fórmula mágica es tenernos a los obedientes feligreses católicos durante ocho días rezando rosarios por la unidad de los cristianos.
Taizé
¿Se acuerdan los doctos teólogos de Taizé?
Lamento no haber podido todavía acudir a ninguno de los encuentros, pero por lo que he podido leer y me han contado amigos nuestros que sí han estado allí, la Comunidad que Roger Schutz, protestante (Hermano Roger) fundó en 1940 en Taizé, Francia, es la mejor de las iniciativas de ecumenismo que podemos conocer. Basada en la Oración, en la meditación cristiana y en la entrega a los pobres, ha promovido durante setenta años encuentros mundiales de cualquiera que haya querido asistir, con independencia de su confesión religiosa. Como no podía ser de otra forma al hermano Roger le mataron; así terminan todos los heterodoxos de la fe oficial que pretenden sacar los pies del plato, aunque no sea políticamente correcto criticar demasiado hoy día un movimiento que es capaz de aglutinar lo que los teólogos sólo consiguen dividir.
Cuando uno alcanza a tener una visión holística de la fe y de la relación del hombre con Dios, todo esto de la búsqueda de la unidad de los cristianos termina resultando algo con mucho ruido y pocas nueces.
Padre Nuestro...
Que estás en los cielos
Santificado sea Tu Nombre
Venga a nosotros Tu Reino
Hágase tu voluntad…
Así en la Tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdónanos nuestras ofensas
Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Mateo 6, 9-13
Pregunta de examen
¿Podríamos todos los cristianos rezar juntos esta oración, eso sí, siendo plenamente conscientes de lo que significa todas y cada una de las frases, y no rezándolo como papagayos?
Si es que sí, la unidad de los cristianos es un hecho, con independencia de las teologías.
Si es que no, entonces, así se encuentren argumentos teológicos para la unión, cada cual se lo montará a su manera.
Taizé ha demostrado que es posible rezar el Padre nuestro todos los cristianos unidos. ¿Luego, cuál es el problema?
¡Ah, sí! Hay un pequeño problema. Los sanedrines de las diferentes ramas cristianas.
Cuando lo ritual y dogmático prevalece sobre lo espiritual, la escisión es imposible de solucionar.
Cuando las creencias de cada rama cristiana prevalecen sobre la fe profunda, la escisión es inevitable.
Cuando los argumentos teológicos doctrinales prevalecen sobre el Corazón humano, lo único del hombre que es capaz de intuir a Dios, entonces la escisión existentes no tiene solución.
¿Se puede concebir un cristianismo unido en torno a la figura de Jesús de Nazareth, aunque sigamos cada cual participando de liturgias y ritos diferentes? ¿Como un racimo unido por el tronco común que es Cristo, en vez de como una naranja con sus gajos? Acaso, tras el desaguisado formado, esta tercera vía sea la única posible y la más razonable.
Pero para eso todos hemos de comprender el absoluto o relativo valor de las cosas.
Acaso así, el resto del mundo nos pueda ver con otros ojos, y al final, creer.
"Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo." Jn 19, 23
"Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo." Jn 19, 23
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Que la Paz esté contigo.
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