Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
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Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

domingo, 29 de agosto de 2010

3.- La Gran Añoranza

Este es un sentimiento muy profundo que todos experimentamos de una forma o de otra, a lo largo de nuestra vida. Es un no saber qué queremos, pero lo cierto es que nos sentimos ectópicos, como fuera de nuestro lugar, bien porque no vivamos económicamente bien, o afectivamente bien con problemas familiares o de pareja.
añoramos un lugar, un estado en el que no somos conscientes de haberlo disfrutado, pero es como si un vago recuerdo subconsciente nos dijera que una vez estuvimos allí, y que por alguna razón perdimos aquel feliz lugar o estado.
La tradición judeocristiana lo asocia con el Paraíso perdido por el pecado original, con el Reino de los Cielos.
Desde la Ciencia, el hombre jamás ha estado allí, llevamos cuatro millones de años de evolución, y no me imagino a una pareja de australopithecus viviendo en el Paraíso terrenal del Génesis, todo lo contrario, el despertar de la inteligencia no fue nada agradable para el ser humano, que desde que apareció en la Tierra ha estado vagando en busca de nuevos horizontes, y de paso ha colonizado todos los continentes. Pero sí que puedo intuir que el alma humana sí añora un estado anterior en el que fue realmente feliz. Cuando ella y su Creador eran una sola esencia, cuando era imagen y semejanza. Pero es sólo un déjà vu, una sensación suficientemente sutil como para no tomarla como algo real, pero suficientemente intensa como para no dejarnos en paz, tanto más cuanto peor lo estemos pasando.
Es esa sensación de hijo pródigo, que "recuerda vagamente" cómo vivía en casa de su padre. Y se cuestiona volver, pero no sabe cómo.
De una forma o de otra eso lo sentimos todos. Si alguno no lo siente, es para preocuparse, porque o bien, se lo está pasando de fábula en este mundo, lo que es lo mismo que decir estar anestesiado, o no ha tomado conciencia con su auténtica realidad.
La traducción en poema sinfónico de la obra de Nieztche "Así habló Zarathustra" por Richard Strauss, sugiere musicalmente este proceso.
Los acordes Do-Sol-Do introducen al gran misterio, el enigma del Universo. Ante él, nada que hacer, salvo contemplarlo y maravillarse, y al final preguntarse, ¿Tiene respuesta?
La visión del alineamiento Luna, Tierra, Sol que introduce la película de Kubrick (2001 una odisea en el Espacio), lo dice todo respecto del escenario en el que el hombre tiene que plantearse el enigma del mundo. Potencia de diez elevado a 16, los confines del Universo. La Ciencia da muchas respuestas, pero nos sitúa en una posición de absoluta insignificancia respecto del todo y del Todo.
Sirva esta imagen y estos acordes como baño de humildad, que bien nos hace falta, cuando nos volvemos a nuestro pequeño mundo y nos creemos que somos alguien.


Silencio y leve frase trémola de los contrabajos y violonchelos.

Y aparece el tema “Von den hinterweltern“, o de la religión, del poema sinfónico de Strauss, para aquellos que tratan de resolver el enigma del mundo desde la Religión.
En aquel tiempo, cuando el hombre se movía en un entorno de terreno muy reducido (100 a 1000 Km), cuando los conocimientos sobre la Naturaleza eran prácticamente nulos, pero de ella se sentían tanto los efectos benéficos como adversos y trágicos, el hombre aprendió a desarrollar una forma de entender el mundo, la existencia, mediante la aplicación de fuerzas atribuibles a seres sobrehumanos que gobernaban a voluntad las fuerzas de la Naturaleza, y los denominó dioses. A tenor de los primeros restos arqueológicos de figuras que se podrían asociar con símbolos de dioses, las figurillas de “venus” y falos parecen indicar que fue el concepto de fertilidad, el primero que el hombre asoció con la divinidad. Parece ser que en el albor del hombre, estaba más arraigada la idea de Dios único, que de múltiples dioses. Eso sí, cada tribu, cada etnia tenía el suyo, y el nombre y los atributos de su dios era diferente al de la tribu de al lado. También parece ser que con el tiempo, se fue desarrollando una clase social especial, que parecía demostrar tener cualidades especiales para relacionarse especialmente con su dios, constituyéndose así en intermediarios entre los hombres, el resto de la tribu y su dios. Y así surgió la casta sacerdotal, de indudable poder ante los suyos, dado que eran capaces de “hablar” y de mantener calmado a su dios. Pero fue surgir esta casta y aparecer el fenómeno de la competencia. Y vaya usted a saber de qué forma y modo, el hecho cierto es que “entre todos la mataron y ella sola se murió”, la idea del dios único parece que dio paso al politeísmo. Cada dios con su casta clerical que le servía. Dioses asociados con los astros, con el Sol, con las fuerzas de la Naturaleza, con los animales, muy preferentemente el Toro (Mitra), o el León (animales fuertes y temibles en general). Y cada dios requería de sacrificios y solemnidades para mantenerse calmado. Todos ellos solían mostrar comportamientos humanos, furia, violencia, tranquilidad, misericordia a veces, indignación, venganza, etc, que había que tratar de mantener apaciguada a base de sacrificios y ofrendas. Entre ellos, Yaveh, el dios de los judíos, tan antropomórfico, que casi a veces parece una caricatura de lo que representa realmente, cuando se le atribuye sentimientos de cólera mandando fuego a Sodoma y Gomorra, o castigando a este o a aquel porque no ha cumplido sus órdenes, en según qué pasajes de la Biblia; esto siempre que se pretenda leer los textos en su sentido estrictamente literal, lo que creo que es un tremendo error. Si hay un libro absolutamente simbólico, y para nada positivo, ese es la Biblia (excepto en la descripción de sucesos estrictamente históricos del pueblo de Israel, contrastables por los documentos historiográficos).
También parece ser que el sentido de trascendencia lo fue adquiriendo el hombre en el paleolítico de modo gradual. Por los restos arqueológicos, inicialmente, cuando en el hombre surgió los primeros signos de inteligencia, de lenguaje hablado y de relación afectiva tal y como la entendemos actualmente, al miembro enfermo de la tribu se le cuidaba delicadamente mientras estaba enfermo. Se hacía medicina y cuidados. Pero cuando definitivamente moría, se le abandonaba y no quedaba enterrado, ni se encontraba restos de ritos funerarios. Hasta entonces, probablemente el concepto de “otra vida” no existía. El paso de la evolución hizo surgir en un momento dado el concepto de “otra vida”, en el periodo neolítico y Edad del Hierro, que es cuando aparecen los primeros restos de ritos funerarios, en la creencia de que debía haber algo después de la muerte. Con ello, pudo nacer el mundo de los espíritus, en los que el hombre participa tras su muerte.
Estos rasgos han constituido la esencia del fenómeno religioso, comprender la Naturaleza (concepto de Creación, y dominio de las fuerzas físicas a través de voluntades sobrehumanas), y salvaguardar el destino ante una probable vida más allá de la muerte (ritos funerarios).
Y entre ambos, el concepto del bien y del mal. Esta claro que la interpretación más clara de esta dicotomía radica en la existencia de dioses buenos y dioses malos. Y también dioses que siendo buenos, pueden enfadarse sobremanera. Y la trascendencia de esta lucha conduce a la incertidumbre de si habrá un paraíso y un infierno, o no. Lo más aceptado en, yo creo, todas las religiones es que se dan los dos finales.
Y el hombre, sometido a juicio por sus obras. Esto es ya un avance considerable, pues se introduce algo parecido a la ética como elemento importante de la religión. En unas creencias, de resultas del juicio se va al paraíso o al infierno, y en otras, se repite curso (reencarnación), hasta que se aprueba la asignatura de la Vida.
Todas estas creencias no surgen de manera espontánea. Determinados hombres santos y con una singular ligazón con el dios correspondiente, recibe, escribe (caso de que ya existiera la escritura) o trasmite oralmente, las enseñanzas recibidas, y constituye en torno a él el grupo de seguidores del que arranca la casta sacerdotal, los bramhanes hindúes, o los sacerdotes judíos, y sus equivalentes en todas las religiones del Oriente Medio, y en general del mundo antiguo.
Y más o menos, y todo esto dicho con bastante desenfado y poca rigidez académica, es lo que da de sí el fenómeno religioso en general en su etapa digamos prehistórica.
Hasta que surge en el Siglo VI antes de Cristo una auténtica revolución en todo el mundo conocido, desde Oriente Medio hasta China. En un intervalo de aproximadamente 180 años, surgen cinco figuras de singular renombre: Isaías (738 a 639 AC) en el mundo Judío, Zoroastro (Zarathustra) (625 AC) en Persia, Gautama Sidhartha Buda (560-480 AC), en la India, Lao Tse (600 AC), fundador de taoísmo y Kong Fui (Confucio), 551 a 459 AC, en China.
Parece ser que en todos los casos, surgieron como respuesta a la demoledora presión que las diferentes castas sacerdotales ejercían sobre la población, a un nivel casi tiránico. Es fácil tener dominado un pueblo a través de sus conciencias y bajo amenaza del castigo eterno.
Aunque parezca difícil, las ideas de unos y otros se difundieron rápidamente, de modo que es probable que los más jóvenes Buda y Confucio, conocieran las ideas de los mas mayores, Isaías, Zoroastro y Lao. Esto explica la notable similitud de conceptos entre ellos.
El hecho cierto es que parece ser que con estos personajes surgió de nuevo el concepto de único Dios, y universal, esgrimido ya por los israelitas. La novela de Gore Vidal, Creación lo relata magistralmente.
Esta base conceptual: existe un único Dios creador, una vida trascendente (no se sabe bien ni cómo ni de qué forma), y el hombre tiene la obligación de luchar contra el mal haciendo el bien a los demás, es el trípode sobre el que se asienta cualquier religión con ánimo de ser universal, y no local, o referida a un pueblo concreto.
Pues mal empezamos, porque el problema que siempre han tenido los judíos ha sido la visión genética de su religión. Uno es judío por razón de herencia materna. No se puede convertir una persona al judaísmo porque reconozca esta creencia como la verdadera. La recibe por razón de nacer de madre judía, entre otras cosas porque tienen asumido que ellos son un pueblo elegido, el pueblo elegido por Yavhé Dios, y en él no entra el que quiere, sino el que está predestinado por razón de sangre.  Ellos esgrimen como nadie los tres pilares (dios único, trascendencia y ejercicio de la virtud), pero no admiten que entre nadie no nacido de madre judía. Esto es la antítesis de lo universal.
Zarathustra (o Zoroastro), es otra cosa. Dentro de las religiones antiguas, parece ser una de las más sensatas. Intuye la existencia de un dios único, Ahura Mazda o Sabio Señor, creador del Universo. Cree en la vida eterna y en el camino de perfección del hombre a través de la oración y de la ética (denominemos ética al buen comportamiento, basado en la virtud y correcta relación con los demás). Hay cielo e infierno, y existe una permanente lucha entre el bien y el mal, la batalla cósmica.
Buda, Lao-Tse y Confucio, gozan de similar prestigio, como fundadores de grandes religiones basada en principios universales, y poco dadas a sostenerse en extremos mágicos o milagrosos. Son bastante objetivas. Han dado como fruto una excelente filosofía oriental, absolutamente válida en la actualidad. Uno de los principios fundamentales es el del Ying y el Yan.
Y en el siglo V (470-399) surge en la Grecia clásica Sócrates, y con él, la fundación de la filosofía clásica occidental. Y con él (y posteriormente Platón y Aristóteles), se cierra el círculo de las religiones precristianas y las bases de la filosofía, oriental y occidental.
Vistas así, parece que las religiones pueden responder bastante bien al enigma del mundo, pues desde el punto de vista conceptual, asumiendo los tres principios: Dios único creador, trascendencia y virtud como estilo de vida, salvando diferencias culturales y temporales, es decir, cierta flexibilidad histórica de modo que ese pensamiento triduo pueda adaptarse a los conocimientos y evolución de la sociedad, estas religiones monoteístas (salvo la judía, por cerrada en sí misma), dan plena respuesta al enigma del mundo.
Pues no es así.
Y no lo es, porque más allá de las ideas y de los sistemas de pensamiento correspondientes (en realidad estas religiones –excluida la judía-, son más sistemas de pensamiento que otra cosa, visiones del mundo), está el devenir de las sociedades y culturas, y de la casta sacerdotal, que colocada inicialmente como intercesora entre dios y los hombres, al final en realidad son unos intermediarios que lejos de aportar valor añadido, se convierten en auténticas cargas. Y por otra parte, está la tradición, y algo atávico y casi irracional en los pueblos. El miedo a lo desconocido, que les induce a crear centenares de sortilegios y liturgias y a tirar del mito y de la magia como elemento de creencia y herramienta de diálogo con dios (o los diosecillos locales).
La magia y el mito, y el uso de totems y tabues parece consustancial con el imaginario popular, y ningún sistema de pensamiento es capaz de arrancarlo del subconsciente colectivo. Esto las castas sacerdotales lo saben muy bien, y bien lo utilizan entre otras cosas para dominio y poder sobre las conciencias. Lo negarán públicamente, pero inconscientemente lo utilizan, porque les da un poder literalmente sobrenatural.
Por tanto, vemos que en la alternativa religiosa al enigma del mundo, se dan dos extremos, uno el conceptual, el sistema de pensamiento, que con los cinco grandes hombres de la antigüedad queda bastante bien estructurado y es bastante comprensible; y el otro extremo es el eclesiástico, es decir, el representado por la ecclesia o comunidad constituida por pueblos adheridos a un imaginario mágico y mítico (quizás lo necesitan), sabia (o astutamente) gobernados por una casta sacerdotal, consciente de un poder sobrenatural basado en la gestión de la magia y el mito.
Año 1 DC, o más exactamente 5 ó 6 AC. Nace Jesús de Nazareth.
Jesús anuncia el Reino de Dios, basado en el amor. La lectura de los Evangelios demuestra la simplicidad del mensaje, y el giro copernicano que le da a todos los sistemas de pensamiento. Desde luego, al primero que machaca es al judío. Le abre una tronera por donde poder escapar de la cárcel existencial en el que los judíos se metieron ellos solitos. Pero por otra parte, muestra similitudes muy importantes con los sistemas de pensamiento orientales, desde Zoroastro hasta Confucio (como no podía ser de otra manera). Y sobre todo, proclama y demuestra un impecable estilo de vida de amor y entrega a los demás, como único camino para llegar a Dios (redención). Ajeno y duro con las solemnidades, no quiere templos ni sacrificios. El templo es cada uno de nosotros y el sacrificio, el esfuerzo personal por amar y darnos a los demás, hasta dar la vida si es preciso. Muestra a Dios cercano a nosotros, tanto que se hace uno dentro de nuestro corazón, elemento absolutamente diferenciador y definitivo. Dios dentro de uno mismo. Y proclama la “simbiosis”, el amor como vida compartida en todo y con todos. Lógicamente esto rompe y rasga la conciencia judía de la época, se crea innumerables enemigos dentro de la casta sacerdotal (que era también la política), y que consigue finalmente condenarle a muerte, y deshacerse de él.
Pero él anuncia un hecho sin precedente. Resucitará.
Y efectivamente, sus seguidores le sienten de una forma tan especial, que efectivamente vive dentro de ellos “con toda su realidad” desde entonces, año 28 – 33 DC, hasta la actualidad.
Jesús de Nazareth no es un pensador más, por mucho que se le quiera igualar en categoría con Buda, Isaías o Zarathustra. Se muestra como el Hijo de Dios, se muestra como el Camino, la Verdad y la Vida, y literalmente resucita en la conciencia y en los corazones que le conocen y creen en Él.
Los cristianos le reconocen como Dios mismo hecho hombre, el Avatar de Dios.
Y tras él surge la iglesia cristiana primitiva, organizada por Pablo de Tarso en comunidades locales, bajo la dirección de un líder espiritual denominado Papa, y unos delegados de su autoridad, los supervisores o "epi-scopos" los que ven por encima, los que supervisan, es decir, los obispos de cada comunidad, y sus ayudantes, los sacerdotes.
Esta organización humana, es literalmente perfecta para perpetuarse durante milenios, a pesar de todos los problemas. Una jerarquía asombrosamente simple: sacerdote – obispo – papa, y todo lo demás es staff. Es la única organización donde no se cumple el principio de Peter, porque no se asciende de modo lineal, sino en espiral, estudiando y experimentando cargos y puestos de responsabilidad y un impecable proceso de selección basado en las virtudes de la persona, y también, todo hay que decirlo, en sus habilidades políticas y diplomáticas. Esta organización diseña y estructura la vida de sus gentes, de sus parroquias, y se extiende por el orbe, hasta conseguir en el Siglo XI que surja por primera vez una conciencia de universalidad, denominada “cristiandad”, que convulsiona el occidente europeo en torno a los lugares de peregrinación, Roma, Santiago de Compostela y la lejana Jerusalén, donde la peregrinación era necesariamente militar (las cruzadas).
Llegados a este punto hay que pararse a diferenciar nítidamente lo que es el mensaje de Jesús (su sistema de pensamiento y estilo de vida), y lo que posteriormente se cristalizó en las iglesias cristianas, por otra parte escindidas en diversos ritos por razones, bien políticas, bien de luchas de poder, bien por actitudes inconformistas, o por de todo un poco.
Centrándonos en la Iglesia católica, la que se acepta como heredera directa de la primitiva (las otras según la católica son hijas descarriadas), resulta ser una estructura humana tan  simple como impecable, tanto para sobrevivir, como para crear continuas economías de escala que aporten estabilidad organizativa, económica y social.
Sin ánimo de hacer crítica, la Iglesia católica es una confesión que ha caído demasiado fácilmente en la trampa del simbolismo y del mito, como base dogmática. Quizás no tuvo más remedio, si quería meter en cintura a las comunidades rurales del vasto Imperio Romano y a los indómitos, incultos y salvajes bárbaros. El católico es una persona que se ve obligado a tener que aceptar por fe determinados hechos sobrenaturales. Hechos bien impuestos por la vía directa del papado (la divinidad de Jesús, o la resurrección), bien emergido del imaginario popular (la inmaculada concepción de María), o una mezcla de ambos, como proclama el Concilio Vaticano II, en Dei Verbum, sobre las fuentes de la divina revelación, la Sagrada Escritura y la sagrada tradición. Es una religión salpicada de infinidad de hechos milagrosos, mágicos, apariciones de la virgen, de santos, etc. Y todo esto fuertemente anclado en el subconsciente popular, que teje una red de creencias en la que los católicos han quedado "enredados", y dónde pocos tienen claro en qué se está obligado a creer y qué son tradiciones populares transmitidas de padres a hijos y admitidas implícita o explícitamente por la Iglesia, en las que se es libre de creer o no.
La conclusión, un poco triste es que Jesús vino al mundo y lanzó un mensaje Universal con mayúscula, como camino para cruzar el puente entre la naturaleza humana física y su meta espiritual y trascendente, denominado por Él mismo como el Reino de Dios. Este mensaje debería haber permanecido puro y aplicable a cualquier ser humano. Sin color ni tinte cultural alguno.
Sus seguidores armados de un fuerte entusiasmo empiezan su difusión, y uno de ellos, el más influyente de todos, Pablo de Tarso, queriendo o sin querer, crea y organiza de facto y de iure la Iglesia, de la que Pedro es el primer líder por mandato expreso de Jesús.


Bajo mi particular punto de vista (y puedo estar equivocado), la conclusión pues al fenómeno religioso como explicación al enigma del mundo es, creo yo esta:
Los sistemas de pensamiento clásicos ofrecen una cobertura aceptable a una visión del mundo sensata. El mensaje de Jesús sublima esta visión, ofreciéndonos el único camino posible: el amor, sin meterse en menudencias ni en detalles, ni mucho menos en dogmas raros ni en mitos. En su conjunto este grupo de modelos dan respuesta razonable y efectiva al enigma del mundo.
Los sistemas religiosos organizados a partir de estos modelos tienen la tendencia  de contaminarse del imaginario popular, con lo que el mensaje esencial queda adulterado por multitud de impurezas tan innecesarias como lastrantes. 
Esto hace que el fenómeno religioso se degrade hasta ser rechazado por el sector más crítico e intelectual de las diferentes sociedades. Esto originó en el XIX el modernismo teológico, o tendencia en un cierto sector del pensamiento católico a considerar a la Iglesia y a sus dogmas como instituciones humanas, portadoras de rasgos debidos a su contexto histórico, y no menos necesitadas que otras de ser revisadas y reformadas. El término se usa habitualmente con una intención peyorativa por los adversarios de esta posición, entre los que destaca el papa Pío X, en cuyo tiempo y bajo cuya dirección la Iglesia emprendió una campaña para combatirlo.
Un último apunte al Islam, como religión más moderna, asentada en un pueblo muy peculiar, el árabe y magrebí, que tomando las enseñanzas de los profetas del libro (la Biblia), ha tratado de adaptarlas a gentes con estilos de convivencia muy difícil y primitiva (aunque el brote islamista le dio un tan brillante como fugaz periodo de esplendor durante los califatos de Damasco y de Córdoba), y que han adoptado el Islam como eje central de sus vidas, tanto desde el punto de vista religioso, como legal y político, emergiendo así sociedades absolutamente teocráticas.
Las luchas inducidas por las religiones, sobre todo en Europa, musulmanes contra cristianos, ayer y hoy, hacen que para el observador independiente, la religión en general, esté puesta en tela de juicio si lo que proclama, el amor y la paz, lo viola continuamente en aras de imponer por la fuerza ese amor (supuesto), a sangre y fuego. Un mundo dividido por un mismo Dios. Esto no puede ser verdad.
Visto así, el enigma del mundo la religión, tal y como la viven los pueblos, no queda resuelto. Es más, plantea demasiados problemas añadidos.


“Von der grossen”, (de la gran añoranza), es el segundo enfoque que propone Strauss y Nietzche. Y es que en el fondo, el hombre que sale de la religión, por la razón que sea, para dar una respuesta al enigma del mundo, se ve que ese camino lo ha de emprender solo, ya sin ayuda de nadie. Quizás la primera reacción al rechazo de la religión como solución al enigma podría ser decir, “esto es lo que hay”, “no hay nada más que lo que ven mis ojos”. Esta es la solución más fácil y en primera instancia. La consecuencia a nivel de comportamiento y de visión de la vida es “carpe diem”. Vive el momento. Disfrutemos ahora que mañana moriremos. Es como aceptar que ante ese puente que nos ofrece el salto hacia otra dimensión y trascendencia, dijéramos, es cosa de nuestra imaginación, la otra orilla no existe, sólo son imaginaciones nuestras, así es que nos quedamos en esta orilla, imaginándonos lo que pudo ser, pero lamentablemente no es ni será nunca. Somos animales racionales, y nuestra vida no tiene ninguna consecuencia más allá de las directas aquí y ahora.
Sin embargo, esta forma de ver las cosas, en general desde nuestras tripas se produce un rechazo existencial. A poco que pensemos. Hay en nosotros una gran añoranza de imaginarnos que ese puente sí que existe, que la otra orilla, aun envuelta en una espesa bruma, está ahí, nos está esperando tras el trance de nuestra muerte. Pero esto obliga a aceptar la idea de Dios.
Cuál es el problema. El problema para el hombre que piensa un poco es que habitualmente la idea de Dios está asociada al concepto religioso. Y el concepto religioso te obliga a asociarte a una de las religiones oficiales que en el mundo son. El problema está en que si por razones de resistirte a aceptar, uno, el imaginarium popular - que te embota la mente y el corazón con una miríada de personajes celestes, salidos de la imaginación de las gentes a lo largo de siglos-, y dos, la potestad de una casta sacerdotal - que bajo presión condenatoria te ordena aceptar sin rechistar dogmas y preceptos que más suponen una carga espiritual que una liberación-, el hecho es que tú no puedes vivir la idea de Dios libremente. De aquí surge un problema, bajo mi punto de vista tremendo. ¿Puedes ser librepensador y católico a la vez? No me gustaría pensar que la respuesta sea "no", porque entonces yo y todos los que nos sentimos librepensadores, estamos en un serio compromiso, entre la fe que sentimos y tratamos de vivir, y las imposiciones dogmáticas, cuando la primera y las segundas parecen no estar perfectamente integradas. Y lo peor, nos metemos en el lodazal de las presuntas herejías, tan perseguidas antaño por la Iglesia y la Inquisición. Muy mal royo.
Afortunadamente, años de meditación y de vivencia de mi fe, me han ido desvelando la senda, esa senda que es vía directa y universal, donde el mensaje de Jesús se hermana con la filosofía oriental o islámica. Esa senda la podemos denominar "filosofía perenne", como marco de pensamiento, y "mística", como vivencia profunda de la relación del alma con Dios. 
El Evangelio, y en general, la Biblia es una soberbia exposición de la filosofía perenne, pero también lo es el Bhagavad gita, o el Tao Te King, o el Dhammapada o enseñanzas de Buda, o el Corán.
Si negáramos esto, entonces se desvanece cualquier esperanza de encontrar una vía directa hacia Dios, que pueda ser recorrida por todos los seres humanos, es decir, cada cual a su corral, y a esperar el juicio final, a ver quién tenía razón, si los judíos, los chinos, los moros o los cristianos.

Todo se reduce en una cosa: amaos los unos a los otros como yo os he amado.
Todo lo que he escrito es bobada intelectual, toreo de salón, si no tiene una expresión vivencial directa y radical.

“Y Jesús, oído esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, toma tu cruz y sígueme. Entonces él, oídas estas cosas, se puso muy triste, porque era muy rico.”
Lc 18, 18-27




Esta frase y su aceptación total, da sentido a todo lo demás, incluso, al fenómeno religioso, con todas sus luces y sombras, pero si no es así, nada de lo que hagamos y digamos tiene sentido.
En otras palabras:

Si tienes a Dios en tu vida, lo demás carece de importancia.
Si no tienes a Dios en tu vida, lo demás carece de importancia.

Esta sentencia, da sentido a este blog, y a mi vida entera.

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