Solsticio de invierno en Stonehenge, Gran
Bretaña
En todas las culturas, más o menos, el Solsticio
de invierno es un acontecimiento muy especial, en la medida en el que el Sol
supone el poder cósmico supremo, la fuerza vital que permite la vida.
Tal es su poder que algunas religiones lo
equiparan con el Padre Universal.
Sobre esta base, el ciclo circadiano del día y
la noche reproduce el ciclo vital del nacimiento (en el amanecer), la vida
durante el día, la muerte en el anochecer al ponerse el Sol, y la noche como
símbolo del más allá,
Según esto, el año como tal también marca este
ciclo, nacimiento en el solsticio de invierno, el crecimiento durante el
invierno, el esplendor de la vida en primavera y verano, el envejecimiento en
otoño y la muerte en el solsticio de invierno de nuevo, para de nuevo volver a
renacer.
El invierno, que sobreviene tras el solsticio
es una época muy dura por lo extremo del clima, donde la tierra parece que está
muerta, pero las semillas ya están plantadas. Es como un embarazo doloroso, en
el que la vida, oculta debajo de la nieve, empieza a germinar, para eclosionar
con dolores de parto en la primavera.
El ciclo vital es el mismo siempre, en todas
las culturas, y hoy, es un día que marca el comienzo de todo… otra vez.
Que los acontecimientos de Belén de Judá no
sucedieron un 24 de Diciembre, es un hecho prácticamente comprobado; es más si
la hipótesis de Kepler respecto de la estrella de Belén es correcta como la
conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, lo más probable
es que Jesús naciera en algún momento del mes de octubre del año 7 antes de Cristo.
Pero dejando el pragmatismo científico a un lado, y comprendiendo por qué la
tradición cristiana fija la Navidad
donde desde el punto de vista religioso es más significativo, la fecha del 20
al 24 de Diciembre es totalmente lógica, primero para aprovechar las
tradiciones religiosas previas en los pueblos a cristianizar, que veían al Sol
como ser supremo (cambiar el Sol por Jesús), y segundo porque el significado
del hecho astronómico del solsticio tiene mucho más valor religioso que
cualquier día de un mes de octubre, y todos sabemos que las tradiciones
religiosas en lo que hechos históricos reflejan, no tienen el valor histórico
que se le quiere dar, sino un valor simbólico.
Y esto es lo que simboliza la Navidad, el
renacimiento de la Vida, la Nueva Vida, una Nueva Edad para el ser humano.
Así que si diariamente durante el día nuestro
yo pequeño (Pocoyó), hace y deshace, y se cree el rey del mambo, al dormir se
produce cada día nuestra pequeña muerte, en la que nuestro Pocoyó descansa,
deja de estorbar, y en nuestro sueño profundo, permite que nuestro Ser se haga
uno con el Todo. En el sueño profundo permanecemos unidos a Dios durante unos
minutos.
Luego por la mañana, el correspondiente chute
de cortisol, espabila a nuestro pequeño yo dormido y lo activa para que vuelva
a enredar dedicándose a sus asuntos, como es el comer, el trabajar, y ver el
partido de liga o champions que corresponda.
Pero voy a fijarme por un momento en lo que
sucede durante la noche. La noche diaria es como el invierno de la vida. Todo
cesa, todo es oscuridad, todo parece como muerto. Nuestra consciencia está
apagada, y sin embargo lo que en realidad sucede es que en nuestra más profunda intimidad, nuestra auténtica
identidad está tranquilamente unida a la Divina Realidad. Se repite algo así,
cada noche, como el proceso de crisálida del gusano de seda.
Este proceso, que visto desde la fisiología
está lleno de complejidad neuro eléctrica, desde lo sutil está lleno de poesía,
de encuentro íntimo con la Consciencia. En ambos casos al sueño se le atribuye
un proceso de descanso.
Pero hasta la palabra descanso tiene un
significado físico de recuperar fuerzas debido al trajín de la vida diaria.
Sin embargo, en el ámbito de la vida sutil, es
más adecuado denominar al descanso físico, como el reposo del alma, la quietud,
el abandono del alma entre las azucenas de Dios.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
(Última estrofa de la Noche Oscura de San Juan
de la Cruz)
Cuando amanece cada día, además de haberse
producido un descanso físico, deberíamos de tomar conciencia de que lo
auténticamente importante que ha
sucedido ha sido el reposo del alma, el abandono entre los brazos del amado. El
único problema es que Pocoyó, nuestro yo pequeño (lo que creemos ser), va a su
puta bola y no se da cuenta de este proceso. Para él lo único que importa es el
descanso físico para poder, al día siguiente, seguir trajinando en “lo suyo”.
Trasladando esto al ciclo anual, el solsticio
de invierno es el paso de la vigilia al sueño, y el invierno es lo que sucede
durante la noche del alma. En realidad es de nuevo, el nacimiento del Sol tras
haber caído a lo más profundo de nuestras envejecidas simas.
La tradición cristiana representa todo esto en
la evocación anual de los acontecimientos de Belén de Judá.
Pero todo esto ha caído en el olvido gracias
al gordo de la Coca Cola, que vestido de rojo convierte estas fechas en una
mera campaña comercial, gracias a la cual, y dicho sea de paso, muchos pequeños
y medianos comercios logran evitar la quiebra de sus negocios.
Así que lo del espíritu santaclausiano de
navidad, no es tampoco tan malo.
Todo en sus justos términos.
Pero como lo que pretendo es una reflexión del
sentido de la Navidad, más allá de la preceptiva felicitación, os motivo a que
en estas fechas meditemos sobre hasta qué punto somos conscientes de que lo
realmente importante es tomar conciencia de lo que todos los días se produce en
nuestras vidas, cuando nos acostamos y nos rendimos al repodo nocturno, es un intento de dejar
que la Luz que nace y viene de lo Alto, se derrame en nuestras vidas.
Esto es lo que la tradición cristiana fija
como los hechos acontecidos en Belén de Judá, pero que en realidad Dios intenta que se realice todos los días,
y que nosotros, no sólo los cristianos sino todos los santos de Dios, conmemoramos todos los años, con permito del gordito simpático y sus sponsors.
Feliz Navidad, feliz solsticio de invierno,
y feliz nueva invitación a vivir un año más.
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