Para escuchar la canción, pincha>>> Louis Armstrong - When The Saints Go Marching In
Cuando Todos los Santos de Dios estén entrando en la Gloria, yo quiero estar con ellos, ansío pertenecer a ese número.
¿Quiénes son todos los Santos de Dios?
No son aquellos que se creen en el derecho de serlo porque cumplen unas determinadas condiciones digamos jurídicas o profesionales; no son los que ocupan los primeros puestos en las ceremonias. No son los que quedan justificados al recibir el halago de todos los que buscan algún favor de ellos, porque tienen poder, porque tienen capacidad de decidir sobre lo divino y sobre lo humano.
Sencillamente Todos los Santos de Dios son que cumplen estas condiciones:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
[...]
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
(Mateo 5, 3-12)
En Honduras les hemos conocido por su nombre…
Son, entre muchos otros, estos…
Yola, Bélgica, Reina Margarita, Miguel Ángel, Fredy, Carol, Alejandra, Josué, Silvio, Don Ángel, Jarizel, Ivan y María, Michael y Gilma, Lourdes, Don Hugo, Don Santos, Osorio, Griselda, Don Pedro, Don Nicolás, Trypi, Don Ramón, Doña Vicenta, Nelson, Selena, Rebeca, Anabel y un interminable etc, etc, etc, de benditos de Nuestro Padre que viven en medio de los infiernos que la ambición humana ha creado, o que viviendo en nuestro acomodado mundo, han entregado, están entregando o entregarán sus vidas para compartirla con los bienaventurados.
Fuimos a ayudarles, pretendimos ir allí para aliviarles en su dolor, y al final, como no podría ser de otra forma, han sido ellos los que nos han mostrado el Camino, la Verdad y la Vida.
Son ellos los que nos han dicho “es por aquí”; por aquí se entra a la senda estrecha, la que conduce directamente a la Luz, a la clara luz del vacío; la que te permite traspasar la “Nube del desconocer”, la que te quita la venda de los ojos y te permite ver dónde y en qué consiste la Verdad.
Son ellos los que están materializando con su sufrimiento diario, soportando la espantosa carga de la riqueza que disfruta el Primer Mundo que les condena a ser pobres, la preciosa y memorable frase de Mohamas Gandhi…
La ley que rige la Humanidad es el amor. Si la violencia nos hubiera regido, nos habríamos extinguido hace muchísimo tiempo. (Gandhi, Amor incondicional)
Fuimos allí para ayudarles, y son ellos los que nos han ayudado a Paloma y a mi.
Fuimos allí para salvarles, y son ellos los que nos han salvado.
Fuimos allí para mostrarles el camino, y son ellos los que nos lo han mostrado.
Así que volvemos con el rabo entre las piernas, pidiendo perdón a Dios por nuestra altanería, por nuestra insolencia y nuestro orgullo vano.
La conclusión que podemos dar de nuestra vivencia de Honduras, como podía serlo de India, de Congo o de Sierra Leona o Bolivia, es que todo aquel que desee encontrar el Camino de la Salvación, debe atreverse a mirar a los ojos de los pobres, fijamente, y pedirles humildemente perdón, porque tiene que descender a sus infiernos (al de ellos) para comprender con el corazón, desde lo más profundo de su ser, desde “sus honduras”, que en ellos está en germen la Resurrección, y que en nuestra acomodada forma de vivir está la condenación.
Esta palabra, "condenación", es muy fuerte, pero no encuentro otra mejor para expresar que vivir en nuestro primer mundo puede ser un privilegio para nuestra mente y nuestro cuerpo, pero es una auténtica tragedia para nuestra alma, es decir para nosotros mismos, para nuestra auténtica realidad, si no nos damos cuenta de la Realidad que nos rodea.
¿Lo pillas, querido lector?
Ellos no saben nada de esto. Viven sus vidas en medio de la amargura y del llanto de sus miserias, de la violencia que les martiriza, del desprecio de los poderosos a los que son sometidos. Pero es justamente porque lloran, porque son mansos y humildes de corazón, porque sufren, porque su vida es un calvario, es por eso que tienen las llaves del Reino de los Cielos.
Amig@ que me estás leyendo, quisiera que pudieras sentir en tu corazón este gran mensaje:
La vida no consiste en ver para creer, sino en creer para lograr ver.
Este es el consejo que le dio Jesús a Tomás cuando sólo al ver sus llagas creyó y le dijo "Jesús mío y Dios mío".
Y para creer, no tienes que someterte a la superchería de la gente, ni acatar las creencias y devociones de cada pueblo y localidad.
Creer no es acatar las creencias impuestas por tu tribu. Una cosa es la fe y otra bien distinta las creencias.
Creer significa “contemplar”.
Y contemplar significa simplemente “ver cómo las hojas caen de los árboles” en palabras de Consuelo Martín. Es decir, ver la Vida sin más, y verla con ojos infantiles, con ojos puros.
Porque la contemplación es un estado del ser, ni fácil, ni difícil de alcanzar.
Es simplemente sencillo, si se sabe cuál es su fundamento.
Consiste en atravesar la barrera del silencio y escuchar.
Contemplar es vivir el presente eterno, vivir el momento que nos ha sido dado, bastándole cada día su afán, aceptando humildemente la gracia de disponer del pan de cada día.
Contemplar es no estar encadenado ni a experiencias del pasado, ni a proyectos de futuro.
Contemplar es simplemente ver sin emitir juicios, ni razonamientos, ni elaborar modelos mentales para tratar de comprender.
Contemplar es observar sin emitir criterios de realidad.
Contemplar es ver sin influir en lo observado, sin elaborar fantasías.
Contemplar supone amar lo que es.
Contemplar supone renunciar al uso del pensamiento para acceder a Aquel que da soporte a nuestra existencia.
Contemplar es hacer desierto en el alma.
Contemplar es hacer vacío de uno mismo.
Como Moisés sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y le condujo por el desierto, también nuestro pensamiento tiene que dar el primer paso y ser consciente de sacarnos de la vida cotidiana, conducirnos por el desierto.
Pero has de saber que con él no podemos entrar en la Tierra prometida, en el centro de nosotros mismos, donde Dios habita, por nosotros mismos.
Existe una Puerta que no podemos abrir nosotros.
Más allá de esa Puerta, está el Océano de Dios.
Amigo, y con esto termino…
Si no has comprendido lo que te he escrito, es señal de que has tratado de comprender con la mente, lo que hace inútil tu esfuerzo, y mejor sigue viviendo tu vida, pues lo vas a pasar muy mal, dándote contra un muro imposible de romper.
Si no habiendo comprendido, crees que estoy borracho al decir estas cosas, lo siento por ti.
Si no habiendo comprendido te has quedado intrigado, esto es buena señal.
Si intuyes algo, significa que tu mente empieza a callar, y tu corazón comienza a creer. Y a poco que creas, comenzarás a ver.
Es por eso que cualquier experiencia, cualquier vivencia que un voluntario, un cooperante, un misionero, pretenda vivir, sólo puede tener éxito si se vive desde el interior, desde las honduras del corazón.
Si se te ocurriera ir a India, a Sierra Leona, a Honduras o a Bolivia, o a cualquier otro país en vías de desarrollo (en expresión políticamente correcta), y vas allí con la mente como única herramienta para comprender, te vas a dar una bofetada de la que no te podrás recuperar.
La senda de los pobres de este mundo es para ti, la senda de tu propia Vida Interior, la que has de vivir desde tus propias honduras, desde lo más profundo de ti, donde Dios habita, lo creas o no, lo quieras o no.
Es la senda de la Contemplación, de la vida contemplativa.
Es la senda por donde caminan “Todos los Santos de Dios”.
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