FILOSOFÍA PERENNE de Aldous Huxley (Cap 21)
Resumen y comentarios
La idolatría
1.
La idolatría, hoy en día, tal y
como se la conoció en la antigüedad, como adorar al becerro de oro, está en
desuso. No obstante, en lo profundo de las gentes, persiste un cierto tipo de
superchería y fetichismo, que se expresa en llevar amuletos, consultar las
cartas del tarot, los horóscopos, etc. Pero estos usos, en general, se
consideran más distracciones y entretenimientos que temas con calado importante
en la sociedad. Aunque hay gente que se lo toma muy en serio.
2.
Pero aquella idolatría, no ha
muerto, sino que se ha desarrollado bajo otras formas más sutiles de
manifestación.
3.
La educación de la sociedad
moderna y postmoderna, ha desacreditado la idolatría, pero como no ha
potenciado la vivencia de la espiritualidad y el conocimiento de la Filosofía
perenne (el contexto religioso), el
vacío que queda, alguien lo está llenando. Ese alguien no es otro que los
“ideales estrictamente humanos”. Hablamos de la idolatría política, moral y
tecnológica.
4.
La idolatría tecnológica es la más infantil, pues se basa en la
creencia de que la tecnología nos redimirá de todos los males de este mundo.
Podrá superar los problemas del hambre, del cambio climático, de la contaminación,
de la escasez de energía, del agua, etc. Todo podrá resolverse con la
tecnología. No hay miedo social (a pesar del cine) a la amenaza del mal uso de
la tecnología. No hay miedo a Némesis. Seguimos pensando, como en tiempos de
Huxley, que podemos obtener algo o mucho, a cambio de nada.
5.
La idolatría política es menos ingenua. Sus seguidores ofrecen su
culto, no a máquinas redentoras, sino a organizaciones redentoras, partidos
políticos, instituciones nacionales e internacionales, organizaciones
reguladoras de los mercados, Organizaciones no gubernamentales, etc. Es la fe
puesta en la capacidad del ser humano en resolver sus propios problemas, que
originados desde la mentalidad que los ha provocado, con la misma mentalidad
cree que los podrá resolver.
6.
La idolatría moral es más realista que la política, pues reconoce
que no basta con crear organismos que combatan los problemas para garantizar el
triunfo de la virtud y la felicidad. Reconocen que tiene que haber un reforzamiento
de los principios éticos. Proclaman la solidaridad, la cooperación, la equidad.
En el fondo son difusores de palabras talismanes que se convierten en tópicos,
que por sabidos, manoseados y utilizados para convencer al electorado, pierden
todo su valor finalmente. Rinden culto a los ideales éticos, al tratar a la
virtud como fin en sí misma.
7.
En las tres idolatrías permanece
la autonomía del ser humano frente a la existencia. Persiste la creencia de que
la Humanidad se basta y se sobra a sí misma para resolver sus propios
problemas. Sigue alimentándose de la fruta del árbol prohibido, de la Ciencia,
del bien y del mal. Sigue sin reconocer que las actitudes que han originado
todos los males de este mundo no pueden ser jamás las mismas que consigan dar
con la solución de los mismos problemas que han ocasionado. Sigue ignorando la
Divina realidad, sigue dándole la espalda. Sigue ignorando la Filosofía perenne.
8.
Un fanático[1] adora la creación de su
propio deseo. El fanatismo es, en palabras de Voltaire, a
la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la
cólera. El que tiene éxtasis, visiones, el que toma los sueños por realidades y
sus imaginaciones por profecías es un fanático novicio de grandes esperanzas;
podrá pronto llegar a matar por el amor de Dios.
9.
Cristo, como encarnación de Dios,
es el único que no puede ser convertido en ídolo, ni inspirar idolatría, porque
en Él se combinan todas las ideas de perfección, que alcanzan al ser humano
mediante la Gracia, transferencia de la virtud divina eterna al ser humano,
temporal.
10.
El conjunto de todas las virtudes
imaginables, tratando de ser soportadas y enaltecidas sobre la base de la
naturaleza humana, se constituyen en idolatría, por tanto se convierten en
adoración del propio deseo. Los humanos tenemos gran facilidad para imaginarnos
los mundos ideales, donde reine la paz y la justicia, y todos los hombres sean
hermanos, pero en la medida en que las únicas capacidades que creemos ser
capaces de aportar son las mismas que han convertido este mundo en lo que es,
convierten esos mundos ideales en una quimera, “aquello que se propone a la
imaginación como posible o verdadero, sin serlo” (RAE).
11.
Las virtudes de origen humano,
idealizadas por los humanos, al final terminan convirtiéndose en las virtudes
de los escribas y fariseos, que paradójicamente se convierten en los peores
males morales, pues resbalan sutilmente hacia los ámbitos de la dureza, el
fanatismo y la falta de caridad, así como
en el orgullo espiritual.
12.
Un curso o proceso de estoico entrenamiento
para el mejoramiento de sí mismo por medio del esfuerzo personal sin consciencia
de la Divina realidad o secundado tan sólo por las pseudos gracias humanas concedidas
cuando el individuo se consagra a la consecución de un fin que no es su
verdadero fin, cuando la meta no es Dios, sino meramente una aumentada
proyección de sus propias ideas favoritas o excelencias morales, termina
convirtiendo a esa persona en “justa”, y lo peor es que se lo cree. Al creerse
justa, desarrolla una soberbia superlativa y un desaforado culto a sí mismo, un
culto idólatra a los valores éticos por sí mismos. Esto conduce a una hipócrita
rectitud, que desprecia a los que no son como él. Raza de víboras, sepulcros
blanqueados y guías ciegos, los denomina Jesús.
13.
Las castas sacerdotales están
siempre sometidas a este gran pecado, pues para el gran público se constituyen
en profesionales de la santidad, lo que entraña un gran peligro de idolatría de
si mismos. Que casi la totalidad de los santos declarados tales por la Iglesia
católica sean personas consagradas, siendo proporcionalmente un muy pequeño
porcentaje de la población católica, impresiona que algo de cierto hay en esta
afirmación.
14.
La peor de las idolatrías es la de
uno mismo.
[1] Fanatismo: Defensa apasionada, exacerbada e irracional de
creencias, opiniones o ideologías. Existen varios tipos de fanatismo, y se producen debido a la afinidad con una
persona, religión, ideología, o un pasatiempo entre otros tópicos. La
etimología del término fanatismo deriva de "fanum", que significa
templo, por tanto, fanatismo quería decir perteneciente al templo. En un
principio, la noción de fanatismo se relacionó con la religión pero con el
correr del tiempo se amplió y en la actualidad puede ser definido como una
pasión compartida por un objetivo al que se concede un valor absoluto. El rasgo
distintivo del fanatismo es su emergencia cuando se otorga un valor absoluto a
las propias creencias, sean éstas de carácter religioso, político, social o de
otro tipo. Partir de un valor absoluto implica relativizar o ver negativamente
cualquier otro valor, construyendo un pensamiento simplificado del tipo bueno,
malo.
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