Los santos de Dios no somos ninguna organización.
No constituimos ningún movimiento estructurado.
No somos ninguna secta, ninguna religión, ninguna asociación, ninguna ONG. Aunque, como no podía ser de otra forma, hayamos sido educados y vivamos cualquiera de las religiones de las que existen en el mundo, o seamos agnósticos; y pertenezcamos a diferentes organizaciones, asociaciones ONG o cualquier otro tipo de comunidad humana
Entonces ¿Qué somos?
Somos seres humanos que tenemos fe, que confiamos en Algo o Alguien que nos guía, hacia El cual, o hacia Lo que se dirige nuestra vida.
Somos seres humanos que vivimos la Divina Realidad en nuestra vida.
Da igual de qué raza, pueblo o nación seamos.
Da igual nuestro código de creencias, la religión que nos hayan transmitido nuestros padres.
Da igual nuestras ideas políticas, religiosas.
Da igual si somos escépticos o creyentes.
La pertenencia a esta inmensa y anónima Comunidad no depende de ideologías, ni de creencias.
Depende de lo que viva nuestro corazón, de lo que se mueva en lo más íntimo de nuestro ser.
No es fruto de una reflexión ideológica, sino de una toma de conciencia.
Es por eso, por lo que la pregunta clave que uno ha de hacerse es esta.
Si experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia.
Si no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia.
Si este planteamiento obedece a tu forma de vivir la vida, siéntete plenamente un santo de Dios.
Si no es así, casi con seguridad que también lo eres; lo que sucede es que aún no te has dado cuenta. Entonces, la cuestión te la tienes que plantear de otra forma.
1.- Si tú y yo nos vemos, ¿podemos hablar? o ¿recelarás de mí y sospecharás que te quiero hacer daño?
2.- Si podemos hablar, entonces, ¿podemos trabajar juntos? ¿podemos colaborar y contribuir juntos a mejorar este mundo? ¿podemos ser solidarios, y mano a mano, codo con codo, juntos de la mano, podemos esforzarnos en hacer el bien, en servir a los demás, en luchar por un mundo más justo? Y da igual el color de nuestra piel, y nuestra ideología.
Si estas dos preguntas tienen una respuesta afirmativa, responder afirmativamente a la tercera, es sólo cuestión de tiempo, y sobre todo de toma de conciencia de una Realidad que está ahí, lo que sucede es que el mundo del que cada cual procede se lo ha puesto muy difícil para descubrirlo.
La tercera pregunta es...
3.- ¿Crees en Dios? ¿Dios supone la esencia de tu vida?
Si es que sí, ya está, no cabe duda, eres un santo de Dios, seas quien seas. Es lo mismo.
Si es que no, el hecho de que las dos primeras preguntas hayan sido afirmativas en sus respuestas, te otorga la categoría de "ser humano", y lo que es más importante, te otorga la calidad de un ser humano de buena voluntad y sincero corazón. Pues con estos dos atributos, estarás cumpliendo la máxima de un corioso personaje que vivió hace muchos siglos, y que decía aquello de "... porque tuve hambre y me dísteis de comer".
Sin saberlo, sin ser consciente de ello, tienes a Dios en tu vida. Sólo que estás dormido ante esta Realidad. Pero no importa, todo tiene solución.
Y ya está, porque la cuarta pregunta ¿a qué religión perteneces? sólo complicará las cosas, como la Historia ha demostrado a lo largo de los siglos.
La Verdad une, la mentira separa.
Este es un sabio proverbio oriental, un código de sanación emocional y espiritual, que nos indica que todo aquel planteamiento que es capaz de unir a los seres humanos hacia un objetivo común, constituye la Verdad, es la Verdad. Y todo aquel que provoca separación y enfrentamiento, es ajeno a la Verdad, por lo tanto, es falso, es mentira.
Las religiones, llevadas a la práctica, han constituido en una proporción aplastante, más un motivo de separación entre los seres humanos, que de unión. La separación entre fieles e infieles, judíos y gentiles, creyentes y no creyentes, practicantes y no practicantes, y demás barreras entre personas sólo han provocado recelo y conflictos. Así que para el planteamiento de la Comunidad de Santos de Dios, el asunto de a qué religión perteneces es secundario, y sólo aportará valor si, y sólamente sí, renuncias a la exclusiva, y aceptas y reconoces que no sólo los de tu tribu, los de tu religión merecen la salvación, que el Espíritu de Dios reina en toda la faz de la Tierra y del Cielo, que tu religión no tiene la exclusiva, la patente, la clave del Reino.
Si todo este planteamiento se parece atractivo, siéntete en tu casa, en la comunidad de los santos de Dios.
Si no es así, pero no obstante has respondido afirmativamente a las preguntas número uno y dos, es decir, eres una persona de buena voluntad y sincero corazón, aunque te empecines en que tu religión es la única; aunque esto es un problema, no obstante, seas también bienvenido a la comunidad de los santos de Dios, porque formas parte de ella, aunque no te hayas dado cuenta.
Y si has respondido afirmativamente a estas dos preguntas, pero Dios, como que te la trae al pairo, tranquilo, que también perteneces a ella, porque sin saberlo, eres un bendito.
Sólo si el egoísmo, la egolatría y la ambición ciegan tu vida; sólo si para ti lo único que importa es tu propio interés, y a los demás "que les den...", es cuando te debes preocupar porque creo realmente que tienes un grave problema.
Échale un vistazo a este blog, por si te aclarase algo.
José Alfonso, he entrado en tu blog. Me alegra mucho encontrar a un hermano que se ha dado cuenta de que lo es. Mejor aún, que no somos uno pero somos no-dos, y lo sabemos, o sea, lo degustamos conociéndolo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el testo de Kierkegaard que abre tu blog.
Me pareció oler en tu carta que disfrutas con el penamiento sistémico. Yo también.
Pasearé por este blog hablando con "el Hombre que siempre va conmigo".
Un abrazo