FILOSOFÍA PERENNE de Aldous Huxley (Cap 20)
Resumen y comentarios
1.
Para William Law, la tragedia del
cristianismo tiene una causa totalmente lógica. Determinados príncipes de la
Iglesia, (lamentablemente más de los que sería deseable) a lo largo de la
Historia se han dirigido a Dios sin apartarse de sí mismos. Han querido ver a
Dios sin morir antes a su propia naturaleza, así que la religión en manos de
sus “yoes”, de la naturaleza corrompida
no puede producir otra cosa que lo que ha producido. Desordenadas pasiones de
papas, obispos, sacerdotes y hombres supuestamente consagrados, escándalo
descomunal para la gente sencilla, pasiones desordenadas en hombres que debían
haber sido “luz del mundo”, pero en quienes han ardido las llamas de las peores
pasiones, queriendo santificar actos que la naturaleza se avergonzaría
confesar.
2.
Y por ellos, la Iglesia ha sufrido
lentamente el gran descrédito que padece en la actualidad, pues es clara la
sospecha de que detrás del esfuerzo evangelizador exista el oscuro deseo de
aumentar el número de clientes y agradecidos contribuyentes al sostenimiento y
más que sostenimiento, enriquecimiento económico de la organización católica -
vaticana. Y esto es una descomunal injusticia para todos aquellos que luchan
por difundir el mensaje de Jesús de Nazareth, y mueren por ello. [NP]
3.
Estos falsos hombres, son tentados
a practicar ritos mágicos, con los que pretenden obligar a Dios a acceder a sus
peticiones y ocultos fines particulares. Feo negocio este de los sacrificios,
contrario a la máxima de Jesús “misericordia quiero, no sacrificios”, “vana
repetición”[1],[2].
Usan el nombre de Dios en el vano deseo de lograr poder.
4.
La Historia ha sido testigo de una
cadena interminable de maldades perpetradas por ambiciosos idealistas, usando
una vana palabrería, en nombre de Dios, de la Iglesia, de la Fe, de la
revolución, del nuevo orden, de las libertades, etc… Cada época tiene su
conjunto de palabras talismanes con las que alucinar, hipnotizar y enardecer a
las masas. Siempre es igual.
5.
Los sacrificios y la vana
repetición, finalmente tiene sus frutos, sobre todo cuando son practicados con
austeridad y sugestión. Los hombres que
se dirigen a Dios sin renunciar a sí mismos, a Dios no alcanzarán, eso está claro,
pero si obtienen curiosos resultados. Primero para sí mismos mediante la
autosugestión (hasta se curan enfermedades). Segundo por la emergencia de ese
algo distinto de nosotros que siempre hay en nuestra esfera psíquica (una
objetividad de segunda mano). Con esto, incluso impresionan de poseer
facultades paranormales, tales como la percepción extrasensorial.
6.
La pregunta es esta: ¿es deseable
obtener lo que uno desea? ¿es deseable poseer facultades milagrosas?
7.
Cualquier sacrificio que no sea el
de uno mismo, nos coloca al mismo nivel de los cerdos de Chang Tse, que
preferirían vivir de afrecho que cebarse de pienso para después ir al matadero.
8.
Con el sacrificio de Jesús, el
único sacrificio digno es el de uno mismo, cualquier otro ceremonial es pura y
vacía vanidad.
9.
Los
ritos y las vanas repeticiones tienen su lugar legítimo en religión como ayuda
al recogimiento, recordatorio de una verdad momentáneamente olvidada en la
barahúnda de las distracciones mundanas. Cuando se ejecutan como una especie de
magia, su empleo carece completamente de sentido o, en otro caso (y esto es
peor), puede producir una exaltación del yo, lo que no contribuye en modo alguno
al logro de la finalidad última del hombre.
10.
Mientras el símbolo se vea como
tal símbolo, no hay peligro. El riesgo está en verlo como un fin en sí mismo.
11.
Inclusive los sacramentos, vistos
como fin en sí mismos son un peligro, pues no son realmente otra cosa que símbolos
de lo sagrado. Nadie se salva por el sólo hecho del acto físico de bautizarse o
de recibir la Eucaristía. Estos dos máximos exponentes del dogma católico son
literalmente nada, si no hay una conversión de corazón. Es más, son pura
superchería.
12.
Las escrituras sagradas de las
religiones pueden leerse de tres formas diferentes; la primera, de modo
literal, que suele desembocar en actitudes cercanas al fundamentalismo. La
segunda con la mente, que deriva en tratados teológicos, con interés relativo,
comprensible por los sabios, pero no por la gente común. La tercera forma de
lectura es con el corazón, desde lo más profundo del ser. Esta forma conduce a
la mística. [NP]
13.
Pues bien, en el budismo ocurrió
que la interpretación literal de las escrituras del Buda, fue provocando un
alejamiento de la esencia del propio budismo, ahogándose la gente en un mar de
letras, sin saber cómo llegar a la esencia de la verdad. La reacción a esta
situación fue lo que provocó la aparición de los Padres del Zen, lo que se conoce como una transmisión especial, fuera de las
escrituras.
14.
Zen[3]
es, como refiere Chang Chih–Chi, el nombre dado a la rama del budismo que se mantiene apartada del
Buda. Es también llamada la rama mística, porque no sigue el sentido literal de
las sutras. Por esta razón es seguro que los que siguen ciegamente los pasos
del Buda se burlarán del Zen, mientras que los que no gustan de la letra son
naturalmente propensos al modo místico de abordar el tema.
15.
Dicho en palabras sencillas, el
Zen al Budismo es la rama mística, que prescinde de cualquier artefacto
adicional que impida la meditación y la experiencia mística. Es decir, el Zen
es la rama mística del budismo, como el sufí es la rama mística del islám. No
obstante, las luchas entre ramas reflejan la poca madurez de los que se
enzarzan en ellas.
16.
Las disputas sobre el espíritu de
la letra en el contexto religioso, muchas veces desemboca en discusiones y
disputas (a veces sangrientas), sin ninguna utilidad. Es lo que se denomina
“discusión bizantina”[4].
Los teólogos suelen enzarzarse en este tipo de discusiones, con resultados a
veces dramáticos, pues se puede llegar a los cismas, que es el peor daño que se
le puede hacer a una religión; cismas que ocultan intereses políticos y personales
de los príncipes de las iglesias, de los que tenemos ejemplos de sobra
dolorosos en el cristianismo y en el resto de religiones. Y esto por una
sola razón, porque se dice buscar a Dios, cuando en realidad nos estamos buscando
a nosotros mismos, y nuestra propia satisfacción auto reconocimiento y gloria
ante los hombres.
17.
La gente obtiene siempre lo que
pide; la única dificultad es que no sabe nunca, hasta que la obtiene, qué cosa
es lo que realmente pidió.
18.
Atender al servicio de Dios es
aburrido; pero ¡qué divertido discutir, vencer a los contrarios, perder los
estribos y llamarlo "justa indignación", y por fin pasar de la
controversia a los golpes, de las palabras a lo que San Agustín tan
deliciosamente describía como la "benigna aspereza" de la persecución
y el castigo!
19.
La Europa protestante obtuvo la
teología que le gustaba, pero como efecto colateral de esa teología luterana
obtuvo la guerra de los treinta años[5],
el capitalismo y el propio nazismo, porque en palabras de Huxley, el protestantismo
luterano adora a un Dios que no es justo ni misericordioso. La ley de la
Naturaleza, tribunal de apelación de Lutero, es identificada con el orden
social. Si la recta creencia es la primera rama del óctuple sendero, la errónea
creencia o ignorancia es la raíz de la esclavitud.
20.
Lo que en su origen tuvo una causa
justificada, los excesos de la Iglesia de Roma, al final fue un peligroso viaje
a ninguna parte que ha generado una atomización del cristianismo protestante en
múltiples sectas, a veces incompatibles entre sí, fuente de disputas y de
encendidos odios. Se han buscado a sí mismo, justificando en esta búsqueda, la
búsqueda de un Dios que no existe.
[1] Y cuando oréis, no digáis vanas repeticiones,
como los gentiles, pues ya sabe vuestro Padre Celestial de qué tenéis necesidad.
Mt 6, 7-8
[2] La vana
repetición es la tendencia a rezos repetitivos, como los mantras, el rosario,
que según la intención con la que se recen, más parecen una forma de obligar
“por pesadez” a Dios a que acceda a nuestras peticiones. No es tanto problema
el rezo en concreto, la súplica, la letanía, sino el “erre que erre”, la
insistencia reiterativa, lo que hace de una súplica, de una oración, una “vana
repetición”.
[3]
Budismo Zen Como toda escuela
budista, el Zen tiene sus orígenes en India. La palabra Zen es
la lectura en japonés del carácter chino chán (禪), que a su vez es una
transcripción del término sánscrito dhyāna, traducido normalmente como "meditación".
La influencia de esta escuela llegó hasta Corea, en donde se llama
son, y también hasta Vietnam, en donde se conoce como thiền. Nótese que los nombres
antes mencionados (a excepción del sánscrito) son distintas pronunciaciones del
mismo ideograma
chino. El desarrollo del Zen parte pues de una noción doctrinal en los sutras
budistas del mahayana en donde se afirma la preeminencia del cultivo de dhyana
como la vía preferente para conseguir el nirvana.[1]
El budismo primigenio observaba una progresión en distintos estados de la
meditación o jhanas[2]
que suceden en un cultivo gradual del practicante. En este contexto, el Zen afirmará
la existencia de un acceso directo y espontáneo al último y superior de todos
ellos - aquel que precede inmediatamente a la experiencia del nirvana - sin
necesidad de experimentar los anteriores, mediante vías de acceso espontáneas y
que son ajenas a la intelectualización de lo aprendido o a una noción de crecimiento
gradual en el perfeccionamiento espiritual. El Zen es por antonomasia la
tradición budista de la intuición y la espontaneidad.
[4] Discusión
bizantina: Este dicho tiene su origen en los interminables debates que
mantenían los griegos del Bajo Imperio sobre el sexo de los ángeles. La cosa no
hubiese trascendido, de no ser porque el debate se produjo en un momento
políticamente delicado : los turcos estaban a punto de conquistar Constantinopla
y los eruditos de Bizancio, en lugar de dar prioridad a pensar en cómo
defenderse de los enemigos, perdían el tiempo en discusiones angelicales. Es
por ello por lo que la expresión “discusión bizantina” se utiliza hoy para
ridiculizar las discusiones intrascendentes y ociosas de las personas que no
tienen en cuenta los problemas reales y acuciantes.
[5] La
Guerra de los Treinta Años fue una guerra librada
en la Europa Central (principalmente Alemania)
entre los años 1618
y 1648,
en la que intervino la mayoría de las grandes
potencias europeas de la época. Esta guerra marcará el futuro del
conjunto de Europa en los siglos posteriores.
Aunque
inicialmente se trató de un conflicto religioso entre estados partidarios de la
reforma y la contrarreforma
dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico,
la intervención paulatina de las distintas potencias europeas gradualmente
convirtió el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no
necesariamente relacionadas con la religión:[4] búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar
la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival,
etc.
La Guerra de los
Treinta Años llegó a su final con la Paz de
Westfalia y la Paz de los Pirineos, y supuso el punto
culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (el
Imperio español y el Sacro Imperio Romano-Germánico)
por la hegemonía en Europa, que conduciría en años posteriores a guerras nuevas
entre ambas potencias. La Paz de Westfalia fue el origen de moderna Europa de
los estados, tal y como los conocemos en la actualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario