Bienvenida

Hola, amig@.
Este es un blog dedicado a los caminos del ser humano hacia Dios. Soy cristiano, pero no pretendo dar una visión exclusivamente cristiana de estos temas.
Tampoco, y esto es muy importante, deseo que nadie tome lo que escribo como temas doctrinales. No imparto cátedra, líbreme Dios de algo que sólo está adjudicado a los sabios doctores con autoridad para impartir doctrina.
Lo mío es mi experiencia de vida y pensamiento, y lógicamente, puedo estar equivocado.
Dicho esto, y sin intención de cambiarle los esquemas a nadie, la pregunta que debes hacerte si quieres encontrar algo interesante en este blog es la siguiente:
"Si tengo y siento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
"Si no tengo o no experimento a Dios en mi vida, lo demás carece de importancia"
Si esta declaración va contigo, entonces, bienvenido seas.
Si no te dice nada, échale no obstante un vistazo; mal no creo que te haga, aunque sí puede que te haga rascarte la cabeza y plantearte cuestiones acaso "religiosamente incorrectas". Sobre todo ve a la entrada 19.- sitúate en el umbral
En cualquier caso, que la Paz esté contigo.
El título de blog "Todos los santos de Dios", afirma un convencimiento personal de que "todos los santos de Dios son todas aquellas personas de buena voluntad y sincero corazón, para los que Dios tiene sentido en su vida, aunque sean pecadores, aunque caigan una y otra vez, aunque incluso sean "ovejas perdidas de Dios", pero sienten algo dentro de sí que no saben lo que es, pero buscan el Camino de Regreso a Casa, con independencia de raza, nación y religión que pudieran profesar. Incluso aunque digan no creer. Si aman, y creen en la verdad, con todos sus defectos, forman la gran comunidad de Todos los Santos de Dios. Una Comunidad para los que Jesús de Nazareth vivió, murió y resucitó, aunque ni lo sepan, e incluso, ni lo crean.
Ya empezamos mal, desde el punto de vista doctrinal católico, pero no creo que esto a Dios le importe demasiado.

Si es la primera vez que entras, abre primero de todo la página "¿Quienes somos?, creo que te sorprenderás.
Luego consulta la página "Presentación del blog"
Y para navegar por las entradas de la página principal, vete mejos a la página "Índice", porque así encontrarás las entradas por orden de incorporación al blog.

Si, por otro lado, te interesa el pensamiento sistémico, te invito a que pases también a ver mi nuevo blog "HORIZONTE TEMPORAL", una visión sistémica del mundo para imaginar algo más allá de lo que pueden percibir nuestros sentidos.
Va de temas de aquí abajo, y de cómo plantearnos una forma holística de comprender los problemas que nos abruman en este mundo.

Correspondencia: alfonsoypaloma@gmail.com

lunes, 4 de abril de 2011

88.- Modelos de realidad



Esto es un fractal tridimensional, fruto de un modelo fractal de simulación 3D por ordenador. Pero también es la imagen real del romanescu (Brassica oleracea), un híbrido de brécol y coliflor de la familia de las brasicáceas. Se suele ver en las fruterías junto con la coliflor, las coles y demás verduras.

¿Gráfico generado por ordenador o foto de la frutería del mercado de mi casa?

Ref: http://www.gran-angular.net/fractales-y-series-de-fibonacci-en-la-naturaleza/2008/09/11/

Lo real

El deseo de ver, de agarrar la verdad con las manos, con la mente; el deseo de seguridad, de saber que pisamos tierra firme, que lo que vemos y oímos es lo que está ahí afuera de nosotros, es tan obsesivo, que nuestro apego a la verdad nos obliga en ocasiones a llegar al fanatismo de la “convicción absoluta”.


Recuerdo un compañero de facultad, que era del Opus Dei. Era imposible discutir con él; no había forma de que aceptara que acaso ellos, algunas veces también se podían equivocar, y que su forma de ver la vida, la fe, la doctrina, etc… era tan sólo una de las muchas que podría haber, de los muchos carismas que podría haber en la Iglesia. Ellos tenían la verdad total, eran la mejor de las elecciones para seguir a Cristo, y punto. A mí, que me ofrecieron entrar en la Obra, al negarme, me advirtieron que “todo aquel que era invitado a entrar en el Opus Dei y rechazaba el ofrecimiento, estaba (palabras textuales, dichas mientras yo bajaba las escaleras de su sede en Diego de León en Madrid, con la intención de jamás volver a pisar aquel lugar), “en grave riesgo de condenación”.


Así las cosas, comprendí a mis diecinueve años aquella frase que dice que el que no puede pensar es discapacitado mental, el que no sabe pensar es un ignorante, pero el que no quiere pensar es un fanático, es rigurosamente cierta, y que ese fanatismo es más peligroso que la propia mentira en la búsqueda de la verdad.

Modelos de realidad

Más allá de nuestras convicciones, de nuestras creencias, de nuestras “evicencias” sobre lo que creemos es el mundo real, si hay algo cierto en esta ceremonia de la confusión que parece ser este mundo, es que “lo que sea la realidad” (o lo que creemos que es la realidad, lo real), está ahí afuera de nosotros, está fuera de mi, de “yo”, de modo que el mundo que supongo está fuera de mi es tan sólo el conjunto de modelos que mi mente ha venido elaborando desde que abrí mis ojos a este mundo, a penas después de nacer, a partir de lo que mis sentidos han percibido, mi capacidad de pensar y mi memoria han sido capaces de asociar y de construir bajo las formas de modelos mentales.


Todo lo que sabemos sobre “lo real” son modelos de realidad, construidos bien por nosotros mismos, bien por los que nos han precedido y con los que se nos ha educado. Como digimos en entradas anteriores, no hay otra forma de percibir el mundo y de hacernos una idea sobre cómo es, que mediante la “percepción sensorial” y la elaboración de modelos que nos permitan decir que “las cosas son como si…”.


El problema estriba en que nuestra capacidad “a ojo desnudo” de percibir es tan limitada que solamente gracias a los inventos de aparatos de detección en extremos del espectro electromagnético, óptica, sonido y capacidad de cálculo, hemos sido capaces de incrementar nuestra percepción del Universo macro y micro en 42 potencias de diez, desde las partículas subatómicas hasta los confines del Universo a veintemil millones de años luz (millón más, millón menos).


Pero si más allá de lo que se acepta consensuadamente por la comunidad científica que es el mundo real, nos introducimos en el resbaloso mundo de lo exotérico, de lo paranormal, de lo “extrasensorial”, entonces allí se rompe la baraja del consenso científico, y estallan guerras entre creyentes y no creyentes en todas esas cosas. Realmente existe un mercado para todo, pues todo mueve dinero. Y lo parapsicológico no es de las cosas menos lucrativas. Hay un supermercado brutal montado en torno a lo sutil, parapsicológico, extrasensorial, etc.


Así que la oferta puede satisfacer a cualquier perfil consumidor. Existe un lucrativo mercado mundano, otro lucrativo mercado religioso y un no menos lucrativo mercado exotérico – paranormal – extrasensorial – neoerista (o como demonios se le quiera denominar).


Y todos contentos, en un país (o un mundo occidental) donde hay libertad de cultos, opiniones y de creencias (se supone).


Cada cual que se sienta a gusto en su tribu mundana, religiosa o neoerista. Hay para todos.


Pero la pregunta sigue estando sin respuesta. ¿Lo que hay ahí fuera es real? ¿Es verdad?


El mundo, lo creado (si es que lo ha sido) es tan extraño, tan misterioso, tan resbaladizo, que cuanto más pretendemos saber sobre el, más se aleja de nosotros la “certeza” de saber algo con absoluta seguridad.


Vivimos inmersos (y cada vez más) en un mundo incierto. Una de las mejores definiciones que creo se podría dar a la “inteligencia” es la que “parimos” un buen compañero de trabajo (Félix Moliner) y yo hace algunos años: …


“La inteligencia es la capacidad de saber gestionar la incertidumbre”.


“Entre comillas” no la he encontrado en la web, así que aunque no le hemos puesto copyright, ahí la dejo para quien quiera reflexionar sobre ella. Y si alguien conoce si antes de nosotros la ha parido alguien, “please” que me lo haga saber.


Para complicarnos la existencia aún más, se nos ha educado, además, bajo un criterio totalmente falso. Lo sagrado está en el templo. Para relacionarnos con Dios hay que acudir al templo, hay que visitar el Sagrario. Lo profano, lo mundano está fuera del templo; es el resto del mundo. Nuestra vida se parte así en una falsa dualidad, por una parte nuestras actividades mundanas (la vida de todos los días, “el más acá”), y por otra, nuestras actividades religiosas, (los ritos y liturgias dirigidas por los curas, “el más allá”). Y entre medias, el mandato de no putear demasiado a la gente, para no merecer el “mármol del infierno” de los musulmanes o el fuego eterno de los cristianos.


Afortunadamente, parece que con eso de la New Age (que ya parece estar algo trasnochada) y con la entrada en la Era de Acuario, y el súbito interés mediático por la Teoría de cuerdas, parece como si lo físico (mundano) y lo espiritual (o religioso) se estuvieran aproximando tímidamente.


La razón estriba en un hecho que está empezando a poner muy nerviosos nada menos que a los físicos (en realidad llevan un siglo preocupados). Lo absolutamente tangible, lo más positivo, material que nos podríamos imaginar, se nos está escapando de entre los dedos de las manos de nuestra inteligencia. Ya lo he apuntado en las entradas 83.- El elogio de la esperanza, 86.- ¿Qué es la verdad? Y 87.- El deseo de ver.


El problema reside en Wu Li

Estoy leyendo un libro, de los que nos recomendó Fidel Delgado cuando viví uno de sus seminarios, en Diciembre de 2008.


Se trata de “La danza de los maestros de Wu Li”, un libro de Gary Zukav, sobre Física moderna, escrito en clave Maestro Po que enseña al pequeño saltamontes, o algo así.


Está siendo de esos libros que intuyes, te puede conmocionar, por lo sorprendente de su mensaje. Aunque va en la línea del clásico de Fritjof Capra “El tao de la Física”.


Al tratar de Física, en realidad está hablando sobre “todo lo que existe”, sobre lo que pueden percibir nuestros sentidos, y de lo que nos forjamos en el devenir de la Historia nuestros propios modelos mentales que nos permiten hacernos una idea, más o menos aproximada de lo que hay “ahí fuera”.


Pues esta es la cuestión. Durante toda mi vida, mi visión del mundo ha sido justamente esta, yo aquí, en mi interior, confinado a mi cuerpo y a mi mente, y el mundo ahí afuera, del que me separa una invisible barrera, eso sí, más o menos transparente, a través de la cual, puedo captar información de lo que hay detrás de ella, y así, poder elaborar mis propias componendas. Si echamos mano del potentísimo método de análisis sistémico, podremos construirnos una visión del mundo más o menos apañada.

(Pido perdón de antemano, si aburro hasta a las vacas con lo que viene a continuación, que es una sencilla referencia del libro de Gary Zukav, dado que explica algo en detalle el fascinante proceso de descubrimiento de la teoría cuántica y la "declaración de Copenhagen", pero creo que merece la pena, aunque resulte algo pesado. )


Esto lo resume Einstein en su metáfora del reloj, donde explica que para el físico, La realidad es como un reloj, del que vemos la esfera con sus manecillas, separada de nosotros por el cristal. Al ver cómo se comportan las manecillas, marcando el paso de las horas y de los minutos, el físico trata de imaginar cómo será el mecanismo que, detrás de la esfera, hace posible que las manecillas se comporte de esa determinada manera. Da igual que corresponda nuestro modelo con la realidad; si explica el comportamiento de las manecillas, se da por bueno.
Gary Zukav, que para nada es físico, se ha atrevido a escribir sobre estas cuestiones, vislumbrando cómo la Física moderna está evolucionando hacia fronteras insospechadas hasta ahora por el ser humano. Está pasando del determinismo absoluto de la Física de Newton, la que permite que el módulo lunar se pose en un punto exacto de la Luna, a la incertidumbre de las probabilidades de la Física estocástica, en la que se fundamente filosóficamente la mecánica cuántica. Está pasando de lo cierto a lo probable, y con ello, uno sospecha si no estaremos pasando insensiblemente de la Ciencia a la Ciencia ficción, pero una Ciencia ficción que parece explicar el extraño mundo de lo subatómico y lo astronómico. Eso es lo apasionante, que la Física de Alicia en el país de las maravillas sea realmente cierta y no un ensoñación.


Es la Física de los maestros, los auténticos científicos, los que a riesgo de su propio cuello ante la comunidad científica, se atreven a plantear ideas descabelladas, pero que explican comportamientos de la materia, igualmente descabellados. De estos ha habido y hay muy pocos, Galileo, Newton, Einstein, Bhor, Plank, y unos cuantos más. El resto son técnicos que toman las ideas de los maestros y las ordeñan hasta dejarlas secas; eso además de hacer posible el desarrollo de la tecnología y de la ingeniería.


Otra de las ideas que plasma Zukav en su libro es lo que dice Einstein, que la mayor parte de las ideas fundamentales de la Ciencia en general, y de la Física en particular, son esencialmente sencillas, y por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje sencillo. A lo que Heisenberg abunda afirmando que si esto es posible, entonces, lo más probable es que la teoría sea cierta. Es lo de la navaja de Occam.


Lo de Wu Li es un término curioso. En Chino significa varias cosas, según su entonación. 1.- Modelos de energía orgánica. 2.- Mi senda, 3.- Insensatez. 4.- Me aferro a mis ideas. 5.- Iluminación y 6.- Física.


Así que el libro va de eso, de descubrir los múltiples significados que un idiograma chino puede tener, porque en todos los casos representa “todo lo que existe”, tanto si lo vemos como tangible, como si se nos escapa de las manos, lo que está empezando a ocurrir, y esto a riesgo de llevarnos a horizontes inimaginables, donde la Ciencia y la Filosofía se están empezando finalmente a dar la mano, para, prácticamente convertirse en una misma cosa.


La Matemática no es sino un lenguaje para entendernos.


Quantum

En general, el método científico funciona de este modo: un científico plantea una hipótesis, una declaración que dice “el reloj que hay detrás de las manecillas, funciona como si…” Y expone un modelo de engranajes y cuerdas, que mediante experimentos sucesivos, consigue (o no), explicar el paso de los minutos y de las horas. Entonces, la hipótesis se convierte en tesis. Pero una tesis, que fundamenta una teoría, no es un caso cerrado, ya no hay más que hablar. No estamos ante una ley eterna e inmutable, sino ante una explicación plausible que nos permite comprender con un modelo bien elaborado y que parece funcionar bien, el sistema que hay detrás de la esfera del reloj, y que nosotros jamás podremos descubrir. Si con el paso del tiempo, viene otro maestro de Wu Li que consigue mejorar el modelo, la teoría vieja quedará sustituida por la nueva. Todo está bien. Y así avanza la Ciencia.


Con la Física de Newton ha ocurrido algo muy particular. Las teorías expuesta en los “Principia mathematica”, a día de hoy son correctas, conociendo la masa, la dirección y la velocidad de un móvil, podemos predecir con una precisión aplastante, cuál será su posición en el espacio tanto en el futuro, como en el pasado. Esto permite los viajes espaciales, y el conocimiento exacto de la posición de los planetas y de las estrellas, desde el pasado remoto hasta el futuro profundo, además de ser los cimientos de la ingeniería que disfrutamos en la actualidad. Luego, nada que objetar. De hecho, las imprecisiones de tan fantástico determinismo, Einstein las consideraba como efecto de las denominadas “variables ocultas”. Esto en sistémica está muy claro. En los sistemas reales, concurren multitud de variables y parámetros, cientos, quizás miles, de los cuales, la mente del científico extrae un conjunto muy reducido de ellas con las que lograr formalizar un modelo matemático que nos permita describir, explicar y predecir el sistema real. Cuanto más converja el modelo con los datos reales, mayor peso tendrán las variables escogidas, dentro del conjunto de variables involucradas. Si tres variables, por ejemplo, temperatura, presión y volumen, pueden explicar el comportamiento de un gas, y además con una acuracidad del 99,9%, que existan en el sistema trescientas variables más, responsables de la incertidumbre que genera ese 0,1%, no parece ser demasiado importante, dependiendo de las exigencias que se impongan al modelo.


Pues con la Física de Newton, sólo podemos tener palabras de agradecimiento, porque gracias a ella, tenemos luz eléctrica, satélites artificiales con los que poder ver la final de la Champions y saber qué tiempo va a hacer mañana.
Sin embargo, cuando se pretende aplicar los axiomas de Newton a lo muy pequeño, a lo atómico, o a lo muy grande, al Universo macrocósmico, hay algo que no funciona bien. Es decir, parece que la Física de Newton tiene unos márgenes de seguridad, que es lo que están dentro de 10-10 y 1010 metros es decir, dentro de las 20 potencias de diez en la que se mueve nuestro pequeño mundo. Por debajo de 10-10 metros y de 1010 metros, por poner unos márgenes aproximados, Newton parece que no funciona. Es decir, no es que la teoría sea errónea, sino que sirve sólo en determinados escenarios del Universo. En lo atómico y subatómico, o en lo macrocósmico, parece que se enfrenta a situaciones y comportamientos de la materia, que no puede explicar.


Algo barruntaba Newton de lo que podía pasar con sus leyes, al no saber explicar cómo una manzana cae al suelo si se desprende del árbol.


“No he sido capaz de descubrir las causas de estas propiedades de la gravedad basándome en sus fenómenos, y no he sacado ninguna hipótesis… Me basta con decir que la gravedad existe realmente y actúa acorde con las leyes que hemos explicado (directamente proporcional al producto de las masas, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia). Y además, sirve para explicar todos los movimientos de los cuerpos celestes.”
Newton. Philosophiae Naturalis Principia Mathemathica”


Ante lo incómodo de la situación, y para explicar lo inexplicable, los físicos acudieron a aquello de la “acción a distancia”.


Y, mira que bien, olvidándonos de aquel enojoso asunto, la Física progresó con mentalidad mecanicista, hasta hacernos creer que “todo está escrito y determinado”. Incluso el ser humano no deja de ser otra cosa que un autómata, del que el Creador tiene todos sus pasos (y sus cabellos, como dice Cristo), contados. Acaso seamos simples marionetas.


Sin embargo, la gravedad no explicada ha dejado un regusto de amargura, que se incrementó cuando los físicos se enfrentaron ante otro espinoso problema, la naturaleza de la luz.


En la mayoría de las teorías hasta el siglo XVIII, la luz se consideraba formada por partículas. El hecho de que los modelos de partículas no pudieran explicar fenómenos como la difracción, la refracción o la birrefringencia de la luz, hizo que René Descartes en 1637, Robert Hooke en 1665, y Christian Huygens en 1678, propusieran teorías ondulatorias para la luz; sin embargo, los modelos de partículas permanecieron vigentes, principalmente debido a la influencia de Isaac Newton.


En 1803, Thomas Young estableció por primera vez la naturaleza ondulatoria de la luz. Hizo pasar un rayo de luz a través de dos rendijas paralelas sobre una pantalla generando un patrón de bandas claras y oscuras demostrando que la luz es una onda.


Heinrich Heinz describió el efecto fotoeléctrico en 1887 al observar que el arco que salta entre dos electrodos conectados a alta tensión alcanza distancias mayores cuando se ilumina con luz ultravioleta que cuando se deja en la oscuridad. Volvemos a lo de siempre, describió un fenómeno del que él no podía encontrar una explicación.


Así pues, Thomas Young y August Fresnel demostraron con claridad que los fenómenos de interferencia y difracción se daban también para la luz, y para 1850 los modelos ondulatorios habían sido generalmente aceptados. En 1865, las predicciones de Maxwell sobre la naturaleza de la luz como onda electromagnética, que serían posteriormente confirmadas experimentalmente por Heinrich Hertz en 1888, parecieron significar el final del modelo de partículas.
Sin embargo, la teoría ondulatoria de Maxwell no explicaba todas las propiedades de la luz. Predecía que la energía de una onda luminosa dependía solamente de su intensidad, no de su frecuencia, pero diversos experimentos demostraron que la energía aportada por la luz a los átomos dependía sólo de su frecuencia, y no de su intensidad. Por ejemplo, algunas reacciones químicas eran provocadas únicamente por luz con una frecuencia mayor que un valor determinado; si la frecuencia no alcanzaba dicho valor, la reacción no se producía, independientemente de la intensidad que tuviera la luz. De forma similar, se podían extraer electrones de una placa metálica iluminándola con radiación de una frecuencia suficientemente alta (efecto fotoeléctrico), y la energía con la que los electrones abandonaban la placa era función únicamente de la frecuencia de la luz incidente, y no de su intensidad.


Al mismo tiempo, las investigaciones realizadas a lo largo de cuatro décadas (1860-1900) por varios investigadores sobre la radiación de un cuerpo negro, culminaron con la hipótesis de Max Planck, que proponía que la energía de cualquier sistema que absorbe o emite radiación electromagnética de frecuencia “nu”, era un número entero de veces la energía de un cuanto:
E = hv.


Como demostró Albert Einstein, debía aceptarse alguna forma de cuantización de la energía para explicar el equilibrio térmico observado entre la materia y la radiación electromagnética. Por esta explicación del efecto fotoeléctrico, Einstein recibió el Premio Nobel de física en 1921.


Puesto que la teoría de Maxwell permitía todas las posibles energías de radiación electromagnética, la mayoría de los físicos asumieron inicialmente que la cuantización de la energía era el resultado de alguna restricción desconocida sobre la materia que absorbía o emitía la radiación. En 1905, Einstein fue el primero en proponer que la cuantización de la energía era una propiedad intrínseca de la radiación electromagnética. Aunque aceptaba la validez de la teoría de Maxwell, Einstein apuntó que las anomalías observadas en muchos experimentos podían explicarse si la energía de una onda de luz maxweliana estuviera localizada en unos puntos cuánticos que se movieran independientemente unos de otros, incluso aunque la onda se difundiera de forma continua por el espacio. En 1909 y 1916 Einstein demostró que si era aceptada la teoría de Planck sobre la radiación de los cuerpos negros, los cuantos de energía tenían también que poseer momento lineal p = h /lambda, con lo que los convertía en partículas en todo el sentido de la palabra.


Sin entrar en más detalles, que se pueden encontrar en el libro de los maestros de Wu Li, y con este repaso de cómo se resolvió la naturaleza de la luz, de una forma bastante ambidiestra, pues la Física no tuvo más remedio que introducirse en un terreno bastante resbaladizo, un terreno donde la tierra comienza a moverse bajo nuestros pies, donde los Físicos comienzan a encontrarse en un dilema, experimentos que por una parte aportan datos reales que atentan contra el sano juicio, por incomprensibles e inexplicables, y explicaciones que obligan a plantearse realidades más propias del mundo de la fantasía que del mundo tradicionalmente conocido o asumido como “real”.


Con la mecánica cuántica, rama de la Física a la que la comunidad científica se vio abocada a entrar, pasamos de un mundo determinable a la de un mundo donde las cosas no existen, sino que “tienden a existir”, dentro de una razonable probabilidad.


Plank, Einstein, Bhor, Heisenberg y los demás, casi que se aproximaban a la comunidad científica con más miedo que vergüenza ante lo que se veían obligados a explicar. Pero la sangre no llegó al río, y la comunidad les premió con sucesivos Premiso Nobel.


De la certeza a la probabilidad

La física de Newton afirma que “si se dan unas determinadas circunstancias ahora, va a suceder esto, después esto otro, y ha ocurrido aquello”. La mecánica cuántica dice “si se dan unas determinadas circunstancias ahora, es probable que suceda esto, después esto otro y pudo haber sucedido esto otro antes”.


Nunca se puede conocer con certeza lo que le va a suceder a una determinada partícula. No podemos conocer todos los parámetros a la vez con total exactitud.
Newton era un hombre religioso, y veía en la exactitud de sus leyes el poder de Dios. Ahora, que la mecánica cuántica nos ha desposeído de esa exactitud y nos sitúa en el terreno exclusivamente de lo probable, ¿dónde queda el poder de Dios?


O acaso es todo un problema de cantidades.


Como dice Schrodinger en su libro ¿Qué es la vida?, a la Física se la ha tomado de siempre como el paradigma de lo exacto, lo determinista, lo que está fuera de todo error. Ello provoca una sana envidia en los biólogos, los cuales trabajan con una clase de materia que tiene un comportamiento extremadamente variable. Sin embargo, nada más lejos de considerar la Física como exacta. Los fenómenos físicos también son estadísticos.


Sin embargo, la Física juega con dos grandes ventajas, la Ley de los grandes números, y la uniformidad de los sistemas. La precisión de la Física y de la Química se basa en la descomunal cantidad de elementos que intervienen en los fenómenos. A efectos prácticos, los elementos constitutivos de los sistemas físicos son las partículas subatómicas, los átomos y las moléculas. En cualquier caso hablamos de miles de millones de elementos como poco. Por otra parte, los sistemas físicos se fundamentan en materia inerte con una organización bastante simple: gases, líquidos, sólidos, que como mucho alcanzan la complejidad de los cristales. Ambos factores unidos le permiten al físico trabajar con la cómoda tranquilidad de la exactitud casi absoluta, que viene determinada por la regla de la raíz de n.


El grado de inexactitud de cualquier ley física es inversamente proporcional a la raíz cuadrada del número de elementos que intervienen en el fenómeno. Como ejemplo sencillo, si en el gas anteriormente citado, en el recipiente existiesen sólo 100 moléculas, 1/raíz de “n” da la cifra de 0.1, esto es, un 10% de error en la medición. Si trabajásemos con un millón de moléculas, el error sería de 0.01 (0.1%). Si en el recipiente hubiera cien millones de moléculas, cifra casi ridícula, el error sería de 0.00001 (0.0001%). Siendo el número normal de moléculas en un recipiente del tamaño de un vaso alrededor de 1020, con razón el físico puede permitirse el lujo de presumir de exactitud en sus afirmaciones.


Se puede resumir, pues, diciendo que en Física, la regularidad es siempre promediada y macroscópica. Al descender a niveles microscópicos siempre se encuentra desorden e irregularidad, lo cual obliga al tratamiento estadístico de dichos fenómenos. Y todo esto, sin entrar en los fenómenos cuánticos, donde la naturaleza estadística se dispara.


La formulación de Copenhague

Pero para los físicos cuánticos la siguiente pregunta no es una rayada filosófica.
“¿Existía una determinada partícula antes de que nosotros pensáramos en ella?”


Esto es una posibilidad admitida por los físicos. Y planteado de otra forma…
“Al Universo ¿le atrae de alguna manera a la existencia la participación de los participantes? El acto vital es el acto de participar. El participador, es un agente esencial en la mecánica cuántica. El participador deja de ser mero observador, protegido detrás del grueso cristal de sus instrumentos de medida, como en la Física de Newton. Ahora el observador realmente es un actor del experimento, a tal punto que el simple hecho de realizarlo, hace que lo observado sea modificado por él.”


La Física, con este enfoque, está dejando de ser tangible, para resbalarse sutilmente al mundo de lo sutil, de lo casi intangible. Así que el idioma de la Física comienza a ser un lenguaje místico, como el de los místicos orientales, y por qué no, occidentales (si se liberasen de las restricciones impuestas por las religiones).


La Física de Newton se basa en leyes inmutables. La Física cuántica se basa en probabilidades, y por ello, en un conocimiento mínimo, sutil.
La Física clásica acepta un mundo fuera de nosotros, del que nosotros obtenemos información para construir modelos de realidad. Esto funciona en el mundo cotidiano, y la verdad es que francamente bien. Pero la Física cuántica, nos introduce en el escenario, de modo que nuestros modelos se integran al mundo real.


La Física clásica funciona con independencia de los observadores que construyen modelos sobre el mundo. De modo que si desde un campanario se tira dos piedras de diferente peso, ambas caerán al suelo en el mismo momento. Pero sucede lo mismo si tiramos a dos personas, una delgada y otra obesa. Para la Física de Galileo y Newton, sucede lo mismo, da igual piedras que personas. Pero en el fondo hay un pequeño matiz. Las piedras no experimentan ningún sentimiento. Los humanos en esa situación sentirían pánico. ¿Los sentimientos no participan en el fenómeno? Para Newton, no. Porque para la Física clásica, el mundo es una cosa que está fuera de mí, y “yo” soy otra cosa, separada del mundo por una tenue barrera, aunque mi cuerpo sí participa del mundo real, y de qué modo. Casi “yo” y mi cuerpo físico somos cosas distintas…


Esto conduce a lo que se denomina “objetividad absoluta”. Yo, que estoy fuera del mundo, no prejuzgo nada, me limito a observar para comprender cómo funcionan las manillas del reloj, de las que me separan la esfera de cristal.
La Física cuántica, dice lo contrario, que no es posible observar la realidad sin cambiarla.


Dice Carl Jung: “Cuando lo individual permanece intacto, individido y no adquiere consciencia de su contradicción interna, el mundo tiene que eliminar forzosamente el conflicto que se desgarra en dos mitades opuestas”


Y dice Pauli: “Desde un centro interno, la psique parece moverse hacia fuera, en el sentido de la extroversión, hacia el mundo físico”


Si ambos están en lo cierto, entonces, la Física es el estudio de la estructura de consciencia.


Yo estoy acostumbrado a ver con mis ojos. Pero mis ojos ven lo que pueden ver, y comprender lo que pueden comprender. Las cosas raras de la que hablan los físicos cuánticos suceden a un nivel microscópico, atómico y subatómico.
Si quisiéramos ver los átomos de una pelota de tenis, esta debería ser de grande como la Tierra, para nosotros ver los átomos del tamaño de las uvas.
Si quisiéramos ver a simple vista el núcleo de un átomo, la uva se debería convertir en un edificio de catorce pisos, o como la basílica de San Pedro. Veríamos entonces el núcleo como un grano de sal o una mosca minúscula.
La pelota de tenis adquiriría el tamaño ¿del Sol?


En el terreno de lo subatómico, la Física de newton no funciona. Es cuando necesitamos introducirnos en la Física de los cuantos.


Llegados a este punto, nos queda las partículas subatómicas, que ya ni siquiera se pueden considerar cosas. Son simplemente “una tendencia a existir”, y la fuerza de esa tendencia se expresa en términos de probabilidad. Llamar a una partícula subatómica un “cuanto” es sólo una expresión para entendernos. Puede que con ello, la forma última de la materia no sea sino una pura especulación, o bien, literalmente nada.


El carácter estadístico de la mecánica cuántica nos habla de probabilidades, del comportamiento del grupo, pero no nos puede decir nada del comportamiento de una individualidad, salvo la probabilidad de que haga esto o aquello.
¿Qué es lo que describe la mecánica cuántica?


En Octubre de 1927, se celebró en Bruselas la V reunión de Solvay. Se considera esta reunión la concentración de sabios más numerosa de la historia. Diecisiete premios Nóbel, y uno de ellos, la única mujer, Marie Curie, con dos premios, el de Física y el de Química.


En esa reunión, se produjo una famosa discusión entre Niels Bohr y Albert Einstein. Parece ser que ganó el danés Bohr, porque esta reunión se conoce como la “Interpretación de Copenhague” de la mecánica cuántica, dejando comprometida para siempre la inadecuación de la Física clásica de Newton, para interpretar el mundo, por no poder aplicarse para comprender los fenómenos subatómicos. La cuestión dejaba un vacío conceptual que necesariamente planteaba el cómo la mecánica cuántica lograría ocupar el vacío dejado por la Física de Newton.



La formulación de Solvay 27, coronaba la cuántica como sucesora. Einstein se opuso a ella hasta su muerte, aunque con el tiempo tuvo que reconocer su validez.


La formulación de Copenhague dice más o menos lo siguiente:


“No importa a qué se refiere la mecánica cuántica; lo importante es que funciona”


Con esta declaración, lo racional comenzaba a mezclarse con lo irracional.
La Física convencional se basaba en el convencimiento de que existe una verdad absoluta ahí afuera. Aunque nunca podremos conocer totalmente la maquinaria del reloj.


La interpretación de Copenhague elimina la correspondencia uno a uno entre verdad y teoría. La mecánica cuántica no puede afirmar nada sobre individuos; tan sólo puede estimar en términos de probabilidad el comportamiento de grupos.


El pragmatismo afirma que la mente sólo puede considerar sus ideas sobre la realidad, pero nunca la realidad en sí. La interpretación de Copenhague asume este principio, al forzar a sus miembros a reconocer que un completo conocimiento de la realidad es algo que está por encima de la capacidad de todo pensamiento racional. Esto Einstein no lo podía aceptar. Como tampoco podía aceptar el carácter exclusivamente estadístico de las afirmaciones de la nueva Física, con su famoso “Dios no juega a los dados”.


Así que la nueva Física no se basa en el conocimiento de la verdad absoluta, sino en el conocimiento de nosotros mismos. Esto obliga incluso a comprender con qué parte de nuestro cerebro podemos pensar, si con la izquierda (racional) o con la derecha (intuitiva). Copenhague demostró las limitaciones del hemisferio izquierdo, para declarar la necesidad de empezar a utilizar la intuición del derecho para complementar las deficiencias de una interpretación exclusivamente algorítmica y lineal de la realidad.


El imperio de lo estrictamente racional, relegó lo intuitivo al mundo de lo no científico, de las creencias, o a lo sumo, de la filosofía o incluso de la religión. Freud recuperó el inconsciente como algo que sí influye en nuestro comportamiento. Al tiempo Copenhague extrajo del olvido científico a la parte femenina del cerebro (considerando la masculina, la izquierda).


Así que, la próxima vez que algo nos impresione y nos cause ansiedad, dejemos que la sensación discurra libremente por nuestro interior, sin tratar de comprenderla. Nos daremos cuenta de que la comprenderemos de un modo que no podremos expresar con palabras; es decir, estaremos percibiendo la realidad con la intuición del hemisferio derecho.


Los maestros de Wu Li, perciben la realidad con ambos hemisferios, estableciendo entrambos una danza muy singular.

Entre el Reino de los Cielos y el de la Tierra


Así que nada menos que la Física, nos está situando a los humanos entre el Cielo y la Tierra, entre lo espiritual y lo material… Incluso ya se empieza a hablar entre los enterados de Occidente de Energía Universal, no sé si a propósito de la radiación cósmica de fondo o de otra cosa más etérea, o del Amor de Dios, que por cierto tiene cualidades curativas si se aplica al sistema de chakras del cuerpo sutil que tenemos los seres humanos. Esto me llevará a escribir una próxima entrada, porque resulta fascinante.


Y ¿por qué no podemos estar tratando de la misma cosa?


Lo espiritual y lo material como Una Sola Realidad y no como dos realidades aparentemente antagónicas.

Porque hay dos extremos sociales a los que no les interesa.


El primero de los extremos es el de los “materialistas a ultranza”, que ya no son los físicos, y creo yo que ni siquiera los ateos, sino “los cambistas”, los dueños del dinero, del poder absoluto sobre este mundo.


El segundo de los extremos es el de los “religiosos a ultranza”, los dueños de Dios, los que se hacen pasar por sus representantes, "los líderes religiosos" que ostentan el poder espiritual sobre las conciencias de los creyentes, de las gentes sencillas.


Casualmente ambos sectores sociales (mercaderes y fariseos de la época) fueron contra los que el Buen Jesús de Nazareth descargó toda su artillería. Entró a latigazos en el Templo para echar a los primeros, y calificó de raza de víboras y de sepulcros blanqueados a los segundos.

Cierto es que no se puede servir a dos señores. Pero es que resulta que lo único falso en todo esto es la creación personal de los seres humanos, "el dinero" y todo su contexto, lo que hace de este mundo un estercolero irrespirable. Eso no estaba previsto en la Creación; nos hemos metido en este barrizal nosotros solitos. 



Como no podía ser de otra forma, Jesús de Nazareth terminó crucificado.


Sin embargo, su muerte y el hecho de la resurrección dejó planteada la solución a esa falsa dualidad. Todo Es Él. Somos parte de Él. De Lo Que Es.


No hay distinción alguna entre lo aparentemente material y lo aparentemente espiritual. Todo es Uno. Todo es Consciencia y su manifestación.


Sat, chit, ananda; Amor, comprensión, bienaventuranza; Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo.


Pero para alcanzar a comprender (es un decir) este hecho, “Lo Que Es”, antes hemos de “dejar todo lo que tenemos, dárselo a los pobres y seguirle...”. Pero sobre todo, aceptar que no podremos tener nada dónde reclinar la cabeza.


Por eso los humanos preferimos vivir en el mundo de Matrix, para algarabía y regocijo de los cambistas y mercaderes por un lado, y de los líderes religiosos por otro.


Seguimos conformándonos con vivir dentro de nuestros “modelos de realidad”.

Todo está bien así.




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