FILOSOFÍA PERENNE de Aldous Huxley (Cap 13)
Resumen y comentarios
1. En las religiones se habla de salvación, liberación. Se entiende en el
cristianismo que es del pecado, de la condena por defecto a la que parece ser estamos
abocados por el simple hecho de existir. Se nos ofrece la vida, sin pedirla, y
esto, que parece un bello regalo, resulta ser en el fondo un regalo envenenado
de maldad. Parece como si Dios, en un gesto de mal gusto, nos creara, por
defecto, destinados a la más severa condenación, puesto que “si no somos
salvados por alguien”, por nosotros mismos, desde nuestra naturaleza humana, y
con nuestras propias fuerzas, estamos condenados sin remisión a una eternidad
más bien indeseable. En estas condiciones, francamente, la mayoría de nosotros,
desearíamos no haber nacido. [NP]
2. Pero no es sólo esta la respuesta al significado de “salvación”. En las
diferentes culturas las hay de muchas clases, e incompatibles entre sí.
Salvacionismos en oferta
3. Existe un salvacionismo material, en primer lugar. Es el deseo de
escapar de todas aquellas situaciones que amenazan la vida. Esto pasa por
solucionar problemas de índole político, social y económico. Pero esto no
consiste exclusivamente en medidas coyunturales. Suele ir acompañado, o intenta
basarse en algún tipo de filosofía a escala cósmica. Si la base no radica en la
Filosofía perenne, nos encontraremos ante “pseudo-religiones”, o idolatría organizada,
que fundamentada en la metafísica del Progreso Inevitable, se
convierte en revolucionismo político, tipo marxismo, y el culto a la nación, como el del dios Moloc[1].
4. En cualquier caso, desde una perspectiva temporal, la salvación es
sinónimo de salir de la miseria hacia una vida, sino holgada, sí al menos
decente, en orden a conseguir un “Mundo feliz”.
5. El ideal de salvación hacia un utópico “Mundo feliz” es una confesión de fe
implícita y semioficial en el democrático Occidente cristiano.
6. En otro orden de cosas, salvación en las diversas religiones significa
pasar de la miseria, el mal y la locura, al bien, la bondad, felicidad y
sabiduría. Este es un escenario que no se considera viable en este mundo
material, sino “en el cielo”.
7. El cielo, para los creyentes de las grandes religiones es una feliz
condición póstuma de indefinida supervivencia personal, como una recompensa por
las miserias inseparables de la vida en un cuerpo.
El Cielo es otra cosa
8. Para la Filosofía perenne, el cielo es otra cosa. Supone la aspiración a la liberación del yo
separado en el tiempo y hacia la eternidad según se advierte en el conocimiento
unitivo de la Base divina. Como la Base puede y debería ser unitivamente
conocida en la vida presente (cuya finalidad y designio últimos no es otra cosa
que este conocimiento), "el cielo" no es una condición exclusivamente
póstuma. Sólo es completamente "salvado" el que es libertado aquí y
ahora.
9. Los medios de salvación son éticos, espirituales e intelectuales, y
quedan resumidos en los ocho pasos de Buda:
Primero, Recta Creencia en la obvia verdad de que la causa del dolor y el
mal es la avidez de existencia separante, egocéntrica, con el corolario de que
no puede haber liberación del mal, sea personal o colectivo, sino desembarazándose
de tal avidez y de la obsesión del "yo", "mi",
"mío";
Segundo, Recta Voluntad, la voluntad de libertarse a sí mismo y a los demás;
Tercero, Recto Hablar, dirigido por la compasión y caridad hacia todos los
seres sensibles;
Cuarto, Recta Acción, con el objeto de crear y mantener la paz y la buena
voluntad;
Quinto, Rectos Medios de Vida, o la elección tan sólo de profesiones no
dañinas, en su ejercicio, para ningún ser humano o, si es posible, para ninguna
criatura viviente;
Sexto, Recto Esfuerzo hacia el dominio de sí mismo;
Séptimo, Recta Atención o Recogimiento, que debe practicarse en todas las
circunstancias de la vida, de modo que nunca hagamos el mal por mera falta de
reflexión, porque "no sabemos lo que hacemos";
Octavo, Recta Contemplación, el conocimiento unitivo de la Base, al cual
dan acceso el recogimiento y el ético anonadamiento prescrito en las seis primeras
ramas del Sendero.
10. Buda fue un hombre que mostraba una tremenda antipatía a hablar sobre
asuntos sin base, por lo que ante el desconocimiento humano de la Divina Base,
rehusaba a hablar de suposiciones. Sólo habló de cómo liberarse el hombre del
sufrimiento y de cómo minorar el sufrimiento
de los demás.
11. Buda escribió el enfoque del budismo primitivo hinayánico[2].
La reforma mahayánica se atreve a introducirse algo en los insoldables
misterios de la Divina realidad. Buda decía: Ananda, sed lámparas para vosotros
mismos y sed un refugio para vosotros mismos. No os trasladéis a ningún refugio
externo. El camino era personal, cada cual el suyo, no había vestigio de acción
comunitaria. El Mahayana cambió radicalmente esta tendencia individualista.
12. Existen tantas concepciones de la salvación como grados de conocimiento
espiritual y que la clase de liberación (o esclavizamiento) logrado por cualquier
alma individual depende del punto hasta el cual esa alma quiera disipar su
esencial voluntaria ignorancia.
13. Siguiendo el mito del Chandogya Upanishad, en realidad lo que ha sucedido
respecto del tema de la salvación es que mientras la mayoría de los humanos han
seguido las reflexiones de Virochana en la parábola de Prajapanti, y así se han
convertido de facto en Asuras, diablos y titanes, adoradores del propio cuerpo,
pues creen que en él está el “yo”, a penas si un pequeño porcentaje de seres
humanos son como Indra, y se han convertido en Devas (ángeles), mediante el
proceso del total aniquilamiento del “yo”. La salvación es pues la muerte del
“yo”, levantándose por encima de la conciencia física, conociendo el “yo” como
distinto de los órganos de los sentidos y la mente. Esto es la abnegación.
14. La versión occidental de este planteamiento es el que expone la
Teología germánica, que ningún hombre podrá jamás ser virtuoso, bueno o feliz
mientras se encuentre fuera del alma, esto es, mientras el hombre tenga trato
con cosas externas mediante sus sentidos y su razón y no se retire dentro de sí
para aprender a comprender su propia vida, quién y qué es. O lo que es lo
mismo, mientras no se niegue a sí mismo, tome su cruz y le siga…
La vida en Dios
15. ¿En qué consiste la salvación? William Law concluye siento absolutamente
categórico y destruyendo con ello muchos falsos castillos en el aire: No consiste en ninguna fe histórica, en
ningún conocimiento histórico de algo ausente o remoto; en ninguna variedad de
restricciones, reglas y métodos para practicar la virtud; en ninguna formalidad
de opinión acerca de la fe y las obras, el arrepentimiento, perdón de los
pecados, o justificación y santificación; en ninguna verdad o rectitud que
puedas obtener de ti mismo, de los mejores hombres y libros, sino única y
enteramente de la vida de Dios, o el Cristo de Dios, avivada y renacida en ti;
en otras palabras, en la restauración y unión perfecta de la primera vida doble
en la humanidad.
16. El renacimiento de Dios dentro del alma, en terminología cristiana, es
esencialmente el mismo hecho de experiencia que los hindúes, más de dos mil
años antes, describían como el advertimiento del Yo como interior y, sin
embargo, trascendentalmente otro que el yo individual.
17. Aquí, Huxley da un paso más hasta afirmar algo que a un cristiano le puede
dejar contra las cuerdas. La salvación obtenida por las creencias en el poder
salvador de Amida[3]
o Jesús, no es la liberación total descrita en los Upanishads, las Escrituras
budistas y los escritos de los místicos cristianos. Es algo diferente, no
meramente en grado, sino en clase.
18. Habla tanta filosofía como te plazca, adora tantos dioses como quieras,
observa todas las ceremonias, canta devotas alabanzas a cuantos seres divinos
te parezca —la liberación no llega jamás ni al final de un centenar de edades,
sin el advertimiento de la Unidad del Yo. Dice Shankara
19. Porque no consiste en ver en Jesús un tótem[4]
capaz de protegerte y de salvarte del mal. Nada que hacer por muchos rezos y
súplicas al tótem si no se alcanza el advertimiento del Yo.
20. Este Yo no es advertible por el estudio, ni aun por la inteligencia y
la erudición, ni por la práctica de ritos religiosos. Este Yo revela su esencia
únicamente a aquel que se aplica al Yo –dice el Katha Upanishad-. El que no
abandonó los caminos del vicio, que no puede dominarse, que no posee la paz
interior, cuya mente está turbada, no puede nunca advertir el Yo, aunque esté lleno
de toda la ciencia del mundo.
Errores de salvación
21. Los errores respecto a la salvación descritos en los Upanishad son de
tres clases.
22. El primera es la “salvación material” se basa
en la creencia de la materia como realidad última, lo que hace tender al predominio
de los salvadores somatotónicos. Y así nos va. Virochana encarnado en poderosos
líderes comunistas, nazis, terroristas islámicos o decididos presidentes
norteamericanos a luchar contra el Eje del mal.
23. El segundo es la “salvación onírica”, en un
mundo a medio camino entre el material y el espiritual, lleno de fenómenos paranormales
y comunicaciones entre espíritus, ESP, etc. Aunque algo separada de lo físico,
sigue estando centrada en el “yo”. Es la indiferenciada conciencia del sueño
profundo, del éxtasis quietista. “La New age en parte navega por estos mares”.
[NP]
24. El tercer error es la “salvación por la vía de la idolatría y
superstición”, tanto idolatría en la razón analítica como la superchería en
mitos, ritos, dogmas y confesiones como si de suyo tuvieran un poder mágico y
eficaz. El cristianismo, penosamente se ha desviado en muchos aspectos hacia
este tipo de error salvífico, con las devociones que rayan en lo mágico a la imaginería
y fórmulas plegáricas, como quien dice frases mágicas para conjurar hechizos.
Por muy buena que sea la intención, se sigue en el terreno del “yo”. Es una
postura egocéntrica, y por ello anclada en el tiempo, la separación de lo demás
y por tanto en la multiplicidad.
25. La salvación, finalmente, resulta ser un estado del alma, en el que,
aniquilado el “yo”, el espíritu humano es totalmente arrebatado por la Divina
realidad hasta fusionarse en el Uno. Es la beatitud, la noche oscura del alma,
la séptima morada de los místicos cristianos, el estado de todos los nudos
desatados del Nirvana budista.
26. El sufismo tiene una bella alegoría, escrita por Niffari el egipcio. Hay naves en el mar que
transportan viajeros; son las sectas y religiones, los dogmas y las organizaciones
religiosas. Las naves naufragan y sus restos (las tablas) se hunden, es decir,
incluso las buenas obras que no llagan a la abnegación total. Y toda fe que no
es el conocimiento unitivo de Dios. La liberación hacia la eternidad es el acto
de lanzarse al mar, a riesgo, como refleja el Evangelio, de arriesgar la propia
vida. Porque “el mar” es el Océano de Dios.
27. Navegar bajo la protección de un trasatlántico religioso, con toda
clase de oropel litúrgico no evita que el rumbo de la gente sea el cajón de Davy
Jones[5]
o un puerto equivocado.
Salvarse es perder la vida
28. Es pues, la Salvación, contra todo pronóstico racional, la antítesis de
la salvación de la vida, es decir, arrojarse al mar, abandonarse a las simas
oceánicas del Todo, estando seguro que en este acto de abandono, lo que somos
nosotros, cada uno de nosotros, simplemente desaparecerá, se perderá. El que
pierda su vida por mí, la salvará (Mt 10, 39).
29. “Perder la vida por Mí”. Dejar de ser “yo” para ser “Tú”. Este mensaje
es universal. Es la verdad más absoluta del ser humano a lo largo de toda la
faz de la Tierra.
30. La apreciación de Niffari acerca de las probabilidades de que un
individuo alcance la finalidad última del hombre no es muy optimista. Pero lo
cierto es que ningún santo o fundador de religión alguna, ningún expositor de
la Filosofía Perenne ha sido jamás optimista. "Muchos son los llamados,
pero pocos los elegidos." Los que no eligen ser elegidos no pueden esperar
nada mejor que alguna forma de salvación parcial bajo condiciones que les permitan
avanzar hacia la liberación completa.
31. Como comentario personal, tengo que decir que este discurso me ha supuesto
una dolorosa travesía del desierto, desde la cómoda situación que describen las
religiones por las que cumpliendo ritos y respetando dogmas estás justificado
en algún puerto al que supuestamente arribará la nave de San Pedro para
adentrarme en los misterios del desierto o del océano de Dios, en pos del Monte
Carmelo, de las moradas séptimas, atravesando noches oscuras y aceptando la
renuncia total a mí mismo, expresada de la forma que mi Señor tenga a bien.
32. Atrás quedan comunidades enteras de rezantes de plegarias dirigidas a
toda la imaginería imaginable transformada en tótems salvíficos y conjuros protectores
de esto y de aquello, cofradías adoradoras de ídolos religiosos, todo ello
aderezado de buenas intenciones ancladas en una plena temporalidad y
multiplicidad. Acaso deba ser así [NP].
[2] Budismo
Hinayana y Budismo Mahayana: La filosofía budista tiene sus raíces en las
enseñanzas de Shakyamuni (Sidharta Gautama, “el Buda”), el fundador histórico
del budismo, quien vivió en la India hace unos 2.500 años. Sus enseñanzas
fueron registradas como sutras (enseñanzas escritas) y se propagaron por toda
el Asia, dando lugar a distintas y numerosas escuelas del Budismo. Después de
la muerte de Shakyamuni, la orden budista experimentó varios cismas y se
formaron entre dieciocho a veinte escuelas, cada una de las cuales desarrolló
su propia interpretación de los sutras. Con el tiempo, los monjes de estas
escuelas tendieron a distanciarse más y más de la comunidad laica,
consagrándose a la práctica de los preceptos monacales y a escribir tratados
doctrinales. Gradualmente perdieron de vista el propósito original del budismo,
que es la iluminación de todas las personas. Esta tendencia fue especialmente notoria
en la escuela Theravada, así como en sus ramificaciones. En los principios del
primer siglo de la era actual, un nuevo grupo de creyentes budistas surgió.
Dichos creyentes se encontraban insatisfechos con lo que percibían como auto
complacencia y elitismo monástico de las antiguas escuelas y aspiraban a la
salvación de toda la gente. Ellos llamaron a su escuela budismo Mahayana, o gran vehículo, denotando una enseñanza que
podía guiar a todas las personas hacia la iluminación y criticaron las escuelas
tradicionales antiguas por buscar sólo la iluminación personal, etiquetándolas
como Hinayana, o vehículo menor. El
budismo Mahayana surgió como un movimiento de reforma que buscaba restaurar el
espíritu original del budismo. El Sutra del Loto es uno de los sutras Mahayana
mejor conocidos. La tradición Mahayana, en la cual se incluye al budismo de
Nichiren, enfatiza la práctica del bodhisattva como un medio hacia la
iluminación, tanto de uno mismo como de los demás, en contraste con enseñanzas
que aspiran sólo a la salvación personal.
[3] El Buda Amida es el corazón de la fe y de la práctica budista
Shin. Primero revelado por el Buda histórico hace 2.600 años, el nombre
Amida deriva del sánscrito antiguo, Amitabha o Amitayus, que significan vida y
luz inmensurable o unidad. La palabra Amida es una personificación o
símbolo para indicar la dimensión trascendental y misteriosa, que es "no
nacido, no creado y sin forma" también conocido como dharmakaya, el
shunyata (vacío), la vida única, la Gran Compasión y la naturaleza Buda. El budismo Shin fue fundado hace más de
800 años en Japón por el reformador religioso Shinran Shonin (1173-1262). El
camino Shin es la última rama de la antigua tradición de Tierra Pura de 2,500
años, establecida en la India, por nuestro Buda histórico. La palabra Shin
significa "corazón" o " núcleo", entonces el budismo Shin
puede significar el Corazón del budismo, pero el nombre original en
japonés es Jodo Shinshu que significa “la Esencia Verdadera (el Corazón) del
Camino de la Tierra Pura.”
[4] Un tótem es un
objeto, ser o animal
sobrenatural,
que en las mitologías de algunas culturas se toma como emblema de la
tribu o del individuo; éste puede incluir una diversidad de atributos y
significados.
[5] Davy Jones debe su existencia a las leyendas de marineros y piratas, desde mucho
antes de estas películas. Se trata de un demonio legendario que se adueña de
los caídos en el mar. Según algunos, fue un galés, convertido en pañolero del
mundo submarino. Su nombre deriva de "Duffy Jonás", siendo Duffy una
antigua palabra usada por los negros para designar a los espíritus o fantasmas.
Se puede confirmar su existencia anterior a estas películas en relatos de
piratas, y otros libros de aventura de esa índole; dos ejemplos serían Moby
Dick (en donde es mencionado por el capitán Péleg) y el relato alegórico El Rey
Peste de Edgar Allan Poe en el cuál, un marinero le menciona elevándolo a la
categoría de un rey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario