Este blog denominado "Todos los santos de Dios", tiene como URL "sendasdevidainterior.blogspot". La razón es debido a que un santo de Dios es aquel que recorre las sendas de la vida interior, las que conducen directamente hacia Dios.
Y este, "Sendas de vida interior" es el título de un libro que escribí hace tres años, en 2009, que registré, y que antes de tratar de publicarlo, se lo di a leer a varios amigos míos sacerdotes católicos, para recoger su opinión.
No me denunciaron ante la Inquisición, pero tampoco le hicieron ni piñetero caso. Simplemente ignoraron lo que en el libro estaba escrito. Esto me demostró que a la clase sacerdotal católica, estos temas, o no les interesan, o simplemente lo consideran peligroso, y lo miran con recelo, porque les quita autoridad. Suelen calificar estos planteamientos de "gnosticismo", que es una forma de desprestigiarlos y advertir a los fieles que constituyen "terreno peligroso". Lo de los "...ismos", siempre me ha reventado, pues lo único que hace es encorsetar, encasillar, levantar barreras entre los "...istas" y "no... istas". Los "..anos" y los "no anos", los "...ologos" y los no "ologos"
La historia ha demostrado que hay dos formas de caminar hacia Dios, por la vía directa, de la relación personal del ser humano con Él, (léase el capítulo 6 del Evangelio de Mateo), o mediante un tercero interpuesto, es decir, el sacerdote, que es de quien recibes a Dios por la comunión, y su perdón, mediante la confesión de los pecados. Todo lo que sea apuntar otros caminos, sencillamente no les gusta. Lo que no significa que yo tenga nada contra ellos, ni contra los sacramentos católicos; de hecho yo soy cristiano católico, celebro la Eucaristía y me confieso periódicamente y vengo participando de la Comunidad católica toda mi vida, y estoy comprometido con ella, y me siento agusto con ella, es mi casa, es la fe que me trasmitieron mis padres, y esto es muy importante.
Pero la cuestión que yo planteo en este blog va mucho más allá de la mera práctica de una religión, tal y como tradicionalmente se las conocen.
Con una visión más allá del horizonte que te impone la diócesis, y visto lo visto, me decidí a crear este blog, para exponer todo este planteamiento de una forma abierta, libre, y que lo lea o consulte quien la Providencia estime oportuno.
Es blog tiene páginas, de las que todas contienen textos fijos, excepto la "Página principal", que contiene "entradas", que van aumentando en número poco a poco.
La base de pensamiento del blog está en las páginas "Sendas de vida interior: 1-Fit homo", 2-Fiat lux y 3-Fiat voluntas tua, que conforman el grueso del libro que escribí "sendas de vida interior".
Luego están las páginas que contienen resúmenes de libros que considero esenciales para la comprensión de lo que se ha denominado "Filosofía perenne".
"Filosofía perenne" de Aldous Huxley.
"Contemplación" de Consuelo Martín.
"Las moradas del castillo interior" de Santa Teresa de Jesús.
"Noche oscura" de San Juan de la Cruz.
"Tao te king" de Lao Tse.
"Te doy mi vida entera" reflexión sobre el amor entre un hombre y una mujer.
"Os doy mi vida entera" reflexión sobre el amor a los demás.
"Camino de Santiago" meditación sobre la ruta jacobea, vista desde la Vida Interior.
El contenido de las entradas de la página principal, en un porcentaje significativo de ellas está extraido de los capítulos del libro "Sendas de vida interior", de modo que no te extrañe ver contenidos "copiados" de uno a otra.
Lo que viene a continuación es a modo de presentación,lo que son las "Sendas de la Vida Interior". Es la presentación del libro que escribí y que jamás publiqué.
Presentación de las sendas de vida interior
Sitúate...
En una noche oscura, quedando ya tu alma
sosegada, sintiendo la hermosura, con la mente callada, de la infinita bóveda estrellada;
bañándote en la luz de las estrellas, con todo tu ser abierto al infinito; si percibes
un estremecimiento... ante la inmensidad total que te rodea, al tomar
conciencia de lo poco que tu ser y tu esencia constituyen, ante el gran Universo
que te cubre, y un escalofrío recorre tu piel, y las lágrimas brotan de tus
ojos extasiados al contemplar tanta belleza, lo creas o no, estás sintiendo en
ese momento, en ese instante eterno, el abrazo de Dios.
Él es mucho más que todo. Es tanto, que la
mente resulta ser un estorbo para poder experimentar su presencia. Ante tanta
inmensidad, el alma sólo puede decir “Amén”, y callar, hacer silencio, y
dejarse amar por la “Clara Luz en el vacío de la noche”. Es Todo y lo demás,
todo lo que existe, es nada.
Cuando esto sucede, cuando te sientes inundado
de tanta belleza, abres los ojos y no ves nada, porque nada existe que no sea
Él; porque no ves nada que no sea Él. L las criaturas agachan la cabeza, y
dando un paso atrás, dejan que Su Presencia se haga evidente en ti y en todo lo
que te rodea; y tus ojos sólo ven el esplendor de una Luz ante la que el Sol
queda totalmente eclipsado. Si has experimentado “eso”, has experimentado a
Dios dentro de ti.
Si alguna vez has vivido algo así, aunque haya
sido por un instante y casi ya ni te acuerdes, porque los asuntos de la vida
cotidiana te absorben totalmente; si alguna vez sentiste algo así, te lo aseguro,
experimentaste a Dios.
Y si experimentaste a Dios, aunque sólo fuera
un instante, abriste los ojos a tu Vida Interior, y pudiste contemplar el
camino hacia tu plenitud.
Amigo, te presento este libro, fruto de
décadas de reflexión, meditación y caminar en la vida espiritual, personalmente
y en pareja (llámese a esto espiritualidad matrimonial). Es el destilado de las
diferentes fases por las que he pasado en mi Vida Interior hasta la fecha,
entre vivencias personales, haber leído
mucho y la participación activa en
movimientos y grupos orientados a la vida de fe y a la meditación. Todo ello me
ha ido forjando una forma de pensar y de ver y vivir la vida de fe que es capaz
de admitir y aceptar posturas y formas de afrontar la vida sencillamente
distintas a las convencionales, como caminos alternativos e igualmente válidos
para llegar a la plenitud del Ser.
Lo que me ha motivado a escribir este libro
arranca de dos ideas que me han perseguido durante toda mi vida. La primera es,
aceptando la existencia de Dios , el
hecho de que sólo puede haber una fe Universal, un solo camino que nos conduzca
desde nuestra humana realidad hasta la Divina realidad. O otra cosa es cómo nos
lo montamos los humanos para sustanciar ese camino, mediante el diseño de
sistemas religiosos, acordes con cada cultura, idiosincrasia y tradición. La
segunda, es consecuencia de que la primera sea cierta; tiene que existir un
factor común que unifique lo que aparentemente es un mogollón de religiones,
cada cual de un origen diferente. Sería algo así como exponer la “Teoría de la Gran Unificación” (aquella
que unificaría las cuatro fuerzas físicas fundamentales), pero en el mundo
religioso, aquello que permite extraer de todas ellas, la esencia que las une,
olvidándonos de todo aquello que las separa, y ha convertido este mundo en un
mundo separado por un mismo Dios. Esto no es sincretismo, que sí lo sería si
pretendiéramos hacer un pastiche de creencias y dogmas entre todas, lo que
carecería de todo valor. Y de no ser cierta la primera, si Dios fuera una
quimera elaborada por los hombres, entonces “la vida sería una broma de mal gusto”.
Este texto no es por tanto doctrinal, porque
ello supondría alinearme con una religión en concreto, lo que no es mi
intención ahora, aunque yo sea cristiano. Este es un texto vivencial, de la
experiencia del encuentro con Dios, de un anónimo hombre de la calle, contada a
anónimos hombres y mujeres de la calle, desde una perspectiva suficientemente
abierta como para comprender que el Reino de los Cielos no es una exclusiva de
ninguna religión en concreto, sino patrimonio de toda la Humanidad, sin
excepción, donde la llave que abre la puerta es el amor que hayamos derramado
en los demás.
Lejos de mí, la necia idea de meterme en
vericuetos doctrinales sólo aptos para letrados y doctos en la materia, primero
porque no estoy formado académicamente ni autorizado para impartir doctrina, ni
tengo ninguna intención de hacerlo; segundo porque me metería en un barrizal doctrinal
que desvirtuaría la razón de haber escrito este libro, y además, en el que no
tengo ninguna gana de entrar, porque saldría mal parado, porque meterme en
temas de doctrina con los grandes doctores de la Iglesia sería como meterme en
el laberinto del Fauno, ellos siempre tienen razón, cuando la cosa no va de
razones, sino de experiencia de vida. Y tercero porque este libro va especialmente
dirigido por una parte a las almas perdidas y desorientadas, a “las ovejas perdidas de Dios”; y por
otra a “todos los santos de Dios”,
que no son, los unos y los otros, sino las personas de buena voluntad y sincero
corazón, con independencia de su filiación religiosa, en su caso, o de su
escepticismo en materia de fe, que buscan algo y no saben lo que es, que viven
inquietos en su corazón y que la oferta de soluciones tradicionales, o no les
convencen, las han rechazado, o acaso quisieran no rechazarlas pero algo les
repele, o simplemente están resignadas a que esto es lo que hay, pero desearían
que hubiera algo más de lo que en este mundo pueden encontrar.
En concreto, va dirigido para ti, si al leer
la idea fundamental escrita al principio de esta presentación:
Si experimentas y sientes a Dios en tu vida, lo demás carece de importancia.
Si no
experimentas y no sientes a Dios en tu vida, lo demás carece de importancia.
…, te cuestionas si en ti, esta idea puede
tener interés o algún sentido y significado.
Lo que me mueve a escribir no es la necedad de
ponerme a la altura de los sabios de este mundo, o de los grandes filósofos;
considero que esto es tan ridículo como inútil, sino expresar desde el otro
lado (desde lo que habitualmente se denomina gente de la calle, la feligresía),
las vivencias de nuestra torpe aproximación a Dios, desde cualquiera de los
puntos cardinales, con independencia de la fe que profesemos cada cual;
incluso, con independencia de nuestras dudas al respecto.
Realmente, sí que existe una teoría de la Gran
Unificación en la vida religiosa del ser humano. Se fundamenta en tres pilares:
la fe, la esperanza y el amor; el común de todas las grandes religiones. El
único requisito para descubrirla es saber tomar la suficiente perspectiva
humana y espiritual como para poder ver
las artificiales fronteras que cada religión ha establecido en torno a sí para
diferenciarse de las demás.
Donde todas las religiones cuyo fin es el
encuentro del hombre con Dios, se dan la mano, es en el amor a los demás (la
caridad), la aspiración a una vida trascendente (la esperanza) y la presencia
de la Divina realidad en nuestras vidas (la fe)[i].
Pero los elementos de divergencia son los que se plantean cuando se quieren
establecer los diferentes dogmas de cada religión, o lo que la gente entiende
como dogmas, que siempre han sido y serán un motivo de conflicto entre los
pueblos de la Tierra.
Por eso, enfocándonos en todo aquello que nos
une a todos los seres humanos, y olvidándonos de todo lo que nos separa, el
amor a los demás se expresa en todas ellas, en lo que se ha dado en llamar, “la Regla de Oro” que es enunciada por todas ellas de un modo sorprendente
similar[ii]:
Budismo: “No hagas daño a los demás con lo que te
hace sufrir. Lleno de amor por todas las cosas del mundo, practicante de la
virtud para beneficiar a los demás, así es el hombre feliz. No juzgues a tu
prójimo”.
Cristianismo: “No juzgues y no serás juzgado. Trata
siempre a los demás como te gustaría que te tratasen a ti: esa es la ley y la
palabra de los profetas. El umbral que da a la vida es pequeño y estrecho.” (Mt 7, 1-12)
Hinduismo: “Esta es la suma de toda la rectitud: trata
a los demás como te gustaría que te trataran a ti. No le hagas a tu prójimo
algo que no te gustaría que él te hiciera a ti. El ser humano consigue una
auténtica norma de conducta si ve a su prójimo como si fuera el mismo.”
Islamismo: “Hazles a todos los seres humanos lo que te
gustaría que te hicieran a ti; rechaza para los demás lo que rechazarías para
ti”.
Judaísmo: “Lo que a ti te hace daño no se lo hagas al
prójimo. Esa es la base de la Torá y lo demás no son más que observaciones. No
juzgues a tu prójimo hasta que te encuentres en su lugar.
Todos los credos admiten que las personas aún
llenas de buenas intenciones, deben luchar contra el mal, el pecado y la
ignorancia.
La forma, la vía de alcanzar la plenitud de
esa “Regla de oro” es el encuentro del hombre con Dios. Todas las religiones
ofrecen formas, métodos, caminos por los cuales la gente puede vivir
experiencias tan profunda que a menudo se las describe como de "otro
mundo". Son experiencias de Vida
Interior, de éxtasis, sabiduría, amor, unión con Dios. La experiencia
mística es difícil de describir con palabras porque parece alejada de todo lo
que nos es conocido en nuestro mundo. Todas las experiencias místicas se
corresponden en esencia con un mismo patrón cualquiera sea la religión que las
origine, pero al ser unas vivencias claramente subjetivas, es bastante difícil
encorsetarlas sobre la base de un único patrón de experiencias. Por ejemplo,
puede ser que en algunos casos se enfatice la relación con el prójimo y en
otros, el desapego por la realidad. La diversidad está presente también en la
base de la mística porque cada religión tiene un sistema de creencias y valores
que le da una estructura diferente. Esto hace que parezcan distintas, pero sólo
es en lo que se manifiesta externamente, no en el proceso interno del ser humano
en su relación con Dios. Ese patrón interno es lo que tratan de explicar la
Filosofía perenne y la Mística.
Estas son dos fuentes muy cercanas entre sí.
Por un lado, la Filosofía perenne[iii]
es término acuñado por el filósofo Gottfried Leibniz como concepto metafísico
que aborda el reconocimiento de la Divina Realidad en las vidas, en las mentes
y en el mundo. Por otro lado, la Mística[iv],
es la base de experiencias espirituales expresadas por muchos santos de Dios a
lo largo de la Historia, desde diferentes religiones, y donde describen la
experiencia personal de su camino hacia Dios, o más genéricamente, a la Divina
realidad. La Filosofía perenne como fundamento teórico filosófico, y la Mística
como expresión vivencial, constituyen, en mi experiencia personal, el punto de
convergencia de todas las religiones del mundo, que buscan a Dios, a la
Divinidad desde la intimidad del Yo profundo. Esto no es un ejercicio de
sincretismo religioso, aunque alguno con ánimo de bronca lo vea así, sino un sincero
deseo de que, mucho más allá de las peleas doctrinales que han mantenido al
mundo dividido por un mismo Dios hecho jirones por los hombres, vaciados
nuestros templos interiores de todo lo superfluo, los humanos comprendamos que
el camino hacia Él es Universal, respetando eso sí, nuestros orígenes y
nuestras particulares formas de expresar nuestro amor a Dios y a los demás a
través de la vida de fe.
El término “Divina realidad” es una idea vaga,
poco definida, que intenta ser un factor común entre el “Aquello” trascendente
e inmanente que entienden las diferentes religiones y sistemas de pensamiento
como Ser supremo. Para los cristianos, judíos y para el Islam, es sinónimo de
“Dios”, “Yaveh” o “Alá”. Pero para Oriente es algo más sutil, menos concreto,
es el “Tao”, el “Nirvana”, “Brahman” pero igualmente real.
De todos los expositores de la Filosofía
perenne, para mí como cristiano, el máximo exponente, sin subestimar a ningún
otro, es Jesús de Nazareth. Jesús, el hijo de María, el Avatar de Dios, Dios
encarnado que se manifiesta a los hombres, expone el camino, la verdad y la
vida, y lo demuestra con su vida. Dice demasiadas cosas como para que sus
seguidores las entiendan. Sus discípulos, hemos necesitado los dos mil años que
nos separan del Jesús histórico, para comprender qué nos quiso decir, si es que
de verdad hemos llegado a comprenderle completamente. Partiendo de sus
enseñanzas, así como de otros grandes maestros que en el mundo han sido, todo este
libro está orientado hacia la vida mística, punto de encuentro universal, en el
que han convergido los grandes maestros. Es decir, no quiero referirme ni
aludir a los fundadores de una religión, como tales fundadores, con sus normas,
doctrinas y dogmas, sino como expositores de la Vida Interior.
La mística cristiana habla de las tres vías de
la Vida Interior, la purgativa, la iluminativa
y la unitiva. Esto es una forma de denominar a la ascética, la iluminación
y la contemplación, sendero universal, que cada pueblo, etnia y religión adapta
a su propia idiosincrasia, pero que en cualquier caso, conduce al mismo y único
destino del ser humano, la Divina Realidad, la llamen como la llamen, y le
pongan los hábitos y túnicas que le pongan. Hablamos de la Vía Directa, o de las sendas
de la Vida Interior.
Él se llama al gusto de cada
uno. Uno sólo existe, que los sabios llaman con diferentes nombres. (Viejo
proverbio Veda)
El camino de regreso a Casa, que está definido
en el título del libro, es la “senda de la Vida Interior”. Simplemente eso. Y
ahora viene algo fundamental para entender todo el libro. ¿Qué es la Vida Interior?
Primero de todo, “Vida Interior” no es “vida privada”. No es, “yo y mis pensamientos”
que no comparto con nadie, porque a nadie le importa determinadas cosas de mí,
y que están protegidas por la Ley Orgánica de Protección de Datos de carácter
personal. Tampoco es el conjunto de ensoñaciones que uno se pueda imaginar
cuando se emociona ante una “experiencia religiosa” al límite de lo sentido
como sublime.
La Vida
Interior es algo que está más allá de las cosas de este mundo.
La Vida
Interior es tu propia vida, tu más auténtica identidad,
la que brota de lo más hondo y desconocido de ti mismo, la que ignoras por
estar permanente enredado en tus asuntos de la vida cotidiana y desde donde tu
ser se puede unir en absoluta intimidad con Dios.
La Vida
Interior es el camino que te comunica con el vórtice de salida de este mundo
para entrar en el Océano de Dios.
La Vida Interior es la que experimentas cuando
cerrando los ojos, y acallando la mente, notas cómo casi tu espíritu y tu
cuerpo se disocian y casi podrías volar hacia otros horizontes de la mano de
“algo” o “alguien” que te sostiene.
No sabría decir si Vida Interior es lo mismo
que el subconsciente o el inconsciente de Freud. Ni lo sé, ni tampoco tiene demasiada
importancia, porque no se trata aquí de abordar un estudio psicológico de las
profundidades de la mente. Insisto, la Vida Interior es algo que está más allá
de las cosas de este mundo.
Pues de esto es de lo que trata este libro. Lo
hago de una forma heterodoxa, si se mira desde un enfoque religioso concreto; y
lo hago así, para que cualquier persona de buena voluntad y sincero corazón
pueda plantearse si no podría ella también meterse en sus propios adentros para
tratar de descubrir el tesoro escondido que nos ha sido depositado en lo más
íntimo de nuestro ser.
“Aprender
a ser”. Esta es una expresión que utilizo en algunas ocasiones para referirme
a en qué consiste nuestro paso por este mundo, un proceso de aprendizaje nada
fácil, en el que comenzando con nuestra vida eminentemente natural y sometida a
las leyes de la Naturaleza, el Creador nos da la luz suficiente como para
intuir (quien esté dispuesto a intuirlo) que nuestro destino no es la paz de
los cementerios, sino la plenitud de nuestro ser. Pero aprender a ser no es un camino fácil, y las dificultades
proceden de toda las direcciones de la rosa de los vientos en el horizonte de
la vida.
El libro está dividido en tres partes, que
reciben los mismos títulos de las tres partes de la novela de Walter Miller Jr.
“Cántico a San Leibowitz”[v],
Fiat homo, Fiat lux y Fiat voluntas tua.
1.- “Fiat homo”, en nuestro caso describe la
vida del hombre confinado a este mundo, y sus primeros intentos de aproximación
a Dios con sus propios medios y fuerzas. 2.- “Fiat lux”, describe cómo desde lo
Alto, el ser humano puede empezar a recibir “la luz que procede de Aquello” que
habitualmente denominamos Divinidad, y así comprender, darse cuenta de cuál es
su auténtica realidad. Y 3.- “Fiat voluntas tua”, que describe la experiencia
del alma que ya toma plena conciencia de Dios y cómo experimenta la Unidad
total con la Divina Realidad.
Soy consciente de que mi exposición será
aceptada de un modo directamente proporcional a la disposición por parte de los
lectores a admitir como válidas otras formas de vivir la relación del hombre
con Dios, que no sea la suya, la que le han enseñado.
Quiero señalar que he tratado de escribir este
libro en un lenguaje coloquial, donde a veces uso expresiones de la vida
diaria, incluso muletillas. Por ejemplo, al referirme a la necesidad de un
punto de encuentro entre las religiones del mundo, digo “tiene que existir un factor común que unifique lo que aparentemente es
un mogollón de religiones”, cuando sería más académico decir “… lo que aparentemente
es una gran diversidad de opciones de culto acorde con las culturas y
tradiciones”. O algo así. Todo ello es porque he querido liberar el libro de
todo lo que pueda sonar a académico y riguroso, porque a veces una frase
coloquial tiene mucha más fuerza expresiva que una exquisita expresión académica.
A lo mejor no ha sido buena idea, pero lo escrito, escrito está.
[i] Juan Souto Coelho. ¿Está vivo el espíritu de Asís? El Diálogo
interreligioso. Folleto Nº 14 de Manos Unidas. Transcripción literal del primer
párrafo de la introducción: El título de
esta publicación no deja lugar a dudas. No hablaremos de pluralismo filosófico,
político, ideológico y ético, sino de pluralismo dentro del Hecho Religioso.
Son muchas y muy diversas las expresiones históricas de la religiosidad del ser
humano. La simultánea presencia de grandes tradiciones religiosas en un
continente y en una nación, no siempre fue fuente de enriquecimiento mutuo, de
armonía y felicidad para sus pueblos. Entonces, es obligado preguntar para qué
sirve la creencia en la divinidad: ¿para separar o para unir; para matar o para
defender la vida; para oprimir o ser fuente de liberación? Nuestro objetivo es
indagar cuál es el papel de las religiones en el diálogo de las culturas, en
qué medida son desencadenantes de conflictos y violencia, o promotoras de
concordia y paz. La religión ha sido en todas las épocas, como lo es en el momento
actual, un elemento fundamental de cualquier sociedad y cultura: no hay
sociedad sin religión, no hay cultura sin religión; muchas veces, la religión
es el elemento nuclear de las sociedades y las culturas. El patrimonio cultural
de los pueblos aparece determinado por cosmovisiones religiosas distintas. Sus
expresiones, casi siempre mediatizadas por el contexto geográfico, social, cultural
y humano, se concretan en los sistemas de valores, la creación artística, las
tradiciones populares, las fiestas, el calendario y hasta las formas de
organización social. De tal modo que, conocer los contenidos de las religiones
es equiparse con las claves fundamentales para la comprensión de las
civilizaciones. Situados geográficamente en Europa, sabemos que la matriz de
nuestra cultura es judeocristiana. Para comprender e interpretar nuestro
patrimonio cultural, filosófico y religioso es necesario conocer las creencias,
los símbolos y los valores cristianos, con independencia de que coincidan o no
con las opciones de fe.
[ii] El factor común de todas las religiones. Recogidos por Jeffrey Moses en su libro “Oneness,
greats principles shared by all religions”.
#1.- Responsabilidad por las propias acciones.
Budismo: Es norma de la naturaleza que lo que siembras es lo
que cosechas.
Cristianismo: Lo que siembre un hombre es también lo que cosechará.
Hinduismo: No puedes recoger lo que no has sembrado. Si se planta
el árbol, crecerá.
Judaísmo: el hombre generoso se enriquecerá, y el que riega
también será regado.
#2.- El perdón
Budismo: El rencor nunca acaba con el odio. Sólo el amor
termina con él. Ésta es una ley eterna.
Cristianismo: Si perdonas a los demás los males que te han hecho,
tu Padre celestial también te perdonará a ti; pero si no perdonas a los demás,
los males que hayas hecho tú, no te los perdonará el Padre.
No
has de perdonar hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete…
Hinduismo: Las personas nobles se dedican a fomentar el amor y
la felicidad a los demás, incluso a los que les hacen daño.
Islam: Perdona a tu sirviente setenta veces al día.
Judaísmo: lo más hermoso que puede hacer el hombre es perdonar
el mal que le han hecho.
#3.- La paz y el amor.
Budismo: cosecha lo que has sembrado. Esa es la ley. En su
corazón está el amor, en su final la paz.
Conquista
a tu enemigo a la fuerza y aumentarás su furia. Conquístale con amor y no
cosecharás pesar. Considero todo un brahmán a aquel que dice la verdad, es
instructivo, habla sin crudeza, y así no ofende a nadie.
Cuando
la rectitud se practica para ganar la paz, el que camine así conseguirá la
victoria y destruirá completamente todas las cadenas.
No
hagas daño a nadie ni de palabra ni de obra. Sé constante en las buenas
acciones.
Cristianismo: No te enfrentes al hombre que te hace daño. Si
alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda. Si un
hombre quiere demandarte para quedarse tu camisa, dale también tu abrigo. Bienaventurados
los conciliadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. La Paz de Dios,
que está más allá de toda comprensión, alimentará tu corazón y tu mente.
Amad
a vuestros enemigos, bendecid a quienes os maldicen, haced el bien a los que os
odian y orad por vuestros perseguidores; sólo así podréis ser hijos del Padre
Celestial, que hace que el Sol salga igual para justos e injustos, y manda la
lluvia a todos, honestos y deshonestos. Si quieres sólo a quienes te quieren,
¿qué recompensa podrás esperar?
Ama
a Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda el alma, con toda la mente. Este
es el primer mandamiento. El segundo es este, ama a tu prójimo como a ti mismo.
Todo lo relacionado con la Ley y los profetas se encierra en estos dos
principios.
Un
mandamiento sólo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
Hinduismo: La mente es inquieta y cuesta dominarla, pero puede
conseguirse con práctica y ausencia de deseo. Cuando la mente inconsciente se
va hacia un objeto, hay que someterla, hacerla volver y colocarla sobre el
espíritu. La dicha suprema llegará al sabio cuya mente alcance la paz.
Con
amabilidad se conquista la rabia, con la bondad, la malicia. Con la generosidad
se vence toda maldad, con la verdad se derrotan las mentiras y los engaños.
Islam: Recompensa el mal, conquistándolo con el bien ¿Tengo que decirte qué
actos son mejores que el ayuno, la caridad y la oración? Hacer la paz entre
enemigos es uno de esos actos, ya que la enemistad y la malicia destruyen las
recompensas celestiales desde la raíz.
Judaísmo: Cuán hermosos son en la montaña los pies de aquel que
trae buenas nuevas, que comunica la paz. Pero yo os digo: los actos de amor
valen tanto como los mandamientos de la Ley. No aprender, sino hacer es lo más
importante. El Amor es el principio y el fin de la Torá.
Ama
a tu prójimo como a ti mismo.
#4.- Valores espirituales.
Budismo: Como una hermosa flor pero sin aroma, así son las
palabras bonitas pero inútiles de quien no actúa de acuerdo con lo que dice.
El
verdadero tesoro es el que reúne un hombre o una mujer gracias a la caridad y a
la piedad, a la abstinencia y al control de uno mismo. Este tesoro escondido
está a salvo y no desaparece.
Cristianismo: Por consiguiente debéis practicar siempre la bondad,
del mismo modo que vuestro Padre celestial es todo bondad. No acumuléis tesoros
en la Tierra para vosotros, reunid un tesoro en el Cielo.
No
podéis servir a dos señores. ¿En qué se beneficia un hombre si gana todo el
mundo pero pierde su alma?
No
puede vivir el hombre solo de pan, sino de toda palabra que brota de Dios.
Nadie
puede sacar un codo a su estatura a fuerza de discursos. Dedicaos al Reino de
Dios y a su justicia, antes que a cualquier otra cosa.
Si
quieres alcanzar la Vida eterna, cumple los mandamientos. No matarás, no
cometerás adulterio… Pero solo te falta una cosa más, vende todo lo que tienes,
dáselo a los pobres y sígueme. Tendrás entonces tu tesoro en el Cielo.
Hinduismo: Busca la verdad ayudando a los demás, buscando con
afan, preguntando y practicando la humildad. No hay nada en este mundo que
purifique tanto como el saber espiritual. ¡Di la verdad! Cumple con tu deber.
No te apartes de la verdad.
El
que actúa con rectitud es sabio. El hombre no solo vive del pan material. No
hagas daño a los demás. No hiera ni por pensamiento ni por obra. No pronuncies
palabra alguna para ofender a tus semejantes. El que renuncia a la ira llega a
Dios.
Islam: ¿Sabéis quien es el que rechaza la fe? Es aquel que desatiende al
huérfano y nunca defiende que hay que darle comer al hambriento. Así pues,
pobre del que observa las oraciones del salat y hace caso omiso de su salat.
Sólo se dedica a presumir y detesta la caridad. Debéis practicar la caridad
porque Alá ama a los hombres generosos.
No
debéis quitaros el dinero de forma deshonesta. No confundáis la verdad con la
falsedad ni la ocultéis a sabiendas. Alá es omnisciente.
El
ser humano está totalmente perdido si no cree en la vida recta y no la practica
y si no anima a los demás a defender la verdad y ser firmes.
Un
hombre le preguntó a Mahoma cómo puede saberse si alguien tiene fe verdadera, y
la respuesta fue esta. “Si obtienes placer del bien que haces y te hace sufrir
el mal que cometes, eres un verdadero creyente”.
Busca
el conocimiento desde que naces hasta la muerte.
Judaísmo: Amarás a Dios sobre todas las cosas, No tomarás el
nombre de Dios en vano. Respeta a tus padres, Santifica el Sabath, No matarás,
No cometerás adulterio, No robarás, No calumniarás, No serás codicioso.
¿Quién
subirá a la montaña del Señor? ¿Quién llegará a su lugar sagrado? Aquel que
tenga las manos limpias y el corazón puro, que no se haya dedicado a la
falsedad y que no haya jurado en falso.
Di
la verdad a tu prójimo; ejecuta el juicio de la verdad y la paz en tu puerta.
Bienaventurado aquel que piensa en los pobres, porque Dios se ocupará de él en
tiempos difíciles.
No
solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que brota de la boca de Dios.
#5.- La inmortalidad
Budismo: El yo es el Señor de yo. Cuando un hombre domina bien
su yo, encuentra a un Señor muy difícil de encontrar, al saber que su cuerpo es
como la espuma, al saber que su naturaleza es como un espejismo, el discípulo
quedará incólume ante la muerte. Aquel en que haya surgido el ansia de lo
inefable, cuya mente haya sido penetrada por el deseo, cuyas ideas no se
distraigan con deseos inferiores, aque subirá corriente arriba.
Cristianismo: El que los muertos vuelven a vivir lo demuestra el
propio Moisés en la historia del arbusto en llamas, cuando llama al Señor “el
Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos.
Para Él todos estamos vivos.
El
que cree en mí no morirá para siempre.
Hinduismo: El entendimiento que atraviesa el alma y se fija
tanto en lo conocido como en lo desconocido es (…) sabiduría. Siempre que se
produce algo se debe a la unión del cuerpo y del alma. Los ilusos no ven el espíritu
cuando sale del cuerpo o se queda en él.
En
las profundidades interiores mora otra vida que no es como la de los sentidos,
que está más allá de la vista, que no cambia. Y perdura cuando todas las
criaturas han fallecido.
El
alma individual no otra cosa, en esencia, que el alma universal.
Islam: La riqueza no viene de la abundancia de bienes terrenales, sino de una
mente satisfecha. Todo el bien que hagas a los demás se adelanta a tu alma y te
estará esperando con Dios que lo ve todo.
Judaísmo: El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes
praderas me hace recostar y repara mis fuerzas. Aunque ande por cañadas
oscuras, nada temeré porque Tú estás conmigo. Tu bondad y piedad me acompañan
todos los días de mi vida. Habitaré en la Casa del Señor por años sin término.
#6.-
El Dios Universal
Budismo: Si crees que la ley es ajena a ti, lo que adoptas no
es la Ley absoluta sino una enseñanza inferior.
El
que no ama no conoce a Dios, porque Dios es el Amor.
Cristianismo: Dios es el Amor, y quien vive en el Amor, vive en
Dios, y Dios vive en él. ¿No sabéis que sois templos del Espíritu Santo, y que
Él habita en vosotros?.
El
Reino de Dios está en tu corazón. Hay un Dios Padre de todos que está por
encima de todas las cosas y está en todos vosotros.
Hinduismo: Del mismo modo que un único Sol ilumina todo el
mundo, hay un Espíritu que ilumina todos los cuerpos. En aquellos a los que el
conocimiento del verdadero yo ha disipado la ignorancia, se revela al Supremo,
como si iluminara el Sol.
El
es el único Dios, oculto en todos los seres, omnipresente. El Yo que hay en
todos los seres, que cuida de todos los mundos, que habita en todo lo que
vemos. Es el testigo, el observador. Dios se oculta en todos los corazones.
Islam: El hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Todas las
criaturas son familia de Dios, y al que Dios quiere más es aquel que hace más
bien a la familia del Señor.
Judaísmo: Escucha ¡oh Israel!. El Señor es nuestro dios, el
Señor es único. Amarás al Señor con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con
toda el alma.
Ama
a Señor, tu Dios. Sírvele con todo tu corazón y con toda el alma, y dará la
lluvia de tu tierra en su estación. Dará hierba a tus campos, a tu ganado. Y
comerás y quedarás satisfecho.
Y
enseñarás estas palabras a tus hijos. Las dirás cuando estés en casa, cuando
camines, cuando estés tumbado, cuando te levantes. Así se multiplicarán tus
días.
[iii] Filosofía perenne. La noción de Filosofía perenne (en latín,
philosophia perennis) sugiere la existencia de un conjunto universal de
verdades y valores comunes a todos los pueblos y culturas. El término fue usado
en primer lugar en el siglo XVI por Agostino Steuco en su libro titulado:
De perenni philosophia libri X (1540), en el que la filosofía
escolástica es vista como el pináculo de la sabiduría cristiana a la
cual todas las demás corrientes filosóficas apuntan de una manera u otra. La
idea fue posteriormente, y de forma magnífica, asumida por el filósofo y
matemático alemán Gottfried Leibniz, quien la usó para designar
la filosofía
común y eterna que subyace tras todas las religiones y, en particular, tras las
corrientes místicas
dentro de ellas. Este término fue popularizado de forma más reciente por Aldous Huxley
en su libro de 1945:
La Filosofía perenne. La expresión "Filosofía perenne" también se ha
usado como una traslación del concepto hindú de Sanatana
Dharma, la "verdad o norma eterna e inmutable". La
existencia de una Filosofía perenne es el principio fundamental del tradicionalismo,
formalizado en los escritos de los pensadores del siglo XX
René Guénon
y Frithjof
Schuon.
[iv] Mística
(derivado del griego mystikos, "misterio") Filosofía de vida que
trata de los fenómenos que no se pueden explicar racionalmente. La mística es
un estado religioso elevado de conciencia por el que la realidad se percibe
cercana a Dios
La mística se da en todas las religiones, si bien cada una tiene sus propias
particularidades. En el cristianismo se conoce también como éxtasis
o éxtasis místico. Los sufíes son una rama del Islám
que como objetivo principal persigue la mística. Se acepta en todas las
religiones que la mística es la antesala de la Iluminación.
[v] Cántico a San Leibowitz. De Walter M. Miller Jr. Cántico a San Leibowitz es, por
derecho propio, la más lograda de las novelas postapocalipticas, surgidas del
miedo a la guerra nuclear que impregnaba la década de los años 50. La orden
Albertiana de Leibowitz es una congregación fundada por un técnico tras el
"Diluvio de Fuego" (la guerra nuclear) cuyo propósito es reunir y
rescatar los textos del saber que desaparecieron pasto de las llamas y de la
violencia de una humanidad enfurecida con los gobernantes y científicos que
hicieron posible y permitieron tal desastre.
Ref.
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