Láminas
del calendario de “Las muy ricas horas del Duque de Berry”
REF:
http://valdeperrillos.com/book/export/html/4675
1
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí
no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más
fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto
por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis
en mí.
5
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése
da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no
permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. 9
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Os he dicho esto,
para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
12
Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he
amado.
13
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
Juan
15 (1-13)
Es tiempo de podar la viña.
En invierno es
momento de podar la viña. Y recordad: ¡Siempre en luna menguante! Porque en
esta fase lunar las plantas están más aletargadas en esos momentos y las
heridas que se producen en la poda les afectan en menor medida.
Aunque los viejos decían Pasando San Vicente ni menguante ni creciente.
Aunque los viejos decían Pasando San Vicente ni menguante ni creciente.
http://labreblog.blogspot.com.es/2008/12/podando-la-via.html
Introducción
Al árbol demasiado crecido es conveniente
talarlo para que renueve su fuerza.
Al bosque demasiado crecido la naturaleza se
encarga de, periódicamente, provocar un incendio, para que la flora brote de
nuevo, una vez purificada, con renovado vigor.
La vida en la Tierra ha sido sometida
periódicamente (cada cientos de millones de años), a grandes extinciones por
muy diversos motivos; tras las que los supervivientes renacieron de las cenizas
de la catástrofe con fuerza inusitada, para volver la Vida a conquistar de
nuevo el Planeta, protagonizando un nuevo y decisivo avance en la Evolución,
perdiéndose para siempre ramas evolutivas agotadas y en vía muerta.
Las comunidades humanas han sufrido
históricamente el rigor de esta disciplina renovadora a través de la caída y
extinción de los imperios y civilizaciones; eso sí, siempre a costa de grandes
sacrificios, guerras y con un alto precio en vidas humanas.
Con este proceso cíclico de crecimiento,
extinción y renovación dramáticos, la vida obedece esencialmente a la Segunda
Ley de la Termodinámica que sentencia lo siguiente:
"La cantidad de entropía del Universo, tiende a
incrementarse con el tiempo"
Este principio conlleva el concepto de irreversibilidad y de entropía, donde desde esta perspectiva termodinámica, todos los procesos
naturales son irreversibles y tienden al desorden. El fenómeno de la
irreversibilidad resulta del hecho de que si un sistema termodinámico de
moléculas interactivas es trasladado de un estado termodinámico a otro, no es
posible revertir el proceso para volver al estado inicial. La entropía expresa
la cantidad de energía que ya no es posible utilizar para generar trabajo. Decir
por tanto entropía es equivalente a decir desorden, y el desorden conduce al
caos, o incapacidad de predecir el comportamiento de las cosas.
La vida parece como si violara la Segunda Ley,
pues puede revertir el proceso, eso sí, contando con un plus de energía
(capacidad de generar calor, que se define como "entalpía"), capaz de
regenerar el sistema y de conseguir el "estado estable" en el que a
la función catabólica (que genera trabajo y gasta energía e incrementa la
entropía), se opone la función anabólica (que es capaz de producir entalpía,
energía, calor a partir de nutrientes). Esta aparente violación (que en el
fondo no es tal, pero lo parece), es lo que nos permite vivir en este mundo
físico a los seres vivos.
Dicho esto de modo resumido, el corolario que
se desprende es tal que la vida necesita renovarse, en el extremo, para no
morir por agotamiento de sus posibilidades de mantener sus estructuras
estables. Porque el estado estable (en el que todos nosotros, individuos y
comunidades humanas nos encontramos en ausencia de enfermedad física o social)
con el tiempo se tiene que rendir a la evidencia de que la entropía siempre
termina venciendo a la entalpía (orden).
Cuando una rama evolutiva no es capaz de
mantener sus especies en modo estable o en desarrollo, se agota y al final
desaparece al ser incapaz de responder a las adversidades de un medio ambiente
duramente alterado por las diversas causas que han generado las grandes
extinciones sobre la Tierra.
Esta explicación, que he tratado de hacer lo
más sencilla posible permite ser aplicada a cualquier proceso evolutivo, y muy
concretamente al que se está viviendo en la actualidad en el Planeta y que nos
afecta absolutamente a todos los seres humanos.
El mundo está en la actualidad viviendo los
últimos años o última/s década/s de un largo ciclo económico, el basado en el
modelo capitalista de vivir, de trabajar y en general, de hacer las cosas,
basado en el principio del egoísmo (o derecho individual de beneficiarse del
propio trabajo, según proclamó Calvino en el Siglo XVI), y que ha derivado en
la legitimación de la maximización del propio beneficio, cimiento de la teoría
neoclásica, la teoría de la acumulación (o vicio privado de acaparar), a la que
en principio debía haberse opuesto la capacidad estatal de regulación (o virtud
pública de repartir).
Utilizando el isomorfismo (llamémosle símil,
para entendernos) de la estabilidad basada en el equilibrio de fuerzas entre la
entropía -vicio privado de acaparar- y la entalpía -virtud pública de
repartir-, el aplastante poder de la
entropía económica sobre la entalpía no ha hecho otra cosa que provocar el
agotamiento de nuestro sistema económico a nivel planetario. Todos los días
escuchamos a los políticos que toman medidas realmente sin ton ni son, porque
el sistema está ya fuera de todo control, por lo que la promesa de recuperar la
senda del crecimiento económico y el estado del bienestar que estamos perdiendo
de modo uniformemente acelerado, es ya sólo un desesperado intento de que las
gentes mantengan la calma. Cuando esta inestable calma se termine, emergerá un
apocalipsis (el epílogo) de esta época de la Humanidad (entendiendo como
apocalipsis, el esperado fin del mundo tal y como lo conocemos), para dar paso
a un nuevo escenario, que nadie es capaz de adivinar cómo será. Luego están las
profecías mayas y todas esas cosas milenaristas, que no vienen a cuento ahora.
El devenir de la religión
Perdonadme esta acaso algo larga introducción,
pero era necesario este preámbulo para explicar el por qué la Cristiandad está
también sometida a los rigores de la Segunda Ley de la Termodinámica.
Habréis escuchado un nuevo término que se
viene difundiendo en las diferentes esferas de la Iglesia católica, denominado
"Nueva evangelización". ¿Por qué? ¿Qué pretende el Vaticano con esta
nueva proclama "urbi et orbi"?
Este término acuñado en su día por Juan Pablo
II, intenta introducir a la Iglesia católica en un serio proceso de reflexión,
cuya única conclusión es el convencimiento de la necesidad que tiene la Iglesia
de retornar al espíritu que vitalizaba las primeras comunidades cristianas, el
que describe el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Pero ¿qué necesidad tiene la Iglesia de volver
a los orígenes? ¿Acaso no es perfecta? ¿Acaso no es verdad que el Papa y los
obispos están siempre en la verdad, que nunca se equivocan, que son los
pastores de los creyentes?
¿Acaso los problemas que agobian al
catolicismo no provienen de un mundo que se quiere colar por las rendijas y que
nos está arrebatando a una gran cantidad de creyentes, tentándoles para que se
pierdan?
¿Qué necesidad hay de "resetear" el
sistema religioso de la Iglesia, de poner la cuenta a cero?
La respuesta a estas preguntas no es cuestión
de que las dé yo, estúpido de mí. He aquí las frases extraídas de los discursos
y documentos de Juan Pablo II y Benedicto XVI:
"Queridos jóvenes: Deseo
exhortarlos a que sean apóstoles de una nueva evangelización para construir la
civilización del amor" Juan Pablo II. Buenos Aires 11/04/1987
"La
Nueva Evangelización necesita nuevos testigos... personas que hayan experimentado
un cambio concreto en sus vidas, por su encuentro con Jesucristo, y que sean
capaces de transmitir a otros esa experiencia."
A los obispos de Valladolid y Valencia, España. 23 de Septiembre de 1991.
A los obispos de Valladolid y Valencia, España. 23 de Septiembre de 1991.
"He repetido muchas veces
en estos años la « llamada » a la nueva
evangelización. La reitero ahora, sobre todo para indicar que hace falta
reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el
ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés". (Juan Pablo
II. Carta apostólica Novo milenio ineunte - 2000).
"Esta
misión se expresa en la renovada verificación de la propia fidelidad, por esto
la Iglesia debe ser "des-mundanizada". Final de la visita de
Benedicto XVI a Alemania en 2011 despedida en el Aeropuerto de Larh Friburgo
(Lunes, 26-09-2011)
Cuando todo un Papa como Juan Pablo II y otro
todo un papa como Benedicto XVI vienen viendo desde lejos la necesidad de una
nueva evangelización, sobre todo en los países de antigua evangelización y
Benedicto XVI, dice con palabras políticamente correctas que la Iglesia
católica está mundanizada, yo al menos empiezo a respirar tranquilo, porque veo
los primeros indicios de humildad en una Iglesia caracterizada a lo largo de su
historia por una inmutable y extrema intransigencia y auto complacencia de
estar en posesión de la verdad en todo momento, hasta en los más oscuros y de
lamentable memoria.
Liberados de palabras políticamente correctas,
las cosas, dichas por su nombre, se expresan del siguiente modo.
1.- La Iglesia cristiana mantuvo su pureza (no
sin dificultades) mientras estuvo perseguida por los judíos primero y por el
Imperio romano después.
2.- A partir de su "triunfo" como
religión oficial del Imperio, el Vaticano se ligó íntimamente al poder político
de los emperadores y de los reyes europeos, íntima relación que la propia institución
eclesiástica ha tratado de mantener a lo largo de los siglos, y que le permitió
adquirir un predicamento tan importante como para que se llegara a creer que el
mensaje de Cristo había triunfado definitivamente, cuando lo que en realidad
estaba sucediendo era el cumplimiento de la parábola del trigo y la cizaña, una
institución cada vez más contaminada por el estilo de vida del mundo.
3.- Los que, viendo la degradación de la
Iglesia trataron de mantenerse fieles al mensaje evangélico, no vieron otra
posibilidad que crear confinadores aislados del mundo, construyendo conventos y
monasterios, donde convivían monjes o monjas adscritos a órdenes y
congregaciones religiosas de vida tanto activa como de clausura. Afuera, más
allá de las tapias del convento, vivir la fe era casi una heroicidad imposible
de lograr. Pero afuera estaban los curas diocesanos y los obispos con sus
feligreses, gente casada, dedicada a su misión: engendrar y traer al mundo
nuevos cristianos, manteniendo un nivel de cumplimiento de la fe bajo criterio
de mínimos, la misa dominical, frecuentar mas o menos los sacramentos ("en Pascua florida, en peligro de
muerte y si se ha de comulgar", rezaba el catecismo Ripalda sobre la
confesión) y no putear demasiado al vecino, aunque se podía guerrear siempre,
eso sí, en el nombre de Dios.
Y así, la Iglesia ha presentado siempre dos
caras prácticamente antagónicas, el trigo de las personas consagradas al
espíritu de Dios versus la cizaña de aquellos, tanto ordenados como seglares,
manejando el cotarro económico y político de la Institución.
Y así la Iglesia ha sido tanto motivo de
inspiración espiritual como de escándalo. Tanto ha atraído a las ovejas perdidas
de Dios como les ha generado el más absoluto rechazo.
Y llegamos a la actualidad, Siglo XXI, donde
la situación de la Iglesia católica, más allá de los bellos discursos papales
que trata de decir con buenas palabras lo que en realidad es un estado calamitoso
de la institución eclesiástica, es precisamente eso, calamitosa.
Es ya prácticamente imposible pretender
mantener en pie columnas de un edificio vitalmente resquebrajado, de templos en
ruinas.
Puede que Opus Dei, los movimientos
carismáticos, neocatecumenales y demás iniciativas religiosas no estén de
acuerdo con este diagnóstico. Tampoco lo estaba el armador del Titanic cuando
se le advirtió que el buque se hundiría en dos horas.
Es por ello que si la "nueva
evangelización" fuese un intento de recuperar parroquianos para llenar las
misas dominicales y de mejorar en algo la sequía de curas, mejorando el númerus
de los seminarios, más vale no meterse en esa empresa tan ingenua como
ridícula.
El Concilio Vaticano II trató de abrirse al
mundo. No lo ha conseguido. El mundo ha devorado literalmente la Iglesia. Las
estructuras sufren el mismo deterioro que afecta al agónico capitalismo en la
actualidad, quizás porque ambas están fabricadas con el mismo material, el
egoísmo (implícito o explícito).
¿Quiere decir esto que la Iglesia está
sentenciada a muerte?
Si por Iglesia nos referimos a la Institución
y organización que los hombres nos hemos montado para sostener el edificio
religioso del catolicismo, me temo que sí. Es más, si San Malaquías tuviera
razón, que nadie lo sabe, Benedicto XVI sería el penúltimo Papa antes del
último que ha de llamarse Pedro el Romano (alguien que ahora tiene que ocupar
una cátedra cardenalicia, y ser presuntamente papable).
Entonces ¿qué ha sido del mensaje de Jesús?
Sencillamente va por otro camino, y creo que
siempre ha ido por otro camino, incluso dentro de la Iglesia. Es decir, la
Iglesia tiene dos visibilidades, una la mundana que sale en televisión y se
cuece en los pasillos del Palacio Vaticano y de los palacios obispales (donde
dudo que el Espíritu Santo revolotee a sus anchas), y otra bien distinta en los
corazones de los Santos de Dios que son los que están soportando esta tragedia,
dando testimonio increíble de la Resurrección a pesar de una situación que
empieza a ser insostenible. De ahí surge ese magisterio real que orienta y
conduce como luz en las tinieblas.
Pero en muchas ocasiones saber distinguir el
trigo de la cizaña se vuelve casi imposible. Así que los que no saben o no
pueden diferenciarlos, pues abandonan y se alejan escandalizados, y lo que es
aún peor, desarrollan una fuerte alergia a todo lo que huela a incienso, a
púrpura, a sotana. De padres católicos, son legión los hijos apartados, que en
el colegio de curas/monjas se han visto forzados a oír todas las misas que no
oirán de mayores. Y cuanto más recalcitrantemente católicos son los padres, más
intensa es la reacción alérgica que provocan en sus hijos cuando alcanzan dos
dedos de frente y comienzan a hacerse preguntas a las que nadie les sabe dar
respuesta.
La reacción de la Iglesia católica a este
desaguisado ha sido siempre la de echarle las culpas a las insidias del
maligno, cuando no es capaz de reconocer que el maligno no está fuera de la
iglesia, sino dentro, además de afuera.
Es por todo esto, que Juan Pablo II, hombre
inteligente y santo donde los haya, se dio cuenta de este desastre que la
Iglesia viene arrastrando desde tiempos del emperador Constantino, en los que
la Iglesia dejó de ser perseguida para convertirse en perseguidora encarnizada
de todo el que no pensaba como ella.
Este escenario tiene, por sorprendente que
parezca, una interpretación termodinámica, apuntada en la introducción de esta
entrada. La entropía de la iglesia ha llegado ya a un nivel de desorden, de
descomposición interna, que creo resulta ya insostenible. Las instituciones, el
comportamiento de los líderes religiosos, la estrecha relación con las
estructuras mundanas ha colado el capitalismo hasta sus médulas, al extremo que
el Papa Benedicto XVI ha tenido que reconocer que la Iglesia está mundanizada.
Como todo proceso termodinámico, biológico a
fin de cuentas, es irreversible, la situación actual de la Iglesia resulta ser
también irreversible. Es imposible recuperar una feligresía piadosa de misa
dominical. Es imposible ya volver a llenar los seminarios. El futuro de este
paradigma que ha dominado la Iglesia en estos últimos siglos donde la
Institución católica y sus autoridades religiosas se habían acostumbrado a que
las gentes fueran detrás de los curas con cirios encendidos es realmente
incierto.
Todo esto, los líderes religiosos lo saben de
sobra. No son idiotas. Otra cosa es que tengan órdenes de arriba de no
manifestarlo así, tan a las claras, y menos en misa de una. Pero lo saben. Son
conscientes. Y lo triste es que pretendan no obstante albergar la esperanza de
recuperar el predicamento de antaño con medidas publicitarias; como hacen los
políticos con continuas medidas financieras, a ver si hay suerte.
Saben (y si no lo saben es que realmente son necios),
que no se puede tratar con penicilina a pacientes alérgicos a la penicilina...
No se puede tratar de captar a los alejados con el mismo mensaje y actitud que
les provocó el visceral rechazo.
Así que la Nueva evangelización tiene que
basarse en unos principios que se perdieron en la noche de los tiempos de la
memoria colectiva, aunque se ha conservado en la auténtica Iglesia, la de los
Santos de Dios, gracias a los que el mensaje de Jesús se ha mantenido a o largo
de los siglos.
Leí hace unos treinta y seis años un libro de
un sacerdote francés Carlos Bliekast titulado "Ser cristiano, ¡esa gran
osadía!", que ya en aquellos lejanos ya años setenta, en pleno intento de
despegue del Concilio, advertía del tremendo lastre que sufría la Iglesia con
todas estas estructuras esclerosadas que se comportaban como un inmenso árbol
lleno de ramas y hojas muertas que no hacían sino ocultar la verdadera esencia
del mensaje de Jesús, el tronco siempre vivo de un árbol que necesitaba
urgentemente (hace cuarenta años) una drástica poda.
Ahora, cuando en los pueblos de nuestras
serranías un sacerdote tiene que asistir a veinte pueblos (lo hemos visto
nosotros), y las cuentas y transacciones financieras del Vaticano se ven con
sumo recelo, y las gentes desconfían de todo, las declaraciones de los obispos,
están encasquillada sólo en temas de defensa de la vida (aborto, eutanasia,
homosexualidad y preservativo), donde están muy apretados pidiendo millones de
firmas por internet; que no digo que esté mal (yo las firmo, porque no entiendo
el tema del aborto libre), pero parece como si no hubiese además otros
problemas.
El problema es este, o los cristianos volvemos
al Evangelio, o el Evangelio y con Él el Espíritu Santo se volverá hacia los
modernos gentiles, las ovejas perdidas de Dios, pero por otras vías distintas
de las convencionales.
Estas vías no convencionales no estarán
sujetas a la disciplina canónica. Puede que venga de Oriente.
Jesús nos encomendó ser sus testigos en la
proclamación y difusión del Evangelio. Pues que haya en la actualidad un exiguo
17% de católicos en el mundo, llamando católicos a los que tienen un
certificado de bautismo en alguna parroquia olvidada y sin entrar en si
practican, no practican o dejan de practicar después de 2000 años de
cristianismo, a mí me deja preocupado. Así que puede que el Espíritu esté soplando
por otros derroteros de la Historia, como pasó cuando dejó de soplar en el
pueblo judío y lo hizo en el incipiente pueblo cristiano.
Con lágrimas
Esta declaración la
expreso con lágrimas en los ojos, porque soy y me manifiesto hijo de la
Iglesia, en los mismos términos que lo manifestaba Teresa de Jesús en su lecho
de muerte.
Es lo mismo que el dolor que me produce ser
español y ver como mi país se va deteriorando inexorablemente y se está
convirtiendo en un país en vías de subdesarrollo, a pesar de las alocadas
maniobras de los políticos que nos conducen a ninguna parte.
Cuanto más amas a alguien o a algo, más te
duele su enfermedad. Cuando la fe ha sido y es el elemento nuclear de mi vida,
tanto más me duele que los encargados de sostenerla estén mundanizados, y
además nieguen públicamente la Mayor.
Aquí también tengo que decir que en este
desastre, como siempre, pagan una inmensidad de justos por un puñado de
pecadores que están haciendo muchísimo daño a la Iglesia. Creo que sabréis a lo
que me refiero.
Es por eso que escuchar del Santo padre este
desafío extremo me devuelve la ilusión de servir como pies, manos, alma, mente
y corazón a mi Señor Jesús para proclamar la esencia de su mensaje.
4
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no
permanecéis en mí.
5
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése
da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no
permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre está en que deis
mucho fruto, y seáis mis discípulos. 9 Como el Padre me amó, yo también os he
amado a vosotros; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor.
El fruto de la Vid no es otro que convertirnos
en templos de Dios, en Sagrarios vivos de Jesús.
Todo consiste en algo tan simple como
descubrir, tomar conciencia de que somos Eso, la misma esencia de la Divinidad,
que ha habitado siempre en nosotros, y que se expresa cuando nosotros, nuestro
"Pocoyó" le deja expresarse; cuando descubre que no es él el que
vive, sino Cristo quien vive en él.
Todo consiste en comprender que el Espíritu de
Dios no necesita para manifestarse en el alma humana de un papel que ponga que
está bautizada. El bautismo de Jesús no es un rito litúrgico (aunque en la
tradición católica así se haya practicado), sino una intuición del alma, que
toma conciencia de que Dios no es un tercero a quien pedir cosas ajenas, sino
que es más propio que el alma en sí. Luego se podrá expresar en el rito
bautismal y en un papel que ponga la partida de bautismo. Pero todo esto es
burocracia.
¿De qué le sirve a un neonato ser bautizado,
hacer la primera (y última) comunión a los ocho años, inflarse a pasteles y
regalos en el convite y luego "si te he visto, no me acuerdo"? Porque
ese es el estilo tradicional de los católicos de cumplo y miento.
La procesión o va por dentro, o de nada sirve
que vaya por fuera.
Como dice Karl Rahner, "el cristiano del Siglo XXI, o es un místico,
alguien que ha experimentado Algo, o ya no será nada"
Parece que estamos empeñados en ya no ser
nada.
La Vid debe ser podada
La Vid tiene que ser podada. Las ramas
muertas, los sarmientos secos han de ser cortados y echados al fuego. Y los
sarmientos y ramas vivos han de ser también de ser podados para que den más
fruto.
El alma cristiana debe renacer de las cenizas
de un mundo que se desvanece.
19 Jesús
les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.»
20 Los
judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este
Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
21 Pero
él hablaba del Santuario de su cuerpo.
No sé por qué las autoridades eclesiásticas no
se dan por aludidas ante esta sentencia. La respuesta es que tampoco las
autoridades judías se dieron por aludidas.
El que se cree estar en posesión absoluta de
la verdad no se da por aludido nunca.
Por eso Friedrich Wilhelm Nietzsche tiene una
sentencia demoledora: "la creencia en la posesión absoluta de la verdad es
más peligrosa para la propia verdad que la propia mentira".
Ahora Jesús puede que nos esté diciendo lo mismo, a lo que las
autoridades pueden que estén respondiendo "¿Dos mil años nos ha
costado construir este templo y tú lo vas a destruir en tres días?
Y como siempre, no le entienden, porque Él nos
habla de su Templo, que reside en el alma de cada ser humano que basa su vida
en Él.
Él puede levantar "de nuevo" su
Templo en tres días.
El nos puede levantar a todos en Tres Días, si
somos capaces de comprehender (tomar conciencia desde el hondón de nuestro ser)
de que sólo Él tiene palabras de Vida Eterna; y que las pondrá en nuestros
labios si nuestros labios son capaces de callar; si somos capaces de "no
hacer nada" para que "nada quede sin hacer"; si somos capaces "de morir antes de morir, para comprobar que
la muerte no existe, que sólo existe la Vida". (Eckhart Tolle)
Así que no tengamos miedo, amigos que leéis
este blog, de que el edificio eclesiástico se hunda. Porque es necesario que se
hunda, que fracase (aparentemente), para que pueda resucitar a una nueva vida,
para iniciar un nuevo ciclo renovada desde sus entrañas, desmundanizada, limpia
de corazón, pobre de espíritu, sencilla, mansa y humilde, sufriente,
misericordiosa, que clama justicia y que es perseguida.
Digamos como aquellos que ante la persecución
decían, "si la Iglesia es obra de los hombres, tranquilos que quedará
destruida, pero si es de Dios, ninguna persecución logrará abatirla".
Así ha sido, y así volverá a ser.
Creo que este es el Espíritu de la Nueva
Evangelización, que volvamos a ser testigos de lo que vivimos en lo más íntimo
de nuestro ser, y que volvamos a dejar que Dios sea Dios, que sólo Él (y no
nosotros) es capaz de devolver la paz a los corazones destrozados.
Hagamos por una vez caso del mensaje del Santo
Padre (la persona solitaria rodeada del mayor número de aduladores en el
mundo), hagamos caso al Espíritu en este próximo pentecostés.
Nos va la vida en ello.
La Paz esté con vosotros.
*
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