Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

viernes, 11 de noviembre de 2011

122.- ¡Fiat Lux!




Los indios suelen decir.
¿Cómo sabe un pez que está dentro del agua?
La única forma de que un pez sepa que está en el agua
es sacándolo fuera de ella.
      
Lobo negro y Gina Jones. El tambor de sanación. Océano ambar. Barcelona 2000. Proverbios de sabiduría de los indígenas americanos.
Te propongo, al hilo del día de la fecha, 11 del 11 del 11, en el que supuestamente se va a producir (o a comenzar a producirse) la Gran Activación del portal que activarán los códigos de luz del alma, según proclaman multitud de grupos encantados en estos sucesos, como referí ayer en la entrada 121.-La Gran Activación,  que no sabría muy bien cómo catalogarlos, a parte de supuestamente escatológicos, que te asomes en eso, en la luz del alma, de la tuya.
Entremos  en los terrenos del alma, donde Dios, lo sepamos o no, habita. Entremos en los alrededores del Reino, expresado preferentemente en Jesús, el hijo de María. Para los cristianos, Jesús es el Mesías, la Segunda Persona de la Trinidad; para los seguidores de la Filosofía perenne (lo que englobaría al común de los humanos que reconocen la Divina Realidad en sus vidas), Jesús es un avatar fundamental a través de los que Dios se ha manifestado a los seres humanos. Para los que no reconocen a Dios, Jesús de Nazareth en general es reconocido como un hombre muy importante en la Historia de la Humanidad, cuyas enseñanzas han de ser respetadas, al menos.
Esta preferencia por Jesús en mis apuntes, no minora en absoluto el respeto por otros grandes Santos y hombres de Dios a través de los cuales, Él también se ha manifestado, y a los que también hago referencia.
Pasaje del joven rico.
16 En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» 17 El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» 18 «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, 19  honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» 20 Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» 21 Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» 22 Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. 24 Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.»
Mt 19, 16-24
Entre paréntesis, lo de un camello a través del ojo de una aguja parece ser una confusión en la traducción al latín. San Jerónimo, al traducir el texto, interpretó la palabra 'kamelos' como camello, cuando en realidad su significado (en griego) es una soga gruesa con la que se amarran los barcos a los muelles. En definitiva, el sentido de la frase es el mismo pero, este parece más lógico. Cierra paréntesis.
En su mayoría pasamos en los trajines y trabajos del Confinador toda nuestra vida, cumplimos todos los preceptos que nos manda la Sociedad civil, y los creyentes practicantes (como dicen), tratamos de cumplir con los preceptos impuestos por nuestra comunidad de fe. Con absoluta seguridad que este pasaje del Evangelio nos es archiconocido. Pero puede que un buen día, la respuesta al joven rico nos resuene de otra forma. Y esa resonancia no es sino la respuesta a una evidencia dormida en nuestro interior durante largo tiempo, que “mi vida no me pertenece”. Es algo muy profundo que nos incordia, que nos agita, que no sabemos lo que es, que nos hace sentirnos extraños en este mundo, que nos confunde, que no nos deja en paz. Es algo que inicialmente interpretamos como negativo, y queremos desterrarlo de nuestra mente, creyendo que todo nace y termina en nuestro pensamiento.
Es un “sentir algo dentro de ti, que no sabes lo que es”…
Pero que ahí está y que nos pone en evidencia de que así hayamos obtenido los mayores éxitos y estemos rodeados de todas las comodidades de esta vida…

“Me falta algo”.

Esta sensación es una intuición que en más de una ocasión hemos sentido, pero que debido a los trajines de la vida, tan pronto como viene, así de pronto queda ahogada por esos trajines. Preferimos tener una concepción nihilista de la vida, nada después de la muerte, pero sentirnos dueños de esa misma nada, antes que admitir que realmente necesitamos ayuda, que nos falta algo y no sabemos qué.
El joven rico tenía dos serios problemas, el primero que era rico, y estaba apegado a muchas riquezas; el segundo, que era joven, y en consecuencia, estaba apegado a muchos proyectos de vida por realizar. Estaba apegado a su pasado, por lo conseguido; al presente por lo que tenía y estaba disfrutando, y al futuro por lo planes que ambicionaba realizar para conseguir más. Estaba apegado al tiempo, su vida era un completo culto a Cronos.
Y es que, cuando se es joven, lo que nos entra por los sentidos satura todo nuestro ser. El Confinador donde hemos sido colocados por el Creador, es tan grande, tan misterioso, tan lleno de posibilidades, y a la vez tan difícil de ser dominado para nuestro servicio, que cuando se es joven, prácticamente todo nuestro tiempo y todas nuestras preocupaciones se nos van en, primero hacernos un hueco en la vida, hemos de aprender muchas cosas en el colegio, en el instituto, en la FP o en la Universidad, para adquirir una cultura y unas habilidades con las que ganarnos el pan, y además poder llegar a conocer ¡tanto por descubrir!
En estas circunstancias, plantearnos un “me falta algo” no encaja, pues entre las tareas de aprendizaje y el descomunal torrente de información mediática que la industria del ocio nos ofrece y nos incrusta obligadamente en nuestro cerebro, poco tiempo le queda a un adolescente o joven para pensar que le falta algo, más allá de lo que le falta para alcanzar sus propias metas.
No obstante a veces, en momentos de soledad, al joven rico le puede venir la pregunta “¿me falta algo?”
Alan Watts en su libro, “El camino del Zen”, dice que en concreto en China, la filosofía de Confucio, que aporta un excelente código ético de buenas costumbres, es la guía de los jóvenes y de los adultos en su primera madurez. Confucio sirve para moverte honestamente por entre los trajines del mundo. Pero cuando uno va creciendo en edad y se superan los cincuenta o sesenta (según), el “me falta algo” aparece, y hace que el alma comience a preguntarse por el sentido de la trascendencia, y entonces reencamina sus pasos hacia el Tao, que es el compendio de la mística oriental.
Es decir, el “me falta algo” es una pregunta que se vuelve tanto más perentoria de resolver, cuanto más edad se tiene, salvo que habiendo sido tentados por el veneno del poder (se puede llamar demonio), toda nuestra vida esté entregada a la ambición suprema de dominar la vida y la hacienda de los demás. La juventud, divino tesoro, absorbe completamente los sentidos y las potencias del alma y la mente, ya que te obliga a estar concentrado en todos los problemas que la vida te plantea, a veces al límite de la supervivencia si la economía está chunga, como es el caso de la época que estamos viviendo desde el crack de 2008. Una sana práctica religiosa, en su caso, puede balancear el excesivo peso de los asuntos temporales. Hasta que uno se pregunta, como el joven rico “¿me falta algo?”.
Cuando la respuesta a esta pregunta es profundamente afirmativa, es cuando comienza “la búsqueda real”. Hasta entonces hemos sido dóciles ovejitas de un ordenado rebaño, que al tran tran, hemos pasado nuestras horas y nuestros días, cumpliendo con nuestras obligaciones de solteros, casados o… incluso consagrados, que los curas y monjas no se escapan de este proceso.
El por qué unas personas se hacen esta pregunta y otras no, tiene difícil respuesta. Dicen que la fe es un regalo de Dios. Si fuera así, el libre albedrío quedaría definitivamente en entredicho. Lo digo porque muchas personas que no se plantean estas cosas se escudan en que de ellos se ha olvidado Dios, porque no les ha dado la fe, y por tanto no tienen la culpa de que les haya tocado la china de ser unos olvidados del Altísimo. Sin embargo en lo profundo del joven rico surgía esta cuestión, razón por la cual se acercó a Jesús y le hizo la pregunta “qué más me falta”. Particularmente yo me llevo haciendo esta pregunta toda mi vida. Sin embargo conozco a muchas personas para las que esta vida es lo que hay, y no se cuestionan si les falta algo o no. O acaso sea que es una pregunta tan en lo más íntimo, que nadie es capaz de siquiera intuir lo que fluye por lo más profundo de cada cual. Lo más probable, creo yo es que todo ser humano se plantea esta pregunta, pero la respuesta es siempre la misma, “cumplo religiosamente mis preceptos” (en el caso de los creyentes), “respeto la ley y la ética” (en el caso de los no creyentes), y en todos ellos, “tengo demasiados asuntos que atender aquí abajo”; tengo mi cadena de música a tope, a 150 decibelios, con lo que me es imposible escuchar los 10 decibelios de la brisa de Dios. Son aquellos que en el Camino de Santiago, llegados a Zubiri, Pamplona o Puente la Reina, ven que el Camino no es lo suyo, que son demasiadas las ampollas y dolor de rodillas para no saben muy bien qué; pero sobre todo, se acuerdan de los asuntos que han dejado atrás, y que les reclaman atención, y deseos de seguir atendiendo. Total, que deciden volver a sus asuntos.
No obstante, hay determinadas personas, para las que esta pregunta, “¿me falta algo?” no les permite conciliar el sueño y vivir tranquilos. Son aquellos que, a pesar de esas ampollas y dolores, se sienten impulsados a seguir adelante, acaso no saben muy bien por qué. Y se disponen a cruzar el Ebro.

El final de la búsqueda

Viaja a tu interior
Pues ahí está tu hogar.
Ain-dah-ing.
Escucha el latido de tu corazón.
Pon oído a tu corazón y escucha.
No hay prisa por llegar allí.
Pues no hay un allí.
En realidad sólo hay “aquí”.
Quédate con el ahora.
El tambor de sanación (Op. Cit)
Entonces, la pregunta que se nos plantea es ¿qué buscar? Porque en realidad sólo sabemos que nos falta algo, pero no sabemos qué.
Un “sentir algo dentro de ti, que no sabes lo que es”.
El final de la búsqueda no consiste en encontrar lo buscado, porque no sabemos lo que es. Realmente no sabemos lo que es, aunque en el catecismo lo ponga en letra Arial 20 y en negrita, subrayada y en rojo, y nos lo hayamos aprendido de memoria para superar el examen de religión en el colegio. Así que realmente, estamos a ciegas, porque lo que pretendemos buscar es simplemente un elaborado de nuestra imaginación, de nuestro pensamiento. Decimos que buscamos la paz, el amor, a Dios, la belleza, etc. Decir esto es decir que buscamos lo que nos imaginamos que debe ser la paz, el amor, Dios o la belleza. Y luego ocurren cosas curiosas como el hecho de decir que buscamos a Dios, si comulgamos todos los domingos, o todos los días en misa. El que busca después de comulgar, lo único que da a entender es que ni sabe qué está recibiendo en la comunión, ni sabe que está buscando.
3 Jesús abandonó Judea y volvió a Galilea. 4 Tenía que pasar por Samaria. 5 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. 7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» 8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: 9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) 10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» 11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» 15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
(Jn 4, 3-15)
La tradición cristiana afirma que el que bebe agua volverá a tener sed. Jesús se refiere en el pasaje de la samaritana al agua del pozo de Jacob, pero el significado profundo de ese encuentro no es tan literal, porque en el fondo, el agua que siempre nos vuelve a dar sed es “literalmente: todas las cosas de nuestra vida”, todo lo que la persona busca conseguir, tanto material como inmaterial. Es decir, todo elaborado de nuestro cerebro, de nuestro pensamiento, todo eso es el agua del pozo de Jacob, y eso, todo eso, nos vuelve a dar ser. Ahí se incluye una práctica religiosa inercial, rutinaria y acomodada; tan sincera como ingenua.
Así que, el primer paso para que se haga la luz en nuestro interior, para el “Fíat Lux”, es saber, comprender, ser conscientes de que “nos falta algo”, y que ese algo no lo podemos, ni buscar (porque no sabemos qué es lo que nos falta), ni encontrarlo, porque si así fuera, no sabríamos identificarlo. Así que “alguien” tiene que saber interpretar nuestras añoranzas, nuestras aspiraciones.
Pero para que ese “alguien” pueda provocar el efecto que supuestamente desearíamos, antes hemos de… “vender todo lo que tenemos, dárselo a los pobres y confiar”.
¿Qué es “todo lo que tenemos”?
No son cosas materiales, aunque también en el extremo de la radicalidad. Ese es el gran error de tomar la literalidad de la Palabra. El significado de esa donación que Jesús nos pide no es tanto en términos de riqueza efectiva, como de riqueza afectiva. Este matiz es dramático, pues la riqueza efectiva es ciertamente tener muchos bienes, mientras riqueza afectiva se basa en estar apegados a lo mucho o poco que tengamos, de modo que un rico efectivo puede ser un pobre afectivo, pero un pobre efectivo puede ser un rico afectivo.
1 Alzando la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; 2 vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, 3 y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. 4 Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.»
Lc 21, 1-4
Este matiz entre afectividad y efectividad es el que demarca la pobreza espiritual (desapego afectivo) de la riqueza material (apego afectivo). Por otro lado, el apego afectivo, suele ir en muchas ocasiones acompañado de una pobreza existencial que es difícil de explicar. Es la pobreza del hombre rico material que tanto ambicionó, que levantó altas murallas para proteger “lo suyo”, tal que ni siquiera permitió que el amor pudiera entrar por ningún resquicio. Los ricos son personas solitarias e infelices (aunque estén rodeados de aduladores deseosos de conseguir tajada); son pobres afectivos, carentes de amor, posiblemente son las personas más infelices de este mundo. Teresa de Calcuta, la gran santa del Siglo XX lo dice abiertamente, en el fondo, los ricos de este mundo son los más pobres de entre los pobres.
Pero más allá del matiz “afectividad” y “efectividad”, en esto de dar todo lo que tienes a los pobres, los hay que tratamos de hacerlo de una forma afectiva, pero otros… se lo toman literalmente en serio, de modo que tú al lado de ellos te ves tan pequeño, que en un instante se te bajan todos los humos y te das cuenta de lo raquítico de tu esfuerzo. Son los que asumen la radicalidad total de la decisión. Un Francisco de Asís, un Ignacio de Loyola, un Francisco Javier, una Teresa de Calcuta. Con todo, estos son personajes históricos, casi de leyenda, aunque como en el caso de la Madre Teresa, la hayamos visto por la televisión. Pero hay otros de carne y hueso que puedes tocar con tus manos, que ¡son de verdad! Es el caso de mis buen amigo Nacho Pereda que dejándolo todo, literalmente todo, lleva luchando toda su vida por acoger a personas sin techo y chavales pobres de solemnidad en la fundación que han creado en Granada “Escuela de solidaridad” (ved el enlace en este blog). Le cito a él, porque le conozco personalmente, pero como Nacho hay muchos más de lo que nos podemos imaginar. Gandhi tenía razón, la ley que rige realmente el mundo, aunque no nos lo creamos por el ruido que hacen los malos, es el Amor. Personas como ellos hacen posible la vida en este mundo. Cuando ves personas que lo dejan todo y se enrolan en las múltiples misiones que los católicos tenemos por el mundo, y ves como se juegan la vida a cambio de la sonrisa de una madre con su hijo desnutrido que recibe de sus manos un cuenco de leche… es entonces cuando te das realmente cuenta de lo que significa “ve y vende todo lo que tienes…”, y de cómo tratamos los demás de maquillar este desafío para poder dormir tranquilos por las noches.
Todo pasa por abrirnos al interior de nosotros. Abrirnos al abismo de nuestro propio ser y tomar conciencia del castillo interior que albergamos en nuestro interior. Pero esta exploración interior parece que es de las cosas que más asusta al personal. Ellos, los que lo dan todo “efectivamente y afectivamente” ya lo han hecho, aunque no hayan sido demasiado consciente de ello.
Así que el primer paso es provocar un primer encuentro con nosotros mismos. Este término parece un contrasentido, pues encontrarnos con nosotros mismos es algo así como si no fuese consciente de quién soy yo. Pues va a ser que no, que no somos conscientes de nuestra más íntima realidad. Somos conscientes de las murallas y los arrabales de nuestro castillo, pero no tenemos ni noticia de lo que sucede dentro de él, entre otras cosas porque nos empeñamos en cerrar los ojos a su existencia. Preferimos “di-vertirnos” (verternos fuera) que “intro-vertirnos” (entrar dentro de nosotros mismos). Teresa de Ávila es una maestra en explicar estas cosas. Podéis verlo en la pestaña "las moradas del Castillo Interior" de este blog.
Tener un encuentro con nosotros mismos es aquello de mirarnos al espejo y preguntarnos “¿quién es ese?”.”¿Quién soy yo?”
La respuesta más sincera a esa primera pregunta sobre nosotros en el espejo es un “no sé”. Realmente casi nadie puede afirmar saber quién es en realidad.
Tras ese “no sé quién soy”, viene una segunda respuesta que habitualmente no logramos encontrar nosotros, salvo que “alguien” nos la diga al oído, y es:

“Yo soy lo que creo que soy”.

Es decir, yo soy lo que opino sobre mí. Así podemos darnos a nosotros mismos (y a los demás) respuestas de tipo “yo soy una persona que ama la paz, conciliadora, responsable, decidido, un poco venado, con un carácter fuerte o tranquilo, etc”. Es decir, nos vemos en el espejo, y a lo más que llegamos es a reconocer atributos de nosotros mismos. Además, eso cambia a lo largo de la vida, según nos haya ido en la feria, y según el resultado de nuestra interacción con los demás, pues al final, lo que vemos en el espejo es el resultado de una elaborada máscara, una imagen de nosotros mismos que trata de resultar aceptable por los demás. Es una imagen que coincide con nuestra mejor cualidad, la que nos permite ser aceptado por el grupo, para cubrir nuestras necesidades afectivas, como expone Encuentro Matrimonial, para sentirnos amados y válidos por los demás.
En conclusión, si conseguimos comprender la sentencia magistral de Buda que dice: “yo soy lo que mi pensamiento ha elaborado sobre mí”, habremos dado un paso de gigante hacia el Encuentro conmigo mismo. Mientras creamos que nosotros somos algo tangible dentro del Confinador, creado por y para dominar el medio ambiente del Confinador, estaremos completamente atados a los límites establecidos por y para la vida en el Confinador.
Comprender que “yo” soy una creación virtual de mí mismo para desenvolverme en este mundo, pero que mi Yo Real está oculto, es el primer paso para cruzar esa séptima puerta (o para cruzar el Ebro en el Camino de Santiago), única que nos permitirá liberarnos del Confinador, la puerta hacia nuestro interior, donde se oculta un Universo desconocido que es lo que se denomina “la Vida Interior”.
La puerta hacia nuestra Vida Interior nos permite hacer, probablemente, el mayor de los descubrimientos sobre nosotros mismos, que es descubrir realmente quiénes somos. Yo ni nadie lo puede explicar, porque no es algo que se pueda leer por experiencia de un tercero, sino que cada cual lo tiene que descubrir por sí mismo. Lo siento, no encontraremos jamás un texto, un autor que nos diga “yo, tú soy, eres…” Eso o lo descubres tú, o nadie lo hará por ti. Pero hecho este descubrimiento, se produce en nosotros una transformación jamás imaginada, porque descubrimos que todo lo que hasta entonces ha sido tan importante para nosotros, resulta ahora ser cosas accesorias, atributos, habilidades, conocimientos, que están bien (incluso son necesarias para el trajín de nuestro pequeño mundo, para ganarnos el pan de cada día y colaborar al bien social con nuestro trabajo y pagar nuestros impuestos), pero que son elementos secundarios de nuestra verdadera identidad.
Los orientales lo han tenido muy claro desde la más remota antigüedad. Somos un espíritu dormido, oculto dentro de un soma (cuerpo) que dispone de inteligencia y emociones, capaces de fabricar algo que se denomina “yo”, imprescindible para los asuntos domésticos (para la vida dentro del Confinador), pero que resulta ser el principal obstáculo para el descubrimiento de la verdadera identidad del ser humano, la conciencia, el atman (también llamada en Occidente, alma o espíritu).
La Vida Interior es una revelación, un descubrimiento que se produce en el momento en el que experimentamos a Dios dentro de nosotros.
Descubrir tu propia vida interior es descubrir a Dios dentro de ti. Sin esa experiencia de Dios, no hay ningún descubrimiento, más allá de las ensoñaciones fruto de la imaginación. Nada más. Tu vida interior seguirá oculta entre las elaboraciones de tu mente.
La Vida Interior es una experiencia que no se consigue a fuerza de ritualidad, sino desde una presencia profunda de Dios dentro de nosotros. Vida Interior es tomar realmente conciencia de Dios en nosotros, en lo más íntimo de nuestro ser. Es sentirlo, notarlo, palparlo en todo momento del día, desde cuando sale el Sol hasta el Ocaso. Pero el término “sentirlo” no es el clásico del sentimiento emocional, sino el de “ser consciente de que está aquí, en lo profundo”, aunque no sintamos emocionalmente nada, aunque nuestras sensaciones emotivas crean que está ausente. Esto significa “vivir lo que somos”, nuestra misma esencia con la divinidad a su Imagen y semejanza.
Saber quiénes somos realmente (conciencia, alma, espíritu), es muy distinto que vivir lo que somos (conciencia, alma, espíritu). Se podría comparar muy torpemente entre saber que existe la ciudad de San Francisco, incluso verla en fotos o video, y otra muy diferente, viajar hasta allí y caminar por sus calles, comer en sus terrazas y vivir el ambiente de la Bahía.
Leyendo libros sobre espiritualidad y asistiendo a cursillos y seminarios sobre el atman, se nos permite llegar a saber que nuestra auténtica realidad es espiritual. Pero así leamos todo lo escrito en este mundo sobre el tema, sólo llegaremos a  lo sumo, a saber que existe, pero no a experimentarlo en nuestra vida.
Ser conscientes de que somos un alma confinada en un soma inteligente ya es algo, porque antes de este descubrimiento, viviremos en el engaño del creernos que somos “yo”, aunque ese yo sea poco, un yo pero poco, “PocoYó”, como el muñequito infantil que está de moda, como nos comentaba en un seminario Fidel Delgado (Ver la entrada 42.- Equipaje para este mundo). Tras él, podremos, si queremos, iniciar la incursión hacia nosotros mismos, hasta descubrir que no somos sino inocentes muñecos de guiñol, tiernos “PocoYó”, que nos creemos los reyes del mambo, sin saber que estamos unidos al Todo que nos da la vida, como la mano está unida al resto del brazo y del cuerpo; que no se mueve por sí sola, sino por los músculos que están en el antebrazo del Creador. Y por las órdenes que proceden de Su Mente.
El descubrimiento de la Vida Interior se describe por los que lo han experimentado, de diferentes formas, unos como un camino hacia la cima de un monte (el Monte Carmelo), o un Castillo Interior con siete moradas, en la alegoría descrita por Teresa de Jesús. En cualquier caso, se trata de vivir el espíritu, la vida espiritual, cuyos secretos sólo sabemos confiarlos, en su caso y si supiéramos, a nuestra almohada.
El objetivo final de este proceso es la fusión con algo absolutamente inconmensurable e inimaginable, hasta llegar a ser Uno con Él. Es la unión íntima con Dios, con ese Dios que nos ha mostrado en propia carne Jesús de Nazareth, así como los grandes maestros de la espiritualidad universal y que han tratado de “explicar” los religiosos y al que hemos tratado de acercarnos a base de rituales, hasta comprobar que somos su misma esencia, lo que en términos de Filosofía perenne significa caer en la cuenta de que “Eso eres tú”.
Una vaga idea de lo que estamos diciendo, y para los que se fíen de los psicólogos, está descrita en la curiosa y poco conocida “Ventana de Johari”.


Joseph Luft y Harry Ingham han descrito el escenario expuesto, acudiendo a un esquema que facilita la comprensión sobre nuestras dificultades de conocernos a nosotros mismos y en nuestra relación interpersonal con los demás, y especialmente con nuestra persona amada, en el caso de la pareja  (Ver la explicación más en detalle en la pestaña "Te doy mi vida entera" de este blog). Consiste en una ventana con cuatro cuadrantes donde se representan cuatro posibilidades. 1) – Superior izquierda- Lo que conozco yo sobre mí y también conocen los demás (o el otro) Es el área libre. 2) –Inferior izquierda- Lo que conozco yo de mí, pero el otro desconoce. Es el área oculta. 3) – Superior derecha- Lo que yo desconozco de mí, pero el/los otro/s ha/n descubierto. Es el área ciega. Y 4), - Inferior derecha- Lo que ni yo ni el otro conocemos sobre mí. Es el área desconocida. Si tomamos las cuatro áreas o cuadrantes en sentido vertical (columnas) o en sentido horizontal (franjas), las dos columnas representan el yo, y las dos franjas representan el grupo. Las informaciones contenidas en dichas franjas y columnas no son estáticas, sino que se desplazan de un cuadrante a otro, en la medida en que varían dentro del grupo el grado de confianza recíproca y el intercambio de «feedback». Como resultado de dicho movimiento, el tamaño y el formato de los respectivos cuadrantes experimentarán otras tantas modificaciones en el interior de la ventana.
En la ventana, el área libre se califica como el área conocida por ambos. En realidad, sería mucho más ajustado a la verdad decir que es el área que creemos conocida por ambos. ¿Por qué? Pues porque lo que percibimos tanto del otro, o de los demás como de mí mismo no es sino información que nuestro pensamiento elabora para forjar un modelo, tanto de nosotros mismos como del otro. Es decir, lo que el pensamiento elabora son “patrones de comportamiento”.
La existencia de las otras tres áreas supone un serio impedimento para el conocimiento personal y de los demás. Entre las cuatro se estructura el patrón de comportamiento que constituye la respuesta semiinconsciente de nuestro pensamiento ante la interacción con los demás. En  este concepto basa Encuentro Matrimonial el conocimiento de uno mismo, en descubrir nuestro patrón de comportamiento, expresado por la intencionada exageración de nuestra mejor virtud, con el fin de lograr ser aceptados, valorados y amados por los demás, es decir, la cobertura de nuestras necesidades afectivas.
Hasta tanto no logramos descubrir nuestra área desconocida, nuestro horizonte interior, las prácticas religiosas no dejan de ser ritos casi mágicos con los que nos sugestionamos de asegurarnos la salvación o algo parecido, que no llegamos a saber bien en qué consiste, por mucho que nos lo expliquen en misa y en las catequesis de niños y adultos.
“Fíat lux”.
Hágase la luz, supone someterse a un giro absolutamente copernicano en nuestra vida… Y la luz se hace cuando descubrimos a Dios en nosotros. Es el más importante descubrimiento que un ser humano puede experimentar en su vida.

Conclusión

Lo que pueda suceder hoy y a partir de hoy en relación con la gran activación del portal de luz, si no está relacionado con esta toma de conciencia de nosotros mismos, con ese darnos cuenta de que Dios, o Jesús de Nazareth no son / no es un tercero al cual pedir y dar gracias, que no es un simple objeto de culto religioso, sino que es tu misma esencia, y tú su misma esencia, sólo quedará en un desideratum, un anhelo sin fundamento real.
Dios es el fruto de la nada, como afirma Meister Eckhart, del vacío completo de tu elaborado personal, hasta abandonar todo lo que tienes y crees que eres, y quedarte en estado puro con tu templo vacío.
Sólo así es posible que se abra el portal de luz de tu alma.
Sólo así es posible en ti que suceda el "Fiat lux", la gran activación, la toma de consciencia.
Feliz 11 del 11 del 11.
*

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