FILOSOFÍA PERENNE de Aldous Huxley (Cap 11)
Resumen y comentarios
Tema 3 Los opuestos
El bien y el mal
1.
El deseo es el primer dato de nuestra conciencia; al nacer entramos en
la esfera de la simpatía y la antipatía, el anhelo y la voluntad. Inconscientemente
al principio, luego conscientemente, evaluamos: "Esto es bueno, aquello es
malo." Y un poco más tarde descubrimos la obligación. "Esto, que es
bueno, debería hacerse; aquello, que es malo, no debería hacerse."
De los juicios de valor
2. Con el tiempo, nos damos cuenta de que nuestros juicios de valor no son
siempre correctos, como las sentencias de un juzgado de primera instancia no
son ratificadas por un tribunal superior.
3. La penetración moral de las personas no es una cuestión estrictamente
personal. Hasta el juez más sabio se guía de la legislación (en realidad lo que
hace es aplicarla), y si hay duda, tira de jurisprudencia. Somos miembros de
comunidades humanas, las cuales han descargado, por educación, todo el peso de
la cultura y tradiciones anteriores a nosotros.
4. Son pocos los que no aceptan a priori, al menos, el código legal, ético
y moral de la comunidad en la que han nacido y crecido.
5. En terminología cristiana, digamos que las personas no suelen cometer
pecados mortales, los que atentan contra todo eso, y cuando los cometen, suelen
arrepentirse. Otra cosa son los veniales, que ya no son delitos, sino faltas.
Eso abunda.
6. Filósofos y teólogos han procurado establecer una base teórica para los
códigos morales existentes, mediante los cuales los individuos juzgan sus
evaluaciones espontáneas.
7. Desde Moises a Bentham[1],
pasando por todas las doctrinas religiosas, la humanidad ha desarrollado
principios y códigos de conducta para hacer esta vida razonablemente
respirable.
8. Los expositores de la Filosofía perenne han coincidido en el sistema de principios
éticos al juzgar las valoraciones propias y ajenas. Los principios son simples,
su aplicación, complicada.
9. Concedido que la base del alma individual es afín a la divina Base de
toda existencia, o idéntica con ella, y concedido que esta Base divina es una inefable
Divinidad que se manifiesta como Dios personal, o aun como el Logos encarnado,
¿cuál es la naturaleza final del bien y el mal, y cuál el verdadero designio y
último fin de la vida humana?
10. En este punto, Aldous Huxley se confiesa abiertamente admirador de
William Law, según él, un extraordinario exponente de la espiritualidad y mística
de la iglesia anglicana.[2]
Es prácticamente desconocido en España y en el entorno católico.
11.
Es interesante el comentario
de Huxley respecto del olvido de Law (que se podría extender a
cualesquiera de nuestros místicos): Nuestro
ordinario olvido de Law es aun otra de las muchas indicaciones de que los
educadores del siglo XX han cesado de preocuparse por cuestiones de verdad o
significación final y (fuera del mero adiestramiento profesional) se interesan
solamente en la diseminación de una cultura sin arraigo ni pertinencia y en el
fomento de la solemne tontería de lo docto por amor a lo docto.
12.
Buda dice que en el infierno
arde el “yo”, la mente, los pensamientos desviados; y todos ellos arden en el
fuego de la codicia, del rencor, apasionamiento, apegos, nacimiento, vejez y
muerte, y en el fuego de la desesperación. Y Rumi afirma que si no has visto al
diablo, mírate al espejo.
13. Dice Law que la diferencia entre un
hombre bueno y otro malo no es en el hecho de que uno hace cosas buenas y el
otro malas, sino que el primero se deja llevar del “viviente”, la divina
realidad que hay en él. El otro se resiste. Esto concuerda con el aserto de
Eckhart, que afirma, deberíamos preocuparnos más en ser que en hacer. Porque
de la bondad o maldad de lo primero, se expresa la realidad en los actos de lo
segundo. O lo que es lo mismo para Oriente, “lo que crees ser, es lo que en
realidad eres”, del Bhagavad Gita.
14. La naturaleza del ser de un hombre determina la de sus actos, y se manifiesta
en su mente, en su modo de pensar. La belleza y la fealdad de sus actos depende
de la intensidad con la que esté su pensamiento centrado en Dios, o en su “yo”
personal.
15. Como la piedra hace constantemente su trabajo, pues hasta cuando no
está cayendo, tiene el peso que le haría caer, en su caso, el ser de un hombre
es energía latente hacia Dios o lejos de Él.
16. Para William Law la codicia, el orgullo, la
envidia y la ira son cuatro elementos inseparables del “yo”. Los cuatro
determinan el infierno en el que nuestro “yo” convierte la vida, y generan su
propio tormento. La codicia, la envidia y el orgullo no tienen causa externa,
son inherente al ser humano. La ira surge de momentos en que las tres primeras
son negadas por las circunstancias. El alma está atrapada en ellas cuatro, sin
posibilidad de liberarse.
17. No podemos, según Charles de Condren[3]
conocer el grado concreto de nuestra perversidad, ni representar nuestros
pecados en su verdadera fealdad, excepto si son iluminados por la luz de Dios. Dios
da a las almas una impresión de la enormidad del pecado, mediante la cual les
hace sentir que el pecado es incomparablemente mayor de lo que parece.
De la Creación y la caída
18. Los ángeles caídos, los hombres caídos, los demonios, vivimos en el infierno
que han generado nuestras actitudes y nuestras obras, hijas de aquellas. No hay
ningún infierno más allá del que experimentamos con nuestra vida de pecado. No
hay venganza. La decisión, el libre albedrío de separarnos de la Divina
realidad supone nuestro personal juicio, cuya sentencia obedece a nuestra
propia decisión, y el estado en el que nos sumerge ya, ahora, es el infierno
tan temido. Vivimos en el ambiente espiritual en el que hemos decidido vivir.
Si en la virtud, viviremos en Gracia; si en el pecado, el infierno en nuestras
vidas está servido.
19. Sólo uno es bueno, y este es Dios, porque sólo viviendo en Él, podemos
experimentar la luz y la belleza. Sin embargo, ¿A cuántas invenciones no ha de
recurrir cierta gente para ahuyentar cierta inquietud íntima que les asusta y
no saben de dónde viene? Hay en ellos un espíritu caído, un oscuro y doloroso
fuego que nunca tuvo su adecuado alivio y está intentando descubrirse y
gritando socorro cada vez que cesa el gozo mundano.
20. El la tradición judeocristiana, la caída sigue a la Creación, debida al
empleo egocéntrico del libre albedrío, que debería haber permanecido centrado
en la Divinidad y no en el “yo”. Pero la Creación, según Huxley, no es el preludio
de la caída, sino la caída en sí, pues ofrece las condiciones para que la caída
se dé. De hecho, Dios sabía lo que iba a suceder, nada más crear al ser humano.
Aunque el Génesis lo presenta como un accidente
imprevisto, motivado por un ser no referido en el relato de la creación, toda
la epopeya humana entraba de lleno en los planes de Dios. La Historia de la
salvación no puede ser sólo el relato de cómo Dios se las tuvo que apañar para
corregir el estropicio de la serpiente.
21. Que el paso de la unidad de la existencia espiritual a la multiplicidad
de la temporal es una parte esencial de la Caída se expone claramente en las
versiones hindú y budista de la Filosofía Perenne. El dolor y el mal son inseparables
de la existencia individual en un mundo del tiempo; y, para los seres humanos,
hay una intensificación de este dolor y mal inevitable cuando el deseo se
vuelve hacia el yo y los muchos, más bien que hacia la Base divina. Es decir,
el dolor y el mal son parte de la Creación de Dios de un mundo de multiplicidad
y sujeto al tiempo.
22. La visión judeocristiana de la Creación supone que exceptuando el
hombre, el resto de la Creación, que queda a su servicio y disfrute (no sé si
esta creencia nos ha llevado a los albores de un impredecible cambio climático
y deterioro ambiental absolutamente dramático [NP]), está condenada o bien a
permanecer tal y como está, sin posibilidad de evolucionar a formas de vida
mejores y más inteligentes, o a involucionar, es decir, toda la Creación se
encuentra en un callejón sin salida.
23. En resumen, la Filosofía perenne afirma que el bien es la conformidad del
separado “yo”, con la Divina base que le ha dado el ser, y su final aniquilamiento
en Ella. Los estados equivocados del espíritu con incompatibles con el
conocimiento unitivo de la Divina base, o Bien supremo.
[1] Jeremy
Bentham (n. 15 de febrero de 1748 en Houndsditch — Londres
el 6 de junio
de 1832)
fue un pensador inglés, padre del utilitarismo.
Acuñó el término “deontología” o teoría del deber.
[2] William
Law (y II) (1686 – 9 de abril
de 1761)
fue un predicador
inglés,
nacido en Kings Cliffe, Northamptonshire. Continuando con la referencia
a pie de página Nº 1, Pag 5… (de Wikipedia)
Fue ordenado en 1711. Residió en Cambridge,
donde enseñó. El ascenso al trono de Jorge I
le impidió seguir, dado que no prestó el juramento de adhesión al nuevo gobierno
y abjuración de los Estuardo.
Durante los años
siguientes parece que vivió en Londres. En 1727 era tutor de Edward, hijo de Edward Gibbon
(1666-1736) en Putney, a quien acompañó como ayo a Cambridge, donde estuvo
durante cuatro años. Cuando su pupilo marcó al extranjero, Law continuó
en la casa de Gibbon, en Putney, actuando como consejero espiritual no sólo de
la familia, sino de toda una serie de amigos que iban por allí, entre los que
estaban los dos hermanos John y Charles
Wesley, John Byrom el poeta, George Cheyne el médico y Archibald
Hutcheson, miembro del Parlamento. En 1740 Law se retiró a Kings
Cliffe, que había heredado de su padre, donde vivió con dos damas: la Sra.
Hutcheson, la rica viuda de su viejo amigo, quien la recomendó en su lecho de
muerte que se dejara guiar por Law espiritualmente, y la Srta. Hester Gibbon,
hermana de su último alumno. Los tres vivieron durante 21 años una vida de
recogimiento, devoción, estudio y caridad, hasta que Law murió el 9 de abril de
1761. De sus obras como escritor, es conocido sobre todo por A Serious Call to
a Devout and Holy Life (1729). En España
se ha publicado El espíritu de oración (1998).
[3] Charles de Condren 1588-1651 Teólogo francés.
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