Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
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Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

miércoles, 3 de agosto de 2011

115.- Los hijos de Eva


Hola
Deseo presentar, con su explícito permiso, un relato estremecedor, sobre la vida aquí, en Rivera Hernández, donde la vida es un bien de un valor cercano a cero, donde se mata por venganza, por ajustes de cuentas, o por un celular, de un valor no superior a 20 dólares.
Este texto es de nuestro buen amigo Oscar González Márquez, que junto a Silvia Heredia, llevan desde hace nueve años la misión denominada "Paso a Paso", en el núcleo caliente del Sector de Rivera Hernández", desde hace nueve años. Son españoles que lo han dejado todo, lo han dado a los pobres, han tomado su cruz y han seguido a Jesús en tierra peligrosa, para dar una pequeña o gran esperanza a los desterrados hijos de Eva, los humildes hijos de la Rivera Hernández, para al menos poder escapar, en su caso, del acoso de las pandillas y de las maras.
El relato, ya digo es estremecedor, pero totalmente verídico.
Tal y como me lo entregó Oscar, así lo he colocado en esta entrada. No he quitado ni he añadido ningún punto ni ninguna coma. Es tal cual ha salido de la pluma de Oscar González. 
Para mi este relato es merecedor de un premio literario y de un homenaje al valor y al amor desinteresado.
Oscar y Silvia son dos bienaventurados, "porque tuve hambre y me dísteis de comer".

Os dejo con el relato:
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ME LLAMO EL FLACO
Relato de Oscar González Marquez.
    
Me llamo Piña, soy Tercereño Loco. Esta noche saldré a cazar. Debo matar o morir. Debe caer otro “Gangster”. Así es en la Rivera Hernández, sangre por sangre. No tengo miedo a morir. Llevo 4 muertos y ya perdí el miedo.

    Cuando pienso en mi muerte solo espero que sea rápida. No quiero sufrir más, ya sufrí mucho hasta los 14 años. Cuando sea el momento abrazaré a la muerte y cerraré los ojos para descansar. Si me matan dejaré que mi cuerpo se vuelva blando, que mis músculos y huesos sean frágiles para que las balas asesinas queden depositadas en mis órganos. Quiero una muerte fulminante. Pero todavía no espero la muerte. Todavía no. Antes debo cazar al chavo que se bajó al Buitre. Mi sangre pide venganza. A los compañeros se les venga. A Los Tercereños Locos se les respeta.  Mi cuadra debe ser respetada.
    Estoy esperando una llamada. Después dará inicio mi trabajo. Pulga debe morir.
1.-
El calor era sofocante. Se oía rechinar el zinc en la cuartería de la Vuelta del Chivo. Piña estaba aburrido en el cuarto. Hoy no fue a la escuela porque se despertó tarde y no le apetecía asolearse por las polvorientas calles. Su abuela y su hermano menor se fueron al puesto de verdura a vender. De repente le sobrevino a la conciencia la sensación de hambre. Mucha hambre.  Había cenado poco y mal y su desayuno fue un simple café con un pan blanco. Decidió salir por la cuadra, ir a ver algunos de los amigos podría ser la solución para su hambriento, famélico y triste estomago. Hacía años que esa sensación de hambre lo acompañaba allá donde fuera. Era difícil que su apetito fuera saciado.
    De su infancia no le gustaba hablar. Apenas recordaba algunas escenas felices de su niñez. Como aquella en que partió su primer queque junto a su primera piñata. O aquella otra en que fue al parque Infantil con sus padres y hermanos. Aunque la mejor fue cuando cumplió los 9 años y su papá le compró unas manzanas rojas después de un gran abrazo de felicitación. Todavía no sabía que había sido lo mejor, si el abrazo o las manzanas rojas, ya que nunca más se repitieron ninguna de las dos cosas. Esos escasísimos momentos de felicidad fueron vividos hacía años. Cada día, cada semana, cada mes que transcurría era un adentrarse al peligroso y hostil mundo de los adultos.  Sabía que nunca podría estancarse en ese determinado momento de felicidad de su infancia. En la Rivera Hernández la transición  de niñez a la etapa adulta era siempre dramática y se producía de la noche a la mañana. Y estar en el mundo de los adultos se requería de mucha perspicacia. Debía ser siempre rápido, astuto y nunca compadecerse de los demás. Esa era la ley aquí. Él no había impuesto las normas o las leyes, pero sabía que así era aquí: el débil sufre. El fuerte sobrevive. Sencillo. Muchos aprendían de la propia experiencia. Pasaban de la debilidad a crear un fortín,  donde toda persona era objeto de poder ser humillada  y donde nada debía herirme lo suficiente como para mostrar mis sentimientos.
A su papá lo asesinaron en el presidio. Al tiempo su mamá se fue de mojada a la Usa. Desde pequeño sus 4 hermanos vivían con su abuela materna. Una señora que acudía mucho a la iglesia. Analfabeta, de gran corazón y sin ninguna autoridad para educar a sus nietos.  Cuando su papá entró en la cárcel, Piña supo que su vida ya no sería igual. Algo se había roto en la frágil seguridad de su entrono. Sintió miedo, mucho miedo. Después de la entrada de su padre al presidio todo fue a peor. Aguantaron días de hambre, noches de insomnio y semanas de incertidumbre. Fue duro sentir que ya no era dueño de su vida y de su futuro. ¿Quién cuidaría de él a partir de entonces?
Desde temprana edad le tocaría trabajar y estudiar. Pero estudiar ¿para qué?. Eso era una pérdida de tiempo, estudiar no reportaba ningún beneficio económico a corto plazo y su familia necesitaba dinero y la escuela era más bien un lugar donde se gastaba en libros y útiles. No entendía para que sería importante en la vida estudiar ecuaciones, geometría, la historia de indios, romanos o chinos. Menuda pendejada!!. Él y su familia necesitaban dinero, comida, ropa, pagar el cuarto, tenis…
Nunca hizo caso a Andrea, la  única amiga de la familia que llegó a la universidad. Andrea era de los pocos adultos que se preocupó de verás por su bienestar. Cuantas veces la había invitado a unas baleadas o a una porción de pollo con tajadas cuando el hambre apretaba. O le regalaba o remendaba los viejos pantalones para darle unos meses más de vida útil. Si, Andrea era otro pedo. Y nunca le hizo caso a sus consejos con el estudio, ese era el único punto en que no se entendían, Andrea le insistía en que soñara, se proyectara, fuera capaz de pensar a largo plazo, ordenara sus prioridades… le exhortaba  a que estudiara ya que este le abría las puertas al futuro.

2.-
Las horas previas a un trabajo son angustiosas. No siento miedo pero si nervios. No puedo dar ninguna posibilidad para el menor error. En ese instante un error puede significar mi muerte o la condena de no poder salir de la cuadra durante semanas.
No me gusta pensar mucho como voy a dar muerte a mis objetivos. Sencillamente elaboro un plan y lo ejecuto. Además hay ocasiones en que una llamada ya da inicio a mi trabajo. Varias muertes se han producido así, a través de una llamada que me pone en sobre aviso que el chavo que ando buscando está comprando unas baleadas o se encuentra en determinada casa, después del telefonazo voy y me lo bajo. En otras ocasiones, se hace el escurridizo y debo planearlo, ver y estudiar sus horarios, los lugares  que frecuenta. Pero yo cuento con el efecto sorpresa, caigo cuando menos lo esperan. Cuento también con mi determinación al momento de ejecutar mi objetivo, en ese instante, con la pistola en la mano, el chavo frente a mí y la sed de vengar un amigo, hace que todo resulte fácil.
Además contamos con el respeto.  A nuestra mara la respeta la cuadra, los comerciantes y hasta la policía. Nos hemos ganado ese respeto. Por eso si la gente “ve algo” no dice nada, nosotros les protegemos, somos los únicos que mantenemos el orden y no dejamos que pasen desconocidos o maleantes por nuestras cuadras. Hasta tenemos amigos en la policía que nos ayudan cuando nos agarran o nos pasan información o nos dejan tranquilos en la cuadra con nuestras leyes.
Al finalizar un trabajo me inunda un agradable placer del deber cumplido, no siento el menor arrepentimiento. Ellos mataron a las personas que más he querido y es justo que en su nombre los pueda vengar, de esta manera, su alma ya descansa, ya no vive atormentada. Para que pueda ir al paraíso es fundamental matar a su asesino. De lo contrario su alma acude a nosotros a través de los sueños y hasta que no nos bajamos al perro que lo asesinó no deja de visitarnos. Es una clara manifestación de que su espíritu no ha alcanzado el cielo y no puede descansar.
Además otros compas han sido asesinados cuando ya no estaban activos, es decir, que se habían hecho de mujer y de hijos, por ello trabajaban y habían bajado la guardia. Sus muertes son más perversas y nuestro deber es escarmentar a los asesinos.

3.-
La vida en la Rivera Hernández era un aburrimiento. Piña y su mara veían pasar las horas bajo la sombra de los árboles y con el ánimo inundado de un gran hastío. Rápido se cansaban de las cosas. Disfrutaban jugando pelota apostándose unos pocos pesos para refrescarse después con una gaseosa. Además, el fútbol constituía  una útil herramienta para “sanar” viejas rencillas entre ellos. En esos momentos la agresividad contenida, la frustración acumulada y la energía juvenil salían en forma de salto, patada o carrera.
Otra diversión era enamorar a las cipotas que pasaban por la cuadra. La táctica era tirarle el verbo a todas, con la seguridad de que alguna caería en sus redes.  Dentro de la mara había algunos que presumían de tener hasta 3 chavas. Pero eso suponía un gasto elevado para mantenerlas, así que debían robar un poco más frecuentemente o aceptar algunos  trabajos peligrosos  y de dudosa reputación.  
Con el tiempo, algunos se convertían en verdaderas leyendas vivientes por su largo historial delictivo y de asesinatos. Entre las adolescentes, estos, ejercían un extraño magnetismo. Algunas se sentían atraídas con una mezcla de respeto  -quizás sería más correcto decir miedo?-  y admiración.
En el submundo  del barrio existía otra escala de valores. En medio de la pobreza cotidiana si un hombre te proporcionaba cierta seguridad alimenticia y permitía darte algunos lujos: ropa, perfumes, celulares… se tornaba un buen partido. La felicidad, el cariño, la ternura, los proyectos comunes y hasta el amor quedaban en un segundo plano.  No era mejor ni peor opción, era sencillamente otra escala de valores. En el barrio las etapas del desarrollo eran aceleradas. Aquí se pasaba de la niñez a la adultez. De la escuela al trabajo. Del primer beso a la primera noche de sexo. De la diversión del juego a la responsabilidad del hijo.
Y en medio de esta realidad hostil, había que unirse, crear alianzas y compadrazgos para estar junto al fuerte al que garantizara la seguridad.
En el submundo de la Rivera Hernández no toda persona entraba. Era conocida como el lugar donde la vida no valía nada o como el lugar donde  entra quien quiere y sale quien puede.  Y esa fama y ese temor se labró sobre centenares, sino millares, de asesinatos. Su propia fundación ya estuvo manchada de sangre. Carlos Rivera e Isabelo Hernández fueron los padres de esta invasión de tierras. Llegados de la López Arellano levantaron con su sudor y su sangre esta populosa y joven barriada.
Y en el transcurso de sus 35 años eran tantos los asesinatos de jóvenes y mujeres que se volvía ardua tarea contar todo el historial de muerte. ¿Cuántos sueños se quedaron bajo las balas? ¿Cuántas oportunidades se sellaron al no poderse realizar? En la Rivera Hernández cada familia tenía al menos, un ser querido asesinado. Con todo,  pobreza, violencia, hambre, frustración y resignación hacían la vida dura. Muy dura.

4.-

Después que matas a la primera persona sientes que ya no vives. Una sensación de suciedad me acompañó unas semanas. Con el tiempo, ese efecto se diluyó. Así como aprendí  a crecer a golpes de frustración y de humillaciones, aprendí a  crecer en insensibilidad. ¿Si yo nunca he importado a nadie, porque me deben importar los demás? Yo no hice las reglas de este mundo. No fui yo el que impuso y decidió que estas iban a ser las normas.  Sencillamente me adapte a él.  Mi guía ha sido el odio. Mis pasos siempre han andado por el sendero de la venganza. ¿Es posible que con 16 años una persona diga que ya lo ha perdido todo?  Después de la muerte de mi padre, la huida hacia delante de mi madre, la muerte de mis amigos, la vida quería  asestarme  todavía el último golpe. Este último fue sin duda el más duro. Después de esto ya nada me importa. Ya me pude involucrar plenamente a la vida loca.  Créanme, el corazón se seca cuando matan a la única  persona que te ha enseñado a usar el corazón.  Solo he conocido el amor, el cariño y las palabras dulces a través de mi novia, la Colocha. La asesinaron los policías de 9 tiros. No tuvieron valor y la mataron por la espalda. Malditos cobardes.  La dejaron morir agonizando ahogándose en su propia sangre. A la Colocha la conocí  cuando era pequeño. Fuimos vecinos muchos años. De pequeña no me gustaba, era muy tremenda, un huracán de hiperactividad. Nunca conoció a sus papás. Vivía con unos tíos y una abuela. Sólo estudió hasta tercer grado. Y desde pequeña le gustaba andar con hombres mayores. Al final se prostituía para poder comer. Los últimos meses quería que nos juntáramos para vivir juntos.                                                                    ¿Qué respeto me merece el ser humano? ¿Y la policía? No respeto la vida de nadie, porque nadie me ha respetado a mí y a las personas más cercanas.
He sido un fracasado en la escuela, en el equipo de fútbol del barrio, en las relaciones con las mujeres, en la familia, en la sociedad… Y qué triste es sentirse como una mierda, saber que todas las puertas se cierran y solo te queda la calle. Que dolor saber que no importas a nadie. Acostarse en la más absoluta soledad, con el estomago vacio y deseando que nunca amanezca.  Esa es la peor tortura.
No me preguntes porque soy un asesino. He hecho lo que esta sociedad me enseñó. He devuelto lo que la sociedad me ha dado. Nadie me instruyó a hacer las cosas de otra manera. Reproducimos lo que vemos.  Somos fruto de esta sociedad degenerada y arruinada. Una sociedad  que persigue a jóvenes que visten a su estilo, que encarcela a los que roban celulares, que hostiga a campesinos sin tierra,  que acosa  a quien  piensa diferente, que asesina a quien se atreve a cuestionar o denunciar.  Pero que luego enaltece a policías corruptos, diputados narcotraficantes que hacen de su escaño un lugar de negocios, o banqueros y empresarios que se roban las tierras, el salario y las prestaciones de los trabajadores y trabajadoras. Esta sociedad está podrida. Y yo no soy la causa de tanta mierda. Yo soy una consecuencia.


5.-

La policía en este barrio tenía mucha fama, mucha mala fama.  Eran hombres en su gran mayoría, las mujeres escaseaban. Y eran seres que detrás de su arma y su uniforme escondían su propia miseria humana. ¿Cuántos de estos policías se engrandecían y utilizaban su posición para reprimir, humillar, maltratar, violar o asesinar desde la impunidad? La lista era larga. Se conocían casos de niños pequeños que cuando veían un carro de la policía corrían a esconderse o lloraban por el pánico que les producía ver esos seres uniformados.  Si, la policía era temida por toda la población. Su lema era “servir y proteger”, pero lejos de ser fieles a su lema, eran un cuerpo de hombres violentos, frustrados, mal educados, prepotentes. Eran capaces de acosar a niñas de 12 y 13 años. O capaces de encarcelar a menores, después de una gran golpiza. Se sabían casos de abusos policiales que ponían los pelos de punta. Como la de aquellos tres ladrones que se les ocurrió ir a robar a la casa del Comisario de la posta del barrio. Después, a los dos días los agarraron con varias cadenas de oro y celulares del comisario. Fueron torturados metidos en una cloaca, finalmente los asesinaron. El caso salió en los medios de comunicación y lo único que hicieron fue cambiar a los policías, asignándolos en un nuevo lugar. O esos policías que mantenían contacto con los pandilleros, el narcotráfico, el crimen organizado o los sicarios, jugando así con una doble cara. O el  proceso que se abrió a tres policías que después de montar a una joven al carro de la policía la violaron. O el caso de la Colocha que fue asesinada por la espalda por la policía. O el caso de dos policías que extorsionaban a un vendedor, éste les tendió una trampa marcando los billetes y fueron apresados.  O las innumerables mordidas que sacaban a buseros, taxistas y conductores, haciendo del cuerpo de policías un lugar propicio para corromperse y cometer actos delictivos y vergonzosos. Lejos de ser una institución que mantuviera el orden  e hiciera cumplir la ley, era una institución generadora de miedo, desconfianza y podredumbre.  Eran una pieza clave dentro de las poderosas redes de narcotráfico o las del crimen organizado. Y por supuesto había policías honestos con ganas de trabajar y cumplir las leyes, pero muchas veces debían cumplir órdenes de sus superiores que iban en contra de los procesos normales… desaparecer pruebas, manipular las palabras de los testigos,  liberar a los pistoleros de algún grupo amigo, inventar pruebas y delitos a los acusados y un sin fin de artimañas que lejos de ajustarse a sus tareas como policías los convertía en verdaderos delincuentes ambiciosos y peligrosos,  amparados por el uniforme.
Bienvenidos a la Rivera Hernández.


6.-

Muchas veces he pensado en qué momento salte la delgada línea de la legalidad a la ilegalidad.  No sabría decir a partir de qué día o de qué acontecimiento traspasé esa raya. Si se con certeza que cuando estás muy metido en el mundo de la delincuencia es muy difícil salir de ella. Ejerce un magnetismo que hace que volvamos a practicar algún acto delictivo. Y a veces creo que es un acto de rebeldía contra este sistema. Nunca me ha gustado trabajar para otra persona. Es triste ver a hombres y mujeres que se dejan los pulmones y la vida por una empresa que cuando se cansa o los ha explotado los deja de lado. No, eso nunca me ha gustado. Para eso mejor trabajo para mi mismo o para mi mara. Estuve trabajando cuando era más cipote en una maquila, tenía un jefecillo o encargado que era muy explotador. Abusaba de la gente, a los más jóvenes nos engañaba, a las mujeres las acosaba, a los hombres los humillaba para demostrar al resto quien era el que mandaba. Además eso de llegar todos los días y hacer la misma cosa me aburría. Nunca me ha gustado la rutina ni la esclavitud. Así me sentía yo allí, desde pequeño he hecho lo que he querido y cuando he querido. No, el trabajo no es para mí. Prefiero ser pobre pero libre. Además veo a gente que trabaja años y años y nunca tiene nada como propio. 
Y si, he tenido mis sueños para el mañana. La verdad que han ido cambiando con el paso de los años. Pero nunca me ha sido  necesario el trabajar para realizarlos. Algunos de mis sueños el dinero no lo puede comprar. No le voy a mentir, hace un tiempo me alucinaba vestir la ropa de marca, llamar a las nenas con celulares de moda, las motos para pasear por el centro o ir a los centros comerciales. Pero eso fue ya hace un tiempo. Pude comprobar que eso me había servido para enamorar algunas jóvenes, pero nada más allá…  A pesar de caminar así, seguía siendo una mierda andante que vivía en el barrio Rivera Hernández. Y muchos momentos, al llegar a mi casa después de quitarme ese disfraz, me encontraba con mi verdadera realidad: me sentía solo, sucio, lleno de desconfianza y miedo. Así que con el paso de los años he aprendido que los verdaderos sueños no se pueden comprar ni con dinero ni con todo el poder del mundo. Además tengo la profunda certeza que algunos de mis más subterráneos deseos nunca se podrán realizar. Es imposible regresar al pasado y soñar como mi padre me protege cuando los demás se burlan de mis feas orejas. Era en esos momentos en que necesité a mi padre ausente. O como podré recibir el abrazo que no me dieron en mis aniversarios. Como puedo regresar en el momento exacto de al volver de la escuela y entrar en la casa y que nadie te pregunte: ¿Como estas? ¿Qué tal el día?, así con ese simple silencio uno aprende por un lado que no debe preguntar más y por el otro aprende a vivir en la calle de manera independiente de la familia.  O como podré importar a alguien cuando he sido tratado como un desperdicio humano. Ya le dije antes que solo me despertaban el respeto la Colocha y algunos amigos de la mara. Esas han sido las únicas personas a las que puedo decir que he querido y que me han demostrado que les he importado. Los demás si existen no lo sé, mientras no me molesten ni se metan conmigo, todo tranquilo.
Y si miro hacia delante, mis sueños son distintos, quiero tener una familia y procurar darles un buen futuro a mis hijos. No les deseo mi vida, ni lo que he sufrido en ella. Mis sueños son simples, que no fáciles de conseguir. De un tiempo a esta parte he deseado con fuerza sentir lo que es la ternura. ¿Pero como sentir o reconocer algo que no se sabe cómo es? ¿La ternura es innata en el ser humano o se aprende? Después de tanta muerte, de tanto vértigo de vida, no deseo gran cosa, quizás morir tranquilo. Y por supuesto vengar al Buitre. Si, es posible desear las dos cosas: la ternura y la muerte. La primera me ha sido negada, la otra impuesta.
                                                       

7.-


Las bandas juveniles del barrio eran sociedades cerradas.  Se entraba con referencias y una vez dentro era difícil salirse de ellas. Además las represalias, las cuotas de poder y las luchas internas para ejercer el liderazgo eran feroces.  Existía un extraño concepto de lealtad.  Bueno, en realidad los valores, las reglas y la lógica eran diferentes al resto de la sociedad.  Es decir, existían las reglas de la sociedad y las reglas de la banda juvenil.  Así, lo que a ojos de la sociedad era horrendo, escandaloso o incorrecto, a ojos de los pandilleros era ajuste de cuentas, alianzas, ejercicio de la autoridad… El liderazgo se ganaba a pulso, el más loco, atrevido, emprendedor y capaz se convertía en jefe para liderar, organizar y ejecutar  las fechorías.



A las 7.24 minutos de la noche recibí una llamada. Debía iniciar mi trabajo.   Un compa me dijo que Pulga estaba comprando comida en el Merendero Mencha.  Disponía de poco tiempo si no quería que se me escapara el asesino del Buitre. Me calcé mis zapatillas deportivas, agarré mi pistola de 9 mm, me puse la gorra y me monté en mi bici. Antes de salir por la puerta del cuarto me imaginé la cara del Buitre. Recordé su fresca risa, los buenos momentos compartidos, las dificultades pasadas y como nos unieron. De repente sentí cercana su presencia. Sabía que esos pensamientos me darían fuerzas para matar al Pulga. Las necesitaba.
Me acerqué con sigilo a la puerta del Merendero. Mientras mi compañero acompañante se colocó a unos diez metros a mi derecha. Él me serviría de apoyo, si yo fallaba ahí estaba él para rematar la faena, al mismo tiempo me protegía ante cualquier reacción del Pulga. Esperamos unos escasos minutos pero que sentí muy largos. No tenía miedo, más bien, estaba tranquilo. Al fin podría vengar la muerte de mi querido compañero. En estos meses no hubo día que no pensara en este momento: ¿cómo sería? ¿Cuántos tiros sería capaz de aguantar hasta morir? ¿Alcanzaría, antes de morir,  a ver mi rostro de felicidad al vengarme? ¿Lo vería llorar, gritar o huir como un perro?  Estaba a escasos minutos de que mis dudas obtuvieran respuesta.
El Pulga salía con una bandeja en la mano, no me importaba que anduviera armado. Si yo era rápido y aprovechaba el factor sorpresa no tenía nada que hacer. Pulga se iba acercando a la puerta, unos metros más, unos segundos más y su vida pertenecería al pasado. Curiosamente moriría frente una puerta. Hay ocasiones que la muerte está a escasos metros, cruzar una simple puerta supone poner fin a una corta vida. Para el Pulga esa puerta suponía entrar al abismo de la muerte.
Al pasar la puerta saqué mi pistola 9 mm y empecé a dispararle, pum, pum, pum, pum, pum, pum… conseguí descargarle todo el cargador, su cuerpo estaba manchado de sangre y yacía en el suelo. Estaba muerto. Rápidamente me monte en la bici y pedalee con fuerzas hacía la casa de un amigo. De lejos empecé a escuchar los gritos de miedo de las personas que cenaban en el Merendero de Mencha.  Al fin pude vengar al asesinato del Buitre. Desde este momento sentí que mi propia muerte sería más dulce. Tenía la certeza de que había hecho lo correcto.


8.- Volver a empezar

Me llamo Mario, pero me dicen el Flaco. Mientras lees estas líneas mi sangre hierve de odio. Mis manos están prontas a vengarse. Siento un gran desgarro interior. Es la primera vez que entierro a un familiar por causa violenta. Ayer en la noche asesinaban a mi hermano mayor el Pulga. Mi sangre se respeta. Se quien ha sido el asesino. Piña debe morir.

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