El ego no es más que la historia que él se cuenta
constantemente de sí mismo: las experiencias que ha tenido, la senda que ha seguido, las heridas
que acarrea...
Aquí la invitación es, precisamente, dejar de contarse la
historia. Cuando desaparece el sentido de ser un yo individual, esta historia,
que parece tan extremadamente importante y con la que uno está tan
profundamente encariñado que acaba por convertirnos en lo que creemos ser, se
ve como lo que es, una novela barata y trivial pobremente contada; y sin el
lustre y el recuento, el sentido de yo se desvanece cual humo en el aire. Esta
es la invitación al despertar espiritual: abandonar este contante alimentar la
creencia en ti mismo como yo individual, y así emerger de las sombras.
David Carse. Perfecta y brillante quietud
8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dexéme,
dexando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dexéme,
dexando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
S. Juan de la Cruz (Noche
oscura)
Cuando uno lee sobre el progreso en la vida
interior, y llega al final, lo que se llama la unión íntima del alma con Dios,
la séptima morada, el nirvana, o como se le quiera llamar a ese estado de
“máximo éxtasis”, piensa que “debe ser la leche”. Sobre todo cuando uno
contempla la escultura de Bernini “La transverberación de Santa Teresa”, que
está en la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. Sin embargo, todo
esto es artefacto, frutos de la imaginación del artista, que pretende reflejar
el séptimo cielo en la Tierra.
Pero la cosa no va de eso. El asunto es mucho
más prosaico.
Santa Teresa te chafa las moradas al tratar la
Séptima, diciendo que Marta y María han de vivir juntas, que la cosa no es
estar el levitación permanente, sino fregando platos o haciendo tu trabajo de
todos los días; que no consiste en quedarse en el Tabor diciendo “qué bien se
está aquí, hagamos tres tiendas”, sino “ala, pabajo”, que queda mucho tajo que
cortar.
Y San Juan de la Cruz concluye su noche oscura
expresando como nadie esa sensación de olvido y quietud, que te deja “entre las
azucenas olvidado”.
Estamos tan acostumbrados a distorsionarlo
todo con nuestra imaginación, con nuestro ego, aquel que no hace más que
contarse historias a sí mismo, hasta convertirse él mismo en su propia
historia, sin base real, que lo malo lo vemos como terrorífico y lo bueno como
sublime. Y así, los compositores de todos los tiempos han compuesto sinfonías,
corales y cantatas que terminan con un pleno de orquesta y coro que te deja
privado de aliento.
Y después del final de la coda final y de una
conclusión a base de timbales, órgano, coro y orquesta a tope, ¿qué viene?
Aplausos ensordecedores de un público
entregado y delirante. Y ¿después?
Silencio. Se acabó.
El éxtasis es un instante. El silencio, la
paz, la quietud, son eternos.
La agitación máxima es un fogonazo que se enciende
y se apaga en un parpadeo. Es un susto de repente.
El silencio, la paz, la quietud son
permanentes, eternos, infinitos.
No hay cuerpo ni mente ni corazón que aguante
un éxtasis muy dilatado en el tiempo. Sería insoportable.
Por tanto, y con perdón de los grandes
artistas entregados a las expresiones plásticas apoteósicas, Dios no es una
exuberante sublimación ni un éxtasis, ni una transverberación, ni una
apoteosis, ni una luz cegadora.
Como diría Lao Tse, cualquier cosa que digas
del Tao, no es el Tao.
Cualquier cosa que digas de Dios, no es Dios.
Ni siquiera Dios es un concepto real, porque ni siquiera es un concepto. Porque
no es nada que la mente pueda imaginar.
Así que imaginarnos el escenario de un alma
que alcance la perfección, simplemente es imposible.
Porque la dualidad Creador y creación se
desvanece. ¿Cómo se experimenta eso? Es imposible de expresar.
Esto se resume en algo parecido a “Dios es
inefable”.
Coda final
Con esta entrada doy por finalizado esta aventura del Blog "Todos los santos de Dios". A no ser que la Divina Providencia disponga otra cosa en otro momento, en otra circunstancia.
Han sido 190 entradas que han tratado de evidenciar que la vida no es tan complicada como nos la montamos, o nos han enseñado a montárnosla. Que la Verdad habita en lo más profundo de nuestro ser, porque en esa infinita profundidad que somos, está Dios.
Reconozco que a la iglesia católica le he dado caña, pero es que me ha salido de mis tripas, ya que me ha costado un triunfo vital desembarazarme del encorsetamiento doctrinal en el que nos ha atenazado a muchos de los que nacimos y fuimos educados en la Iglesia preconciliar.
Afortunadamente Francisco impresiona de traer un rayo de esperanza a esta iglesia poliédrica y mundanizada. Que Dios le ayude a rectificar el rumbo. Oremos por ello y por él. Que no nos lo maten los fundamentalistas.
Y para el resto de la Humanidad, el más sincero abrazo de alguien que como yo, soy tan solo polvo esparcido por el viento, como reza la canción de Kansas.
Si a alguien le ha podido servir estas 190
entradas, pues me alegro.
Si alguien se ha sentido ofendido, pues lo
lamento.
Si a alguien no le ha producido el más mínimo
sentimiento, pues está bien.
Porque todo está bien.
Y para todos, los que les ha servido, los que
se han ofendido y los que han quedado indiferentes, a todos vosotros, benditos
seáis.
Quedaos todos tranquilos entre las azucenas
olvidados, que Dios mima vuestros sueños.
Benditos seáis todos los Santos de Dios.
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